Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 23 de mayo de 2017

Discusiones

Louis y Gabrielle discutiendo... Esto no es bueno... 

Lestat de Lioncourt

—¿Alguna vez ha pensado que Lestat sólo intenta llamar poderosamente su atención?

Su voz me hizo dar un pequeño respingo. Estaba demasiado ensimismado en mi lectura. Había encontrado algunos libros interesantes en la biblioteca de la fortaleza. Lestat había reconstruido el viejo castillo que había pertenecido a su familia. Creía estar solo aguardando su regreso, pero Gabrielle me sorprendió. Ella no solía visitarnos debido al emplazamiento del nuevo hogar que ambos poseíamos. Él quería estar en sus raíces y yo me hallaba muy cerca de las mías, pues nací en París y en París tenía un coqueto apartamento obsequiado por Armand.

—¿La mía?—pregunté bajando el libro y cerrándolo para dejarlo a un lado sobre la mesa.

—Es obvio—replicó.

—¿Por qué?—dije tras un largo suspiro.

No solíamos hablar. Era algo extraño que hubiese un diálogo de más de unos minutos entre ambos. Éramos las criaturas más importantes en su vida, aunque no las únicas. Rose, Viktor o David Talbot eran sin duda alguna grandes vínculos tan destacados como ella y yo.

Llevaba el cabello suelto, revuelto, algo encrespado y sucio. La camisa que llevaba estaba mal abrochada y sus pantalones tenían musco en el dobladillo. Las botas eran las típicas que llevaban los amantes del senderismo y la montaña. Sus ojos brillaban como dos esferas de poder y tenían un aspecto mágico. Ante mí tenía una criatura sin género que sonreía de forma burlona al ver que me cuestionaba en ese momento todo. ¿Y lo hacía? Era obvio.

—Admito que tiene un temperamento fuerte y decidido—dijo caminando por la habitación con una elegancia propia de una mujer de otra época, pero pisando tan fuerte como los hombres más rudos y toscos de las viejas tabernas—. Jamás se ha dejado hundir—añadió con confianza en su voz—. Es un hombre que detesta bajar los brazos y creo que eso lo aprendió de mí. Sin embargo, le puedo asegurar que es usted su faro de Alejandría.

—Lestat es un imprudente que busca su propio beneficio, aunque a veces lo hace de forma inconsciente.

—Y el beneficio de los que ama—me dijo tras una risotada. Era cierto. Él buscaba en beneficio de todos y no sólo suyo, pero a veces lo ocultaba intentando que todos pensaran que era un egocéntrico sin remedio.

—Sí, lo sé. Sé que también ha hecho grandes proezas durante estos años para mantenernos unidos. Sin embargo, desapareció...

Había desaparecido durante años; sin embargo, en ciertas ocasiones solía sentirlo cerca del edificio donde residía con Armand. No era siempre, pero tenía la impresión de ser observado en mis salidas al teatro.

—Se sintió culpable, Louis—confesó—. Sintió que no había estado ahí para proteger lo que tanto ama. Es usted su corazón.

Esa palabra. Esa maldita palabra. Ese lugar donde anidaban según los egipcios el verdadero órgano de los pensamientos, el ánfora del alma, y la valentía. El símbolo del amor, de la angustia, de la bravura, del romanticismo y también de la vida misma. El corazón era un músculo cuyo aspecto difería muchísimo del símbolo que muchos ofrecían en San Valentín o cualquier otra fecha. Si bien, era sin duda alguna algo que jamás dejaría de tener presente en mi léxico. Él me dijo que era su corazón y él era el mío. Obvio que éramos el uno para el otro pese a todo.

—Su corazón...

—El día que usted lo comprenda dejará de juzgarlo—murmuró antes de salir de la biblioteca—. Con permiso, tengo cosas importantes que hacer.


Quise decir que lo comprendía, pero que me era difícil aceptarlo. Asumir ese tipo de cosas me traían de cabeza.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt