Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 23 de enero de 2017

Gritos en el silencio

Khayman nos ha trasmitido esto desde algún lugar... 

Lestat de Lioncourt 


La lluvia caía delgada, pero continua. Fuera la frondosa selva se extendía como el cuerpo de una serpiente midiendo a su inminente víctima. Las aves parecían estar dormidas, aunque de vez en cuando escuchaba su aleteo, igual que las elegantes pisadas de algunos grandes felinos salvajes. Todo el templo olía a tierra mojada, flores silvestres y distintos perfumes de los jóvenes que se aproximaban a nuestra biblioteca. Si bien, no debería decir nuestra sino suya. Maharet había recopilado la historia de nuestros actos, los suyos, los de la Gran Familia Humana y los sucesos más importantes de la humanidad quedaban reflejados.

Había empezado a escuchar aquella voz hacía algunos años. Era una voz profunda y masculina. Al principio balbuceaba, pero debido a su insistencia se convirtió en un gran orador. Cuando conducía en las grandes ciudades, aquellos elegantes deportivos, podía oír como tarareaba algunas canciones de grupos de rock británicos o varias de Lestat. Mis manos se deslizaban dulcemente por el volante mientras él reía.

Cuando comencé a oírla pensé que era fruto de mi mala conciencia. Había muchas cosas que no había hecho durante mucho tiempo. Dejé atrás a la familia, me hundía en mis propias aventuras, y pensé que los espíritus jamás me alcanzarían. Todavía recordaba como aquel espíritu burlesco se apropió del cuerpo de mi padre, ya momificado, para hacerlo bailar. Aún podía ver aquellas cuencas vacías mirándome desde el otro mundo, el hedor del cadáver y los ungüentos hechos con diversas plantas. Creí que eso había quedado atrás. Me equivocaba. No era fruto de mi mala conciencia, ni un vampiro intentando encontrar el camino o un intruso en mi mente. Estaba dentro de mí, como una llamarada.

Ahora lo entiendo todo.

Aquella noche me incorporé del suelo, donde solía tumbarme a escuchar viejos discos, y comencé a deambular por las estancias con los pies desnudos y la mente bullendo con murmullos. Por un momento pensé que eran mis propios pensamientos, pero no fue así. Alguien movía mi cuerpo, me desplazaba de un lugar a otro, y el olor a carne quemada empezó a darme náuseas. Los gritos, los lloros, los lamentos, las súplicas y el dolor crecieron consumiendo a los muchachos que allí se encontraban. Venían cientos, había decenas. Caí de rodillas llorando. Me sentí muy confuso. Ella también estaba allí. Por un momento creí que era Maharet, pero era ella. Era Mekare. Ella también estaba quemando a los que quedaban vivos.

En estos momentos ya encontré la paz. Soy un espíritu más. Tuvieron que detenerme, pero durante meses sembré el terror en diversos países del norte, centro y sur de América. Sobre todo del sur de este continente. Brasil fue el lugar donde más caos y miseria ofrecí.

Dejé de ser el hombre honesto, el guardián amable, el guerrero de la paz... y me convertí en el asesino del silencio, el amor, el respeto, el honor, el orgullo y la juventud. Robé tiempo, destruí tiempo.


Ahora lo entiendo todo.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt