Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 4 de junio de 2013

Maullidos en las sombras

D. Talbot
Jardín Salvaje

Los felinos, sobre todo los de pequeño tamaño, han sido considerados un vórtice entre mundos de ánimas y el corpóreo. Se les asumió poderes de dioses en las primeras culturas, como Egipto, y demoniacos, más tarde en épocas más cercanas donde eran acusadas las brujas y sus mascotas que en ocasiones eran gatos. De pequeño tamaño, flexibles, pelaje espeso corto o largo, de ojos almendrados de vivos colores que llaman la atención a quienes quedan absorbidos por su belleza.

Han sido usados en rituales perversos y en otros mucho más místicos y naturales. Es cierto, que poseen un sexto sentido para percibir el peligro, como muchos otros animales, y para observar ánimas en pena. Yo mismo he contemplado sucesos donde éstos pequeños amigos han huido espantados ante la visión de un fantasma o espíritu.

Cuando era niño solía perseguir los gatos por los callejones cercanos a mi colegio. Solía manchar mi ropa por senderos polvorientos y manchaba mis puños rozándolos por el suelo. Tener un gato en mis brazos; era sin duda un estímulo en una vivienda donde jamás hubo un animal, excepto los pájaros que en ocasiones mi padre compraba para alegrar el silencio que en ocasiones se hacía. Los gatos eran para mí un viaje a la diversión que me alejaba de la soledad.

Había un gato especial de pelaje negro, como el de Edgar Allan Poe, tuerto de un ojo y siempre con el pelaje algo sucio que jamás me huía. Sonreía arrodillándome frente a él y abría mis brazos. El gato sin demora se acercaba y posaba sus patas en mis rodillas. Podía sentir sus bigotes largos y cenicientos rozando mis mejillas y él mis brazos rodeando su cuerpo durante algunos minutos.

Aquel gato siempre aparecía esperándome en la esquina de un parque por donde siempre cruzaba de camino a casa. Él me buscaba, no yo a él como ocurría con otros, y parecía siempre feliz de llamar mi atención. Su gratitud era inmensa y jamás tocó ni una sola de las sobras que yo le tendía.

Al crecer descubrí que era extraño. Pasados más de quince años desde nuestro primer encuentro el gato siempre aparecía cuando cruzaba aquel jardín, realizaba los mismos gestos y se marchaba rápidamente entre los setos perdiendo su pista. Confuso por la longevidad que éste poseía y también por los diversos sucesos que habían ocurrido en mi vida investigué.


Intenté capturar su silueta con una cámara de gran calidad por aquellas fechas. Sin embargo, cuando las revelé no había nada, tan sólo cierta distorsión en la imagen. Parecía que aquel animal se había esfumado. Entonces, comprendí que él era una sombra de otro mundo, un fantasma quizás. Él tal vez buscaba incansablemente el cariño que no le habían ofrecido y yo curar la soledad que en ocasiones sentía como aplomo sobre mis hombros.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt