Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 14 de septiembre de 2017

Vengativo o no...

Oh, por favor... No soy vengativo.

Lestat de Lioncourt 


—Ha sido una suerte que no esté furioso por lo que hicimos—decía cerrando el libro que estaba leyendo.

Me había llevado uno de los tantos libros que había creado Lestat con sus múltiples aventuras. En este Lestat era capaz de enfrentarse a narcotraficantes en busca de una verdad incómoda. Había creado a una joven bruja Mayfair, igual que hizo en su día Louis con una tal Merrick, y esta era la madre de unas criaturas poco convencionales llamadas Taltos. Viajaban buscando a la hija de Mona Mayfair, una hembra de dicha especie que había crecido en cuestión de horas convirtiéndose en su doble con una altura y una mente prodigiosa, la cual había sido llamada Morrigan Mayfair y era actualmente la heredera de los Mayfair si contábamos con la “muerte” de la joven bruja a ojos de muchos.

Incluso en ese libro se enfrentó a fantasmas de la mentada familia y se movió por las selvas buscando la verdad. Quienes le acompañaban en todo momento eran dos jóvenes vampiros, Mona y Tarquin Blackwood. Quinn, como se hacía llamar cariñosamente Tarquin, era su hermanito y había contactado con él previamente para que le ayudase en un suceso paranormal. Una criatura, una especie de espíritu, lo atacaba robándole la sangre como hizo en su día Amel. Era un dato curioso, ¿verdad? Pero resultó ser el hermano fallecido del mismo. Fue un hermano que él no conoció más allá del vientre materno, pues el pequeño murió poco después del nacimiento y su madre, Patsy Blackwood, era además de una toxicómana una pésima madre que odió al joven por la muerte de su hermano.

Si bien, la conversación que se inició fue más animada que el propio libro.

—¿Ahora te preocupa su molestia?—respondió Seth con una sonrisa burlona.

He de aclarar que él lo es todo para mí junto con la ciencia y la ciencia aplicada a la medicina. Digamos que sin él no estaría vivo o mutado, como es realmente lo que somos. Hace tiempo descubrí que somos mutaciones y no muertos que han regresado a la vida. Ese término, si me disculpan, pueden usarlo en películas de serie B dedicadas a zombies. Nosotros no somos como el moderno Prometeo, sino que somos una especie nueva que sigue con vida y que en realidad no morimos realmente. Eso, claro está, lo sabrían si leyesen con profundidad mis notas.

—De hecho, siempre supuso para mí un problema. Viví con ese miedo durante casi dos décadas—repuse dejando el libro en la mesilla para observarlo.

Se estaba quitando la levita y las sandalias. Él seguía usando ropas árabes sencillas. Era un hombre que no le agradaba el lujo a pesar de ser el hijo de Akasha y haber nacido como príncipe de Kemet. Para él el dinero sólo podía ser útil si se conseguía material para laboratorio y seguridad del mismo.

—Oh, por favor. Lestat no es capaz de odiar o vengarse—comentó sentándose en el borde de la cama por el costado derecho, para luego tomar su lugar a mi lado.

—¿Cómo estás tan seguro, Seth?

¿Cómo podía estarlo? Yo no podía. Había leído casi todas sus aventuras un millón de veces.

—He podido atravesar su alma con sólo mirarlo. Es un hombre de una auténtica actitud y se enfrenta a quien sea en cualquier momento, pero no es capaz de tomar venganza. Pudo hacerlo con Armand, ¿no es así? Y con otros tantos. Sin embargo, decidió mejor comprender sus motivos antes que juzgarlos—comentó abrazándome por la cintura.

Seth es más alto que yo, aunque sólo media cabeza o poco más. Tiene una figura delgada muy atractiva. Sus ojos son profundos y oscuros llenos de una belleza que no puedo aún describir correctamente a pesar de conocerlo desde la época de los 80's.

—Sigo diciendo que no sé cómo puedes estar tan seguro que Lestat no tome venganza contra otros—dije frunciendo el ceño.

Venía de una cultura llena de venganza desde sus orígenes divinos. Los dioses en los que creían mis madres eran desastrosos, muy vengativos, pero jamás hacían daño sin un motivo. Además se compaginaban entre la destrucción de lo malo para plantar la semilla del cambio. Pero esa destrucción también se daba en el mundo occidental del cual provenía Lestat y toda su prole.

—Sabe que no hay mayor venganza que el tiempo en el cual pone a cada uno en su lugar, ¿acaso tú eres vengativo?—preguntó provocando que girara del todo mi cuerpo hacia él.

—No, soy incapaz. Sin embargo, Lestat posee demasiados enemigos.

Aclaro que aún no me había desnudado. Sólo me había descalzado y quitado los calcetines. Él decidió comenzar a quitar mi corbata y abrir los botones de mi camisa. Acepté que lo hiciera y le ayudé a dejarme el torso al aire.

—¿Ahora te harás psicólogo?—preguntó jugueteando con su aliento en mi cuello.

—Oh, cállate—chisté.

—Científico y cirujano vampírico brillante se hace psicólogo de congéneres. Puedo ver el titular o más bien oírlo en la radio de Benji... —canturreó lo último como si fuese un niño travieso y yo quedé callado por unos segundos porque me besó. Fue un beso breve aunque muy cálido y antojadizo.

—Seth...—siseé sin saber cómo responder a eso.

—Dime—dijo con una sonrisa burlona en sus labios.

—¿Por qué te agrada tanto molestarme?—pregunté.

—¿Por qué no debería?

—Duerme—dije.

Mandarlo a dormir... en realidad deseaba usar mis fármacos para poder disfrutar de su cuerpo, pero el amanecer estaba cerca y tan sólo alcanzaríamos a estar excitados y dormirnos demasiado incómodos, agitados y furiosos por no acabar lo que iniciamos.

—Quien se duerme siempre antes eres tú debido a tu juventud—dijo deslizando su mano sobre mi torso.


—Demonios...—balbuceé antes de caer en la inconsciencia.   

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt