Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 29 de junio de 2007

Fin del Camino

Tras aquella conversación decidimos acercarnos a la pequeña taberna del pueblo, en pleno siglo veintiuno y aún en pié como cien años atrás, allí nos esperaba comida casera y un buen vaso de vino tinto. Últimamente con el cambio climático se hacía escasear el la comida y era difícil, o casi imposible, poder consumir algo casero, y no enlatado. Disfrutamos del calor de la leña, poco convencional en los días que todo es electrónico, junto con una música ambiental bastante exclusiva aun en estos días, Mozart, puesto que los gustos musicales se desvirtuaron y terminaron por ser nulos. El sonido de viejas baladas amenizó el tiempo del café mientras fuera caían copos de nieve sin cesar. Conversábamos como si el tiempo no tuviera importancia, como si nada nos obligara a movernos o seguir con nuestras vidas. Las cosas más cotidianas y comunes, el momento más indescriptiblemente bello, son aquellos de los que disfrutamos y no recordamos capturarlos, aquel instante fue uno de ellos. Una buena comida y una buena compañía me hizo recordar tiempos pasados, heridas en la mente y alma, consecuentemente me llenó de felicidad mundana. Sus labios se posaban en la taza y su mirada en mi rostro buscando significado más allá de las palabras o movimiento del cuerpo. Un escueto coqueteo con historias fenecidas en brazos del padre tiempo nos hizo sonreír instantáneamente y entonces recordé sus teorías junto con su confesión.

-Recuerdo que más de una vez me has salvado la vida, también recuerdo tu forma de abrazarme que me conquistó, eras el maldito lucifer frente una ordenes de arcángeles que deseaban destruirte mientras seguías en pie sin miedo a nada.- Comentó con media sonrisa posando la taza sobre su platillo recogida entre sus manos.

-Yo recuerdo tu sapiencia, tu arrogancia, tu libertad y tu espíritu de seducción junto con una inocencia extraña.- Murmuré.

-También mi idiosincrasia sobre la estupidez, mi debilidad y mi estúpido sin sentido de amor.- Repuso mientras se alzaba del asiento, le seguí dejando el dinero para el pago del festín.

-No seas tan duro contigo mismo.- Expuse aferrándome a su brazo.

-No soy duro conmigo mismo, soy un ser razonable, he sido un estúpido esperándote tanto tiempo, ayudándote a tus locuras y sin embargo sólo soy como un hermano.- Dijo soltándose de mi.

-Eres mi otra mitad, sobreviviremos a esta, lucharemos por una vida plena, sigue a mi lado.- Murmuré mientras cruzábamos por la nieve derechos a nuestra guarida.

-Soy tu otra mitad y espero que esto acabe para perderme de tu mirada. La próxima vez no vendré a buscarte, me perderé.-Espetó dirigiéndose en sentido contrario al refugio, mi hogar.

-No, vuelve.-Murmuré casi sin aliento, corría detrás de su figura que se movía hábil por la nieve, hasta darle alcance.

-Déjame, olvídame. No quiero saber nada de ti, dejo el caso.- Contestó a mi mirada que se fundía en la suya acorralado entre un muro y mi cuerpo.

-Necesito de tu ayuda, de tu integridad. ¿A caso tienes miedo? ¿Tienes miedo a la verdad humana? ¿A ir más allá del bien o del mal? ¿Ir ante la falsedad de los juicios humanos e incluso del propio razonamiento humano? ¿Tienes miedo de desvelar todo? ¿Pavor a este nuevo siglo en guerra? ¿Estas acorralado o libre con tus ideas? Contéstame, hermano, necesito tu respuesta y deseo que sea firme en boga de tu sapiencia. No te ciegues, no niegues, ni te espantes. Te necesito tanto como a la realidad, necesito tu poder de convicción y tu ingenuidad ante mi mirada cargada de ira. Eres parte de este tablero, la pieza del puzzle, que más da que muestres tus cartas ante mí pues soy tu pareja en el juego… no lo abandones, pues si lo haces, me abandonas a mí y a ti mismo.- Dije mientras me aferraba a su mirada, sus ojos eran dos bolas de fuego, un lince perdido en medio de un campo desierto avistando su presa, ambos éramos linces y ambos presas.- Siento mi verborrea, mi palabrería ingrata y mis desmanes junto a los desatinos que he acumulado durante tanto tiempo. No merezco tu compaña, no merezco nada o quizás la muerte de mi mente insana. Ambos somos dos filósofos, ambos somos Sócrates y Platón afirmando que podemos conocer la verdad junto a la libertad.-Concluí arropándolo en un abrazo, el vaho de mis palabras aun se podían contemplar en el aliento convertido en humo, los copos de nieve no cesaban de caer acumulándose en el suelo y yo esperaba impaciente su respuesta.

-Yo no soy Sócrates, no soy Platón, ni Aristóteles, ni Kant y mucho menos Nieztsche. Soy un hombre común con un don que pocos desarrollamos, puedo contemplar el alma tras los muros de este territorio de vivos. La verdad y la libertad no existen, dejé de creer en ellas tras las arduas búsquedas en tu compañía. Ahora olvídame como yo olvidé mis metas y entierra en tu mente todo lo dado. Deja de ser esclavo y conviértete en señor, mata tu búsqueda como mataste a Dios, vuelve a ser un niño ante el mundo y empieza a nacer con ideas nuevas. Me odio por haberte hallado, me aborrezco por haber comunicado en sueños nuestras propias pesadillas o no haber borrado de mi mente tu espectro. Cambia tus valores, tus meritos, tus batallas y oriéntate en tu vida bohemia de hombre desaliñado en medio de una cetrería por ser feliz. Deja de castigarme.-Respondió temblando hasta caer de rodillas, nos desvanecimos ambos en medio de un mar blanco que nos cubría.

-Volvamos a mi casa, te daré una taza de té caliente, olvidemos esto y comencemos el camino. Tenemos que hallar nuestros cuerpos, el significado a todo, el enigma del que todos formamos parte.- Comenté mientras le hice alzarse junto a mí y caminar unos metros hasta la puerta de mi edificio.

Lo senté en el sofá y le llevé una manta mientras el agua se calentaba en el microondas. Su rostro era cadavérico y cansado, apático en un mundo oscuro y lleno de temores que destrozaban sus esperanzas. No me dio tiempo a dirigirle una palabra cuando el agua ya estaba lista, introduje la bolsa de té y le entregué la taza que aguantó con ambas manos.

-En la época medieval, el siglo más oscuro para todas las ciencias y estudios, Dios garantizaba la verdad, ahora no hay nadie que garantice poder sobrevivir. Has contemplado u oído los telediarios, los periódicos, el cambio climático se está acelerando y pronto no tendremos tiempo no para sollozar por una catástrofe cuando tendremos otra sobre nosotros. Muchos teólogos lo están comparando con las plagas de Egipto mandadas por Dios sobre Moisés. La fe en la iglesia, en los adornos y figurillas, se esta extendiendo, en vez de marchitarse. Me duele el alma, la conciencia y me he quedado sin esperanza alguna en el ser humano, y yo soy uno de ellos.- Repuso y tras esto tomó un sorbo del mejunje.

-Recuerdo esa época, como recuerdo que creían en dragones o unicornios. El ser humano evoluciona mata sus fábulas y leyendas, sus deidades terminan pasando al cajón del recuerdo y se arrodillan ante uno nuevo.- Respondí y él tan sólo tomaba otro trago de aquella taza.-Es un ciclo continuo de ingenuidad y necedad, pocos son los que se quitan la venda y concluyen firmemente que es falso todo aquello en lo que creen.- Mascullé reposando mi espalda en el asiento.

-Lo sé, así son felices, son más libres que los sabios a la hora de soñar.- Respondió dejando caer su cabeza sobre mi hombro, creo que así sintió la paz tras sorber el último trago amargo de aquel té.

-Descansemos, a la noche volveremos a la investigación, si es preciso mañana.- Comenté mientras contemplaba el fondo de la habitación, todo a media luz y con el espejismo de la nieve tras los cristales de la ventana.

Nos recogimos en aquella cómoda y revuelta habitación, su figura esquelética se marcaba en las costillas, sus cabellos sueltos recorrían sus hombros y su mirada perdida descentraba a la mía. Era un pequeño niño perdido en el cuerpo de un adulto. Se desnudó ante mis ojos como si no importara, en su cuerpo destacaban algunas cicatrices cercanas a sus hombros y en un lado del pecho, eran como magulladuras de otras épocas muy distintas a las de los brazos o muñecas. No me atreví a preguntar la razón o motivo de esas huellas, no era de mi incumbencia, mas profundizó en mis ojos y quedó callado. El silencio se hizo incómodo, tan sólo se podía sentir el leve murmullo de las ropas cayendo al suelo o cubriendo nuestra piel. Nos recostamos bajo la oscuridad, las sábanas estaban frías al igual que nuestra relación. La amistad de otras épocas se había convertido en una relación tirante que nos alejaba y ataba a la vez.

-Has visto las marcas.- Murmuró.

-Sí, lo siento.- Comenté mientras me recostaba hacia su lado en la cama.

-No es nada, simplemente no me gusta que me contemplen como un animal de feria.- Repuso dándome la espalda.

-No eres un animal, solamente que no las observé ayer.-Respondí mientras quedaba recostado sobre la almohada.

-No las verías por el nerviosismo de la situación, aunque aún no sé bien lo que pasó, y es cierto no soy un animal sino un monstruo.- Dijo alzándose de entre las ropas de la cama.
-Llegaste empapado, congelado, mascullando cosas que creo que ni tú mismo entiendes, caíste en un estado bastante deplorable y te di calor para que no murieras de congelación. Los hospitales últimamente están plagados de enfermos por culpa de este cambio climático, todos caen en gripes incurables por culpa de décadas usando mal los antibióticos, ya no curan.- Comenté asechando su rostro en plena oscuridad.

-Fue un privilegio que no volveré a tener.- Repuso y se recostó de nuevo contemplándome e incitándome a tenerlo entre mis manos.

-Es, y fue, algo instintivo, siempre he necesitado protegerte. Recuerda que eres como un hermano para mí, no hay más allá a lo lejos que me motive otras razones.- Dije apoyando definitivamente mi cabeza sobre la almohada.

-Siento ser tan persistente.- Comentó quedando en silencio contemplándome de lado para alzarse más tarde y despojarse de la camiseta.

-No deberías desnudarte tanto.- Murmuré mientras me arropaba.

-Estoy bien, soy mayorcito.-Me recriminó mientras volvía a tumbarse y arroparse en la cama.

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Lestat de Lioncourt