Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 28 de enero de 2017

Iguales

Iguales, idénticos... ¡Somos padre e hijo!

Lestat de Lioncourt 


Nunca había pensado que algo así pudiese ocurrir. Sinceramente, ni siquiera en mis peores pesadillas. Creía que todo ese dolor, ese pasado tenebroso, había quedado atrás. La maldad de Akasha, como su ceguera y necedad, había quedado aplastada al fin por aquellos que iban en su contra. La revolución aplastó a la tirana, ¿no era así? Nos equivocamos. Caímos en un error tras otro y lo hemos pagado con creces.

Caminaba por los asépticos y blanquecinos pasillos de aquel laboratorio bajo tierra, instalado en uno de los desiertos americanos por excelencia, mientras metía mis manos en los bolsillos y me preguntaba si Seth podría tranquilizarse de una vez. Víctor cada vez estaba más impaciente, sobre todo desde la llegada de Rose, la hija adoptiva de su padre, que significó un revulsivo para él. Deseaba que la salvara. Supe que se había sentido terriblemente afectado por la historia de vejaciones y maltratos que padeció por culpa de la sociedad hacía años, cuando fue castigada por una chiquillada, y por los últimos acontecimientos con ese bárbaro que se hacía llamar profesor y amante.

Al pasar por uno de los cuartos, justamente el despacho de Frannely, su madre, quedé estupefacto. Víctor, ese chico que siempre había sido renuente a estudiar biología, estaba allí plasmado frente al monitor y un par de libros, algunas carpetas y una hoja en blanco anotando como habíamos obrado el milagro. El milagro de devolver la vista a Rose tras el ataque con ácido por parte de su amante.

—Víctor, ¿qué haces?—pregunté encendiendo la luz, aunque podía verlo perfectamente.

—Necesitaba saber cómo es el proceso. Rose despertará pronto y quiero explicárselo yo—dijo sin apartar la vista ni un momento de la pantalla.

—Puedo explicártelo y transmitirle el mensaje—expliqué con una sonrisa amable.

—No, demasiado técnico. Además, quiero informarme bien por mi propia cuenta y riesgo.

Era igual que su padre. El temperamento, la forma de fruncir ligeramente el ceño, su rostro, tono de piel y esos cabellos rizados absolutamente revueltos. Incluso la forma de mirar era suya. Me consideraba su padre porque yo obré el milagro, pero fueron Lestat y Frannely, mi única creada, quienes ofrecieron su genética para un ser tan portentoso.

—¿Y tú?—dijo al final girándose para verme—. ¿Qué haces?

—Busco a Seth—respondí—. Hay nuevos incendios en Europa y han ocurrido algunos en Japón—dije con voz cansada—. Debo informarle.

—Los vampiros están reuniéndos en Nueva York. Lo sé. Sé que lo están haciendo—dijo incorporándose—. En cuanto Rose despierte y esté en condiciones para viajar iremos. Vamos a ir. Di que lo haremos. Necesito ver a mi padre, informarle de todo y...

—Ya veremos—respondí.

—¡No!—dijo dando un golpe en la mesa—. ¡Iremos! ¡Oh, sí! ¡No me seas cobarde! Tú me creaste y mi padre ni siquiera sabe que existo. ¡Merece saberlo!—decía cada vez más furioso.

Entonces unos pasos rápidos por el pasillo. Uno de mis científicos más joven, de menos de diez años tras su conversión, se aferró a mis brazos y sonrió.

—La joven a despertado—dijo con aquellos ojos verdes, tan poderosos y perturbadores, llenos de vida. Estaba a punto de llorar de emoción—. ¡Al menos lo está haciendo!

—¡Rose!—gritó Víctor corriendo para poder hacer su aparición junto a ella.


Ese muchacho era todo una furia, pero también un hombre que sabía lo que quería. Tenía miedo de presentarlo frente a Lestat. Sin embargo, no podía negar el derecho a conocerlo. Ya contaba con dieciocho años y había decidido.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt