Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 11 de mayo de 2017

Desesperación

Debí ir a verlo antes...


Lestat de Lioncourt

Lo recuerdo. Recuerdo bien el escándalo que generó nuestra amistad y mi gran pasión por ser el bohemio insufrible. Aquello me excitaba demasiado. Siento que eran días eléctricos y egoístas, pero tan libres como el propio viento que recorría salvaje los bosques y no se detenía al quedar enredado entre las copas de los árboles. No puedo dejar de rememorar todo aquello como si hubiese ocurrido hoy mismo. Éramos jóvenes como ahora, pero mucho más inocentes y desesperados. Soñábamos con estar en Paría a orillas del Sena y encaramados en algún tejado. Queríamos huir de las discusiones, los golpes y la sumisión de un pueblo lleno de imbéciles. Deseábamos un futuro brillante, pero la luz que había en mis ojos era el movimiento de tu pelvis contra la mía.

La noche en la cual nos vimos las caras otra vez, tras haber conversado en el castillo de tu padre, había estado llorando. Decidí fugarme de mi habitación, donde me tenían encerrado porque estaba “maldito” y poseía miles de demonios encerrados en mi alma, porque deseaba embriagar cada pensamiento ya que me herían demasiado. No dejaba de pensar en tu aspecto gallardo, tu sonrisa llena de una euforia seductora y ese brilla impertinente de unos ojos extremadamente hermosos. Para mis padres la música era delito contra Dios si no eran partituras que alabaran la escasa dignidad y respeto de su santas escrituras. Sin embargo, tú me hiciste sentir que debía dejar de pensar en lo que ellos pensaban.

Mi alma estaba rota, pero decidiste coser cada herida con besos ardientes y caricias que estaban mal vistas. No te importó que hablasen a tus espaldas y que tus propios hermanos se alzaran una y otra vez. Teníamos miedo a la represión, a la división, a ser devueltos a nuestras celdas inhumanas y violentados porque no éramos lo que nuestras familias querían. Sí, temíamos. Pero también rezábamos a nuestros sueños con fe. Sí, teníamos devoción mesiánica por aquel París decadente, agreste, de olor insufrible por la humanidad concentrada en cafés y esquinas mal iluminadas...

¿Y qué quedó? No estás. Me envías dinero más que suficiente para tener una vida muy cómoda. ¿Crees que quiero esta vida? Por favor, monsieur Lioncourt... ¡Yo deseo tus ojos fieros mientras arremetes contra mi cuerpo! ¡Necesito envolver con mis brazos tu figura mientras mis uñas se encajan en tu espalda! ¡Quiero tocar desnudo para ti mientras yaces agotado por una noche llena de palabras blasfemas! ¡Demonios! ¡Te quiero a ti! ¡A ti! ¡Te extraño a ti! ¡No quiero estas lisonjas en pequeñas cartas insufribles donde me hablas de tus negocios! Las detesto. Ya ni las leo. Tampoco quiero saber tus andanzas por otros o los rumores que corren por esa panda de vagos que tienes por amigos.


Necesito regresar a Auvernia, pero no solo. Quiero hacerlo a tu lado. De hecho, me conformo con quedarme en este estercolero de ingratos revolcándome junto a ellos, siendo el mismo ganado asqueroso y brindando por un futuro incierto, aunque sólo si es contigo. Si no es contigo no quiero nada. Ni siquiera deseo vivir. Este mundo es insufrible. Me estoy asfixiando. Me estoy muriendo. Un día en un arrebato me marcharé. No será tu culpa, sino la mía. Yo te he puesto en un altar y tú no has escuchado mis ruegos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt