Durante horas busqué en la red las últimas noticias relacionadas con la zona, aparte necesitaba el contacto con el papel del periódico y decidí pedir más tarde los atrasados al conserje. Mis apuntes y sus anotaciones junto a las mías, las palabras y oraciones que se comprimían en párrafos interminables, me eran de gran ayuda. Mientras hacía mi trabajo sobrevolaba por mi mente el recuerdo de sus ojos bañados en lágrimas. Me levanté del mugriento sofá y volví a la habitación. Allí estaba arropado con pocas mantas y con la mirada bañada en melancolía.
-Quieres que te odie, que me aleje de ti. No soy estúpido.-Dijo con su voz firme e inquietante.
-No sabes ni como soy.-Respondí apoyándome en el quicio de la pared.
-Sé lo que piensas mejor que tú. Di que no me quieres a tu lado pero no me trates como escoria. Te amo y creo que me deberías respetar tan sólo por sentir algo por ti. Amarte más ya no se puede y te prometo que si me lo pides, si realmente crees que soy indispensable, me iré y jamás volverás a verme.- No me miraba, tan sólo contemplaba la nada.
-Lo siento.-Me aproximé a la cama y me senté junto a él. Acaricié su rostro y él hizo un gesto apático.
-Si de verdad me amaras o sintieras minimamente lo que yo no tendrías que decir lo siento.-
-Me preocupa que no seas capaz de dividir sentimientos, de entenderlos y procesarlos. Yo tan sólo necesito satisfacerme, no soy una persona hecha para amar pues no sé dar nada. Además no soy si quiera bisexual, no puedo tener como pareja a un hombre.- Apartó mi mano de sus cabellos y su mirada era un volcán de odio.
-Claro, eres demasiado hombre para ser pareja de otro. Tienes una lógica aplastante, ¿lo sabías? Haces que me vuelva loco en la cama, que sienta mi piel erizándose bajo las yemas de tus dedos e incluso tus dientes mordisquean mis labios. Soy un hombre si no te has dado cuenta, en la cama también lo soy aunque apagues la luz y apartes la mirada. Te guste o no has mantenido relaciones sexuales con un igual, pero tienes la desfachatez de decirme que eres “heterosexual”. Entonces todo esto me convierte a mí en una loca. Me gusta tu aplastante filosofía.- Su enfado le hacía una arruga en la frente, una mirada sofocante y una firmeza que para nada me extrañaba.
-Son instintos primarios, deseos de satisfacción lo que me impulsa a introducirme en ti.- Dije.
-Es deseo eso de lo que hablas, un hombre como tú dices ser no los tendría por una loca.- Su tono subía levemente.
-No sé amar.-Respondí.
-Tienes miedo de amar, es muy distinto a no saber.-Aquello tenía sentido, aunque no sabía si era así realmente.
-No eres una loca.-
-Sé que no lo soy, ahora márchate con tus folios que son más importante que un ser humano.- Se giró en la cama y pude notar que lo hacía para seguir llorando. Me recosté a su lado y acaricié sus cabellos, me gustaba el tacto de estos entre mis dedos.-Te he dicho que te vayas con tus anotaciones, esas cosas tan importantes de hombre serio aunque seas un bala perdida.-Dijo si ni siquiera mirarme.
-Deseo quedarme a tu lado.-Musité acomodándome con la almohada.
-Creí que lo que buscabas era otra cosa distinta.- La ironía no desaparecía y los aranceles culminaban un muro invisible, que yo mismo había construido.
-Quiero intentarlo, aunque hierre y me mienta a mi mismo.- No podía creerlo, no me entendía a mi mismo pero no deseaba alejarme. Había visto que era importante para mi tenerlo a mis pies, hacer que me sintiera alguien y no un mero escritor de novela barata.
-No soy un experimento y menos un juguete.-Dijo volteándose y haciendo que su mirada encontrara la mía.
-Lo sé.-Susurré para luego sentir el sello de sus labios en un leve beso.
-No me hagas más lo de hoy. Me sentí inferior a todo, incluso inferior a una cucaracha.- Murmuró para recostarse en la cama, arropé su cuerpo y me quedé tumbado a su lado, sin decir nada más. Sentí mis miembros pesados, los ojos me quemaban y el sueño parecía fundirse con un sopor incomprensible.
Me desperté en un jardín en plena noche, el sabor del aire y el calor me hicieron pensar en aquellos veranos que ya no se dan. Vinieron a mis vagos recuerdos de mi niñez que parecían galopar sobre mi mente. Las cometas sobrevolaban el cielo azul, los niños aún disfrutaban de una infancia mínima aunque fuera lejos de la tecnología y las risas tumbado bajo un gran sauce. Una fuente de aguas vivas salpicaba a los transeúntes que caminaran cerca de su borde. Las hojas del árbol acariciaban mi rostro. Se respiraba una paz que jamás había experimentado. Hacía una temperatura tibia, ni frío ni calor, era agradable y en el aire habitaba una fragancia como de albaricoques. Parecía la noche de San Juan, la noche de las brujas y duendes. Las luces de las farolas no afectaban a ver las estrellas y todo parecía colocado como en un cuento de fantasía. Me alcé del suelo y empecé a caminar sin rumbo fijo, entonces lo vi sentado en un banco del parque memorizando quizás las estrellas. Me dirigí hacia donde se hallaba pensativo y expectante.
-Sabía que podrías estar aquí.- Murmuré mientras me sentaba a su lado.
-He visto cosas.- Respondió.
-¿Qué has visto?- Cuestioné intrigado.
-El fin del mundo, el fin de nuestro mundo, el fin de todo en un caos tremendo que jamás sabremos resolver la verdad. Los espectros están revueltos, piden auxilio y mi alma quedará petrificada ante tales alaridos de sofoco. Ha sido una visión momentánea tan real que me han temblado las piernas. Se produjeron esas imágenes mientras danzábamos en la cama y la música eran nuestros latidos, el sexo me hizo entrar en trance por unos segundos.- Un escalofrío parecía haber recorrido su columna vertebral por un instante.
-Yo no las tuve, tan sólo sentía una fogosidad que hacía años que no tenía.- Acaricié sus cabellos apartando unas hebras de su rostro.
-Estabas concentrado en el acto, yo estaba concentrado en tu mirada donde yace tu alma.- Se dejó apoyar sobre mi pecho, en esos momentos me pregunté donde demonios estábamos.
-Yo sentía que todo el cuerpo me quemaba y a la vez sentía escalofríos, el sudor me refrescaba y tus labios me fundían en las llamas junto con el movimiento de sus caderas. Más bien estaba lejos de todo lo que me rodeaba.-Comenté, su mirada estaba atenta a mi boca.
-No tienes porque decir lo que yo deseo oír, no tienes obligación para ello. Tan sólo sé que el fin esta cerca. Las próximas horas tenemos que adquirir conocimiento, investigar el campo en el que nos movemos por si hay arenas movedizas y luego emprender el último trayecto. Sé que quizás no saldremos bien parados, pero quiero acabar todo esto lo antes posible.- Se alzó de su posición y caminó hacia la fuente. Le seguí los pasos y quedé junto a él, sentados al borde de aquel manantial.
-Debemos estar entonces alerta.- Repuse. Cerré los ojos un segundo para sentir el aire fresco, al abrirlos me encontré en una iglesia apuntalada y con andamios.
-San Miguel.- Murmuró.
-Esta llena de andamios, de mezcla, de obras y deslucida por completo aunque aún tiene su aroma a incienso y aquel retablo cubierto con una sabana.-Dije girando contemplando la bóveda.
-Hace unos años tuvo que apuntalarse la mitad de la iglesia por culpa de unas grietas bastante serias. Estuvo a punto de caerse la mitad de este monumento cristiano. Fue un milagro que no cayera, que todo lo que ves la sujetara. Ha estado durante casi veinte años cerrada mientras se habilitaba. Ahora aún tiene sus apuntalamientos, sigue estando tambaleante pero al menos se puede decir misa una vez a la semana. No es peligroso para el oficio, aunque esta totalmente desmontada y aniquilada para ello. En unos años se volverá a abrir sin problemas. Eran causados por los cimientos, demasiadas obras cercanas, subterráneos moviendo el interior de la tierra, canalizaciones de gas y el factor ambiente hicieron que temieran por esta belleza. Creo que recuerdas aún aquella noche.- Su voz hacía eco entre los muros de aquel templo profanado por las innumerables obras.
-La recuerdo, lo dejé por constancia en aquella obra. Creí que todo era un sueño, un terrible sueño que me provocaba dolor de cabeza. Me alcé de la cama tambaleándome y en mi se apoderó una sensación de deseo, de comunicar todo lo que había palpado en el eco de aquellos pasajes.- De repente enmudecí al ver aquellos cirios temblando ante la imagen de una de las figurillas.
-Dice que todo fin vuelve al principio.- Murmuró parando su marcha hasta el altar, quedó en una de las filas de bancos más cercana.
-¿Quién dice que el principio no es un fin?- Dije quedándome de pie junto a él. Parecía absorto en la luz que se dejaba introducir por ende las vidrieras.
-Lo es, cada vida que se apaga comienza otra.- Respondió jugueteando con sus cabellos.
-Para qué estamos aquí- Indagué sentándome a su lado.
-Tenía que venir, esto es sólo un sueño y tú entras en él.- Comentó reclinándose en el respaldo del banco, hizo crujir las maderas de aquel asiento.
-Es mi sueño, no el tuyo.- Repuse, mi mirada se fundió en la suya.
-Nuestros sueños, pesadillas y visiones son conjuntas en su mayoría.- Inquirió volviendo la vista al frente, sus rasgos femeninos le daban un toque de niño y yo quedé extasiado de nuevo ante aquella arrogancia que desprendía.
-Entiendo.- Murmuré posando mis ojos sobre las baldosas.
-Recuerdas la canción, ¿verdad?- Aquellas palabras me despertaron de mis pensamientos, me había fundido en segundos rescatados de aquella vida.
-Así es.- Alcé la vista y mi tono de voz, parecía más seguro y aquello le hizo sentirse protegido o esa sensación percibí.
-Quería venir y entablar contigo una conversación, quiero decirte que ha sido de mí.- Por primera vez desvelaría su vida, su recorrido hasta estar ante aquel altar.
-Estoy a tu entera disposición.- Mi mente vagaba por los rincones de aquel lugar, imágenes de aquella casa en tinieblas, los hospitales y todo lo que rodeaba al misterio incluso el calor de las llamas.
-No he tenido una vida fácil. No fui un hijo querido, deseado o buscado. Era una carga para mi padre. Siempre me he identificado con los libros, mi forma de ser es retraída y jamás me he relacionado con alguien que no fuera de mi familia más próxima. Suelo salir de noche, es una costumbre que viene desde pequeño. En las amargas veladas de mi infancia mi padre abusaba de mí o simplemente me golpeaba por diversión. Desde que tengo conciencia he tenido las marcas de la espalda, cada año aparecían nuevas. Él no es el causante de ellas, ya lo habrás recordado. Mi vida ha sido un infierno, las llamas devoraban mi mundo y tú aún no venías. Recordaba tu colonia con tan sólo diez años. Una noche me escapé de casa, era como todas, pero esta vez me fui al cementerio pues allí el muy cobarde no se atrevía. Me recosté sobre una lápida y el sueño vino a mi.- Una lágrima cayó de su rostro hacia sus ropas.- Lo que tu viste hace unas semanas, lo contemplé yo con sólo escasos diez años. Quedé traumado, todo cambió para mí, la concepción del mundo quedó desnuda como un árbol podrido. Desde entonces podía ver, oír, sentir y padecer las miradas de las entes incorpóreas.- Un leve temblor recorrió su cuerpo.-He visto a Lucifer con mis propios ojos. La maldad, el desamparo, la desolación, la agonía, el dolor, la soledad, los alaridos y la nula capacidad para comprender que sucede en sus vidas venían a mí. Era como vivir en el inframundo y ser la propia parca. Hades era el caos, un caos lleno de sensaciones que no entendía. Era demasiado joven pero algo anidó en mi cuerpo, una esperanza. Alguien vendría a buscarme, alguien que me protegería de aquel monstruo. Pero no viniste. Mi madre murió hace unos meses, mi padre digamos que aun rueda por el mundo alcoholizándose.- Pasé mi mano sobre sus hombros, siempre a la espera de que yo llegara antes al encuentro. Jamás pensé que hubiera vivido aquel holocausto.
-Quieres que te odie, que me aleje de ti. No soy estúpido.-Dijo con su voz firme e inquietante.
-No sabes ni como soy.-Respondí apoyándome en el quicio de la pared.
-Sé lo que piensas mejor que tú. Di que no me quieres a tu lado pero no me trates como escoria. Te amo y creo que me deberías respetar tan sólo por sentir algo por ti. Amarte más ya no se puede y te prometo que si me lo pides, si realmente crees que soy indispensable, me iré y jamás volverás a verme.- No me miraba, tan sólo contemplaba la nada.
-Lo siento.-Me aproximé a la cama y me senté junto a él. Acaricié su rostro y él hizo un gesto apático.
-Si de verdad me amaras o sintieras minimamente lo que yo no tendrías que decir lo siento.-
-Me preocupa que no seas capaz de dividir sentimientos, de entenderlos y procesarlos. Yo tan sólo necesito satisfacerme, no soy una persona hecha para amar pues no sé dar nada. Además no soy si quiera bisexual, no puedo tener como pareja a un hombre.- Apartó mi mano de sus cabellos y su mirada era un volcán de odio.
-Claro, eres demasiado hombre para ser pareja de otro. Tienes una lógica aplastante, ¿lo sabías? Haces que me vuelva loco en la cama, que sienta mi piel erizándose bajo las yemas de tus dedos e incluso tus dientes mordisquean mis labios. Soy un hombre si no te has dado cuenta, en la cama también lo soy aunque apagues la luz y apartes la mirada. Te guste o no has mantenido relaciones sexuales con un igual, pero tienes la desfachatez de decirme que eres “heterosexual”. Entonces todo esto me convierte a mí en una loca. Me gusta tu aplastante filosofía.- Su enfado le hacía una arruga en la frente, una mirada sofocante y una firmeza que para nada me extrañaba.
-Son instintos primarios, deseos de satisfacción lo que me impulsa a introducirme en ti.- Dije.
-Es deseo eso de lo que hablas, un hombre como tú dices ser no los tendría por una loca.- Su tono subía levemente.
-No sé amar.-Respondí.
-Tienes miedo de amar, es muy distinto a no saber.-Aquello tenía sentido, aunque no sabía si era así realmente.
-No eres una loca.-
-Sé que no lo soy, ahora márchate con tus folios que son más importante que un ser humano.- Se giró en la cama y pude notar que lo hacía para seguir llorando. Me recosté a su lado y acaricié sus cabellos, me gustaba el tacto de estos entre mis dedos.-Te he dicho que te vayas con tus anotaciones, esas cosas tan importantes de hombre serio aunque seas un bala perdida.-Dijo si ni siquiera mirarme.
-Deseo quedarme a tu lado.-Musité acomodándome con la almohada.
-Creí que lo que buscabas era otra cosa distinta.- La ironía no desaparecía y los aranceles culminaban un muro invisible, que yo mismo había construido.
-Quiero intentarlo, aunque hierre y me mienta a mi mismo.- No podía creerlo, no me entendía a mi mismo pero no deseaba alejarme. Había visto que era importante para mi tenerlo a mis pies, hacer que me sintiera alguien y no un mero escritor de novela barata.
-No soy un experimento y menos un juguete.-Dijo volteándose y haciendo que su mirada encontrara la mía.
-Lo sé.-Susurré para luego sentir el sello de sus labios en un leve beso.
-No me hagas más lo de hoy. Me sentí inferior a todo, incluso inferior a una cucaracha.- Murmuró para recostarse en la cama, arropé su cuerpo y me quedé tumbado a su lado, sin decir nada más. Sentí mis miembros pesados, los ojos me quemaban y el sueño parecía fundirse con un sopor incomprensible.
Me desperté en un jardín en plena noche, el sabor del aire y el calor me hicieron pensar en aquellos veranos que ya no se dan. Vinieron a mis vagos recuerdos de mi niñez que parecían galopar sobre mi mente. Las cometas sobrevolaban el cielo azul, los niños aún disfrutaban de una infancia mínima aunque fuera lejos de la tecnología y las risas tumbado bajo un gran sauce. Una fuente de aguas vivas salpicaba a los transeúntes que caminaran cerca de su borde. Las hojas del árbol acariciaban mi rostro. Se respiraba una paz que jamás había experimentado. Hacía una temperatura tibia, ni frío ni calor, era agradable y en el aire habitaba una fragancia como de albaricoques. Parecía la noche de San Juan, la noche de las brujas y duendes. Las luces de las farolas no afectaban a ver las estrellas y todo parecía colocado como en un cuento de fantasía. Me alcé del suelo y empecé a caminar sin rumbo fijo, entonces lo vi sentado en un banco del parque memorizando quizás las estrellas. Me dirigí hacia donde se hallaba pensativo y expectante.
-Sabía que podrías estar aquí.- Murmuré mientras me sentaba a su lado.
-He visto cosas.- Respondió.
-¿Qué has visto?- Cuestioné intrigado.
-El fin del mundo, el fin de nuestro mundo, el fin de todo en un caos tremendo que jamás sabremos resolver la verdad. Los espectros están revueltos, piden auxilio y mi alma quedará petrificada ante tales alaridos de sofoco. Ha sido una visión momentánea tan real que me han temblado las piernas. Se produjeron esas imágenes mientras danzábamos en la cama y la música eran nuestros latidos, el sexo me hizo entrar en trance por unos segundos.- Un escalofrío parecía haber recorrido su columna vertebral por un instante.
-Yo no las tuve, tan sólo sentía una fogosidad que hacía años que no tenía.- Acaricié sus cabellos apartando unas hebras de su rostro.
-Estabas concentrado en el acto, yo estaba concentrado en tu mirada donde yace tu alma.- Se dejó apoyar sobre mi pecho, en esos momentos me pregunté donde demonios estábamos.
-Yo sentía que todo el cuerpo me quemaba y a la vez sentía escalofríos, el sudor me refrescaba y tus labios me fundían en las llamas junto con el movimiento de sus caderas. Más bien estaba lejos de todo lo que me rodeaba.-Comenté, su mirada estaba atenta a mi boca.
-No tienes porque decir lo que yo deseo oír, no tienes obligación para ello. Tan sólo sé que el fin esta cerca. Las próximas horas tenemos que adquirir conocimiento, investigar el campo en el que nos movemos por si hay arenas movedizas y luego emprender el último trayecto. Sé que quizás no saldremos bien parados, pero quiero acabar todo esto lo antes posible.- Se alzó de su posición y caminó hacia la fuente. Le seguí los pasos y quedé junto a él, sentados al borde de aquel manantial.
-Debemos estar entonces alerta.- Repuse. Cerré los ojos un segundo para sentir el aire fresco, al abrirlos me encontré en una iglesia apuntalada y con andamios.
-San Miguel.- Murmuró.
-Esta llena de andamios, de mezcla, de obras y deslucida por completo aunque aún tiene su aroma a incienso y aquel retablo cubierto con una sabana.-Dije girando contemplando la bóveda.
-Hace unos años tuvo que apuntalarse la mitad de la iglesia por culpa de unas grietas bastante serias. Estuvo a punto de caerse la mitad de este monumento cristiano. Fue un milagro que no cayera, que todo lo que ves la sujetara. Ha estado durante casi veinte años cerrada mientras se habilitaba. Ahora aún tiene sus apuntalamientos, sigue estando tambaleante pero al menos se puede decir misa una vez a la semana. No es peligroso para el oficio, aunque esta totalmente desmontada y aniquilada para ello. En unos años se volverá a abrir sin problemas. Eran causados por los cimientos, demasiadas obras cercanas, subterráneos moviendo el interior de la tierra, canalizaciones de gas y el factor ambiente hicieron que temieran por esta belleza. Creo que recuerdas aún aquella noche.- Su voz hacía eco entre los muros de aquel templo profanado por las innumerables obras.
-La recuerdo, lo dejé por constancia en aquella obra. Creí que todo era un sueño, un terrible sueño que me provocaba dolor de cabeza. Me alcé de la cama tambaleándome y en mi se apoderó una sensación de deseo, de comunicar todo lo que había palpado en el eco de aquellos pasajes.- De repente enmudecí al ver aquellos cirios temblando ante la imagen de una de las figurillas.
-Dice que todo fin vuelve al principio.- Murmuró parando su marcha hasta el altar, quedó en una de las filas de bancos más cercana.
-¿Quién dice que el principio no es un fin?- Dije quedándome de pie junto a él. Parecía absorto en la luz que se dejaba introducir por ende las vidrieras.
-Lo es, cada vida que se apaga comienza otra.- Respondió jugueteando con sus cabellos.
-Para qué estamos aquí- Indagué sentándome a su lado.
-Tenía que venir, esto es sólo un sueño y tú entras en él.- Comentó reclinándose en el respaldo del banco, hizo crujir las maderas de aquel asiento.
-Es mi sueño, no el tuyo.- Repuse, mi mirada se fundió en la suya.
-Nuestros sueños, pesadillas y visiones son conjuntas en su mayoría.- Inquirió volviendo la vista al frente, sus rasgos femeninos le daban un toque de niño y yo quedé extasiado de nuevo ante aquella arrogancia que desprendía.
-Entiendo.- Murmuré posando mis ojos sobre las baldosas.
-Recuerdas la canción, ¿verdad?- Aquellas palabras me despertaron de mis pensamientos, me había fundido en segundos rescatados de aquella vida.
-Así es.- Alcé la vista y mi tono de voz, parecía más seguro y aquello le hizo sentirse protegido o esa sensación percibí.
-Quería venir y entablar contigo una conversación, quiero decirte que ha sido de mí.- Por primera vez desvelaría su vida, su recorrido hasta estar ante aquel altar.
-Estoy a tu entera disposición.- Mi mente vagaba por los rincones de aquel lugar, imágenes de aquella casa en tinieblas, los hospitales y todo lo que rodeaba al misterio incluso el calor de las llamas.
-No he tenido una vida fácil. No fui un hijo querido, deseado o buscado. Era una carga para mi padre. Siempre me he identificado con los libros, mi forma de ser es retraída y jamás me he relacionado con alguien que no fuera de mi familia más próxima. Suelo salir de noche, es una costumbre que viene desde pequeño. En las amargas veladas de mi infancia mi padre abusaba de mí o simplemente me golpeaba por diversión. Desde que tengo conciencia he tenido las marcas de la espalda, cada año aparecían nuevas. Él no es el causante de ellas, ya lo habrás recordado. Mi vida ha sido un infierno, las llamas devoraban mi mundo y tú aún no venías. Recordaba tu colonia con tan sólo diez años. Una noche me escapé de casa, era como todas, pero esta vez me fui al cementerio pues allí el muy cobarde no se atrevía. Me recosté sobre una lápida y el sueño vino a mi.- Una lágrima cayó de su rostro hacia sus ropas.- Lo que tu viste hace unas semanas, lo contemplé yo con sólo escasos diez años. Quedé traumado, todo cambió para mí, la concepción del mundo quedó desnuda como un árbol podrido. Desde entonces podía ver, oír, sentir y padecer las miradas de las entes incorpóreas.- Un leve temblor recorrió su cuerpo.-He visto a Lucifer con mis propios ojos. La maldad, el desamparo, la desolación, la agonía, el dolor, la soledad, los alaridos y la nula capacidad para comprender que sucede en sus vidas venían a mí. Era como vivir en el inframundo y ser la propia parca. Hades era el caos, un caos lleno de sensaciones que no entendía. Era demasiado joven pero algo anidó en mi cuerpo, una esperanza. Alguien vendría a buscarme, alguien que me protegería de aquel monstruo. Pero no viniste. Mi madre murió hace unos meses, mi padre digamos que aun rueda por el mundo alcoholizándose.- Pasé mi mano sobre sus hombros, siempre a la espera de que yo llegara antes al encuentro. Jamás pensé que hubiera vivido aquel holocausto.
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