Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 9 de diciembre de 2016

¡Cobarde!

Todos sabemos lo que ocurrió, pero no qué pasó después. ¡Ahora sí!

Lestat de Lioncourt 




—Cobarde—pronunció indignada.

Maharet se había marchado con los restos de Santino, así como con Thorne absolutamente ciego. El vikingo le había donado sus hermosos ojos a su creadora, la cual los aceptó como castigo por obrar en contra de su voluntad. Había matado a mi enemigo de forma sorpresiva, aunque ella había dictaminado que no se podía sentenciar a un hombre que ahora era justo. Nosotros comenzamos a discutir mientras Armand seguía sollozando observando el suelo negruzco donde había estado de pie, esperando sentencia, su “maestro” y “sacerdote”.

—¿Por qué?—pregunté asombrado por juzgarme de ese modo. No comprendía porqué se giraba como una fiera hacia mí.

—Has tenido que influenciar en un pobre desgraciado para que cometa el crimen que deseabas desde hace tiempo—contestó apretando los puños.

Volvía a demostrar su carácter. Quien diga que las mujeres carecen de ira, rabia o carácter explosivo no ha visto a Pandora en sus peores momentos. Sus ojos reverberaban una luz que los convertía en un fuego castaño que se lanzaba sobre mí como mil dagas. Sufría al verla así de nuevo y en mi contra. Era amar al enemigo y el enemigo lo sabía. Podía aplastarme si quería.

—¡Santino merecía morir!—Exclamé ahogado por la rabia— ¿Sabes cuántos de los nuestros murieron bajo su mandato?— La pregunta era retórica. Nadie sabía bien cuántos vampiros habían muertos achicharrados en aquellas hogueras mientras el resto danzaba, cantaba y aplaudía.

—Los mismos que con Armand y no te veo pidiendo su cabeza—dijo señalándolo. Él sólo se giró aseverando la mirada.

Sabía que era un ritual. Si había exceso de vampiros en la colonia aquellos que estaban empezando a perder el juicio, los que ya estaban cansados de vivir o simplemente el creador de dichos seres moría. Magnus lo hizo cuando creó a Lestat según la tradición de la dichosa Secta de la Serpiente. Pero una cosa es la realidad y otra cosa es mi sincera opinión. Armand lo hizo para sobrevivir, Santino por convicción y horror.

—¡Mató a mis pupilos, incendió mis obras y a mí mismo!— No salía de mi asombro. Ella debía saberlo y aún así lo defendía. Aquello me hería terriblemente. Era como si estuviese reviviendo el hecho una y otra vez. Debía pagarlo con su vida, con su existencia, con su preciado tiempo en este mundo...

—Tú matas cada noche porque el sabor de la sangre es delicioso, aunque no lo necesites más de una o dos veces al mes; y has quemado a otros dejándolos huérfanos de vida, sueños y verdad—su tono de voz era alto, pero aún no había gritado lo suficiente.

Tenerla allí, con el cabello suelto y esas prendas que parecía haber comprendido que pronto estaría de riguroso luto, me hacía daño. Me dañaba verla de ese modo. Se exaltaba como una fiera y en sí era una. Estaba a punto de echarme las manos encima para arañarme el rostro.

—¡Mentira!— Grité.

—¡Lo hiciste con pobres vampiros que estaban ciegos! ¡Los cuales no quisiste iluminar con la verdad, pero sí con el fuego! ¡Cretino!—se abalanzó hacía mí y me abofeteó con fuerza. Sus uñas rozaron mi piel y logró cortarme, aunque debido a mi poder y antigüedad se cerraron con un leve pestañeo.

—Pandora...—suspiré casi sin aire.

—Y me dejaste abandonada para ir en busca de conquistas y batallas. Las mismas batallas que acabaron con cientos de vampiros carbonizados. ¿Quién eres tú para juzgar a Santino? ¡Él al menos pidió disculpas y te salvó la vida! ¡Estás vivo gracias a él!

Esas palabras eran dagas directas a mi honor, orgullo y hombría. Incluso eran directas a mi fe en la justicia. Me hacía ver como un sinvergüenza que sólo buscaba venganza.

—¡Cállate, mujer!—mis ojos eran fuego, como los suyos. Estaba a punto de llorar por ira y desesperación, pero me mantuve allí en pie sin atacarla y sin responder a ese bofetón que me había ofrecido.

—¡No pienso hacerlo! ¡No pienso callarme! ¡Tú no eres nadie para callarme!

Nada más pronunció esas palabras se marchó dando un fuerte portazo. Cruzó la vivienda y salió a la nieve. La vi caminar por aquel bosque nevado antes de alzarse. Armand se incorporó suspirando pesadamente, secándose las lágrimas e ignorándome. Los dos me reprobaban.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt