Recomiendo leer este capítulo con la canción mi niña dormida. (sé que es algo pop-rock y no es lo mío, pero es parecido es una relación de distintas edades)
Capítulo segundo
Los latidos tras las ondas
Mi suegro se puso gravemente enfermo y mi mujer decidió ir al hospital a cuidarlo, Joaquín se fue a dormir a casa de un amigo al igual que Marta y el pequeño se lo llevó mi cuñada. Yo abogué que necesitaba desconectar un día entero, estar solo y reposar. Marga no lo vio mal, al contrario, así podría estar descansado para luego ayudar con su padre al día siguiente. Durante aquella jornada no hice nada, tan sólo leer y concentrarme en, algo que siempre había disfrutado, la radio. Eran las dos de la mañana, no podía dormir y comenzaron a llamar personas hablando de sus historias de amor o buscando a alguien que les comprenda. Entonces presté atención a un nuevo invitado, un joven de veintidós años de voz melancólica.
-Buenas noches Armando.-Dijo la presentadora tras carraspear un segundo.
-Buenas noches.-Se notaba nerviosismo en sus palabras.
-¿Qué te trae por mi programa?-Preguntó mientras en la emisora sonaba de fondo un tango argentino.
-Tan sólo desahogarme, necesito hacerlo.-Murmuró.
-Pues bien, somos todo oídos.-
-Hace unos años descubrí mis inclinaciones sexuales y al principio me aterré por la sociedad, también por mi familia y por algunos amigos.-Me sentía reflejado en sus palabras y un escalofrío recorrió mi espalda.
-¿Sexualidad?-Interrogó.
-Sí, soy homosexual.-Respondió firme aunque nervioso.
-Entiendo, sigue.-Susurró.
-Me enamoré de un buen amigo, alguien que sería ideal para mí si no fuera hetero.-Noté que era lo de siempre, algo que había leído en mil foros.
-Comprendo.-Interrumpió la locutora.
-Me sentía feliz porque me trataba diferente o eso creía. Creé en mi cabeza algo que no existía y pensé incluso que podíamos tener algo.-Prosiguió con un nudo en la garganta bastante visible.
-Cuando uno se enamora, cualquier cosa se magnifica.-Tenía razón la muchacha, y el joven había caído en ese espejismo.
-Así es.-Afirmó el joven a la gran verdad del amor.
-¿Qué deseas encontrar aquí?-Cuestionó mientras se escuchó de fondo una interferencia.
-Desahogarme y si alguien llama para conocerme, estaría satisfecho.-Parecía bastante sincero y los nervios se evadían.
-¿Cómo eres?-Era la típica pregunta aunque necesaria.
-Tengo veintidós años, que ya lo dijiste cuando me pusiste al aire, y creo que soy bastante normal. Me gusta el cine, la literatura clásica, la música rock, viajar aunque sea al pueblo de al lado y conversar frente a una buena taza de café.-Eran algunas de las prácticas habituales que yo hacía en mis ratos de ocio.
-Pareces muy maduro para tu edad.-Comentó la locutora.
-Creo que eso hace que se asusten.-Rió mientras decía eso.
-Lamento haberte interrumpido, prosigue.-
-Quiero conocer a chicos, me da igual la edad, para al menos conversar sin ánimos de nada. Me siento solo y no me puedo expresar con amigos porque los he perdido, parte de mi familia no me habla y siento el rechazo que cae sobre mí.-Me levanté de la silla y corrí por una hoja de papel y un bolígrafo, tenía que apuntar el número de la emisora.
-Entonces quieres amigos ¿no?-Dijo la chica de la radio.
-Sí, luego más adelante si siento algo por alguno de ellos ya vería que hacer.-Estaba preparado para anotar la cifra que me haría conocerlo.
-Pues bien, todos aquellos chicos deseosos de conocer a Armando llamen al número de la emisora. Estamos esperando que los corazones solitarios consigan coser sus heridas. Llamen todos los interesados al novecientos dos doscientos trescientos.-Anoté y busqué mi móvil por la habitación, estaba bastante nervioso pero lo logré.
-Buenas noches cadena FMMusic, ¿qué desea?-Dijo uno de los teleoperadores.
-He estado escuchando en su emisora el programa que se esta realizando, deseo el número de Amadeo, el último joven que ha llamado en el programa “La Realidad”.-Murmuré nervioso.
-Ah, entiendo, le paso con los que llevan este tipo de casos.-Respondió.
-De acuerdo.-Un hilo musical comenzó a emitirse tras el hilo telefónico.
-¿Oiga?-Interrogó esta vez una voz femenina.
-Sí-Respondí dubitativo.
-Dénos sus datos personales y Amadeo le llamará si así lo desea.-Comentó.
-Me llamo Fernando, mi número es: seis, siete, cinco, nueve, nueve, cuatro, seis, dos y cero. Soy de Madrid capital.-Ni siquiera sabía de donde era el chico, no presté atención a la presentación de la chica de la radio.
-¿Algún dato más?-Indagó
-Dígale que deseo conocerlo porque me encuentro en su misma situación.-Dije jugueteando con el bolígrafo entre mis dedos.
-De acuerdo.-
-Gracias y buenas noches.-Me despedí mientras sentía que mi pecho era un volcán a punto de estallar.
-Buenas noches.-
No podía creer lo que había hecho, fue un paso importante y creo que me impulsó desear conocer a alguien que vivía algo parecido a mí. Durante el resto de la velada miré el móvil y sin respuesta alguna me fui a la cama. Necesitaba dormir, aunque era imposible. Había varios programas de este tipo, unos eran para contar historias personales y desahogarse mientras otros eran para buscar amigos; ese día creo que me tragué todos. En la mañana siguiente mi mujer me despertó a eso del medio día de un sábado extraño. Era primavera, casi la época de la entrada del verano, y la luz bañaba la habitación. Me levanté y desayuné para ir a hacer turno en el hospital. Tomé el autobús porque no me encontraba bien para llevar el unifamiliar. Durante el trayecto miré el móvil, no había ninguna llamada perdida y menos un mensaje de texto. Me sentía un estúpido por albergar esperanzas de conocer alguien tan semejante, era imposible y quizás había llamado tan sólo para burlarse del resto. A veces en estos programas que tanta audiencia tienen en las madrugadas llaman energúmenos para reírse de los demás. Me encantaban, sí, porque tenían algo mágico pero a la vez sabía que no hay personas tan trasparentes tras el teléfono. Hacía meses que no fumaba, había dejado ese vicio innecesario y perjudicial, sin embargo necesité un pitillo para calmar los nervios después de bajarme en la parada. Fui a la cafetería y compré un paquete en la máquina emprendedora, además de varios chicles de menta para disimular mi aliento.
Cuando terminé mi última calada, masqué los chicles compulsivamente hasta la habitación de Alfonso, mi suegro, que yacía con el gotero y varios aparatos pegados a su cuerpo. Me quedé petrificado, jamás pensé verlo así. Alfonso era una persona enérgica, llena de vida y con un carácter peculiar. Recuerdo que en más de una ocasión lo vi reírse de si mismo, burlarse de la muerte y a la vez hablar de dios con tanta pasión que podría verse en él la verdadera fe. Había ayudado durante toda su vida a sacar las pocas tierras de su padre, se había convertido en un empresario importante que jamás olvidó sus raíces y que siempre daba su mano para apoyar a los demás. Era un ejemplo viviente de autorrealización y confianza. Era una lástima verlo en aquel estado. Me senté a su lado, aún dormía por los calmantes, y me puse a pensar en todo lo que había pasado durante meses. Entonces noté que mi móvil sonó tímidamente entre mis vaqueros, era un número desconocido y decidí no aceptar la llamada para correr a la cabina del pasillo. Allí no se estaba permitido móviles, podían afectar a los aparatos. Llamé el número que marcaba la pantalla y entonces escuché su voz.
-¿Diga?-Interrogó tras la línea.
-Perdóneme ha llamado al móvil y estoy en un hospital, no puedo hablar con el aparato aquí.-Dije algo nervioso.
-No importa, lo lamento. Soy Amadeo, usted Fernando ¿no?-Parecía menos abierto, más tímido y con una voz más cálida.
-Sí, así es.-Respondí sonriendo levemente.
-Es usted el único que ha pedido mi número.-Comentó.
-Me pareció que ambos estábamos en la misma situación.-Tartamudeé sin darme cuenta.
-Vaya.-Dijo.
-Sí, no sé que decirte.-Estaba muy nervioso y parecía que se me iba a salir del corazón.
-Entiendo, yo también soy bastante cortado.-Susurró.
-Sí, ya veo.-Reí.
-Te puedo llamar en otro momento.-Sugirió.
-Sí, claro.-Respondí mientras notaba que mis manos sudaban, realmente iba a morirme de un ataque.
-Entonces lo haré a la noche y si puede ser te doy mi dirección electrónica, así podremos hablar cómodamente tras la pantalla del ordenador. Por cierto, soy de Madrid, como tú.-Susurró y aquello hacía que me excitara. Me cuestioné como sería, con aquella voz me hice la idea de un chico algo fibroso y alto.
-Sí, hasta la noche entonces.-Dije mojando mis labios, tenía la boca seca.
-Claro, hasta la noche.-Se despidió y colgué el auricular. Una sonrisa pícara quedó sellada en mis labios, estaba contento de tener aquel contacto y evadirme de mis preocupaciones hablando de ellas.
Durante toda la mañana y tarde estuve al lado de mi suegro, no despertó y terminé rechazando la comida del acompañante. No entendía como les podían dar aquella bazofia a los enfermos. Cuando regresé a casa mi mujer ya estaba en el hospital, bastante preocupada aunque algo menos nerviosa que la otra noche. Mis hijos seguían fuera y en el preciso instante que crucé la puerta sonó el móvil, era él.
Los latidos tras las ondas
Mi suegro se puso gravemente enfermo y mi mujer decidió ir al hospital a cuidarlo, Joaquín se fue a dormir a casa de un amigo al igual que Marta y el pequeño se lo llevó mi cuñada. Yo abogué que necesitaba desconectar un día entero, estar solo y reposar. Marga no lo vio mal, al contrario, así podría estar descansado para luego ayudar con su padre al día siguiente. Durante aquella jornada no hice nada, tan sólo leer y concentrarme en, algo que siempre había disfrutado, la radio. Eran las dos de la mañana, no podía dormir y comenzaron a llamar personas hablando de sus historias de amor o buscando a alguien que les comprenda. Entonces presté atención a un nuevo invitado, un joven de veintidós años de voz melancólica.
-Buenas noches Armando.-Dijo la presentadora tras carraspear un segundo.
-Buenas noches.-Se notaba nerviosismo en sus palabras.
-¿Qué te trae por mi programa?-Preguntó mientras en la emisora sonaba de fondo un tango argentino.
-Tan sólo desahogarme, necesito hacerlo.-Murmuró.
-Pues bien, somos todo oídos.-
-Hace unos años descubrí mis inclinaciones sexuales y al principio me aterré por la sociedad, también por mi familia y por algunos amigos.-Me sentía reflejado en sus palabras y un escalofrío recorrió mi espalda.
-¿Sexualidad?-Interrogó.
-Sí, soy homosexual.-Respondió firme aunque nervioso.
-Entiendo, sigue.-Susurró.
-Me enamoré de un buen amigo, alguien que sería ideal para mí si no fuera hetero.-Noté que era lo de siempre, algo que había leído en mil foros.
-Comprendo.-Interrumpió la locutora.
-Me sentía feliz porque me trataba diferente o eso creía. Creé en mi cabeza algo que no existía y pensé incluso que podíamos tener algo.-Prosiguió con un nudo en la garganta bastante visible.
-Cuando uno se enamora, cualquier cosa se magnifica.-Tenía razón la muchacha, y el joven había caído en ese espejismo.
-Así es.-Afirmó el joven a la gran verdad del amor.
-¿Qué deseas encontrar aquí?-Cuestionó mientras se escuchó de fondo una interferencia.
-Desahogarme y si alguien llama para conocerme, estaría satisfecho.-Parecía bastante sincero y los nervios se evadían.
-¿Cómo eres?-Era la típica pregunta aunque necesaria.
-Tengo veintidós años, que ya lo dijiste cuando me pusiste al aire, y creo que soy bastante normal. Me gusta el cine, la literatura clásica, la música rock, viajar aunque sea al pueblo de al lado y conversar frente a una buena taza de café.-Eran algunas de las prácticas habituales que yo hacía en mis ratos de ocio.
-Pareces muy maduro para tu edad.-Comentó la locutora.
-Creo que eso hace que se asusten.-Rió mientras decía eso.
-Lamento haberte interrumpido, prosigue.-
-Quiero conocer a chicos, me da igual la edad, para al menos conversar sin ánimos de nada. Me siento solo y no me puedo expresar con amigos porque los he perdido, parte de mi familia no me habla y siento el rechazo que cae sobre mí.-Me levanté de la silla y corrí por una hoja de papel y un bolígrafo, tenía que apuntar el número de la emisora.
-Entonces quieres amigos ¿no?-Dijo la chica de la radio.
-Sí, luego más adelante si siento algo por alguno de ellos ya vería que hacer.-Estaba preparado para anotar la cifra que me haría conocerlo.
-Pues bien, todos aquellos chicos deseosos de conocer a Armando llamen al número de la emisora. Estamos esperando que los corazones solitarios consigan coser sus heridas. Llamen todos los interesados al novecientos dos doscientos trescientos.-Anoté y busqué mi móvil por la habitación, estaba bastante nervioso pero lo logré.
-Buenas noches cadena FMMusic, ¿qué desea?-Dijo uno de los teleoperadores.
-He estado escuchando en su emisora el programa que se esta realizando, deseo el número de Amadeo, el último joven que ha llamado en el programa “La Realidad”.-Murmuré nervioso.
-Ah, entiendo, le paso con los que llevan este tipo de casos.-Respondió.
-De acuerdo.-Un hilo musical comenzó a emitirse tras el hilo telefónico.
-¿Oiga?-Interrogó esta vez una voz femenina.
-Sí-Respondí dubitativo.
-Dénos sus datos personales y Amadeo le llamará si así lo desea.-Comentó.
-Me llamo Fernando, mi número es: seis, siete, cinco, nueve, nueve, cuatro, seis, dos y cero. Soy de Madrid capital.-Ni siquiera sabía de donde era el chico, no presté atención a la presentación de la chica de la radio.
-¿Algún dato más?-Indagó
-Dígale que deseo conocerlo porque me encuentro en su misma situación.-Dije jugueteando con el bolígrafo entre mis dedos.
-De acuerdo.-
-Gracias y buenas noches.-Me despedí mientras sentía que mi pecho era un volcán a punto de estallar.
-Buenas noches.-
No podía creer lo que había hecho, fue un paso importante y creo que me impulsó desear conocer a alguien que vivía algo parecido a mí. Durante el resto de la velada miré el móvil y sin respuesta alguna me fui a la cama. Necesitaba dormir, aunque era imposible. Había varios programas de este tipo, unos eran para contar historias personales y desahogarse mientras otros eran para buscar amigos; ese día creo que me tragué todos. En la mañana siguiente mi mujer me despertó a eso del medio día de un sábado extraño. Era primavera, casi la época de la entrada del verano, y la luz bañaba la habitación. Me levanté y desayuné para ir a hacer turno en el hospital. Tomé el autobús porque no me encontraba bien para llevar el unifamiliar. Durante el trayecto miré el móvil, no había ninguna llamada perdida y menos un mensaje de texto. Me sentía un estúpido por albergar esperanzas de conocer alguien tan semejante, era imposible y quizás había llamado tan sólo para burlarse del resto. A veces en estos programas que tanta audiencia tienen en las madrugadas llaman energúmenos para reírse de los demás. Me encantaban, sí, porque tenían algo mágico pero a la vez sabía que no hay personas tan trasparentes tras el teléfono. Hacía meses que no fumaba, había dejado ese vicio innecesario y perjudicial, sin embargo necesité un pitillo para calmar los nervios después de bajarme en la parada. Fui a la cafetería y compré un paquete en la máquina emprendedora, además de varios chicles de menta para disimular mi aliento.
Cuando terminé mi última calada, masqué los chicles compulsivamente hasta la habitación de Alfonso, mi suegro, que yacía con el gotero y varios aparatos pegados a su cuerpo. Me quedé petrificado, jamás pensé verlo así. Alfonso era una persona enérgica, llena de vida y con un carácter peculiar. Recuerdo que en más de una ocasión lo vi reírse de si mismo, burlarse de la muerte y a la vez hablar de dios con tanta pasión que podría verse en él la verdadera fe. Había ayudado durante toda su vida a sacar las pocas tierras de su padre, se había convertido en un empresario importante que jamás olvidó sus raíces y que siempre daba su mano para apoyar a los demás. Era un ejemplo viviente de autorrealización y confianza. Era una lástima verlo en aquel estado. Me senté a su lado, aún dormía por los calmantes, y me puse a pensar en todo lo que había pasado durante meses. Entonces noté que mi móvil sonó tímidamente entre mis vaqueros, era un número desconocido y decidí no aceptar la llamada para correr a la cabina del pasillo. Allí no se estaba permitido móviles, podían afectar a los aparatos. Llamé el número que marcaba la pantalla y entonces escuché su voz.
-¿Diga?-Interrogó tras la línea.
-Perdóneme ha llamado al móvil y estoy en un hospital, no puedo hablar con el aparato aquí.-Dije algo nervioso.
-No importa, lo lamento. Soy Amadeo, usted Fernando ¿no?-Parecía menos abierto, más tímido y con una voz más cálida.
-Sí, así es.-Respondí sonriendo levemente.
-Es usted el único que ha pedido mi número.-Comentó.
-Me pareció que ambos estábamos en la misma situación.-Tartamudeé sin darme cuenta.
-Vaya.-Dijo.
-Sí, no sé que decirte.-Estaba muy nervioso y parecía que se me iba a salir del corazón.
-Entiendo, yo también soy bastante cortado.-Susurró.
-Sí, ya veo.-Reí.
-Te puedo llamar en otro momento.-Sugirió.
-Sí, claro.-Respondí mientras notaba que mis manos sudaban, realmente iba a morirme de un ataque.
-Entonces lo haré a la noche y si puede ser te doy mi dirección electrónica, así podremos hablar cómodamente tras la pantalla del ordenador. Por cierto, soy de Madrid, como tú.-Susurró y aquello hacía que me excitara. Me cuestioné como sería, con aquella voz me hice la idea de un chico algo fibroso y alto.
-Sí, hasta la noche entonces.-Dije mojando mis labios, tenía la boca seca.
-Claro, hasta la noche.-Se despidió y colgué el auricular. Una sonrisa pícara quedó sellada en mis labios, estaba contento de tener aquel contacto y evadirme de mis preocupaciones hablando de ellas.
Durante toda la mañana y tarde estuve al lado de mi suegro, no despertó y terminé rechazando la comida del acompañante. No entendía como les podían dar aquella bazofia a los enfermos. Cuando regresé a casa mi mujer ya estaba en el hospital, bastante preocupada aunque algo menos nerviosa que la otra noche. Mis hijos seguían fuera y en el preciso instante que crucé la puerta sonó el móvil, era él.
3 comentarios:
Me gusta el argumento y como va la trama, es interesante y convencional a la vez. Cuanta gente estará en esa situación.. pero habrá de todo y por todo que les haya ocurrido y como no, diferente en la evolución de sus vidas.
Espero leer pronto mas, encima estoy de baja Lest, a ver si me cojo tiempo y leo Afrodita que sin darme cuenta desapareció ya su presencia.
me encanta!!!!!!!1
es una historia conmovedora y wow, sencillamente unica ...
espero leer mas, pues estas historias.. creo que estoy enamorada de lo que escribes....
Antes que todo lamento informarle mi señor que ha cometido un pequeño error no muy notable... el nombre del sujeto que se comunica con la radio es Armando o Amadeo?
Lo leí anoche pero no tuve tiempo de comentar... me gusta mucho la historia, espero que la continues pronto.
saludos
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