Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 12 de octubre de 2018

Relato breve - Halloween


Desperté en mitad de la penumbra. La única claridad que se colaba entre la profunda oscuridad era la de una ventana que daba a un enorme jardín, el cual parecía no tener principio ni fin. Fuera diluviaba. El sonido de los rayos golpeaba fuerte mis tímpanos como el tañido de las campanas de la vieja catedral del pueblo.

Desconocía dónde estaba, por qué me hallaba allí y si tenía algo que ver con el profundo dolor que sentía en cada milímetro de mi cuerpo. Intenté incorporarme, pero no podía moverme. No sentía atadura alguna, por lo tanto era más bien pesadez y rigidez de toda mi figura. Tenía el cabello enmarañado, pegado a la frente y también al cuello, y sentía los labios calientes. ¿Estaba febril? Eso pensé de inmediato. Me costaba respirar y concentrarme en mis pensamientos.

La lluvia me relajaba demasiado a pesar de los relámpagos que parecen alterar siempre a la mayoría. Quise hablar, pronunciar aunque fuese mi nombre, pero la lengua parecía querer permanecer en total quietud.

Apenas podía ver algo más que la ventana. Tenía la cabeza ligeramente inclinada hacia ella. El resto de la habitación la desconocía, pero olía a jazmines y dondiego. Era un aroma muy potente y adictivo que se pegaba a mis pulmones. También olía a menta y sutilmente a canela, pero no tenía total seguridad, así como a tierra mojada.

Carecía de frío, pero tampoco me encontraba con calor. Me encontraba en un estado agradable, el idílico para dormir. Alguien quería que estuviese en aquella duermevela continua como si me hubiese convertido, por arte de hechicería, en Aurora.

Un ligero sentimiento de angustia hormigueaba en mi alma desde la punta de los pies hasta la punta final de mis cabellos. Quería gritar. Necesitaba gritar. Ansiaba hacerlo a pleno pulmón como los niños cuando salen a jugar en mitad de un día de nieve en invierno.

Escuché pasos sobre una madera que crujía, así que presupuse que el suelo era de madera. Las paredes no lo parecían, aunque mi mente estaba confusa. Tal como he dicho antes ni siquiera podía moverme como para indagar o enfocar mejor mi mirada averiguando realmente cómo era el lugar donde permanecía. También era capaz de escuchar el tic-tac del reloj de mi muñeca.

La lluvia no amainaba.

Intenté pensar qué había hecho horas atrás, pero no tenía recuerdos. De hecho, carecía de la certeza de haber hecho algo o estado en otro lugar. Caí en la cuenta que por más que quería hablar y decir mi nombre no lo recordaba. No recordaba nada. Mi mente era un papel en blanco.

Me llené de un profundo dolor, un desapego y desasosiego con el entorno en el que me hallaba tan terrible que sentía que me desquebrajaba y cada pedacito, por pequeño o grande que fuese, se moría de inmediato. Estaba muriendo a pedazos.

Entonces algo sucedió. Mi vista se fue y el sueño pareció golpearme con fuerza como un enorme puñetazo. Después nada más. Ni siquiera un sonido que pudiese perturbarme. Y así he permanecido hasta el día de hoy. No sé qué fecha es, ni cuánto tiempo llevo aquí, tampoco sé quién soy y ni mucho menos la edad que tengo. La casa parece más vieja, la lluvia ya no está y luce un sol demasiado caliente. La habitación se cae a pedazos, al menos veo demasiadas humedales alrededor del marco de la ventana. Sigo en la misma posición.

Mi pregunta de hoy es ¿nadie me echa en falta? ¿Nadie me ha querido? ¿Nunca he sido algo más que un hilo de pensamientos frente a la ventana de un jardín? ¿Por qué recuerdo qué es el tañido de una campana si desde que estoy aquí no he escuchado una? ¿Es mi alma más vieja que este cuerpo inútil? ¿De quiénes eran esos pasos? ¿Y por qué ya no escucho el tic-tac de mi reloj? ¿Yo he tenido realmente un reloj o era el bombeo de mi corazón que se apagaba?


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Lestat de Lioncourt