Ayame es una de las mejores dibujantes que hay en este momento... espero que les guste la imagen.
El dolor corrompe el alma, olvidar te destroza
Tras la publicación de mi libro y el consiguiente éxito decidí largarme de aquel pozo sin fondo, nada me retenía. Me fui a la capital del País, ya había terminado mis estudios y no tenía amigos. Alquilé un piso en la periferia, era de nueva construcción y bastante amplio. Durante meses no salí de mi hogar, una gruta escavada en medio de la terrible sinrazón. La compra cotidiana la hacía por Internet, al igual que la ropa o cualquier otro capricho. Hice una novela en la que todos mis personajes eran desgraciados, ninguno conseguía sus sueños y todos quedaban expuestos como monstruos de feria. Leí varias novelas de vampiros, pero no me atrajo la idea de comenzar una. Cuando decidí emerger habían trascurrido cuatro meses, mi libro era número uno en ventas y todos se preguntaban por el joven que lo había creado. Mi piel era del color de la nieve, más pálida que nunca, y mis ojos con cualquier rayo de luz se sentía incómodos, tuve que pasear con unas gafas de sol en pleno día nublado. Pensé que debía comunicarme con mi madre, volver a verla y explicarle porque mi comportamiento tan extraño.
En mi regreso encontré a mi abuela con buenos ánimos, orgullosa de su nieto, y a mi madre destrozada por la preocupación. Volví a caminar por las calles céntricas, el rumor de las fuentes o el aroma a pueblo grande, me traían recuerdos. Me armé de valor para enfrentarme a Dominick, tenía que dejarle las cosas claras respecto a todo y sentir que mi humillación quedaba saldada. Llamé a la puerta y apareció una mujer de unos treinta años, me miró largamente hasta lograr salir del shock.
-¿Quien eres? ¿Qué deseas?-Interrogó tras la verja.
-Me llamo Alan, vengo a hablar con un viejo amigo llamado Dominick.-Respondí acariciando la cruz de la vida que colgaba de mi cuello.
-¿Mi futuro esposo? ¿Eres un tanto joven para ser su amigo? ¿Eres el escritor?-Preguntó.
-Sí, Dominick, y sí, soy el escritor.-Afirmé con media sonrisa.
-Me encantan tus relatos, Dominick no suele hablar mucho de ti y tan sólo se queda pensativo jugueteando con la sopa.-Comentó caminando hacia mí.
-Necesito hablar a solas con él de un asunto importante.-Le comuniqué.
-¿De la editorial?-Interrogó.
-No, sobre una noticia que nos repercute tanto a él como a mí.-Dije pensando en aquel día.
-Vaya, esta en su agencia publicitaria. Ahora es su propio jefe, no tiene que mirar a que hora viene y se siente libre.- Sonrió encantada, a mi me importaba lo más mínimo aquello.
-Me alegro por él, ¿dónde queda?-Mascullé.
-Tira calle abajo, pasa las antiguas bodegas, cruza la plaza de la iglesia y al fondo verás un edificio remodelado con vidrieras deslumbrantes; allí lo encontraras sumergido en su portátil.-Parecía entusiasmada con mi presencia.
-Gracias, es muy amable.-Respondí.
-De nada, pero antes firma mi libro.-Dijo sonriendo.-Espera un segundo, voy a por él.-Comentó y tras un par de minutos regresó, tenía mi novela y parecía haber sido releída muchas veces.
-Vaya, mi primer autógrafo.-Sonreí y tomé el bolígrafo que me prestaba para tal evento.
-¿Bromeas?-Parecía incrédula.
-No.-Respondí.
-Yo solo lo he leído dos veces, Dominick más de seis y siempre se queda como en letargo durante un par de horas.- Susurró.
-Aquí tienes, me marcho y gracias.-
-Gracias a ti.- Comentó mientras me alejaba.
Caminé unos cinco minutos, la música a todo volumen y mi alma arrastrándose como un gusano. Tenía miedo, lo reconozco, pero a la vez necesitaba hacerlo. Entré en las oficinas, pregunté por Dominick y conseguí que me atendiera. Al entrar en el despacho me sentí minúsculo, estaba sentado tras una imponente mesa de roble tecleando dios sabe qué en su ordenador.
-Vaya, la oveja vuelve al redil.-Masculló alzándose de su posición.
-Vengo a decirte todo lo que más de una vez me callé.-Susurré nervioso.
-¿Qué cuento me vas a contar? El del niño que nunca fue amado o el de soy un completo idiota.-Se aproximó a mí, tomó con sus manos las mías, posó sus labios en mi cuello y me besó con impaciencia.
-Apártate por tu voluntad o no respondo de mis actos.-Mascullé sintiendo como me tomaba por la cintura.
-Me deseas como antes, lo puedo notar.-Comentó empujándome hasta la pared.
-No, no me gustan los cerdos.-Dije apartando mi vista de él.
-Claro que no, yo soy un dios.-Me tomó del rostro y me obligó a mirarle a los ojos.
-Vine a decirte que eres un tirano, un estúpido, que ojala te pudras y te quedes solo.-Musité furioso.
-Te mientes a ti mismo, me sigues amando.-Llevó una de sus garras a mis nalgas y levantó una de mis piernas para enroscarla a su cintura.
-No sé como pude amarte.-Estaba coaccionado por el miedo y por un sentimiento que empezó a florecer de nuevo. No entendía como me podía dar igual en mis sentimientos, quería vengarme y a la vez ser su pareja de forma perpetua.
-Perdóname, te necesito y quiero tenerte en mi cama.-Susurró y luego lamió mis labios.
-Tienes una novia que te quiere.-Respondí.
-Yo no a ella, me gusta más tu sexo.-Noté que su entrepierna se abultaba.
-Me lastimaste, te burlaste y me trataste como escoria.-Repliqué mientras sentía sus besos en mi rostro.
-Deja a un lado el pasado, hagamos cosas más interesantes que hablar.-Introdujo con virulencia su lengua en mi boca, me aferré a su cuello y dejé que el dolor se borrara por unos instantes.
Terminé de rodillas ante él aferrándome a su miembro, sus dedos acariciaban mis cabellos y sus caderas marcaban el ritmo. No lograba entender porque me humillaba tanto, la razón por la cual le amaba aunque me destrozara. Me levantó del suelo y me guió hasta su sillón, allí me hizo sentarme y bajar mis pantalones. Noté mi elevada excitación, mi cuerpo temblaba y él se apartó para echar la llave. Cuando regresó me penetró y calló mis gemidos con su boca. Todo acabó en unos diez minutos.
-¿Volvemos a lo de antes?-Dijo mientras se vertía dentro de mí.
-No quiero volver.-Susurré retomando el aliento.
-No voy a hacerte daño.-Comentó.
-Dudo que no lo hagas, tienes pareja y yo quedaría en un segundo o tercer puesto.-Dije subiéndome los pantalones.
-Esta vez serás mi pareja.-Susurró besando mi mejilla izquierda.
-Me has dañado demasiado.-Comenté comenzando a sollozar.
-Te amo, lo supe cuando te perdí.-Masculló.
Tras la publicación de mi libro y el consiguiente éxito decidí largarme de aquel pozo sin fondo, nada me retenía. Me fui a la capital del País, ya había terminado mis estudios y no tenía amigos. Alquilé un piso en la periferia, era de nueva construcción y bastante amplio. Durante meses no salí de mi hogar, una gruta escavada en medio de la terrible sinrazón. La compra cotidiana la hacía por Internet, al igual que la ropa o cualquier otro capricho. Hice una novela en la que todos mis personajes eran desgraciados, ninguno conseguía sus sueños y todos quedaban expuestos como monstruos de feria. Leí varias novelas de vampiros, pero no me atrajo la idea de comenzar una. Cuando decidí emerger habían trascurrido cuatro meses, mi libro era número uno en ventas y todos se preguntaban por el joven que lo había creado. Mi piel era del color de la nieve, más pálida que nunca, y mis ojos con cualquier rayo de luz se sentía incómodos, tuve que pasear con unas gafas de sol en pleno día nublado. Pensé que debía comunicarme con mi madre, volver a verla y explicarle porque mi comportamiento tan extraño.
En mi regreso encontré a mi abuela con buenos ánimos, orgullosa de su nieto, y a mi madre destrozada por la preocupación. Volví a caminar por las calles céntricas, el rumor de las fuentes o el aroma a pueblo grande, me traían recuerdos. Me armé de valor para enfrentarme a Dominick, tenía que dejarle las cosas claras respecto a todo y sentir que mi humillación quedaba saldada. Llamé a la puerta y apareció una mujer de unos treinta años, me miró largamente hasta lograr salir del shock.
-¿Quien eres? ¿Qué deseas?-Interrogó tras la verja.
-Me llamo Alan, vengo a hablar con un viejo amigo llamado Dominick.-Respondí acariciando la cruz de la vida que colgaba de mi cuello.
-¿Mi futuro esposo? ¿Eres un tanto joven para ser su amigo? ¿Eres el escritor?-Preguntó.
-Sí, Dominick, y sí, soy el escritor.-Afirmé con media sonrisa.
-Me encantan tus relatos, Dominick no suele hablar mucho de ti y tan sólo se queda pensativo jugueteando con la sopa.-Comentó caminando hacia mí.
-Necesito hablar a solas con él de un asunto importante.-Le comuniqué.
-¿De la editorial?-Interrogó.
-No, sobre una noticia que nos repercute tanto a él como a mí.-Dije pensando en aquel día.
-Vaya, esta en su agencia publicitaria. Ahora es su propio jefe, no tiene que mirar a que hora viene y se siente libre.- Sonrió encantada, a mi me importaba lo más mínimo aquello.
-Me alegro por él, ¿dónde queda?-Mascullé.
-Tira calle abajo, pasa las antiguas bodegas, cruza la plaza de la iglesia y al fondo verás un edificio remodelado con vidrieras deslumbrantes; allí lo encontraras sumergido en su portátil.-Parecía entusiasmada con mi presencia.
-Gracias, es muy amable.-Respondí.
-De nada, pero antes firma mi libro.-Dijo sonriendo.-Espera un segundo, voy a por él.-Comentó y tras un par de minutos regresó, tenía mi novela y parecía haber sido releída muchas veces.
-Vaya, mi primer autógrafo.-Sonreí y tomé el bolígrafo que me prestaba para tal evento.
-¿Bromeas?-Parecía incrédula.
-No.-Respondí.
-Yo solo lo he leído dos veces, Dominick más de seis y siempre se queda como en letargo durante un par de horas.- Susurró.
-Aquí tienes, me marcho y gracias.-
-Gracias a ti.- Comentó mientras me alejaba.
Caminé unos cinco minutos, la música a todo volumen y mi alma arrastrándose como un gusano. Tenía miedo, lo reconozco, pero a la vez necesitaba hacerlo. Entré en las oficinas, pregunté por Dominick y conseguí que me atendiera. Al entrar en el despacho me sentí minúsculo, estaba sentado tras una imponente mesa de roble tecleando dios sabe qué en su ordenador.
-Vaya, la oveja vuelve al redil.-Masculló alzándose de su posición.
-Vengo a decirte todo lo que más de una vez me callé.-Susurré nervioso.
-¿Qué cuento me vas a contar? El del niño que nunca fue amado o el de soy un completo idiota.-Se aproximó a mí, tomó con sus manos las mías, posó sus labios en mi cuello y me besó con impaciencia.
-Apártate por tu voluntad o no respondo de mis actos.-Mascullé sintiendo como me tomaba por la cintura.
-Me deseas como antes, lo puedo notar.-Comentó empujándome hasta la pared.
-No, no me gustan los cerdos.-Dije apartando mi vista de él.
-Claro que no, yo soy un dios.-Me tomó del rostro y me obligó a mirarle a los ojos.
-Vine a decirte que eres un tirano, un estúpido, que ojala te pudras y te quedes solo.-Musité furioso.
-Te mientes a ti mismo, me sigues amando.-Llevó una de sus garras a mis nalgas y levantó una de mis piernas para enroscarla a su cintura.
-No sé como pude amarte.-Estaba coaccionado por el miedo y por un sentimiento que empezó a florecer de nuevo. No entendía como me podía dar igual en mis sentimientos, quería vengarme y a la vez ser su pareja de forma perpetua.
-Perdóname, te necesito y quiero tenerte en mi cama.-Susurró y luego lamió mis labios.
-Tienes una novia que te quiere.-Respondí.
-Yo no a ella, me gusta más tu sexo.-Noté que su entrepierna se abultaba.
-Me lastimaste, te burlaste y me trataste como escoria.-Repliqué mientras sentía sus besos en mi rostro.
-Deja a un lado el pasado, hagamos cosas más interesantes que hablar.-Introdujo con virulencia su lengua en mi boca, me aferré a su cuello y dejé que el dolor se borrara por unos instantes.
Terminé de rodillas ante él aferrándome a su miembro, sus dedos acariciaban mis cabellos y sus caderas marcaban el ritmo. No lograba entender porque me humillaba tanto, la razón por la cual le amaba aunque me destrozara. Me levantó del suelo y me guió hasta su sillón, allí me hizo sentarme y bajar mis pantalones. Noté mi elevada excitación, mi cuerpo temblaba y él se apartó para echar la llave. Cuando regresó me penetró y calló mis gemidos con su boca. Todo acabó en unos diez minutos.
-¿Volvemos a lo de antes?-Dijo mientras se vertía dentro de mí.
-No quiero volver.-Susurré retomando el aliento.
-No voy a hacerte daño.-Comentó.
-Dudo que no lo hagas, tienes pareja y yo quedaría en un segundo o tercer puesto.-Dije subiéndome los pantalones.
-Esta vez serás mi pareja.-Susurró besando mi mejilla izquierda.
-Me has dañado demasiado.-Comenté comenzando a sollozar.
-Te amo, lo supe cuando te perdí.-Masculló.
2 comentarios:
JAAAAAAA! Ara viene con tonterías.. el que hace mal una vez lo hará siempre.. dificilmente puede cambiar una persona como dominick.. tan tirano tan frío y tan hijo de puta asi de claro -.- Si fijo que lo deja tirado una vez mas..
Bueno a ver que pasa.. me da que caerá en la trampa Alan..
Saludos Lest ^^
>_< mi hijo me ha ganado en comentar.
Lo he leído todo y sí me gusta (xD para que no me lo preguntes)Es increíble como uno llega a querer a tus personajes y a sufrir cuando ellos lo hacen.
Si hoy vas a publicar, espero ansiosa.
Saludos
Publicar un comentario