Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 29 de marzo de 2017

Tú lo sabías todo.

—¿Adónde cree que va?—dijo su femenina voz irguiéndose de entre las sombras del salón.

Los cuadros de la familia, las pieles de los animales que una vez cazó padre, los pocos enseres de lujo y los escudos o pendones eran testigos de mi sorpresa. De inmediato me giré como si fuese un niño agarrado por el pastelero del pueblo introduciendo sus pequeños dedos, esos tan sucios y tan rápidos, en la crema de algún dulce.

—Madre, ¿aún despierta?—contesté intentando que la sorpresa no se viese en mi voz, pero temblaba. Sabía bien a quien me enfrentaba. Si había una fiera en esa casa a la cual mi padre no pudo domesticar del todo, aunque él así lo creyese, era ella—. Parece más centinela que ama de este hogar.

—Muy gracioso, joven Lioncourt—comentó saliendo a la luz. Quedó frente a la chimenea. La luz del fuego iluminó tenuemente su rostro mientras caminaba en la oscuridad hasta donde me hallaba. Sus manos se colocaron sobre sus pequeñas caderas y yo suspiré.

Había sido cazado. Era animal en peligro de extinción. Con ella no podía ni sabía mentir. De mi lengua salían demasiadas verdades, por eso siempre me interrogaba e inquietaba a placer.

—Madre, necesito caminar bajo las estrellas y ver ese manto negro cubierto de algo tan alto, lejano e imposible. Preciso que suspirar entre los campos y correr hasta el pueblo. Quiero escuchar a Nicolas tocar el violín—dije añadiendo alguna floritura, por no decir demasiadas, a algo tan pueril como el sexo. Deseaba tener ese sexo rápido y violento, lento y profundo, con mi adorado Nicolas.

—Ah... ¿eso suele hacer cada noche?—su sonrisa me asustó. Sí, curvó sus carnosos labios en una sonrisa que me hizo temblar de pies a cabeza—. La tabernera me profirió algo distinto cerca de la iglesia.

—¿Cuál de ellas?—pregunté con sorpresa alzando mis rubias cejas.

—La madre—respondió.

—Vaya...—musité.

—Su hija había sido rechazada por un músico que sabía servirle mejor de trapo de lágrimas, ¿comprende, hijo?—sus manos fueron a mis hombros y después a mis mejillas. No sabía si temer o derrumbarme. Me estaba leyendo el alma con esos ojos grises y yo estaba viendo una preocupación nueva.

—Es mi amigo—balbuceé sintiéndome delatado.

—Es tu fulana—contestó.

—Madre...—dije dando un brinco para apartarme. Temía que me echase en cara tantas cosas... Pero ella me echó a sus brazos. Ella me dijo que fuese a verlo.

—Vaya, ámalo si lo desea; pero si le rompe el alma en mil pedazos ese diablo, si le enjaula en un infierno del que no puede salir, después no me busque—me dijo antes que corriera a la puerta y me marchase.


Esa noche me sentí más libre cuando aferrado a las caderas de Nicolas le hice gritar mi nombre, murmurar entre jadeos su amor tan puro y sentir que mi corazón palpitaba más enamorado que nunca.

Lestat de Lioncourt 

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