Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 18 de noviembre de 2013

Two Devils

Bonsoir mes amis


Bienvenidos a un FanFic nuevo. 

En esta ocasión tenemos la suerte de poder leer un relato sobre Memnoch y su nuevo discípulo, Nicolas, así como una entrega de pasión y deseo. 


Lestat de Lioncourt


Two Devils



Tras mi paso por la muerte había decidido que emprendería una vida más emocionante y satisfactoria. Había vivido en tinieblas gran parte de mi vida mortal y estas se cernieron sobre mí cuando la tortura en las catacumbas y el ser uno de los suyos me superó. La oscuridad se alimentó de mi alma y la intoxicó con la locura más atroz. El resentimiento, el dolor por la pérdida no superada y el orgullo herido me hizo afrontar mi propia cruz, la cual cargué por el limbo en forma de pensamientos poco prácticos.

Mis primeros pasos hacia el infierno fueron dados mucho antes que Lestat fuese un vampiro reconocido, incluso mucho antes que él pusiese sus pies en el teatro. Nevaba en París. La nieve cubría buena parte de la calzada, la cual se empezaba a helar, y era muy peligroso pasear a tan altas horas de la noche. Deseaba encontrar un lugar cálido, aunque fuese maloliente y tuviera que pagar mis últimas monedas por una cama destartalada.

El dolor que sentía en aquellos momentos me impulsaba a crear. Mi escaso talento, la libertad de componer, era algo muy valorado por muchos y despreciado por otros tantos. Yo sólo lo hacía por mera necesidad. Era como si necesitase componer y tocar el violín para vivir. Tenía tan sólo diecisiete años y había aprendido a tocar ya cumplidos los diez. No podría llegar a ser un talentoso violinista; pero al menos tenía mis propias composiciones, que en ocasiones las sentía mucho mejores que las que solían reverenciar por ser obras de grandes maestros.

Aquella noche encontré refugio en una vivienda abandonada. Parecía que sus dueños se habían marchado buscando una zona más próspera en París. Las afueras no tenían tanto renombre ni importancia, eran casas que solían usarse en aquella época como hospedaje para los carruajes que iban llegando de las zonas limítrofes a la pomposa capital. La vivienda tenía su gruesa puerta abierta en par en par, estaba oscuro como si fuera un pasadizo a los infiernos más inquietantes que jamás pudiese uno imaginar, y no parecía forzada.

En aquellos instantes, tan frágiles e importantes, jamás hubiese podido creer que conocería al mismísimo diablo, con el cual pactaría entregarle mi alma, y mis servicios, a cambio de mi lealtad. Meses más tarde, al ser transformado por Lestat, sentía que jamás podría cumplir la promesa que tanto arrojo me daba en ésta vida de tinieblas. No, no me tiré a las llamas de aquella hoguera sino el dolor de haber contemplado mis manos cercenadas, las cuales eran parte fundamental de mi pacto con el diablo, y el sentimiento de culpa que cargaba por mis horribles, aunque sinceras, palabras hacia Lestat. Aún creía que lo amaba y alejarlo de mí, mi locura y destino, era mucho mejor que condenarlo a verme convertirme en un ser monstruoso.

Durante décadas permanecí en el limbo. Un lugar extraño donde no podía ver ni oír nada. Ni siquiera sabía si tenía cuerpo. Pero Memnoch me hizo aparecer de nuevo ante su presencia. Había mejorado la oferta y me comunicaba que podría volver a cambio de torturar a Lestat, llevándolo quizás a la demencia. Sin embargo, no resultó al cien por cien efectivo y pasó a otra táctica. Un nuevo pacto me dio el cuerpo que en estos momentos disfruto.

Me dejo guiar por los pequeños placeres como degustar un café en medio de una moderada tertulia en la barra de un bar, caminar entre el gentío sintiendo la melodía agradable de algún blues y vestir de forma sencilla, aunque esmerada, con una simple camisa blanca, chaleco negro y jeans oscuros con unas botas que podrían calificarse de militares. Siempre amé el calzado robusto pese a ser pesados, pues duraban más y daban a las pisadas cierta seguridad.

Aquella noche vestía tan sólo una simple camisa, la cual estaba abierta mostrando parte de mi torso, y dejando ver por lo tanto un colgante de una cruz de plata que había adquirido recientemente. Era curioso que sirviera al diablo y llevase baratijas que recordaran a los símbolos de la fe cristiana. Junto a la camisa blanca, de algodón por supuesto, llevaba unos jeans deslavados y me encontraba descalzo.

No estaba solo. Algunos transportistas habían llegado a media tarde y se habían hecho con el control de mi vivienda. Era un camión inmenso con muebles y objetos diversos. Los jóvenes trabajaban duro y rápido, pero un par entrado en años parecían más centrados y comprender mejor mis ideas.

-Está todo-dijo uno de ellos, el cual no tendría más de veinte años, desde la puerta de la entrada con una carpeta marrón esperando que firmara.

-¿Todo?-pregunté acercándome a él con los brazos tras mi espalda, agarrando mi muñeca izquierda con mi mano derecha.

-Todo-repitió.

-Perfecto entonces- susurré tomando la carpeta para dejar mi firma.

-Nicolas de La Rue espero que usted disfrute de nuestro noble mobiliario.

El joven se marchó tras un gesto suave de despedida mientras se aseguraba que mi firma era correcta. Una vez fuera de mi vista cerré de un portazo y contemplé los maravillosos muebles que había conseguido. Eran todos artesanales y aunque no eran demasiados, pues jamás me gustó llenar cada hueco de una vivienda, sentía que casaban perfectamente con el apartamento que había adquirido en una de las viejas mansiones del centro de New Orleans. Era una mansión dividida en plantas y cada propietario tenía una al completo para él. Casi no tenía puertas, ni muros, y poseía unas vistas excelentes. Un hermoso apartamento donde dejarse llevar.

Las cortinas eran de seda roja, las alfombras eran persas, la cama parecía mullida y en el centro de ésta yacía el violín. Los restantes muebles, como la pequeña biblioteca, y las sillas, mesas y hermosos candelabros de pie le daban un aspecto sobrio pero distendido. Era sin duda mi hogar. Sobre todo, por el enorme y amplio escritorio que pronto sería cubierto por partituras que deseaba crear o finalizar.

-Buenas tardes-escuché mientras contemplaba como la luz del atardecer caía suavemente y ofrecía un toque distinto a la vivienda.

La voz era de Memnoch. No necesitaba girarme para contemplar su imponente figura. Aquellos ojos penetrantes parecían atravesarme la nuca como si fueran dos certeras balas. Podía incluso observar su cabello rubio oscuro cayendo libremente sobre sus hombros y rozando la cruz de su espalda. Posiblemente llevaba una ropa simple aunque elegante y meditada. Inclusive podía sentir sus manos sobre mis hombros aunque ni se había movido, pues no había escuchado sus pasos.

Me giré suavemente hacia él y lo vi contemplarme con cierta apatía, pues había que comprender que era una mera visita de cortesía. Él me vigilaba y deseaba que quedara claro que así era. No me interesaba ver mi cuerpo destruido y mi alma encadenada nuevamente a los infiernos. Sentía pavor sólo de imaginarme de nuevo encadenado en la oscuridad, anclado a un mundo de sombras y desesperación.

-¿Qué te trae por aquí? ¿Quizás deseas escuchar la locura emanando de mi violín? Rabia, fuerza y dedicación- dije inclinándome suavemente como gesto de respeto- ¿O quizás deseas darme instrucciones?- alcé mi ceja derecha y sonreí triunfante- Si es así estoy deseando conocer que grandes planes tiene para este humilde servidor.

-Desearía hablar contigo seriamente-el vello de mi nuca se erizó al sentir cierta aprensión. Temía que me destruyera en ese mismo instante- Aquello que pasó en la biblioteca hace unas noches, frente a Lestat, fue bastante divertido.

-Yo lo recuerdo de forma distinta-respondí cruzándome de brazos.

Me sentía incómodo tratando esos asuntos con él. El sexo que habíamos tenido había sido glorioso y ser la perra de un demonio fue mucho más placentero que ser el juguete de Lestat. Él se había olvidado de mí mucho antes de esfumarse. Ya nada era lo mismo. En Auvernia podía sentir la miseria de nuestras vidas, pero al llegar a París se dedicó a brillar alejándome del sufrimiento con el cual era capaz de crear maravillosas y trágicas sinfonías. El sexo era rápido, carente de sentimiento y en ocasiones estaba tan ebrio que era incapaz de cumplir en la cama. Empezó a preferir a las chicas más vulgares que se situaban en cualquier esquina, allí donde metía su miembro en ellas sin importarle contagiarse de cualquier enfermedad o dejar a más de una embarazada. Amarlo y ser fiel se convirtió en una pesada cadena. Sin embargo, ser el amante de un demonio como aquel, como era Memnoch, me provocaba cierto entusiasmo. Él era crueldad, oscuridad y a la vez conocimiento. Crueldad porque él la había sentido en sus carnes y sabía ser equitativo. Su historia era triste, pero sabía que tras el dolor había recompensa.

-¿Y cómo lo recuerdas?-preguntó dando un par de pasos hacia mí.

-Excitante, delicioso, magnífico y perfecto- subí ambas cejas mientras sonreía para luego explotar en carcajadas- Fue muy liberador.

-Liberador-susurró tomándome del mentón-¿Cómo de liberador?

-Deseaba que me rompieras en dos y me hicieras tuyo durante toda la noche. Y no te confundas, mi corazón es demasiado retorcido para amarte. No estoy enamorado de ti, pero sí de como me hiciste preso de tus instintos más primarios-aparté su mano de mi rostro y caminé hacia la cama.

Allí estaba aún el violín en silencio, esperando que lo tomara entre mis manos. El arco descansaba a un lado, bien tensado, y no dudé en tomarlo igual que al instrumento. Rápidamente una melodía muy conocida comenzó a oírse alzándose por toda la habitación. Sin embargo, él se aproximó a mí y me arrebató de mis manos el instrumento para tocar una soberbia melodía. Comenzó a destrozar mi alma con unas notas tan desgarradoras, apasionadas y hermosas que me sentí mediocre. No dudé en echarme a llorar como un niño mientras él me rasgaba el alma con su fuerte mirada. Entonces comprendí a Tartini. Quise dejar la música y romper mi instrumento porque el diablo me volvía a vencer con su astucia y belleza.

-¡Para!-grité llevándome las manos a los oídos-¡No quiero oír más! ¡No quiero!

Intenté alejarme pero caí hacia atrás, justo sobre la cama. El colchón me acogió tan mullido y nuevo que sentí escalofríos. Él seguía observándome y yo a penas podía verlo. Mis ojos estaban llenos de lágrimas y mi visión se nublaba. La melodía parecía hacerme el amor logrando que me excitara, retorciera de envidia y a la vez llorara por la belleza. El diablo tocaba con su alma cada fibra de la mía.

-¡Detente!-agité mis manos en el aire antes de intentar gatear por la cama y huir.

Memnoch entonces se detuvo dejando el violín en el suelo para tomarme por los tobillos, entonces sentí como jalaba de mí y me dejaba en medio de la cama. El peso de su cuerpo provocó que el mío se sintiera insignificante, como mi alma en esos momentos. Noté sus labios contra mi rostro como si fueran los besos de un ángel que venía a salvarme de mí mismo. Sus manos rompieron mi chaleco y los botones salieron disparados, sonando sobre las tablas del piso, para luego escuchar el mismo ruido con los pulcros botones de nácar de la delicada camisa que llevaba.

Su boca atrapó la mía de una forma posesiva y masculina. Mis manos palparon su torso arrugando la camisa negra que me impedía poder tocar su piel. Rápidamente hice jirones la prenda y abrí mis piernas comenzando a rozar su entrepierna contra la mía. De inmediato dejé de besarlo para poder gemir. Mi cuerpo temblaba mientras le incitaba a regalarme mordiscos en mi cuello y torso.

-Fóllame-dije tomándolo del rostro-Hazlo, no quiero que te detengas. Quiero que lo hagas de inmediato. Se tan dominante como únicamente tú sabes- rogué entre jadeos mientras sus dientes marcaban mi piel con mordiscos en mis pezones y vientre.

-Nicolas- mi nombre en sus labios se me hizo tremendamente seductor.

Rápidamente se deshizo de sus pantalones y tiró de los míos arrancándolos, igual que mis botas volaron por la habitación. Todo el apartamento quedó lleno de ropa mal colocada, arrojada al suelo y contra algunos objetos de apariencia frágil que no se rompieron milagrosamente. Abrió bien mis piernas y se coló entre ellas penetrándome con fuerza de una sola vez. Grité de dolor y placer.

Mis jadeos, gemidos y quejidos provocaban que él se moviera con mayor violencia y pasión. Busqué sus labios para anclarme a ellos mordiéndolos, lamiéndolos y besándolos mientras él reía bajo mientras gruñía. Sus manos estaban aferradas a las sábanas y tiraba de ellas. La cama se movía fuerte golpeando la pared, rompiendo el papel pintado y también el cabezal de hierro.

-Memnoch-agarré su cabeza tirando de su pelo mientras mis piernas apretaban sus caderas. Sentir su peso sobre mí era un placer demasiado intenso- Soy tuyo, Memnoch. Mon amour...

Noté como hundía su cabeza en mi cuello y mordisqueaba mi oreja derecha, succionado el lóbulo, mientras mis manos tiraban un poco más de sus cabellos. Él gruñía como un animal, o mejor dicho como una bestia. Me sentía preso y él lo sabía. Bombeaba con rudeza en mi interior y el sonido de sus testículos resonaban como el sonido de los muelles de la cama, mis gemidos y el roce de las sábanas.

El intensificó aún más el ritmo e hizo aparecer sus alas, las cuales prácticamente nos cubrían a ambos. Algunas plumas cayeron sobre la cama, el suelo e incluso sobre mí y la cómoda cercana. Me miraba con aquellos ojos intensos cargados de lujuria que tanto me calentaban. Pronto terminé explotando en un orgasmo y él me siguió. Pude notar su esperma calentando mi interior y marcándome como su presa.

Quería quedarme con aquella agradable sensación llenándome todos los sentidos, pero él parecía tener otros planes. Plegó sus alas, salió de mí y comenzó a vestirse mientras yo aún intentaba digerir mi orgasmo. Nadie me había hecho sentir tan vivo en la cama. Me incorporé y caminé hacia él esperando algo más y lo obtuve. Él me agarró de la cintura y me besó de forma intensa antes de evaporarse como el humo.


Era la segunda vez que lo tenía entre mis piernas y no me importaba si ocurría una tercera.  

1 comentario:

Ga dijo...

Oh, no sé... debería estar trabajando en la tarea. Pero esto no ha sido distracción, para nada. Me siento inspirada, no porque planee treta. Pero Oh... sí, fue estimulante y podré continuar con ganas. Nicolas siempre figuró como uno de mis personajes favoritos, y leerlo en esta situación con nada mas ni menos que Memnoch... el rol que desempeña cada uno es delicioso. En el momento no logro hilar las ideas, así que lo dejó así: Continúen, que una humilde servidora los seguirá leyendo. (Por más tareas y trabajos que tenga, coff)

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt