-¡Quinn!- la voz de Mona exclamaba el
apodo cariñoso de mi muchacho. Sus pasos se escuchaban apresurados
por el pasillo resonando por todo el corredor en dirección a la
boardilla donde nos encontrábamos.
-Mona ... -murmuró volteando hacía la
puerta abrochándose los pantalones lo más rápido que podía, sin
embargo los nervios hicieron presa de él entrecortando su
respiración-. ¡Ah demonios! -gruñó con cierto enojo al
comportarse como un total idiota.
En ese momento me percaté que nada
podría hacer al respecto con sus sentimientos. Para él fui un error
y para mí fue un espejismo del que hubiese dado cualquier cosa por
continuar contemplando. Empecé a abrochar mi camisa aún con el
sabor amargo de sus besos en mi boca. Los mismos besos que fueron
miel se convirtieron en la hiel más desagradable. Una lágrima
comenzó a derramarse sin poder evitarlo. Mi pecho dolía, pero más
al saber que si ella lo veía conmigo sufriría. Sería el causante
de un dolor que no podría soportar.
Sin llamar para dar tiempo a una excusa
abrió la puerta. Su amplia sonrisa se borró bruscamente.
-Qui... -sin terminar de hilar aquella
frase su rostro sufrió un cambio repentino, pues se ensombreció y
apretó los labios-. ¿Para esto querías verme?... entiendo- sonrió
de medio lado y retiró la sortija y el anillo de bodas lanzándolo a
sus pies-. ¡Diviértete! ¡Eres igual a Lestat!- profirió un
lamento insufrible entre lágrimas y cerró la puerta con violencia
provocando que se quebrara. Se alejó apresurada entonces hacia el
pasillo quizás para huir muy lejos del lugar.
-Mona... ¡No!.. ¡Espera! -rápidamente
abrochó su pantalón luego de pelear con éste durante segundos
atrás y al ver aquellas sortijas rebotar por la habitación sus ojos
se llenaron de lágrimas. Así que no lo dudó para salir corriendo
tras ella. Él ni siquiera recordó que yo estaba allí sufriendo-.
¡Mona! -gritó al ver que ésta rápidamente cerró la puerta e
impulsado por la desesperación continuó saliendo desesperado de la
habitación gritando por el pasillo-. Mona sólo fue un desliz ....
¡Mona!
Sus palabras dolieron y ardieron en mi
pecho, pero mantuve mi calma terminando por vestirme para salir de
allí acabando de tomar mi saco. Deseaba tanto que me amase y se
dejase llevar conmigo que olvidé que posiblemente no dejó de pensar
en ella aún si yo estuviese a su lado dándole todos esos
sentimientos guardados.
Salí tras él caminando rápidamente
intentando intervenir, pues no quería que él sufriera y si debía
tener el odio de aquella mujer que así fuese. Prefería ser
castigado por mi crimen a ver como él era fustigado sin remedio.
-¡Mona! ¡Detente! ¡La culpa fue
mía!-grité tras la espalda de Tarquin- Lo seduje... ¡Lo seduje sin
importarme lo que él sentía! ¡Ni siquiera lo amo! ¡Todo fue un
despecho de ambos!-mentía como solía hacer con Jerome y Tommy.
Mentía para que él no sufriese aunque esa mentira me taladraba.
¡Saben algo! -gruñó volteando en
dirección a ambos totalmente furiosa- ¡Pueden cogerse e incluso
casarse si así lo prefieren, pero en mi maldita vida los quiero
volver a ver! ¡En mi vida!-acabó vociferando.
-Mona...-balbuceó-. No por favor...
-rogó con insistencia sintiendo como las lágrimas pugnaban por
salir así como su labio tembló al observar su furia. Suavemente se
acercó a ésta intentando tomarla de los hombros- Mona... por
favor..- entonces, ella rápidamente lo apartó.
-¡Largate! -respondió llena de furia
empujándole.
-Mona, por favor se sentía desdichado
y yo me aproveché. Siento muchísimo está deshonra en su orgullo,
así como para su amor, pero él es inocente- hablaba con un hilo de
voz pues deseaba romper a llorar. Percibía el horrible dolor en
Tarquin, al cual jamás toqué porque sentía que lo ensuciaba y que
en ese momento no sólo lo había ensuciado sino roto su felicidad-
Él la ama, ¿no ve la felicidad en su rostro cuando la contempla?
Por favor, me aproveché de él y si desea castigar a alguien hágalo
conmigo. No volveré a tener contacto con él o su familia, me
marcharé como debí hacerlo hace años... pero por favor... no
abandone a Tarquin porque sin usted se siente hundido.
-¡Váyanse al diablo! -gruñó huyendo
de ambos.
-¡Mona! -gritó llorando cubriendo su
rostro al verla irse desplomándose sin importar que los viesen
discutir.
La sala nos miraba a todos atónitos,
pues estábamos en medio del salón muy cerca del jardín. Tan sólo
nos separaba un enorme ventanal que hacía de puerta y que poseía
una hermosa vidriera. Lestat tenía una mansión agradable y siempre
llena de gente, por eso me sentí aún más humillado y desesperado
al contemplarme tan expuesto a la reacción de todos.
Seguí a ambos, los cuales corrían
hasta el jardín. Sentí bajo mis pies la hierba cubierta de pequeñas
gotitas de agua, ya que acababa de ser regada por una lluvia que era
a penas una brizna comparada con las tormentas de semanas atrás.
-Mona, por favor piense- dije tomando a
Tarquin por los hombros-. Es mi culpa y ni siquiera consumamos. Fue
un error por mi parte intentar algo cuando sabía que sería
bruscamente rechazado.
Ella no escuchó más y rápidamente
emprendió la huida a una velocidad que me provocó cierto mareo.
-Lo lamento muchísimo Tarquin-
acaricié sus cabellos con cuidado intentando aguantar el dolor que
sentía en mi pecho-. Será mejor que termine de vestirme y me
marche. Debo despedirme de los muchachos y partir de inmediato a
Londres. Es posible que no vuelva a verlos y es seguro que no te vea
más- besé su mejilla derecha y me aparté para girarme hacia la
habitación. Mi corazón dolía y no era metafóricamente. Debía
marcharme y soportar que mi sueño sólo era un sueño, que aquello
no había ocurrido y que posiblemente todo era un dulce juego de mi
mente. Ni conocía a Tarquin ni jamás lo tuve entre mis brazos, eso
debía aceptar para poder olvidar.
Suavemente me tomó del brazo
ocultándose en mi pecho. Siempre lo hacía, era un gesto tan suyo
que me provocaba estremecimientos-. No me dejes... por favor...
-cerró los ojos con fuerza tratando de calmar su llanto aferrándose
tembloroso, pero sobre todo lleno de dolor.
-No hagas ésto más doloroso. He
cometido un terrible error contigo, pues jamás debí decirte nada ni
aspirar a tenerte aunque fuese en mis pensamientos. ¿No ves que es
mi culpa? Jamás debí quedarme contigo a solas e incluso jamás debí
darte clases -tomé su rostro y vi sus lágrimas sanguinolentas.
Aquello que temía, de lo cual había hablado semanas atrás con
David intentando comprender qué era aquel monstruo que nos persiguió
algún tiempo, era cierto-. Vivirás para siempre ¿no es así? Ni
siquiera podré estar contigo en unos años, me iré igual que tía
Queen... y sin embargo quise soñar que era eso de ser correspondido
por una vez. He echado a perder todo así que deberías odiarme.
Entonces, posiblemente sin pensar con
claridad, se abalanzó sobre mí clavando sus colmillos en mi cuello.
El miedo me paralizó y ni siquiera grité. Mis manos permanecieron
en sus cabellos como si fuese el único contacto con la vida y la
cordura. Estaba paralizado y lleno de temor, aunque ya no me
importaba morir si así él lo deseaba. Mi vista quedó en negro
aunque podía seguir escuchando la música y las conversaciones.
-¡Tarquín! ¡Imbécil! ¡Qué te dije
imbécil! ¡No crees vampiros por despecho! -gritó una voz que me
resultó familiar. Sin duda era la voz de aquella mujer que visitó a
Tía Queen. Parecía tan lejano ese hecho que me costó recordarla,
pero sin duda pude paladear en mi pensamiento su nombre. Ella era
Petronia. La enigmática Petronia.
-¡No me golpees maldita estúpida! ¡Ya
déjame!-escuché forcejeo y la tierra siendo pisoteada con rabia,
así como los golpes que ambos se brindaban.
-¡Todo lo que te enseñé lo tiras a
la mierda! ¡La puta mierda!-juraba que lo golpeaba con tanta saña
que incluso le fracturaría todos los huesos del cuerpo-. ¡Debí
hacerle caso a Manfred y dejarte en paz! ¡Imbécil!- en ese instante
recordé la historia de “El Loco” su antepasado, el hombre que
edificó Blackwood con su dinero, ingenio y deseos de grandeza.
Caí al suelo, pues Tarquin ya no me
sujetaba, escuchando a esa mujer. Ella había hecho que todo cambiara
en Tarquin y de la cual había hablado con David. Mi cuerpo estaba
sobre el duro, húmedo y frío suelo deseando que terminara conmigo.
Estaba viejo y cansado de esperar algo que luego sólo fue una bomba
de relojería.
En ese momento mi muchacho chilló
mientras seguía escuchando a lo lejos ciertos golpes.
-¡Fue un error!
¡Idiota!- escuché de sus labios
mientras sus pasos se volvieron rápidos, casi inaudibles- ¿Quieres
vivir? -pronunció arrodillándose junto a mí mientras sentía como
gotas caían del cielo. Eran gotas cálidas de sabor metálico y supe
entonces al paladear que era sangre.
La sangre cayó sobre mis labios
mientras negaba. No deseaba vivir porque tan sólo sería el ejemplo
viviente de un error. Sin embargo, tragué la sangre porque a pesar
de su sabor y mi deseo el instinto de supervivencia estaba en todos y
cada uno de nosotros. Mis ojos estaban cubiertos de lágrimas aunque
a penas podía mover mi cuerpo.
-No.. por favor... ¿Qué haces? ¡No!
-de nuevo escuché un forcejeo, mucho más cerca, y los lamentos de
Tarquin.
Petronia acercó su muñeca a mis
labios para que succionase y creo que empujó a Tarquin varios
metros. Mi vista volvía poco a poco siendo borrosa al principio, por
eso no estoy seguro de nada.
-¡Cállate! Ni te atrevas a
cuestionarme maldito engendro...
Mis labios se abrieron permitiendo que
el torrente de sangre llenara mi boca. Aquello me calentó y provocó
que me aferrara a su muñeca. Quería morir, pero algo tiraba de mí
para abrazarla rogando por la vida.
-Eso es -apretó su muñeca contra mis
labios provocando aquel chorro manar con más intensidad.
Mi visión se tornó perfecta de nuevo,
incluso mucho mejor que aquella que ya me obligaba a usar lentes. Mis
manos apretaban su brazo mientras las lágrimas se mezclaban con la
sangre.
Creo que al observar que ya no moriría,
y quizás también por cierto dolor, aparto su brazo llevando este a
su pecho no sin antes voltear hacía Tarquin fulminando a este con la
mirada.
-¿Por qué lo haces?- respondió con
su mirada llena de odio.
Quedé recostado sintiendo un dolor
terrible. Noté que mi corazón se aceleró rápidamente y pronto se
quedó parado. Mis pulmones respiraban con ansiedad y mis manos se
hundían en la hierba. No comprendía que ocurría, sólo que no
moriría como había deseado al principio.
-Todo se calmará en unos instantes
-pronunció en tono tranquilizador ignorando a Tarquín-. Sólo es la
muerte de tú cuerpo mortal.
Giré mi rostro hacia Tarquin
reprobando lo que acababa de suceder, aunque seguía insistiendo que
era mi culpa. Todo había ocurrido por mi culpa.
-Lo siento muchacho, no debí decirte
jamás esto... debí hacer caso a tu tía.
-No. Perdóname a mí...-murmuró
acercándose con cautela-. Yo me sentí amado. A decir verdad...
-Tarquín ¡Cállate! -gruñó furiosa.
-Es porque realmente te amo, Tarquin...
pero no debí hacer nada- musité cansado y adolorido- Ve a por
Mona... ella te hace feliz y yo debí permanecer observando tu
felicidad sin querer participar en ella.
-Ella me engaña con cuanto vea o le
atraiga... creí que cambio pero no es así...
Petronia tornó los ojos con fastidio
por la respuesta de su criatura.
-Querido Tarquino son más interesantes
los ingredientes de mi shampoo que tu estado sentimental- dijo
mordaz.
-¿Entonces que diablos haces aquí?
¡Puedes largarte si lo prefieres! -respondió furioso ante su
acusación.
-No le ofenda ni regañe más, él no
merece lo que ocurre. Siempre sufrió en gran medida la ausencia de
su madre, su enigmático poder y también a su hermano. Es un buen
muchacho -dije incorporándome con terribles dolores- Tarquin, no me
amas más allá de lo que ves en un padre ¿no es así? Ve y busca a
Mona... cometí mi error y no deseo que tú cometas el tuyo.
-Mona ya hizo lo que hizo- gruñó mi
muchacho, porque siempre sería mi muchacho.
-Por poco hombre- respondió ella con
burla.
-¿Te quieres callar con un demonio?
-Escúchame, ve a por ella porque puede
que en éstos momentos te perdone y puedan arreglar la situación...
aún recuerdo lo felices se veían cuando intercambiaron sus
anillos... búscala. No te preocupes por mí, siempre he sabido
apañarme con mi estupidez.
-No deseo dejarte solo... -murmuró con
preocupación.
-Me quedaré con él... vete -respondió
sentándose junto a mí observándome fascinada- ¿Le apetece una
amena charla? Soy Petronia, la creadora de ese imbécil
-Ya nos conocíamos ¿recuerda? Usted y
sus camafeos en la habitación de Tía Queen -susurré acabando por
levantarme mientras sacudía mi maltrecho traje -Sabía que usted
estaba tras el cambio en mi muchacho.
-Pero no nos hemos presentado como se
debe -sonrió levantándose pero no a esas platicas me refería si no
a sus nuevas habilidades que ahora desconoce. Por favor, insisto.
-Solo cuídalo y hablaremos más tarde
-pronunció saliendo a toda prisa del lugar rumbo a buscar a Mona.
-Hace mucho que no soy alumno, sino
profesor y no sé si admitiré los consejos de alguien que parece tan
joven - comenté con una leve sonrisa intentando no sentir esa
punzada de dolor, ahora imaginaria, en mi pecho - Pero siempre dije
que de todos podemos aprender.
-Descuide estoy dispuesta a enseñarle
el alcance de sus poderes -sonrió nuevamente guiándome a la
mansión.
-También deseo conversar sobre usted
sobre porqué me salvó, pues creo que merezco una respuesta -susurré
siguiéndola mientras contemplaba el mundo de forma distinta, o al
menos esa era mi impresión.
Escuché atentamente sus instrucciones
sintiendo mayor curiosidad por el mundo que se abría ante él.
Podría estudiar a fondo ciertas culturas y la historia de boca de
aquellos que la habían vivido.
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