Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 16 de septiembre de 2017

Últimas horas

Julien y Richard... ¿Acaso no es amor? Yo diría que es el más puro.

Lestat de Lioncourt 


—Te pondrás bien.

Había despertado después de horas dormitando. La noche había sido agitada debido a la irrupción del Hombre en la habitación. Él, como siempre, apareció para intentar consolar su miserable existencia acompañándome de forma sentimental y arrojando contra mí toda una perorata de amor falso, como las perlas baratas que un hombre tacaño adquiere para sus ilusas amantes.

Richard estaba vestido de forma varonil, dejando atrás el maquillaje, las medias de red, los bonitos y sofisticados tacones o el sujetador con relleno. Ante mí había un muchacho de tez clara con mejillas de color de los duraznos maduros y una boca carnosa, algo trémula, que no dejaba de murmurar que me amaba sin decir siquiera palabra alguna. Tenía unos ojos tan profundos que a veces me ahogaba en ellos como ocasionalmente lo hacía Lasher en el whisky, el ron o cualquier vino barato cuando nos obligaba a ir al puerto a disfrutar de las tabernas y las putas que allí se arremolinaban. Mujeres que eran como abejas en un panal de miel, zumbando de un lado a otro, buscando un hombre que las mantuviese esa noche en sus camas y dejasen un buen fajo de dinero en las mesillas de noche de los moteles más baratos y nauseabundos que puedas imaginar.

—Eres un iluso—respondí sintiendo la boca pastosa debido al medicamento.

—Siempre te he visto superar cualquier problema con tus empresas, solventar cualquier enfrentamiento y te has burlado de tus años. Lo lograrás.— Decía aquello convencido. Estaba absolutamente convencido que no me moriría. Él creía que podría luchar contra el mundo entero y salir victorioso cual Alejandro Magno, pero no. Ya tenía ochenta y cuatro años aunque él ni siquiera lo podía imaginar ya que jamás había aparentado mis años, pero aquella caída había hecho que mi vida se convirtiera en un infierno.

—Ni siquiera te he dicho jamás mi edad—dije con una sonrisa cargada de coquetería.

Mi cabello negro y rizado, muy rizado, ya no existía y en su lugar había una cabellera cana. Mis ojos era lo único que aún conservaba como cuando era un muchacho, unos ojos azules inquietos y llenos de preguntas. Apenas tenía arrugas, pero se podía intuir que no era un cuarentón ni un cincuentón.

—Ni lo necesito. La edad son cifras que no me interesan—dijo tras una fresca carcajada.

Suzette Mayfair, mi esposa, me odió muchísimo por mis infidelidades. Yo la amé de forma egoísta, pues nunca la amé como a una mujer sino como una compañera. Amé su temperamento, su belleza, sus virtudes y el amor que desprendía hacia nuestros hijos. No obstante, jamás pude amarla como amé a Richard.

—Sabes que siempre te he sido fiel a mi mod.

—Sí, a tu manera—susurró buscando mi mano derecha para tomarla entre las suyas. Estaba sentado casi al borde de la cama, pero se acomodó un poco en esta para estar muy cerca de mí—. Siempre has hecho las cosas a tu manera.

—¿Y eso no te ha hecho sentir jamás traicionado?

—Me has dado los mejores años de mi vida, pues a tu lado he aprendido demasiadas cosas. — Sentí un extraño deseo de desnudarlo y hacerle el amor, pero apenas tenía fuerzas esa mañana.


Me quedé mirándolo y recordé a Victor Gregoire, el mestizo oficinista que había trabajado para mí y que el Hombre mató, sentí miedo por un momento porque ese espíritu pudiese matarlo cuando yo me muriese debido a sus celos insanos. Aún así no dije nada y sólo dejé que las lágrimas surcaran mi rostro mientras lo miraba agradecido por todo el amor que me ofreció aunque no me merecía siquiera una caricia de sus virtuosas manos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt