Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 29 de enero de 2017

Desesperación

Avicus es un hombre con suerte, ¿no creéis?

Lestat de Lioncourt 


Recuerdo que Gregory estaba demasiado ocupado cuidando al joven que encontró en el concierto, al cual accedió a ir sólo para enfrentarse a Akasha como hizo milenios atrás, que acabó negando en rotundo el aproximarse a Las Gemelas Pelirrojas en aquella primera gran reunión. Siempre había soñado con acercarse a ellas, arrodillarse ante ambas e inclinarse a besar sus pies. Él era el culpable de la ceguera de Maharet y el problema de habla de Mekare. Era un soldado y cumplía órdenes, aunque para él siempre fue algo monstruoso.

Sin embargo, me hallaba en una de nuestras hermosas bibliotecas, sentado en un cómodo sillón frente a la chimenea, leyendo uno de tantos libros. Si mi memoria no me falla estaba ojeando una vez más Moby-Dick de Herman Melville. Hacía décadas que no lo tomaba entre mis manos y disfrutaba como un niño, pero había leído sobre nuevos avistamientos de cachalotes blancos en las costas chilenas y algo en mí hizo que leyera. Me hallaba casi en el desenlace de una aventura motivada por la desesperación, sueños imposibles y metas inalcanzables cuando Flavius entró.

—Debes escuchar la radio—dijo de improvisto.

—Estoy leyendo—murmuré bajando el libro para verlo bien.

Levaba un suéter azul marino con el cuello de tortuga, unos jenas gruesos desgastados y las simples zapatillas para estar por casa. Su rostro estaba algo más pálido que de costumbre y tenía como una pequeña telilla de miedo en la mirada. Se acercó a mí con su móvil de alta gama y colocó en mi oreja derecha uno de sus auriculares de botón.

“No sé qué está pasando. Acaba de llamar un chico desde el corazón de Brasil. Se encuentra encerrado en un motel barato, por lo que dice, algo herido y angustiado. Hace unas horas un individuo, alto y muy pálido, apareció en la puerta de la discoteca donde se hallaba y todo se volvió un infierno de llamas. Hemos perdido la conexión con él. Si bien dice que tenía rasgos árabes y era de complexión delgada. Pero, sobre todo, hay que recordar que es un inmortal bastante viejo con dominio del fuego. No quiero ser alarmista, pero es posible que se trate de otra quema indiscriminada acometida por el mismo sujeto de hace unas noches.
Sybelle tocará para vosotros en este pequeño inciso, mientras intento contactar con el número que aparecía en mi pantalla. Por favor, quedaos atentos. Algo malo está pasando.”

—¿Qué es eso?—dije apartándome de inmediato el auricular—. ¿Qué es?

Sabía lo que era ser quemado en plena noche, justo cuando intentaba acallar la sed. Quedé reducido a una figura negruzca y débil. De no haber sido por Mael habría muerto. El dolor de las heridas aún los recordaba bien tras pasar más de dos milenios. Un sentimiento de impotencia, dolor, desesperación y añoranza, por la vida que tuve con Mael, se mezcló con fuerza en mis latidos y me incorporé llorando.

—Hay que decirle a Gregory—comentó—. Él quizá deba hacerse oír.

—Él no quiere ser el líder de nada, nosotros no debemos interrumpir...

—¿En las vidas de los jóvenes? Necesitamos que él hable con Fareed y Seth. Tal vez ellos sepan como detener a ese desgraciado. Oh, vamos. ¿Me estás diciendo que no sientes dolor ni impotencia ante esto?—los ojos de Flavius se llenaron de lágrimas, muy similares a las mías, y acabé abrazándolo.


El libro cayó al suelo, pero nosotros nos mantuvimos firmes. Hablamos de inmediato con Gregory, el cual ya sospechaba que algo no iba bien. Mientras caminaba por la ciudad, aquella misma noche, había escuchado la información en la aplicación que tenía para su móvil.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt