Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 7 de abril de 2013

Confesiones a altas horas de la noche III


-¡Quinn!- la voz de Mona exclamaba el apodo cariñoso de mi muchacho. Sus pasos se escuchaban apresurados por el pasillo resonando por todo el corredor en dirección a la boardilla donde nos encontrábamos.

-Mona ... -murmuró volteando hacía la puerta abrochándose los pantalones lo más rápido que podía, sin embargo los nervios hicieron presa de él entrecortando su respiración-. ¡Ah demonios! -gruñó con cierto enojo al comportarse como un total idiota.

En ese momento me percaté que nada podría hacer al respecto con sus sentimientos. Para él fui un error y para mí fue un espejismo del que hubiese dado cualquier cosa por continuar contemplando. Empecé a abrochar mi camisa aún con el sabor amargo de sus besos en mi boca. Los mismos besos que fueron miel se convirtieron en la hiel más desagradable. Una lágrima comenzó a derramarse sin poder evitarlo. Mi pecho dolía, pero más al saber que si ella lo veía conmigo sufriría. Sería el causante de un dolor que no podría soportar.

Sin llamar para dar tiempo a una excusa abrió la puerta. Su amplia sonrisa se borró bruscamente.

-Qui... -sin terminar de hilar aquella frase su rostro sufrió un cambio repentino, pues se ensombreció y apretó los labios-. ¿Para esto querías verme?... entiendo- sonrió de medio lado y retiró la sortija y el anillo de bodas lanzándolo a sus pies-. ¡Diviértete! ¡Eres igual a Lestat!- profirió un lamento insufrible entre lágrimas y cerró la puerta con violencia provocando que se quebrara. Se alejó apresurada entonces hacia el pasillo quizás para huir muy lejos del lugar.

-Mona... ¡No!.. ¡Espera! -rápidamente abrochó su pantalón luego de pelear con éste durante segundos atrás y al ver aquellas sortijas rebotar por la habitación sus ojos se llenaron de lágrimas. Así que no lo dudó para salir corriendo tras ella. Él ni siquiera recordó que yo estaba allí sufriendo-. ¡Mona! -gritó al ver que ésta rápidamente cerró la puerta e impulsado por la desesperación continuó saliendo desesperado de la habitación gritando por el pasillo-. Mona sólo fue un desliz .... ¡Mona!

Sus palabras dolieron y ardieron en mi pecho, pero mantuve mi calma terminando por vestirme para salir de allí acabando de tomar mi saco. Deseaba tanto que me amase y se dejase llevar conmigo que olvidé que posiblemente no dejó de pensar en ella aún si yo estuviese a su lado dándole todos esos sentimientos guardados.

Salí tras él caminando rápidamente intentando intervenir, pues no quería que él sufriera y si debía tener el odio de aquella mujer que así fuese. Prefería ser castigado por mi crimen a ver como él era fustigado sin remedio.

-¡Mona! ¡Detente! ¡La culpa fue mía!-grité tras la espalda de Tarquin- Lo seduje... ¡Lo seduje sin importarme lo que él sentía! ¡Ni siquiera lo amo! ¡Todo fue un despecho de ambos!-mentía como solía hacer con Jerome y Tommy. Mentía para que él no sufriese aunque esa mentira me taladraba.

¡Saben algo! -gruñó volteando en dirección a ambos totalmente furiosa- ¡Pueden cogerse e incluso casarse si así lo prefieren, pero en mi maldita vida los quiero volver a ver! ¡En mi vida!-acabó vociferando.

-Mona...-balbuceó-. No por favor... -rogó con insistencia sintiendo como las lágrimas pugnaban por salir así como su labio tembló al observar su furia. Suavemente se acercó a ésta intentando tomarla de los hombros- Mona... por favor..- entonces, ella rápidamente lo apartó.
-¡Largate! -respondió llena de furia empujándole.

-Mona, por favor se sentía desdichado y yo me aproveché. Siento muchísimo está deshonra en su orgullo, así como para su amor, pero él es inocente- hablaba con un hilo de voz pues deseaba romper a llorar. Percibía el horrible dolor en Tarquin, al cual jamás toqué porque sentía que lo ensuciaba y que en ese momento no sólo lo había ensuciado sino roto su felicidad- Él la ama, ¿no ve la felicidad en su rostro cuando la contempla? Por favor, me aproveché de él y si desea castigar a alguien hágalo conmigo. No volveré a tener contacto con él o su familia, me marcharé como debí hacerlo hace años... pero por favor... no abandone a Tarquin porque sin usted se siente hundido.

-¡Váyanse al diablo! -gruñó huyendo de ambos.

-¡Mona! -gritó llorando cubriendo su rostro al verla irse desplomándose sin importar que los viesen discutir.

La sala nos miraba a todos atónitos, pues estábamos en medio del salón muy cerca del jardín. Tan sólo nos separaba un enorme ventanal que hacía de puerta y que poseía una hermosa vidriera. Lestat tenía una mansión agradable y siempre llena de gente, por eso me sentí aún más humillado y desesperado al contemplarme tan expuesto a la reacción de todos.

Seguí a ambos, los cuales corrían hasta el jardín. Sentí bajo mis pies la hierba cubierta de pequeñas gotitas de agua, ya que acababa de ser regada por una lluvia que era a penas una brizna comparada con las tormentas de semanas atrás.

-Mona, por favor piense- dije tomando a Tarquin por los hombros-. Es mi culpa y ni siquiera consumamos. Fue un error por mi parte intentar algo cuando sabía que sería bruscamente rechazado.

Ella no escuchó más y rápidamente emprendió la huida a una velocidad que me provocó cierto mareo.

-Lo lamento muchísimo Tarquin- acaricié sus cabellos con cuidado intentando aguantar el dolor que sentía en mi pecho-. Será mejor que termine de vestirme y me marche. Debo despedirme de los muchachos y partir de inmediato a Londres. Es posible que no vuelva a verlos y es seguro que no te vea más- besé su mejilla derecha y me aparté para girarme hacia la habitación. Mi corazón dolía y no era metafóricamente. Debía marcharme y soportar que mi sueño sólo era un sueño, que aquello no había ocurrido y que posiblemente todo era un dulce juego de mi mente. Ni conocía a Tarquin ni jamás lo tuve entre mis brazos, eso debía aceptar para poder olvidar.

Suavemente me tomó del brazo ocultándose en mi pecho. Siempre lo hacía, era un gesto tan suyo que me provocaba estremecimientos-. No me dejes... por favor... -cerró los ojos con fuerza tratando de calmar su llanto aferrándose tembloroso, pero sobre todo lleno de dolor.

-No hagas ésto más doloroso. He cometido un terrible error contigo, pues jamás debí decirte nada ni aspirar a tenerte aunque fuese en mis pensamientos. ¿No ves que es mi culpa? Jamás debí quedarme contigo a solas e incluso jamás debí darte clases -tomé su rostro y vi sus lágrimas sanguinolentas. Aquello que temía, de lo cual había hablado semanas atrás con David intentando comprender qué era aquel monstruo que nos persiguió algún tiempo, era cierto-. Vivirás para siempre ¿no es así? Ni siquiera podré estar contigo en unos años, me iré igual que tía Queen... y sin embargo quise soñar que era eso de ser correspondido por una vez. He echado a perder todo así que deberías odiarme.

Entonces, posiblemente sin pensar con claridad, se abalanzó sobre mí clavando sus colmillos en mi cuello. El miedo me paralizó y ni siquiera grité. Mis manos permanecieron en sus cabellos como si fuese el único contacto con la vida y la cordura. Estaba paralizado y lleno de temor, aunque ya no me importaba morir si así él lo deseaba. Mi vista quedó en negro aunque podía seguir escuchando la música y las conversaciones.

-¡Tarquín! ¡Imbécil! ¡Qué te dije imbécil! ¡No crees vampiros por despecho! -gritó una voz que me resultó familiar. Sin duda era la voz de aquella mujer que visitó a Tía Queen. Parecía tan lejano ese hecho que me costó recordarla, pero sin duda pude paladear en mi pensamiento su nombre. Ella era Petronia. La enigmática Petronia.

-¡No me golpees maldita estúpida! ¡Ya déjame!-escuché forcejeo y la tierra siendo pisoteada con rabia, así como los golpes que ambos se brindaban.

-¡Todo lo que te enseñé lo tiras a la mierda! ¡La puta mierda!-juraba que lo golpeaba con tanta saña que incluso le fracturaría todos los huesos del cuerpo-. ¡Debí hacerle caso a Manfred y dejarte en paz! ¡Imbécil!- en ese instante recordé la historia de “El Loco” su antepasado, el hombre que edificó Blackwood con su dinero, ingenio y deseos de grandeza.

Caí al suelo, pues Tarquin ya no me sujetaba, escuchando a esa mujer. Ella había hecho que todo cambiara en Tarquin y de la cual había hablado con David. Mi cuerpo estaba sobre el duro, húmedo y frío suelo deseando que terminara conmigo. Estaba viejo y cansado de esperar algo que luego sólo fue una bomba de relojería.

En ese momento mi muchacho chilló mientras seguía escuchando a lo lejos ciertos golpes.

-¡Fue un error!

¡Idiota!- escuché de sus labios mientras sus pasos se volvieron rápidos, casi inaudibles- ¿Quieres vivir? -pronunció arrodillándose junto a mí mientras sentía como gotas caían del cielo. Eran gotas cálidas de sabor metálico y supe entonces al paladear que era sangre.

La sangre cayó sobre mis labios mientras negaba. No deseaba vivir porque tan sólo sería el ejemplo viviente de un error. Sin embargo, tragué la sangre porque a pesar de su sabor y mi deseo el instinto de supervivencia estaba en todos y cada uno de nosotros. Mis ojos estaban cubiertos de lágrimas aunque a penas podía mover mi cuerpo.

-No.. por favor... ¿Qué haces? ¡No! -de nuevo escuché un forcejeo, mucho más cerca, y los lamentos de Tarquin.

Petronia acercó su muñeca a mis labios para que succionase y creo que empujó a Tarquin varios metros. Mi vista volvía poco a poco siendo borrosa al principio, por eso no estoy seguro de nada.

-¡Cállate! Ni te atrevas a cuestionarme maldito engendro...

Mis labios se abrieron permitiendo que el torrente de sangre llenara mi boca. Aquello me calentó y provocó que me aferrara a su muñeca. Quería morir, pero algo tiraba de mí para abrazarla rogando por la vida.

-Eso es -apretó su muñeca contra mis labios provocando aquel chorro manar con más intensidad.

Mi visión se tornó perfecta de nuevo, incluso mucho mejor que aquella que ya me obligaba a usar lentes. Mis manos apretaban su brazo mientras las lágrimas se mezclaban con la sangre.

Creo que al observar que ya no moriría, y quizás también por cierto dolor, aparto su brazo llevando este a su pecho no sin antes voltear hacía Tarquin fulminando a este con la mirada.

-¿Por qué lo haces?- respondió con su mirada llena de odio.

Quedé recostado sintiendo un dolor terrible. Noté que mi corazón se aceleró rápidamente y pronto se quedó parado. Mis pulmones respiraban con ansiedad y mis manos se hundían en la hierba. No comprendía que ocurría, sólo que no moriría como había deseado al principio.

-Todo se calmará en unos instantes -pronunció en tono tranquilizador ignorando a Tarquín-. Sólo es la muerte de tú cuerpo mortal.

Giré mi rostro hacia Tarquin reprobando lo que acababa de suceder, aunque seguía insistiendo que era mi culpa. Todo había ocurrido por mi culpa.

-Lo siento muchacho, no debí decirte jamás esto... debí hacer caso a tu tía.

-No. Perdóname a mí...-murmuró acercándose con cautela-. Yo me sentí amado. A decir verdad...

-Tarquín ¡Cállate! -gruñó furiosa.

-Es porque realmente te amo, Tarquin... pero no debí hacer nada- musité cansado y adolorido- Ve a por Mona... ella te hace feliz y yo debí permanecer observando tu felicidad sin querer participar en ella.

-Ella me engaña con cuanto vea o le atraiga... creí que cambio pero no es así...

Petronia tornó los ojos con fastidio por la respuesta de su criatura.

-Querido Tarquino son más interesantes los ingredientes de mi shampoo que tu estado sentimental- dijo mordaz.

-¿Entonces que diablos haces aquí? ¡Puedes largarte si lo prefieres! -respondió furioso ante su acusación.

-No le ofenda ni regañe más, él no merece lo que ocurre. Siempre sufrió en gran medida la ausencia de su madre, su enigmático poder y también a su hermano. Es un buen muchacho -dije incorporándome con terribles dolores- Tarquin, no me amas más allá de lo que ves en un padre ¿no es así? Ve y busca a Mona... cometí mi error y no deseo que tú cometas el tuyo.

-Mona ya hizo lo que hizo- gruñó mi muchacho, porque siempre sería mi muchacho.

-Por poco hombre- respondió ella con burla.

-¿Te quieres callar con un demonio?

-Escúchame, ve a por ella porque puede que en éstos momentos te perdone y puedan arreglar la situación... aún recuerdo lo felices se veían cuando intercambiaron sus anillos... búscala. No te preocupes por mí, siempre he sabido apañarme con mi estupidez.

-No deseo dejarte solo... -murmuró con preocupación.

-Me quedaré con él... vete -respondió sentándose junto a mí observándome fascinada- ¿Le apetece una amena charla? Soy Petronia, la creadora de ese imbécil

-Ya nos conocíamos ¿recuerda? Usted y sus camafeos en la habitación de Tía Queen -susurré acabando por levantarme mientras sacudía mi maltrecho traje -Sabía que usted estaba tras el cambio en mi muchacho.

-Pero no nos hemos presentado como se debe -sonrió levantándose pero no a esas platicas me refería si no a sus nuevas habilidades que ahora desconoce. Por favor, insisto.

-Solo cuídalo y hablaremos más tarde -pronunció saliendo a toda prisa del lugar rumbo a buscar a Mona.

-Hace mucho que no soy alumno, sino profesor y no sé si admitiré los consejos de alguien que parece tan joven - comenté con una leve sonrisa intentando no sentir esa punzada de dolor, ahora imaginaria, en mi pecho - Pero siempre dije que de todos podemos aprender.

-Descuide estoy dispuesta a enseñarle el alcance de sus poderes -sonrió nuevamente guiándome a la mansión.

-También deseo conversar sobre usted sobre porqué me salvó, pues creo que merezco una respuesta -susurré siguiéndola mientras contemplaba el mundo de forma distinta, o al menos esa era mi impresión.

Escuché atentamente sus instrucciones sintiendo mayor curiosidad por el mundo que se abría ante él. Podría estudiar a fondo ciertas culturas y la historia de boca de aquellos que la habían vivido.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt