Bonsoir mes amis
Bienvenidos a un FanFic nuevo.
En esta ocasión tenemos la suerte de poder leer un relato sobre Memnoch y su nuevo discípulo, Nicolas, así como una entrega de pasión y deseo.
Lestat de Lioncourt
Two Devils
Tras mi paso por la
muerte había decidido que emprendería una vida más emocionante y
satisfactoria. Había vivido en tinieblas gran parte de mi vida
mortal y estas se cernieron sobre mí cuando la tortura en las
catacumbas y el ser uno de los suyos me superó. La oscuridad se
alimentó de mi alma y la intoxicó con la locura más atroz. El
resentimiento, el dolor por la pérdida no superada y el orgullo
herido me hizo afrontar mi propia cruz, la cual cargué por el limbo
en forma de pensamientos poco prácticos.
Mis primeros pasos hacia
el infierno fueron dados mucho antes que Lestat fuese un vampiro
reconocido, incluso mucho antes que él pusiese sus pies en el
teatro. Nevaba en París. La nieve cubría buena parte de la calzada,
la cual se empezaba a helar, y era muy peligroso pasear a tan altas
horas de la noche. Deseaba encontrar un lugar cálido, aunque fuese
maloliente y tuviera que pagar mis últimas monedas por una cama
destartalada.
El dolor que sentía en
aquellos momentos me impulsaba a crear. Mi escaso talento, la
libertad de componer, era algo muy valorado por muchos y despreciado
por otros tantos. Yo sólo lo hacía por mera necesidad. Era como si
necesitase componer y tocar el violín para vivir. Tenía tan sólo
diecisiete años y había aprendido a tocar ya cumplidos los diez. No
podría llegar a ser un talentoso violinista; pero al menos tenía
mis propias composiciones, que en ocasiones las sentía mucho mejores
que las que solían reverenciar por ser obras de grandes maestros.
Aquella noche encontré
refugio en una vivienda abandonada. Parecía que sus dueños se
habían marchado buscando una zona más próspera en París. Las
afueras no tenían tanto renombre ni importancia, eran casas que
solían usarse en aquella época como hospedaje para los carruajes
que iban llegando de las zonas limítrofes a la pomposa capital. La
vivienda tenía su gruesa puerta abierta en par en par, estaba oscuro
como si fuera un pasadizo a los infiernos más inquietantes que jamás
pudiese uno imaginar, y no parecía forzada.
En aquellos instantes,
tan frágiles e importantes, jamás hubiese podido creer que
conocería al mismísimo diablo, con el cual pactaría entregarle mi
alma, y mis servicios, a cambio de mi lealtad. Meses más tarde, al
ser transformado por Lestat, sentía que jamás podría cumplir la
promesa que tanto arrojo me daba en ésta vida de tinieblas. No, no
me tiré a las llamas de aquella hoguera sino el dolor de haber
contemplado mis manos cercenadas, las cuales eran parte fundamental
de mi pacto con el diablo, y el sentimiento de culpa que cargaba por
mis horribles, aunque sinceras, palabras hacia Lestat. Aún creía
que lo amaba y alejarlo de mí, mi locura y destino, era mucho mejor
que condenarlo a verme convertirme en un ser monstruoso.
Durante décadas
permanecí en el limbo. Un lugar extraño donde no podía ver ni oír
nada. Ni siquiera sabía si tenía cuerpo. Pero Memnoch me hizo
aparecer de nuevo ante su presencia. Había mejorado la oferta y me
comunicaba que podría volver a cambio de torturar a Lestat,
llevándolo quizás a la demencia. Sin embargo, no resultó al cien
por cien efectivo y pasó a otra táctica. Un nuevo pacto me dio el
cuerpo que en estos momentos disfruto.
Me dejo guiar por los
pequeños placeres como degustar un café en medio de una moderada
tertulia en la barra de un bar, caminar entre el gentío sintiendo la
melodía agradable de algún blues y vestir de forma sencilla, aunque
esmerada, con una simple camisa blanca, chaleco negro y jeans oscuros
con unas botas que podrían calificarse de militares. Siempre amé el
calzado robusto pese a ser pesados, pues duraban más y daban a las
pisadas cierta seguridad.
Aquella noche vestía tan
sólo una simple camisa, la cual estaba abierta mostrando parte de mi
torso, y dejando ver por lo tanto un colgante de una cruz de plata
que había adquirido recientemente. Era curioso que sirviera al
diablo y llevase baratijas que recordaran a los símbolos de la fe
cristiana. Junto a la camisa blanca, de algodón por supuesto,
llevaba unos jeans deslavados y me encontraba descalzo.
No estaba solo. Algunos
transportistas habían llegado a media tarde y se habían hecho con
el control de mi vivienda. Era un camión inmenso con muebles y
objetos diversos. Los jóvenes trabajaban duro y rápido, pero un par
entrado en años parecían más centrados y comprender mejor mis
ideas.
-Está todo-dijo uno de
ellos, el cual no tendría más de veinte años, desde la puerta de
la entrada con una carpeta marrón esperando que firmara.
-¿Todo?-pregunté
acercándome a él con los brazos tras mi espalda, agarrando mi
muñeca izquierda con mi mano derecha.
-Todo-repitió.
-Perfecto entonces-
susurré tomando la carpeta para dejar mi firma.
-Nicolas de La Rue espero
que usted disfrute de nuestro noble mobiliario.
El joven se marchó tras
un gesto suave de despedida mientras se aseguraba que mi firma era
correcta. Una vez fuera de mi vista cerré de un portazo y contemplé
los maravillosos muebles que había conseguido. Eran todos
artesanales y aunque no eran demasiados, pues jamás me gustó llenar
cada hueco de una vivienda, sentía que casaban perfectamente con el
apartamento que había adquirido en una de las viejas mansiones del
centro de New Orleans. Era una mansión dividida en plantas y cada
propietario tenía una al completo para él. Casi no tenía puertas,
ni muros, y poseía unas vistas excelentes. Un hermoso apartamento
donde dejarse llevar.
Las cortinas eran de seda
roja, las alfombras eran persas, la cama parecía mullida y en el
centro de ésta yacía el violín. Los restantes muebles, como la
pequeña biblioteca, y las sillas, mesas y hermosos candelabros de
pie le daban un aspecto sobrio pero distendido. Era sin duda mi
hogar. Sobre todo, por el enorme y amplio escritorio que pronto sería
cubierto por partituras que deseaba crear o finalizar.
-Buenas tardes-escuché
mientras contemplaba como la luz del atardecer caía suavemente y
ofrecía un toque distinto a la vivienda.
La voz era de Memnoch. No
necesitaba girarme para contemplar su imponente figura. Aquellos ojos
penetrantes parecían atravesarme la nuca como si fueran dos certeras
balas. Podía incluso observar su cabello rubio oscuro cayendo
libremente sobre sus hombros y rozando la cruz de su espalda.
Posiblemente llevaba una ropa simple aunque elegante y meditada.
Inclusive podía sentir sus manos sobre mis hombros aunque ni se
había movido, pues no había escuchado sus pasos.
Me giré suavemente hacia
él y lo vi contemplarme con cierta apatía, pues había que
comprender que era una mera visita de cortesía. Él me vigilaba y
deseaba que quedara claro que así era. No me interesaba ver mi
cuerpo destruido y mi alma encadenada nuevamente a los infiernos.
Sentía pavor sólo de imaginarme de nuevo encadenado en la
oscuridad, anclado a un mundo de sombras y desesperación.
-¿Qué te trae por aquí?
¿Quizás deseas escuchar la locura emanando de mi violín? Rabia,
fuerza y dedicación- dije inclinándome suavemente como gesto de
respeto- ¿O quizás deseas darme instrucciones?- alcé mi ceja
derecha y sonreí triunfante- Si es así estoy deseando conocer que
grandes planes tiene para este humilde servidor.
-Desearía hablar contigo
seriamente-el vello de mi nuca se erizó al sentir cierta aprensión.
Temía que me destruyera en ese mismo instante- Aquello que pasó en
la biblioteca hace unas noches, frente a Lestat, fue bastante
divertido.
-Yo lo recuerdo de forma
distinta-respondí cruzándome de brazos.
Me sentía incómodo
tratando esos asuntos con él. El sexo que habíamos tenido había
sido glorioso y ser la perra de un demonio fue mucho más placentero
que ser el juguete de Lestat. Él se había olvidado de mí mucho
antes de esfumarse. Ya nada era lo mismo. En Auvernia podía sentir
la miseria de nuestras vidas, pero al llegar a París se dedicó a
brillar alejándome del sufrimiento con el cual era capaz de crear
maravillosas y trágicas sinfonías. El sexo era rápido, carente de
sentimiento y en ocasiones estaba tan ebrio que era incapaz de
cumplir en la cama. Empezó a preferir a las chicas más vulgares que
se situaban en cualquier esquina, allí donde metía su miembro en
ellas sin importarle contagiarse de cualquier enfermedad o dejar a
más de una embarazada. Amarlo y ser fiel se convirtió en una pesada
cadena. Sin embargo, ser el amante de un demonio como aquel, como era
Memnoch, me provocaba cierto entusiasmo. Él era crueldad, oscuridad
y a la vez conocimiento. Crueldad porque él la había sentido en sus
carnes y sabía ser equitativo. Su historia era triste, pero sabía
que tras el dolor había recompensa.
-¿Y cómo lo
recuerdas?-preguntó dando un par de pasos hacia mí.
-Excitante, delicioso,
magnífico y perfecto- subí ambas cejas mientras sonreía para luego
explotar en carcajadas- Fue muy liberador.
-Liberador-susurró
tomándome del mentón-¿Cómo de liberador?
-Deseaba que me rompieras
en dos y me hicieras tuyo durante toda la noche. Y no te confundas,
mi corazón es demasiado retorcido para amarte. No estoy enamorado de
ti, pero sí de como me hiciste preso de tus instintos más
primarios-aparté su mano de mi rostro y caminé hacia la cama.
Allí estaba aún el
violín en silencio, esperando que lo tomara entre mis manos. El arco
descansaba a un lado, bien tensado, y no dudé en tomarlo igual que
al instrumento. Rápidamente una melodía muy conocida comenzó a
oírse alzándose por toda la habitación. Sin embargo, él se
aproximó a mí y me arrebató de mis manos el instrumento para tocar
una soberbia melodía. Comenzó a destrozar mi alma con unas notas
tan desgarradoras, apasionadas y hermosas que me sentí mediocre. No
dudé en echarme a llorar como un niño mientras él me rasgaba el
alma con su fuerte mirada. Entonces comprendí a Tartini. Quise dejar
la música y romper mi instrumento porque el diablo me volvía a
vencer con su astucia y belleza.
-¡Para!-grité
llevándome las manos a los oídos-¡No quiero oír más! ¡No
quiero!
Intenté alejarme pero
caí hacia atrás, justo sobre la cama. El colchón me acogió tan
mullido y nuevo que sentí escalofríos. Él seguía observándome y
yo a penas podía verlo. Mis ojos estaban llenos de lágrimas y mi
visión se nublaba. La melodía parecía hacerme el amor logrando que
me excitara, retorciera de envidia y a la vez llorara por la belleza.
El diablo tocaba con su alma cada fibra de la mía.
-¡Detente!-agité mis
manos en el aire antes de intentar gatear por la cama y huir.
Memnoch entonces se
detuvo dejando el violín en el suelo para tomarme por los tobillos,
entonces sentí como jalaba de mí y me dejaba en medio de la cama.
El peso de su cuerpo provocó que el mío se sintiera insignificante,
como mi alma en esos momentos. Noté sus labios contra mi rostro como
si fueran los besos de un ángel que venía a salvarme de mí mismo.
Sus manos rompieron mi chaleco y los botones salieron disparados,
sonando sobre las tablas del piso, para luego escuchar el mismo ruido
con los pulcros botones de nácar de la delicada camisa que llevaba.
Su boca atrapó la mía
de una forma posesiva y masculina. Mis manos palparon su torso
arrugando la camisa negra que me impedía poder tocar su piel.
Rápidamente hice jirones la prenda y abrí mis piernas comenzando a
rozar su entrepierna contra la mía. De inmediato dejé de besarlo
para poder gemir. Mi cuerpo temblaba mientras le incitaba a regalarme
mordiscos en mi cuello y torso.
-Fóllame-dije tomándolo
del rostro-Hazlo, no quiero que te detengas. Quiero que lo hagas de
inmediato. Se tan dominante como únicamente tú sabes- rogué entre
jadeos mientras sus dientes marcaban mi piel con mordiscos en mis
pezones y vientre.
-Nicolas- mi nombre en
sus labios se me hizo tremendamente seductor.
Rápidamente se deshizo
de sus pantalones y tiró de los míos arrancándolos, igual que mis
botas volaron por la habitación. Todo el apartamento quedó lleno de
ropa mal colocada, arrojada al suelo y contra algunos objetos de
apariencia frágil que no se rompieron milagrosamente. Abrió bien
mis piernas y se coló entre ellas penetrándome con fuerza de una
sola vez. Grité de dolor y placer.
Mis jadeos, gemidos y
quejidos provocaban que él se moviera con mayor violencia y pasión.
Busqué sus labios para anclarme a ellos mordiéndolos, lamiéndolos
y besándolos mientras él reía bajo mientras gruñía. Sus manos
estaban aferradas a las sábanas y tiraba de ellas. La cama se movía
fuerte golpeando la pared, rompiendo el papel pintado y también el
cabezal de hierro.
-Memnoch-agarré su
cabeza tirando de su pelo mientras mis piernas apretaban sus caderas.
Sentir su peso sobre mí era un placer demasiado intenso- Soy tuyo,
Memnoch. Mon amour...
Noté como hundía su
cabeza en mi cuello y mordisqueaba mi oreja derecha, succionado el
lóbulo, mientras mis manos tiraban un poco más de sus cabellos. Él
gruñía como un animal, o mejor dicho como una bestia. Me sentía
preso y él lo sabía. Bombeaba con rudeza en mi interior y el sonido
de sus testículos resonaban como el sonido de los muelles de la
cama, mis gemidos y el roce de las sábanas.
El intensificó aún más
el ritmo e hizo aparecer sus alas, las cuales prácticamente nos
cubrían a ambos. Algunas plumas cayeron sobre la cama, el suelo e
incluso sobre mí y la cómoda cercana. Me miraba con aquellos ojos
intensos cargados de lujuria que tanto me calentaban. Pronto terminé
explotando en un orgasmo y él me siguió. Pude notar su esperma
calentando mi interior y marcándome como su presa.
Quería quedarme con
aquella agradable sensación llenándome todos los sentidos, pero él
parecía tener otros planes. Plegó sus alas, salió de mí y comenzó
a vestirse mientras yo aún intentaba digerir mi orgasmo. Nadie me
había hecho sentir tan vivo en la cama. Me incorporé y caminé
hacia él esperando algo más y lo obtuve. Él me agarró de la
cintura y me besó de forma intensa antes de evaporarse como el humo.
Era la segunda vez que lo
tenía entre mis piernas y no me importaba si ocurría una tercera.
1 comentario:
Oh, no sé... debería estar trabajando en la tarea. Pero esto no ha sido distracción, para nada. Me siento inspirada, no porque planee treta. Pero Oh... sí, fue estimulante y podré continuar con ganas. Nicolas siempre figuró como uno de mis personajes favoritos, y leerlo en esta situación con nada mas ni menos que Memnoch... el rol que desempeña cada uno es delicioso. En el momento no logro hilar las ideas, así que lo dejó así: Continúen, que una humilde servidora los seguirá leyendo. (Por más tareas y trabajos que tenga, coff)
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