Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 29 de julio de 2007

Anotaciones Existenciales.


Syuko Nishimura (el titulo así traducido es yo te protegeré o protegeré)


Capítulo tercero: Bastardo




























Solo tengo que decir: Maldito idiota.

No sé que se habrá creído ese insolente. Intento ser amable y ocultar mis sentimientos, aunque sin dejar a un lado mi mano para ayudarle, pero hoy ha colmado mi paciencia cuando le he escuchado mofarse de mí. Todo había transcurrido bien, habíamos entrado en clase y tomado cada cual su lugar correspondiente. Sonreí levemente al poder tenerle a mi lado aunque siguiera la misma distancia entre ambos, le entregué el documento y esperé un gracias que no llegó. Comenzamos a tomar apuntes, él no hacía nada y tan sólo se dedicaba a mirar el reloj. Cuando llegó la hora del almuerzo de media mañana me sentí halagado por su insistencia en comer juntos, jamás había comido con alguien que no fuera Héctor. Tengo que reconocer que lo dejé de lado, pero le expliqué era por unas dudas que le habían surgido a Iván y que ya sabía cual era nuestra misión. Él tenía que ayudar a una chica llamada Sandra, una niña de papá insoportable de ropita pastel y sonrisa de anuncio de pasta dentrífica. Mientras nos comíamos nuestros bocadillos me sentía en una nube, sonreía y yo le devolvía la sonrisa hasta que comprendí lo que deseaba.

-Oye empollón.-Masculló tragando un trozo de pan.

-Me llamo Alexis.-Susurré abriendo mi zumo.

-De acuerdo, Alexis. ¿Serías tan amable de pasarme como hoy los apuntes?-Dijo riendo agarrándome del cuello.

-Deberías haberlos cogido tú, hoy te hice un favor pero esto no va a ser así siempre. Cada cual tiene que ganarse sus aprobados, sus notas y sobretodo el trabajo siempre te recompensa.-Respondí llevándome el jugo a los labios.

-No lo has entiendo, ¿cierto?-Comentó divertido.

-No.-Dije ampliando mi sonrisa. Quería hacerme el despistado, tal vez porque no quería creer que ya me iba a hacer chantaje.

-Si tú no me ayudas a mí, yo y mis amigos te destrozamos a golpes como hacíamos en el pasado.-Susurró dejándome helada la sangre.

-Me da igual cuanto me peguéis, prefiero eso a que no sepas trabajar por tu cuenta.-Respondí sereno, intentaba que aquello no me afectara.

-¿Quieres que hagamos daño a tu amiguito Héctor?-Interrogó sonriente como un gato con su presa entre los dientes.

-Jamás quisiera verle mal.-Comenté dejando a un lado el embase de zumo y mi bocadillo.

-Pues le va a doler la paliza que le vamos a dar si no colaboras.-Respondió.

-Lo haré, te pasaré los apuntes de hoy.-Agaché la cabeza y acepté.

-Buen niño.-Dijo tomándome de la barbilla para clavar su mirada en la mía.

-Supongo que no querrás venir a estudiar y mucho menos que te explique los ejercicios.-Balbuceé rompiendo todas mis ilusiones.

-No, tan sólo los quiero resueltos.- Se dibujó una mueca en sus labios apartando sus dedos de mi rostro.

-Pensé que podríamos llevarnos bien.-Musité encogiéndome de hombros y dejando que mis ojos se perdieran en el fondo del pasillo. Estábamos sentados en las escaleras traseras, quedarse allí estaba prohibido pero sin duda era un buen lugar para un almuerzo tranquilo.

-Mira que eres raro te he curtido el cuerpo a hostias y aún sigues con esa melodramática historia de ser amigos.-Comentó alzándose del escalón para bajar hasta el siguiente.

-Estoy intentando ser razonable, no quiero que me provoques.-Dije recordando los malos tiempos, esos donde yo era un enclenque púgil en sus manos.

-¿Qué me vas a hacer?-Preguntó con una sonrisa socarrona de oreja a oreja.

-Soy cinturón marrón de kárate, me queda poco para conseguir el negro y sé kendo además de boxeo. He estado más de un año en un gimnasio y llevo varios aprendiendo a defenderme.-Tras esto clavé mis dientes en aquel pan bimbo con queso, mientras masticaba noté que su expresión cambió por completo y eso me divirtió.

-Te estas pegando un farol.-Dijo dándome la vuelta.

-No.-Negué porque era cierto, no era ningún farol y estaba dispuesto a usarlo.

-¿Entonces porque te arrastras como un gusano?-Interrogó tragando saliva.

-Porque quiero que vuestros lindos rostros no sufran daño alguno, tocad a Héctor y os destrozo.-Dije encantado sonriéndole burlonamente como él había hecho antes.-Te espero a las siete en mi casa, tenemos que hacer los ejercicios después que venga del gimnasio.-Comenté.-Así que ve repasando las primeras cinco páginas del libro de historia, dos de matemáticas y el relato que hoy hemos leído escuetamente en lengua. Nos esperan muchos ejercicios y demasiado por explicar.-Estaba feliz, por primera vez no había dejado que me pisoteara, además lo tendría en casa a mi lado. Me levanté poniéndome a su altura, me di cuenta de que le sobrepasaba unos centímetros; entonces mi cascabel sonó como si fuera yo el gato y él el tímido ratón.-Ahora mando yo.-Dije bajando la cremallera de mi sudadera y subiendo mi camiseta, mi abdomen estaba demasiado bien formado para ser una estratagema.-Hay que ver lo bueno que son los gimnasios ¿no es cierto Iván?-Comenté mientras subía las escaleras mientras sonaba la campana.

No puedo describir las sensaciones que me albergaron, normalmente no soy tan directo y mucho menos tan cínico pero su expresión valió la pena. Me senté en mi asiento y le esperé victorioso. Pasó por mi lado como una ráfaga para luego quedar en silencio. Que dulce fue ese instante, parecía avergonzado y lleno de temor. Le deseo, sin embargo es un inútil. Sus notas del año pasado eran basura, su actitud es patética y se cree el rey del mundo, sin embargo mataría porque me dejara besarle agarrándole de sus nalgas.

En el pasado yo era un chico enclenque, solo sabía llorar y mi estatura era bastante inferior a los chicos de mi edad. Ahora era un chico esbelto, con buena musculatura y que era difícil hacer que vertiera solo una lágrima. Durante más de diez años he aguantado las burlas, malas miradas y golpes del resto. Iván tan sólo me ha pegado en unas cuantas ocasiones, no me ha hecho tanto daño como otros, pero sus palabras son como dagas cuando así lo desea.

El resto del día no dijo nada, tomó apuntes y me miraba cuando creía que estaba distraído. Llegó la hora de ir a casa así que recogí mis cosas, solía salir el último y sentarme a pensar unos segundos. Iván no se iba, estaba ahí parado en el asiento con todo regado en su mesa.

-Oye, el instituto cierra no sé si lo sabes.-Dije irónicamente dejando caer la bandolera en mi hombro izquierdo.

-Sí.-Respondió.

-¿Qué te pasa?-Interrogué. Aunque era un estúpido, aunque deseaba destrozarle y me daba asco como era, pero su rostro me enloquecía. Creo que soy un poco vacío en ese sentido, me gustaba su envoltorio y no su interior.

-Has cambiado mucho en todo este tiempo.-Comentó cabizbajo guardando los folios en su carpeta.

-¿Y?-Dije soltando mis cabellos para hacer un nuevo recogido.

-¿Por qué sigues entre los marginados? Quiero decir, por qué no te haces con el control de todos nosotros. Mírate tienes un cuerpo espectacular, eres inteligente y conoces el honor además del autocontrol. No entiendo porqué no tienes novia, no sales de este círculo vicioso de ser el raro de por vida y te aplicas la máxima de soy un Dios y vosotros gusanos. Yo lo haría, créeme.-Sus palabras parecían no tener sentido, al menos para mí, supongo que para él sí.

-El problema es que yo no soy tú.-Mascullé.

-Entiendo.-Dijo levantándose del asiento.

-Mira puedo ir al gimnasio otro día, ¿te vienes a comer y hacemos los ejercicios?-Comenté siendo amable.

-¿No le importará a tu madre?-Interrogó.

-No está hoy, mi hermana tampoco.-Respondí.

-Vaya, entonces ¿quién hace de comer?-Comentó.

-Yo.-Dije sonriendo.

Tras esto nos fuimos a mi casa, hice de comer algunos filetes y patatas. Parecía distraído y confuso. Yo creía estar en un sueño, me intenté controlar y aparentar normalidad. Hicimos los ejercicios y le dejé copiar mis apuntes en su cuaderno. Entonces comenzamos a charlar sobre el pasado, lo mucho que había cambiado y que ahora era su igual. Me hizo gracia que me tratara como un amigo cuando horas atrás había sido un saco de boxeo. Me ausenté un segundo, fui al baño, al regresar estaba leyendo el libro, este libro, que me habías mandado para desahogarme.

-¿Eres gay? ¿Vas a un loquero?-Interrogó con cara de asombro.

-No se lo digas a nadie.-Dije nervioso intentando quitarle el libro de sus manos.

-¿Por eso eras tan amable conmigo?-Comentó.

-Se puede decir que sí.-Respondí forcejeando sobre él.

-Joder que patético. ¡Seguro que te pajeas pensando en mí!-Me hirieron esas palabras, jamás pensé que lloraría por algo así.

-¡No!-De mis ojos brotaron lágrimas, las más amargas de mi vida.

-Estoy deseando que todos sepan lo que eres.-Comentó empujándome a un lado de la habitación.

-No se lo digas a nadie.-Susurré lamentando haber tenido tanta confianza innecesaria.

-¿Qué me darás a cambio?-Interrogó.

-Te haré todos los ejercicios, haré lo que quieras.-Musité balbuceando.

-Me enseñaras a dar leches de esas japonesas.-Dijo levantándose tomando sus cosas.

-Es kárate.-Le reproché.

-Lo que sea.-Respondió.-Hasta mañana pringao.-Sonaron sus pasos hasta la puerta, el portazo fue tremendo y yo caí en un oscuro vacío.

Me he duchado intentando calmarme pero aún sigo lloriqueando como una nenaza. Debí de haberlo aplastado, darle una buena zurra y dejar que se fuera escaldado, sin embargo le dejé marcharse y encima acepté un trato sucio. No quería enseñarle a ese bastardo técnicas nuevas para fastidiar al resto. Estoy confuso y llego tarde a la cita, estas anotaciones las esto haciendo empapado y lleno de temores. Espero que puedas ayudarme Paula, espero.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt