Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 24 de junio de 2016

El músico

La música sonaba con la fiereza de una tormenta aunque fuera era verano. Un verano tórrido que se pegaba a la piel y provocaba una terrible sensación de ahogo. Las ventanas de la mansión permanecían abiertas y las hermosas cortinas blancas se movían suavemente, como pequeñas briznas de hierba, por la suave brisa que lograba colarse en las habitaciones. Fuera, justo bajo el balcón principal, un joven se detenía escuchando la melodía que tan bien conocía. La había compuesto hacía tan sólo unas noches para un extraño caballero. Aunque no estaba seguro porque apenas podía mantenerse en pie debido a la ebriedad y el sofoco.

Sus largos y rizados cabellos negros estaban alborotados y mal recogidos, su camisa blanca olía a vino barato y no estaba cerrada del todo. Su aspecto era lamentable. Incluso sus botas estaban sucias de haber estado caminando cerca de los pantanos haciendo sabe dios qué. Pero en sus ojos había un brillo de esperanza y deseo que nadie podía apagar. Alguno hubiese dicho que era un tipo peligroso, un loco recorriendo las calles de la ciudad, pero el cretino que tocaba aquel instrumento sabía que era un genio cuyas manos eran capaces de arrancar los miedos, quebrantos y dificultades que afligen a todo hombre.

Su nombre era Antoine y su historia era terrible. Era el hijo favorito de una acaudalada familia burguesa que vivía en el corazón de Francia, en París, donde había tenido una infancia dulce con una educación esmerada. Se esperaban grandes cosas de él. Siempre fue amable, capaz y maduro para ser un muchacho de tan sólo diecisiete años. Recorría las calles de la ciudad en busca de inspiración y a veces la obtenía observando a las mujeres más hermosas de toda Francia como a sus acompañantes masculinos. El amor era, sin duda alguna, una inspiración cotidiana para aquel chiquillo aunque aún no lo había sentido. Su hermano mayor era todo lo contrario y embrazó a una joven. Estaba declaró que fue Antoine ante los padres de ambos para librar a su enamorado a perder la herencia que tan bien le venía a ambos, aunque ella después sería repudiada por aquel típico don Juan sin alma.

El excelso pianista, el burgués de ojos dulces, se convirtió en un borracho desheredado en otro país mucho más salvaje y menos fragante. Sus padres lo echaron de casa, pidieron que se fuera de Francia porque estaba repudiado, y se aisló en los confines del mundo. Allí la botella era su única familia y comenzó a ser un fraude, una sombra, un lamentable músico que iba y venía queriendo que la muerte lo acogiera.


Si bien un vampiro se apiadó de él. De la nada apareció con una amistad única, historias envidiables que le inspiraban y la botella dejó de ser tan deliciosa. Pronto ambicionó vivir para siempre para unirse a la música. Quería emular a tantos grandes músicos, ser especial por completo, pero aún no estaba preparado. Sin embargo a veces custodiaba los pasos del vampiro para seguirlo hasta su vivienda, quedarse apoyado en el portón bajo el balcón y así poder escuchar como sonaban sus piezas bajo esos hábiles dedos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt