No recuerdo que pasó, tan sólo que me pesaban los párpados. Cuando me di cuenta estaba en otra realidad, en otro lugar, bajo una espesa lluvia. Una figura se movía por aquella zona, algo me contemplaba y podía sentirlo fácilmente. Me observaba, quizás le resultaba divertido ver como me desquiciaba dando vueltas a mí alrededor para encontrarme con su mirada. Me di cuenta que estaba en pleno cementerio, los muros de los nichos se alzaban intentando aplacar las nubes de tormenta. La lluvia caía incesante, mis ropas estaban empapadas, los árboles se mecían en un murmullo junto con la hojarasca. Rezumaba aquel ambiente un opacado espíritu de película de terror antigua. El aroma era de flores secas, lluvia, barro, cuerpos cercenados en plena flor y cirios apagados. Aquella presencia jugueteaba, seguía sin mostrarse, y aquello me incomodaba.
- ¿Quién va?- Espeté como si fuera un viejo vigía de un puerto fantasma.
Unos pasos chapoteantes por la tierra enfangada, un silbido en las ramas congelando el alma más guerrillera, mis nervios habitualmente de acero hicieron estremecerme como si fuera un hombre condenado a la guillotina contemplando como ejecutaban a un compañero. Mi corazón tenía un ritmo ajetreado, intranquilo y temeroso de todo lo que sucedía. Giré por completo buscando al compañero de aquel antro de cadáveres y carne putrefacta. Entonces lo vi encaramado en lo alto de uno de los bloques de cemento donde se amontonaban los cadáveres. Caminaba despacio, como merodeando, sus cabellos negros como la noche y su mirada altiva me sobrecogió. Mis labios musitaron un nombre desconocido pero apegado a mi lengua “Arnau”. Bajó como si fuera un gato montés, pero con una elegancia algo sutil. Se posó junto a mí profundizando en mis ojos, una risa sarcástica resonó por todo el lugar. Sus labios sellados aún, sus zapatos hundiéndose en el barro mientras mi cuerpo estaba petrificado.
- Mossini, sabía que volvería a vernos las caras.- Murmuró mientras se aproximaba a mi rostro escrutándolo con esmero.- Rostro nuevo, vida nueva y ¿sabiduría nueva?- Cuestionó socarrón como si se burlara de mí.- Siento ser tan desconsiderado, pero ya te dije que no alcanzarías toda la verdad. Es demasiado profunda su raíz, demasiado anciano el tronco y las ramas demasiado altas, para que tú un pobre infeliz las alcances. No es justo que tú llegaras casi al final del camino, no es justo que pudieras acariciar lo que yo deseaba con tanto ahínco.- Repuso alejando su aliento y su rostro lleno de inquietud del mío.
- No sé porqué me increpas, no entiendo que razonamiento te hace pensar que eras merecedor de aquel castigo que obtuve durante noches, no sé a que juegas o que deseas. Pero ten en cuenta una cosa, ten bien presente lo que te voy a comunicar, yo tan sólo hacía mi trabajo y mi empeño puse por sobrevivir a todo aquello. Si conseguí volver a la vida, cosa que tú no has hecho, no es mi culpa. No tengo culpa de lo que sucediera después de morir extrañamente en el hospital. Morí solo con la única compañía de Elías.- Aquellas palabras manipularon mis labios, no entendía porque había dicho aquellas frases, aquellos vocablos que me hacían arder por dentro.
- Te dije que lo dejaras.- Gruñó contemplándome apenas unos centímetros de mi espalda. Se movía rápido.
-Arnau que tú seas un fracasado no significa que los demás lo seamos.- Repuse mientras podía notar su mirada en mi nuca.
- No soy un fracasado, llegué hasta aquella presencia, pero no me reveló lo que a ti. Eso no es un fracaso, quizás una sumisión. Puede que mi destino estuviera anclado a este pútrido cementerio.- Dijo mientras se alejaba de mí de nuevo, parecía bailar sobre sus palabras o balancearse como un desquiciado.
- ¡Entonces por qué demonios me increpas!- Le reproche con desidia.
- Lo lamento.- Murmuró.- Estoy demasiado apático, alguien removió mis huesos, no pude impedírselo por completo. Han perturbado la paz que tenía, me esforcé por olvidar todo y quedé en letargo dentro de mi propio nicho. Hicieron lo mismo con Ángel y con Durand. En realidad no nos importó en un principio, supusimos que así se hablaría de nuestro caso y se volvería a investigar. Pero algo me dice que hemos hecho mal, que si investigan pueden acabar como tú o en el peor de los casos como yo.- Dijo mientras se alejaba hacia la arboleda donde se alzaban los viejos panteones olvidados.
- ¿Quienes fueron?- Pregunté alzando la voz en un tono de intriga y deseo.
- Fueron creyentes de ritos satánicos, están convencidos que el demonio nos hizo hacer aquello, pero que no estábamos preparados para su verdad.- Comentó una voz tras subido al penúltimo nicho, el cual estaba vacío. Un joven de cabellos semilargos, también moreno, mirada perdida, aferrado a una libreta y apoyado en el lateral de los muros de hormigón.
- Eres Ángel.- Reparé en que los conocía, en que aquello tenía sentido en esos momentos.
- Creí que no ibas a recordar mi nombre.- Dijo mientras bajaba con cierta destreza, se movió hacia donde se dirigía Arnau.
- Y… ¿es el demonio?- Cuestioné mientras comencé a andar para alcanzarlos, dejé de ser una estatua.
- Eso lo sabrás tú, tú lo viste.- El tercero en el acto, Durand sin duda.
- Lo vi como un ser humano decadente, absorbido por ideas letales para la mente, enloquecido y enfurecido. Se creía señor de unos dominios inexistente y aplicar la ley divina en el mundo, en su mundo, para pulgar sus pecados.- Contesté mientras estos se difuminaron como nubes de humo.
Caminé hacia donde se evaporaron, hacia un punto fijo en medio las criptas y nichos más antiguos. Mis pasos resonaban en aquel silencio tan penetrante, mi mirada se difundía por aquellos parajes, hasta que sobre una tumba un cuerpo se hallaba a acurrucado. Era el joven que abría abrazado hasta caer rendido. Su frágil rostro junto con todo su ser tendido en aquella tumba le daban un toque melodramático y fantasmal. Sus manos estaban sobre la piedra empapada por la lluvia, al igual que sus ropas, sus párpados cerrados. Parecía un ángel en medio de aquel desastre de vida destruida. Me apresuré hasta donde yacía, parecía herido, inerte como si nada sucedería a su alrededor. Lo tomé entre mis brazos, acaricié sus cabellos e intenté comprender el significado de todo aquello. Entonces cobró vida como marioneta estrechándose hacia mí, sus ojos se abrieron y socorrieron a los mío. Un susurro se alzó en el aire, un murmullo de sus labios, “¿ahora lo recuerdas?”. Una gota de sudor recorrió todo mi cuerpo, mi espalda y mi columna vertebral hasta perderse absorbiéndose en mis ropas. Todo quedó en la más profunda oscuridad, un haz de luz nos iluminó como un foco o un faro y todo tomó otro matiz. Me sentía cegado, no podía comprender nada y mucho menos ver un palmo más allá de donde pisaba hasta reducirse en penumbra.
El sonido del despertador me hizo retomar la conciencia. Sus brazos caían sobre mi espalda, su rostro irradiaba paz. Besé su frente en un gesto cómplice, me sentía unido a él de alguna forma, nuestras almas eran gemelas. Todo encajaba, sabía el porqué de aquel esfuerzo férreo por que no le pasara absolutamente nada. Sus brazos languidecieron y cayeron sobre la cama. Decidí darme una ducha, buscar algo de comer y sobretodo ordenar aquella guarida lejos del mundo.
El agua corrió por el desagüe mientras salía tibia, me introduje e intenté pensar en la solución a todo aquello. Mi frente ardía, mente palpitaba, y yo me sentía extenuado por todo lo que estaba recibiendo como información. Imágenes de mi anterior infancia, de mi desgraciada vida, de mi solitaria muerte, de mi confrontación con la ciencia o con mi compañero. Sonreí, hasta en ese momento no había caído en los que quedaron atrás. Recordé en mis labios el sabor del cappuccino que preparaba Andrea, juré volver a mi hogar y tomar de nuevo una taza entre mis manos mientras el periódico me espera en la mesa. Fiorentini, que habría sido de mi jefe, mis antiguos compañeros o a las mujeres que desee en la cama. Entonces me di cuenta que todos ellos se habrían olvidado de mí y que yo tontamente en esos momentos los recordaba como algo vivo y presente. Una vida pasada ajetreada, insatisfecha e inacabada. En ese momento recapacité… ¿qué estaba haciendo con mi segunda oportunidad?...había caído de nuevo en la soledad, en el alcohol, en los brazos de la prostitución y sobretodo en medio de un fracaso estrepitoso. Pensé que había arrojado mi vida por el sumidero como el agua que caía por mi piel hasta la bañera. Me decidí secar, salir y desayunar intentando reclamar a mi conciencia un pedazo de tranquilidad.
Me vestí y él aún dormía, decidí hacer café y unas tostadas. En la cocina me cuestioné porqué de todo aquello, porqué tenía que ser yo el que se viera envuelto en aquel caos, porqué no había quedado en blanco y empezar desde cero. Saqué la mermelada, el sonido del café cayendo como un hilo de oro negro mientras el aroma se mezclaba con el de las tostadas. En una bandeja puse el desayuno y lo llevé hasta la mesa del pequeño comedor en el salón. Entonces volví al cuarto, su rostro permanecía sereno, sus labios tenían una leve sonrisa y sus manos estaban aferradas a las sábanas.
- Despierta.- Murmuré aproximándome a él. Palpé su piel y estaba helado, parecía de mármol. Me sobresalté pensando en que algo le sucedía pero sus ojos se abrieron y se movió entre las sábanas como un felino. Su mirada oscura me perturbaba, me hacía sentir confuso y decidí salir de aquella estancia.- Ponte alguna camiseta de las mías y unos pantalones que encontraras en el armario, mientras yo te espero en el salón tomándome el desayuno.- No comentó nada aquello, yo ya estaba en el marco de la puerta sintiendo su mirada recorrerme por completo.
En apenas cinco minutos estábamos ambos sentados frente a frente tomando un café vespertino. No decía nada, no me dirigía por completo la palabra. El silencio se hizo incómodo y tan sólo se podía oír de fondo el sonido de nuestras mandíbulas mordisqueando el pan tostado.
- Gracias por el desayuno.- Murmuró mientras movía con pasividad la cucharilla haciendo un sonido continuo, un tintineo.
- No hay de qué.- Comenté.- Dices que me conoces, te he visto en mis pesadillas, también recuerdo un sueño bastante profundo y tu estabas allí bajo otro nombre y casi con los mismos rasgos. No entiendo bien que sucede, tampoco sé porque me ha pasado a mí, no pido que me lo expliques si es demasiado difícil, tan sólo deseo que me digas cómo has dado con mi paradero.- Dije tras tomar un sorbo del café, el sabor estaba algo amargo.
- Simplemente, tuve un sueño, te situé aquí y tan sólo tuve que seguir mi instinto. Hacía años que buscaba una señal tuya, en cualquier lugar, nunca la hallé, por ello cuando se dio vine a reencontrarme contigo. He andado durante horas bajo la lluvia, no encontraba el edificio, también he recorrido varios cientos de kilómetros y no me arrepiento. Has sido bastante generoso, me has prestado tu ayuda y me has alimentado. Parece como si ahora que estuviera vivo me ayudaras pero a la vez me rechazaras. Sé que no deseas saber nada del pasado, que quieres vivir tu vida y no recordar nada. Pero, algo esta sucediendo, algo que no sé explicar. Es una sensación extraña, como si parte de la explicación de todo el ciclo hubiera quedado confusa o a medio relatar.- Dijo mientras se fundía en mi mirada, parecía leer mi alma con un impresionante alce de vista.- Sé lo que estoy hablando, también que no me tomas por loco, pero sin lugar a dudas tienes miedo. El antiguo Mossini no lo hubiera tenido, si lo tuviera lucharía por alcanzar la luz.- Sentía como si me contemplara ante un espejo, su rostro era más aniñado, su voz más dulce, sus manos más finas junto con su figura pero en su mirada me reflejaba con una intensidad incalculable.
- Dime, sé sincero, recuerdas todo con facilidad o tan sólo fragmentos.- Aquella duda me asaltaba, parecía que hablaba con el Elías de aquel extraño lugar entre la vida y la muerte.
- Tú te acabas de despertar, yo llevo años. Creo que nunca dejé atrás mi pasado, tú sin embargo lo dejaste y acabaste en un estado, permíteme decirte, deplorable.- Murmuró mientras su vaso quedaba a un lado en la mesa, sus manos se movían por el borde como si coqueteara con el café.
- ¿Qué quieres decir con eso?- Dije a sabiendas de la respuesta.
- Nunca has deseado ser un elegido, jamás, desde tiempos antiguos cuando éramos uno solo. No es que seas el débil, no, sino que deseas olvidar todo con demasiada facilidad cuando es imposible. El pasado siempre vuelve, querido.- Repuso mientras se alzaba de la mesa.- Deseo tomar un baño, ¿me prestarías algo de ropa?- Preguntó con la mirada como evadida de esta realidad. Me cuestioné en un segundo todo lo que había dicho, quizás siempre había sido un hombre lleno de dudas y temores.
- Olvidar es una palabra que no existe, su significado no se ajusta del todo. El ser humano siempre recuerda, la historia está ahí para comunicárselo y juzgarlo, nada permanece insensible al curso del pasado, lo sé. No entiendo porque dices que siempre he deseado esa palabra, ese hecho.- Respondí mientras me alzaba de la silla, caminé hasta él y lo agarré del brazo.- Dime cuando fuimos uno, dime porqué sólo recuerdo el pasado más reciente.- Le interrogué acercando mi rostro al suyo.
- Hemos sido uno hace algunas vidas, fue nuestro primer contacto. Eras sabio y audaz, algo solitario y un poco cercano a la frialdad. Yo era joven, intrépido, aguerrido, demasiado pasional y, sobretodo, necesitaba la presencia de alguien que me transmitiera paz. Ambos teníamos unos dones infinitos, podíamos escuchar los susurros que provenían de la otra vida. Me solías decir que el mundo era en realidad soporte de otros paralelos y del mismo purgatorio.- Sonrió al decir aquellas palabras, parecía como si le acarreara viejos recuerdos.- Lejos de tu hombría y de la mía, apartados de la sociedad, ocultos, éramos amantes y nos fundíamos en uno sólo.- Sonrió mientras sus labios se acercaban peligrosamente.- Éramos hechiceros, magos, brujos. Nos condenaron a vagar separados durante años, yo morí en una celda al borde de la locura clamando tu nombre. Tú, quizás sufriste menos, al poco tiempo te apartaron la cabeza del cuerpo.- Su aliento se impregnaba en mi cara como un guante.- ¿Te ha gustado el cuento?- Murmuró antes de besarme suavemente en los labios.-Suele gustarle a los niños pequeños, por ello soy maestro de literatura.-Dijo apartándose y riéndose maléficamente. Se había burlado de mí, como si todo se tratara de un juego.-Debes encontrar la verdad, el pasado, por ti mismo.-Repuso alejándose de mí.- Ahora, me das algo para vestirme que no sea esto, unas mudas limpias, necesito ducharme.-Comentó mientras se evadía del salón.
- ¿Quién va?- Espeté como si fuera un viejo vigía de un puerto fantasma.
Unos pasos chapoteantes por la tierra enfangada, un silbido en las ramas congelando el alma más guerrillera, mis nervios habitualmente de acero hicieron estremecerme como si fuera un hombre condenado a la guillotina contemplando como ejecutaban a un compañero. Mi corazón tenía un ritmo ajetreado, intranquilo y temeroso de todo lo que sucedía. Giré por completo buscando al compañero de aquel antro de cadáveres y carne putrefacta. Entonces lo vi encaramado en lo alto de uno de los bloques de cemento donde se amontonaban los cadáveres. Caminaba despacio, como merodeando, sus cabellos negros como la noche y su mirada altiva me sobrecogió. Mis labios musitaron un nombre desconocido pero apegado a mi lengua “Arnau”. Bajó como si fuera un gato montés, pero con una elegancia algo sutil. Se posó junto a mí profundizando en mis ojos, una risa sarcástica resonó por todo el lugar. Sus labios sellados aún, sus zapatos hundiéndose en el barro mientras mi cuerpo estaba petrificado.
- Mossini, sabía que volvería a vernos las caras.- Murmuró mientras se aproximaba a mi rostro escrutándolo con esmero.- Rostro nuevo, vida nueva y ¿sabiduría nueva?- Cuestionó socarrón como si se burlara de mí.- Siento ser tan desconsiderado, pero ya te dije que no alcanzarías toda la verdad. Es demasiado profunda su raíz, demasiado anciano el tronco y las ramas demasiado altas, para que tú un pobre infeliz las alcances. No es justo que tú llegaras casi al final del camino, no es justo que pudieras acariciar lo que yo deseaba con tanto ahínco.- Repuso alejando su aliento y su rostro lleno de inquietud del mío.
- No sé porqué me increpas, no entiendo que razonamiento te hace pensar que eras merecedor de aquel castigo que obtuve durante noches, no sé a que juegas o que deseas. Pero ten en cuenta una cosa, ten bien presente lo que te voy a comunicar, yo tan sólo hacía mi trabajo y mi empeño puse por sobrevivir a todo aquello. Si conseguí volver a la vida, cosa que tú no has hecho, no es mi culpa. No tengo culpa de lo que sucediera después de morir extrañamente en el hospital. Morí solo con la única compañía de Elías.- Aquellas palabras manipularon mis labios, no entendía porque había dicho aquellas frases, aquellos vocablos que me hacían arder por dentro.
- Te dije que lo dejaras.- Gruñó contemplándome apenas unos centímetros de mi espalda. Se movía rápido.
-Arnau que tú seas un fracasado no significa que los demás lo seamos.- Repuse mientras podía notar su mirada en mi nuca.
- No soy un fracasado, llegué hasta aquella presencia, pero no me reveló lo que a ti. Eso no es un fracaso, quizás una sumisión. Puede que mi destino estuviera anclado a este pútrido cementerio.- Dijo mientras se alejaba de mí de nuevo, parecía bailar sobre sus palabras o balancearse como un desquiciado.
- ¡Entonces por qué demonios me increpas!- Le reproche con desidia.
- Lo lamento.- Murmuró.- Estoy demasiado apático, alguien removió mis huesos, no pude impedírselo por completo. Han perturbado la paz que tenía, me esforcé por olvidar todo y quedé en letargo dentro de mi propio nicho. Hicieron lo mismo con Ángel y con Durand. En realidad no nos importó en un principio, supusimos que así se hablaría de nuestro caso y se volvería a investigar. Pero algo me dice que hemos hecho mal, que si investigan pueden acabar como tú o en el peor de los casos como yo.- Dijo mientras se alejaba hacia la arboleda donde se alzaban los viejos panteones olvidados.
- ¿Quienes fueron?- Pregunté alzando la voz en un tono de intriga y deseo.
- Fueron creyentes de ritos satánicos, están convencidos que el demonio nos hizo hacer aquello, pero que no estábamos preparados para su verdad.- Comentó una voz tras subido al penúltimo nicho, el cual estaba vacío. Un joven de cabellos semilargos, también moreno, mirada perdida, aferrado a una libreta y apoyado en el lateral de los muros de hormigón.
- Eres Ángel.- Reparé en que los conocía, en que aquello tenía sentido en esos momentos.
- Creí que no ibas a recordar mi nombre.- Dijo mientras bajaba con cierta destreza, se movió hacia donde se dirigía Arnau.
- Y… ¿es el demonio?- Cuestioné mientras comencé a andar para alcanzarlos, dejé de ser una estatua.
- Eso lo sabrás tú, tú lo viste.- El tercero en el acto, Durand sin duda.
- Lo vi como un ser humano decadente, absorbido por ideas letales para la mente, enloquecido y enfurecido. Se creía señor de unos dominios inexistente y aplicar la ley divina en el mundo, en su mundo, para pulgar sus pecados.- Contesté mientras estos se difuminaron como nubes de humo.
Caminé hacia donde se evaporaron, hacia un punto fijo en medio las criptas y nichos más antiguos. Mis pasos resonaban en aquel silencio tan penetrante, mi mirada se difundía por aquellos parajes, hasta que sobre una tumba un cuerpo se hallaba a acurrucado. Era el joven que abría abrazado hasta caer rendido. Su frágil rostro junto con todo su ser tendido en aquella tumba le daban un toque melodramático y fantasmal. Sus manos estaban sobre la piedra empapada por la lluvia, al igual que sus ropas, sus párpados cerrados. Parecía un ángel en medio de aquel desastre de vida destruida. Me apresuré hasta donde yacía, parecía herido, inerte como si nada sucedería a su alrededor. Lo tomé entre mis brazos, acaricié sus cabellos e intenté comprender el significado de todo aquello. Entonces cobró vida como marioneta estrechándose hacia mí, sus ojos se abrieron y socorrieron a los mío. Un susurro se alzó en el aire, un murmullo de sus labios, “¿ahora lo recuerdas?”. Una gota de sudor recorrió todo mi cuerpo, mi espalda y mi columna vertebral hasta perderse absorbiéndose en mis ropas. Todo quedó en la más profunda oscuridad, un haz de luz nos iluminó como un foco o un faro y todo tomó otro matiz. Me sentía cegado, no podía comprender nada y mucho menos ver un palmo más allá de donde pisaba hasta reducirse en penumbra.
El sonido del despertador me hizo retomar la conciencia. Sus brazos caían sobre mi espalda, su rostro irradiaba paz. Besé su frente en un gesto cómplice, me sentía unido a él de alguna forma, nuestras almas eran gemelas. Todo encajaba, sabía el porqué de aquel esfuerzo férreo por que no le pasara absolutamente nada. Sus brazos languidecieron y cayeron sobre la cama. Decidí darme una ducha, buscar algo de comer y sobretodo ordenar aquella guarida lejos del mundo.
El agua corrió por el desagüe mientras salía tibia, me introduje e intenté pensar en la solución a todo aquello. Mi frente ardía, mente palpitaba, y yo me sentía extenuado por todo lo que estaba recibiendo como información. Imágenes de mi anterior infancia, de mi desgraciada vida, de mi solitaria muerte, de mi confrontación con la ciencia o con mi compañero. Sonreí, hasta en ese momento no había caído en los que quedaron atrás. Recordé en mis labios el sabor del cappuccino que preparaba Andrea, juré volver a mi hogar y tomar de nuevo una taza entre mis manos mientras el periódico me espera en la mesa. Fiorentini, que habría sido de mi jefe, mis antiguos compañeros o a las mujeres que desee en la cama. Entonces me di cuenta que todos ellos se habrían olvidado de mí y que yo tontamente en esos momentos los recordaba como algo vivo y presente. Una vida pasada ajetreada, insatisfecha e inacabada. En ese momento recapacité… ¿qué estaba haciendo con mi segunda oportunidad?...había caído de nuevo en la soledad, en el alcohol, en los brazos de la prostitución y sobretodo en medio de un fracaso estrepitoso. Pensé que había arrojado mi vida por el sumidero como el agua que caía por mi piel hasta la bañera. Me decidí secar, salir y desayunar intentando reclamar a mi conciencia un pedazo de tranquilidad.
Me vestí y él aún dormía, decidí hacer café y unas tostadas. En la cocina me cuestioné porqué de todo aquello, porqué tenía que ser yo el que se viera envuelto en aquel caos, porqué no había quedado en blanco y empezar desde cero. Saqué la mermelada, el sonido del café cayendo como un hilo de oro negro mientras el aroma se mezclaba con el de las tostadas. En una bandeja puse el desayuno y lo llevé hasta la mesa del pequeño comedor en el salón. Entonces volví al cuarto, su rostro permanecía sereno, sus labios tenían una leve sonrisa y sus manos estaban aferradas a las sábanas.
- Despierta.- Murmuré aproximándome a él. Palpé su piel y estaba helado, parecía de mármol. Me sobresalté pensando en que algo le sucedía pero sus ojos se abrieron y se movió entre las sábanas como un felino. Su mirada oscura me perturbaba, me hacía sentir confuso y decidí salir de aquella estancia.- Ponte alguna camiseta de las mías y unos pantalones que encontraras en el armario, mientras yo te espero en el salón tomándome el desayuno.- No comentó nada aquello, yo ya estaba en el marco de la puerta sintiendo su mirada recorrerme por completo.
En apenas cinco minutos estábamos ambos sentados frente a frente tomando un café vespertino. No decía nada, no me dirigía por completo la palabra. El silencio se hizo incómodo y tan sólo se podía oír de fondo el sonido de nuestras mandíbulas mordisqueando el pan tostado.
- Gracias por el desayuno.- Murmuró mientras movía con pasividad la cucharilla haciendo un sonido continuo, un tintineo.
- No hay de qué.- Comenté.- Dices que me conoces, te he visto en mis pesadillas, también recuerdo un sueño bastante profundo y tu estabas allí bajo otro nombre y casi con los mismos rasgos. No entiendo bien que sucede, tampoco sé porque me ha pasado a mí, no pido que me lo expliques si es demasiado difícil, tan sólo deseo que me digas cómo has dado con mi paradero.- Dije tras tomar un sorbo del café, el sabor estaba algo amargo.
- Simplemente, tuve un sueño, te situé aquí y tan sólo tuve que seguir mi instinto. Hacía años que buscaba una señal tuya, en cualquier lugar, nunca la hallé, por ello cuando se dio vine a reencontrarme contigo. He andado durante horas bajo la lluvia, no encontraba el edificio, también he recorrido varios cientos de kilómetros y no me arrepiento. Has sido bastante generoso, me has prestado tu ayuda y me has alimentado. Parece como si ahora que estuviera vivo me ayudaras pero a la vez me rechazaras. Sé que no deseas saber nada del pasado, que quieres vivir tu vida y no recordar nada. Pero, algo esta sucediendo, algo que no sé explicar. Es una sensación extraña, como si parte de la explicación de todo el ciclo hubiera quedado confusa o a medio relatar.- Dijo mientras se fundía en mi mirada, parecía leer mi alma con un impresionante alce de vista.- Sé lo que estoy hablando, también que no me tomas por loco, pero sin lugar a dudas tienes miedo. El antiguo Mossini no lo hubiera tenido, si lo tuviera lucharía por alcanzar la luz.- Sentía como si me contemplara ante un espejo, su rostro era más aniñado, su voz más dulce, sus manos más finas junto con su figura pero en su mirada me reflejaba con una intensidad incalculable.
- Dime, sé sincero, recuerdas todo con facilidad o tan sólo fragmentos.- Aquella duda me asaltaba, parecía que hablaba con el Elías de aquel extraño lugar entre la vida y la muerte.
- Tú te acabas de despertar, yo llevo años. Creo que nunca dejé atrás mi pasado, tú sin embargo lo dejaste y acabaste en un estado, permíteme decirte, deplorable.- Murmuró mientras su vaso quedaba a un lado en la mesa, sus manos se movían por el borde como si coqueteara con el café.
- ¿Qué quieres decir con eso?- Dije a sabiendas de la respuesta.
- Nunca has deseado ser un elegido, jamás, desde tiempos antiguos cuando éramos uno solo. No es que seas el débil, no, sino que deseas olvidar todo con demasiada facilidad cuando es imposible. El pasado siempre vuelve, querido.- Repuso mientras se alzaba de la mesa.- Deseo tomar un baño, ¿me prestarías algo de ropa?- Preguntó con la mirada como evadida de esta realidad. Me cuestioné en un segundo todo lo que había dicho, quizás siempre había sido un hombre lleno de dudas y temores.
- Olvidar es una palabra que no existe, su significado no se ajusta del todo. El ser humano siempre recuerda, la historia está ahí para comunicárselo y juzgarlo, nada permanece insensible al curso del pasado, lo sé. No entiendo porque dices que siempre he deseado esa palabra, ese hecho.- Respondí mientras me alzaba de la silla, caminé hasta él y lo agarré del brazo.- Dime cuando fuimos uno, dime porqué sólo recuerdo el pasado más reciente.- Le interrogué acercando mi rostro al suyo.
- Hemos sido uno hace algunas vidas, fue nuestro primer contacto. Eras sabio y audaz, algo solitario y un poco cercano a la frialdad. Yo era joven, intrépido, aguerrido, demasiado pasional y, sobretodo, necesitaba la presencia de alguien que me transmitiera paz. Ambos teníamos unos dones infinitos, podíamos escuchar los susurros que provenían de la otra vida. Me solías decir que el mundo era en realidad soporte de otros paralelos y del mismo purgatorio.- Sonrió al decir aquellas palabras, parecía como si le acarreara viejos recuerdos.- Lejos de tu hombría y de la mía, apartados de la sociedad, ocultos, éramos amantes y nos fundíamos en uno sólo.- Sonrió mientras sus labios se acercaban peligrosamente.- Éramos hechiceros, magos, brujos. Nos condenaron a vagar separados durante años, yo morí en una celda al borde de la locura clamando tu nombre. Tú, quizás sufriste menos, al poco tiempo te apartaron la cabeza del cuerpo.- Su aliento se impregnaba en mi cara como un guante.- ¿Te ha gustado el cuento?- Murmuró antes de besarme suavemente en los labios.-Suele gustarle a los niños pequeños, por ello soy maestro de literatura.-Dijo apartándose y riéndose maléficamente. Se había burlado de mí, como si todo se tratara de un juego.-Debes encontrar la verdad, el pasado, por ti mismo.-Repuso alejándose de mí.- Ahora, me das algo para vestirme que no sea esto, unas mudas limpias, necesito ducharme.-Comentó mientras se evadía del salón.
continuará
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