Esto es... ¿pasó? ¿En serio? ¡Estas memorias me dejan en shock!
Lestat de Lioncourt
—Hacía tiempo que no te veía por
aquí—dije mientras podaba aquel enorme seto.
Hacía algunos años que Tarquin
Blackwood había desaparecido de la ciudad acompañado con Mona.
Ambos se habían esfumado como el humo de uno de mis cigarrillos
dejando tan sólo el pérfido perfume de la muerte en los cadáveres
que habían sido devorados por los caimanes, enterrados en parcelas
vacías del cementerio o simplemente abandonados en callejones en
posturas indecentes. Yo sabía que eran dos vampiros jóvenes con
poderes superiores a los que cualquier chiquillo en las sombras y una
sed insaciable. Sin embargo también quería creer que era imposible
que desaparecieran para siempre. Tenía fe en volver a verlos.
Aquella noche él apareció de
improvisto con las manos metidas en los bolsillos de su elegante
pantalón negro. Llevaba las mangas de su blanca camisa de algodón
remangadas hasta el codo y dejaba ver su piel suave y blanquecina sin
apenas vello, pero con unas venas marcadas debido a la sed. Sus ojos
azules, tan profundos como los océanos, recorrían mi figura
esperando que dijese algo más que un simple saludo.
—Sí, ha pasado mucho
tiempo—respondió.
—¿Y Mona?—pregunté agachándome
para hundir mis dedos en la tierra removida intentando comprobar que
el sistema de regadío estaba funcionando.
—No lo sé. Hace unos meses nos
separamos—dijo.
—¿Y cuál fue el motivo?—me
incorporé sacudiendo mis manos para girarme y verlo al fin cara a
cara, sin miedo al peligro, porque sentí que necesitábamos tener
claras nuestras posiciones al respeto de su fuga—. ¿Te cansaste de
ella?
—Ella se cansó de mí—explicó—.
Necesitaba cambiar de aires y yo quería quedarme por siempre en
Japón. Decidimos recorrer Asia tras las quemas. Queríamos ver
algunos países y disfrutar del choque cultural, pero al parecer
quería ir a Europa de nuevo e investigar los lugares donde se
originó la historia de nuestra familia.
—Claro...
—También es mi familia, Mich. Soy
tan Mayfair como el resto de vosotros—comentó sacando las manos de
los bolsillos para dejarlas a ambos lados de su cuerpo. Era el mismo
muchacho delgado de aspecto celestial y bondadoso que yo había
conocido. Sentí que mi corazón daba un vuelco. Yo había envejecido
esos años y ya no era un hombre de cuarenta años, sino que estaba
alcanzando una época dorada. Estaba a punto de alcanzar la edad de
la jubilación, pero detestaba sentirme un trasto viejo y sin alma.
Él seguía siendo joven.
—Michael, ¿cómo está
Rowan?—preguntó.
—Bien, trabajando—respondí sin
muchos ánimos. Nuestro matrimonio era casi una condena para mi
mujer. Ella me quería, pero no había pasión. Hacía años que no
teníamos relaciones aunque yo me consolaba con poder estrecharla
contra mi cuerpo las pocas horas que compartíamos en la cama—. Yo
también sigo trabajando.
—¿Y Nash?—murmuró muy bajo.
—Sigue vivo pero es muy viejo—dije—.
Tu tío y tu hijo han sido educados por él, como bien sabes, y son
unos jóvenes excepcionales. Ambos tienen unas notas excelentes.
Jermone hará un máster el próximo año—coloqué mis manos sobre
las caderas y esperé que él respondiera.
—Algo de eso sé—contestó—.
¿Podemos hablar dentro?
—Sí, claro—carraspeé—. Ya es
tarde para seguir con el jardín, pero no tengo mucho tiempo de
hacerlo por las mañanas.
La casa seguía siendo nuestra. Aunque
habíamos encontrado una nueva heredera esta no deseaba aquella
mansión debido a todo lo que había ocurrido tras sus muros. Todos
pensaban que estaba maldita. Supongo que tienen bases sólidas debido
a los múltiples fantasmas y asesinatos cometidos bajo su techo. Él
la contempló antes de entrar como si intentara averiguar el motivo
por el cual no nos mudábamos y después entró conmigo hasta el
salón.
—¿A qué se debe tu visita?—pregunté
dirigiéndome hacia la cocina para sacar una cerveza fría de la
nevera.
Seguía siendo adicto a un trago o dos
por las noches, para templar los ánimos. Ese sabor amargo
electrocutaba mis neuronas y me hacía olvidar por un instante todo
el dolor que tenía que soportar. Supongo que así somos algunos
hombres, ¿no? Somos tercos para aceptar que estamos dañados,
hundidos y desesperados.
—Quería verte—respondió—.
Necesitaba a alguien conocido.
—¿Y ese vampiro amigo tuyo?—dije
tomando asiento en el mismo sofá donde él se había acomodado.
—Ocupado—dijo.
—Vaya...
—Siempre me has parecido un hombre
atractivo—aquella frase me sorprendió—. Las canas te han
aportado una belleza casi idílica muy masculina, seria y
curtida—expuso entretanto paseaba sus ojos por toda mi figura—.
Yo nunca llegaré a ser un hombre adulto.
—No, no lo serás—respondí sin
saber si agradecer o no el halago.
—¿Te siguen atrayendo los cuerpos
jóvenes?—preguntó provocando que soltara la lata de cerveza y la
dejara en la mesilla aledaña al sofá—. ¿Te atrajeron alguna vez
los hombres?
—¿Qué estás intentando?—mascullé
confuso. No sabía adónde demonios quería llegar.
—Los vampiros ahora podemos tener
relaciones sexuales satisfactorias—comenzó a explicar dejándome
atónito—. Mona ya no está en mi vida y no puedo experimentar con
ella. Ella es una mujer, Mich. Siempre me he considerado bisexual y
jamás he podido tener a un hombre sometiéndome a sus caprichos—su
mano derecha se colocó sobre mi torso comenzando a juguetear con el
segundo botón de mi camisa, el cual era el primero que cerraba la
prenda—. Pensé en ti. Pensé en ti cuando tuve esas hormonas en un
pequeño estuche. Supuse que tú podrías satisfacerme debido a tu
historial...
—No pienso ser infiel a mi mujer—dije
alterado.
—¿Y si te digo que sé que has
estado jugando con cierto macho Taltos?—murmuró soltando el botón
para comenzar a subirse sobre mis piernas.
Su boca se pegó a la mía y mi lengua
se delató sola. Acepté ese beso como si fuese un pérfido
encantamiento. Mis manos ásperas comenzaron a desnudar su suave
piel. Él jadeó cerca de mis labios cuando detuvo el beso para
mirarme absolutamente desvergonzado. Yo me excité tanto que mi
miembro empezó a tener forma y él aprovechó eso para abrir mi
camisa de un sólo jalón. Hundió su rostro en mi torso y comenzó a
deslizar su lengua por mis sensibles pezones, mi abdomen y finalmente
la zona baja de mi ombligo. Al final dejé que me sacara el cinturón
y bajara mis vaqueros para sacar mi sexo de entre la ropa interior.
Pude sentir su aliento golpeando el glande mientras me miraba a los
ojos. Me perdí en su mirada llena de lujuria cuando decidió iniciar
una masturbación deliciosa con su boca. Como todo hombre sabía como
hacerlo para que otro se revolcara de placer bajo ese magnífico
toque de su lengua.
Frente a mí estaba una enorme librería
y en ella había fotografías de mi mujer recogiendo diversos premios
sobre avances en neurocirugía y medicina, los cuales se los
concedieron por la prevención de ciertas enfermedades neuronales,
así como otras conmigo en nuestra boda o diversas reuniones
familiares. Podría haberme detenido cuando miré la estantería
repleta de recuerdos pero sólo hundí aquella cabeza con rizos
espesos. Dejé que mis dedos se colaran entre sus cabellos y comencé
a mover sutilmente la pelvis.
Noté como el vello que coronaba mi
pene rozaba su nariz y su aliento ligeramente cálido lo acariciaba.
Mi cabeza se echó hacia atrás sintiéndome perversamente
desesperado. Él logró apartarse entonces para desnudarse frente a
mí. Su cuerpo era delicado para ser el de un hombre. Aunque por
supuesto él no podía considerarse un hombre adulto ya que sólo era
un muchacho de veinte años cuando fue transformado en un vampiro.
—Ven aquí...—ordené.
—Espera—respondió sacando de uno
de sus bolsillos un pequeño paquete. Ahí había una inyección de
un líquido espeso que no dudó en inyectar en su brazo derecho, para
luego acercarse a mí jadeante. Se subió a mis piernas y rozó su
entrada contra mi miembro. Pude percibir con mi glande su estrecha
entrada. Entonces lo supe. Comprendí que tenía que penetrarlo.
Agarré mi pene desde la base y acerqué la punta a su ano. Él en un
pequeño movimiento, similar a un salto, acabó penetrado moviendo
sutilmente sus caderas para que yo le ofreciese el placer que tanto
ansiaba. No gritó, pero sí gimió afeándose a mí pasando sus
brazos por mis hombros.
—Voy a ser tu puta—susurró
jadeante cerca de mi boca para lamer mis labios de comisura a
comisura—. Tu deliciosa puta—añadió mientras emprendía un
ritmo desesperado con sus caderas.
Por mi parte lo agarraba de los glúteos
intentando seguir su ritmo. Mi boca se pegaba a su cuello y deslizaba
sutilmente mi lengua por este hasta las clavículas. Aquel sofá una
vez más estaba siendo usado para un acto impuro. Pronto noté la
presencia de Julien Mayfair, nuestro antepasado, paseándose por la
estancia. Él ni se inmutó y yo decidí continuar pero con un
arranque de pasión. Un impulso nos llevó al suelo y en ese momento
salí de él, lo dejé de espaldas y comencé a penetrarlo aferrado a
sus caderas. Tarquin gemía mi nombre como una plegaria con su rostro
girado hacia mí deseando ver mi rostro bañado por el placer. Las
penetraciones cada vez eran más bruscas y mis gruñidos más
seguidos. Finalmente eyaculé dentro de él sintiéndome satisfecho y
deseado. Él nada más cumplir su objetivo y recibir su premio se
abalanzó sobre mí besándome.
—Deja que te convierta en vampiro...
—balbuceó.
—No lo sé, Quinn. Dame algún tiempo
para pensarlo—susurré abarcando con mis manos su rostro—. Por
favor...
De eso hace una semana. Todavía estoy
pensándolo. Él ha vuelto a venir esta noche y hemos acabado
teniendo sexo en la cama de matrimonio. Jamás había llegado tan
lejos con un amante. Ella ya no me ama, estoy seguro, pero yo aún la
atesoro porque no puedo vivir sin su aroma... aunque esta sensación
se está diluyendo. Quizás es el momento de pasar página.
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