Michael transcribió esto hace unas noches recordando a Mona y yo lo comparto. Me pregunto dónde estará.
Lestat de Lioncourt
—Hace tiempo que no hablamos—dije
sentándome en el borde de los pies de su cama.
Un aparato controlaba sus constantes
vitales y otro la alimentaba. Llevaba algunos días en el hospital y
yo no había tenido tiempo para poder verla. Mi trabajo me absorbía
demasiado y me encontraba en mitad de cinco proyectos importantes en
la ciudad. La restauración de mansiones y edificios antiguos era
algo arduo pero gratificante. Yo necesitaba tener la cabeza despejada
tras todo lo ocurrido en mi matrimonio, mis amigos y mi familia.
—¿Acaso importa?—preguntó.
Tenía los ojos turbios de haber
llorado. Sus mejillas aún estaban manchadas por sus lágrimas. Quise
besarla estrechándola contra mí, pero sabía que podía ser
rechazado.
—Sé que aún estás molesta por el
desenlace que tuvo tu maternidad—susurré apartando un mechón de
sus cobrizos cabellos.
—Bonitas palabras para decir que ese
hombre se llevó a mi hija—respondió sin rodeos en un tono lleno
de rabia.
—Ella quiso irse—aseguré—. Nadie
podía ni debía retenerla—añadí.
—¿No?—dijo incorporándose
mientras me miraba con furia contenida—. Pudiste—dijo arrugando
su nariz salpicada de pequeñas pecas—. Él te pidió permiso con
la mirada. ¿Quién era?
—Un hombre de su misma
raza—contesté—. Él era un Taltos.
Él era Ashlar Templeton, un empresario
de éxito que vivía en Nueva York, y que poseía más de dos mil
años. Su pueblo se había visto mermado por la estupidez humana.
Estábamos de algún modo estrechamente vinculados con su pueblo, o
más bien con sus descendientes, porque teníamos sus genes. Provenía
de una isla que había desaparecido, pero lograron sobrevivir y
viajar hasta tierras de Irlanda donde vivieron en paz algunos siglos
hasta la aparición del hombre. El hombre lo cambió todo. Ellos eran
pacíficos y bondadosos, pero los seres humanos desean destruir lo
diferente. Aún así hubo brujas que tuvieron hijos con Taltos aunque
algunas perecieron en el parto. Había seres humanos que los amaban,
cuidaban y protegían pero también aquellos que los cazaban para
sacrificios a un Dios indolente.
Nuestra hija, Morrigan, era un Taltos.
Había nacido fuera de mi matrimonio y ella la había ocultado
durante algunos días para que Rowan, mi mujer, no entera en pánico.
El primer contacto que tuvimos con una criatura como esa fue con
nuestro hijo, el cual era la reencarnación de un fantasma de un
Taltos asesinado en sacrificio. Lasher no era Ashlar, como tampoco
era Morrigan o Tessa, un Taltos hembra que conocí poco antes de su
muerte.
—¿Quieres decir que estará mejor
con un Taltos que con su madre?—preguntó.
—Se comprenderán y no se sentirán
solos—respondí.
—Claro...—masculló.
—Posiblemente tendrán descendencia y
terminarán regresando para confesarte que son felices—era mi
esperanza.
Ashlar había desaparecido. Su empresa
había cerrado tras dejar una cuantiosa suma a sus empleados. Su
edificio y todos los demás vienes habían sido vendidos. Él
desapareció sin dejar rastro en días.
—Michael, los Cuentos de Hadas no
existen—susurró cansada—. Quiero dormir, vete.
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