Con demasiados nervios e increíble
deseo,
con tierna locura en mis endiablados
besos
yo te traigo un delicado y vivo poema
de amor
que no consta de tragedias y tampoco de
quebrantos.
Tú, mi bella diosa de la gran fortuna
que meces mi bravo corazón en tus
manos
y me besas con carias la frente con
ternura
creo que eres la provocativa Eva del
paraíso.
He visto en ti emanar el poder y la
fuerza
de una guerrera bella y luchadora
amazona
y a la vez el corazón trémulo de una
madre
que con ternura aguarda cantar
canciones de cuna.
Conozco todas tus facetas demasiado
bien
y que como si fueras el espectro de un
rayo de luna
me enloqueces hasta perder lo que
restaba de juicio
porque en tus besos hallé deliciosa
miel.
Ahora camino hacia ti como un náufrago
de un barco sin vela, nombre o capitán
en el cual yo ya no me hacía siquiera
cargo
del dolor que transportaba en alta mar.
En la suave arena de tus piernas
he encontrado un hueco para descansar
besando tus tobillos y enterrando en tu
pecho
mi corazón, el tesoro de cualquier
bucanero.
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