-¿Qué ha ocurrido?- Indagué escrutando la habitación ordenada y a media luz.
-Te mareaste, estabas febril aquella noche, has estado recostado en la cama por casi dos semanas. He pedido a uno chico del servicio que fuera por medicamentos para bajarte la fiebre, no me he movido de tu lado en días. La comida me la han traído del mismo modo, así que no te preocupes. También vino un doctor y te estuvo examinando, me dijo que tendrías las defensas bajas y aquella lluvia caló incluso tus huesos. Deberías de cuidarte, hoy en día a penas hacen efectos los medicamentos por culpa de los productos llenos de conservantes y medicamentos para que se conserven.- Dijo con la mirada iluminada, parecía que la felicidad lo embargaba.
-Gracias por cuidar de mi, pero ya me encuentro mucho mejor. Necesito algo de espacio, quiero pensar tranquilo.- Respondí y él asintió levemente la cabeza para luego dejarme tras un leve beso en la frente. Aquello me pareció demasiado intimo, algo que no comprendía del todo bien.
-Por cierto, he estado escribiendo. Me gustaría que leyeras lo que he escrito en tu leve ausencia, esta en la mesilla. Usé una de tus libretas, espero que no te importe.-Murmuró abandonando la habitación y cerrando con delicadeza la puerta, el pomo se giró y quedé a solas.
Me alcé de aquella marabunta de sábanas, abrigos y mantas; literalmente estaba atrapado aunque era una sensación agradable. Él era la primera persona que se había preocupado por mi en este nuevo intento de vivir, aquello era demasiado improvisto. Sabía que en otros momentos de la existencia de mi alma yo le había guardado ferozmente, había intentado que nada lo dañara, aunque a veces me era imposible luchar contra el destino. Tomé el cuaderno que había usado para sus escritos, era uno casi sin usar que tenía tan sólo para apuntar frases sueltas que se venían a mi mente, él le había dado una utilidad con sus parajes insólitos. Su letra era bastante legible, se podía decir que incluso podía decirse que se esmeraba en ello tanto como en la trama de sus textos. Había como unas treinta hojas llenas de atormentados párrafos aglutinados en un espacio tan finito. Sobre el entramado de cuadros de la primera página de sus escritos encontré un título bastante cercano: “La histeria de los pensamientos” – indudablemente me recordaba a mí y al caos que se vertía en mi cabeza-. Comencé a leer con avidez las primeras líneas dejadas caer con alevosía.
“La histeria de los pensamientos.
Confuso ante un papel de periódico, mirando las palabras impresas de modo rutinario, hallé la noticia de que todos estábamos muertos de algún modo. Cuando nacemos somos personas con vida, con ansias de conocer el mundo y deseos de ser uno mismo pero poco a poco nos convertimos en aquel que odiábamos. Es inútil ir en contra del paso del tiempo, al igual que ir en contra de los sentimientos pues luego nos remuerde la conciencia gritándonos que somos idiotas. Los pensamientos me abruman, me llenan de ideas y motivos para no seguir despierto. Necesito a veces soñar, ¿pero quien dijo que soñar no es pensar? Mientras dormimos pensamos, marcamos en el sueño nuestros miedos y nos llenamos de pavor; creo que es una forma de actuar en contra de los miedos, de los pensamientos.
Una vez me deje guiar por los pensamientos, por sus aleteos de pájaros cantores encerrados bajo mi masa gris. Dejé que me transportaran al pasado y al presente, a la oscuridad y la luz, a lo ambiguo y desconocido incluso a lo que podía palpar con tan sólo alzar los dedos. Sin duda fue un encuentro extraño con las palabras jamás pronunciadas, con los pensamientos olvidados en un cajón oscuro junto a los sueños de niño, con los cuentos que jamás escribí y las canciones que una vez escuché en la radio tarareada con dulzura por mi madre…me dejé llevar a un sueño profundo, a una extraña pesadilla dulce y amarga a la vez. Todo se convirtió en un caos, desde entonces vivo en él lleno de histeria deseando salir para conocer quien soy realmente”
Parecía que había encontrado la puerta a mis pensamientos, a mis sentimientos. Era un hombre increíble, me atraía su forma de escribir tan espiritualmente libre y poderosa. En su caligrafía se podía leer sus propios miedos, la abertura de la a coincidía en una persona abierta llena de ilusión pero atrapada a su vez por su temor extremo a que le hicieran daño según la forma de otros vocablos. Me sentí idiota haciendo de psicólogo. A una persona se le conocía según las huellas en el papel, o eso decía mi abuelo. Pocas personas sabían leer la forma de la escritura, la forma de dejar la tinta marcharse. Me detuve también en lo que relataba. Era una historia apasionante sin duda, era alejarse de la realidad para encerrarnos en nosotros mismos y entendernos corriendo un riesgo palpable en la cerradura de la puerta. Sonreí levemente y acaricié la pequeña arruga en el final del papel. di la vuelta a la hoja, proseguí con el siguiente sobre el amor y la locura. era irónico y bastante confuso a la vez, hablaba del amor y de sus estados de ánimos. Luego proseguía un texto erótico, otro sobre ángeles, uno que me describía y en el cual me centré durante casi una hora.
“Era un hombre apático, encerrado en si mismo, aquel que contemplé por primera vez hace ya algún tiempo. No solía sonreír, para qué sonreír quizás se preguntaba. Sus manos solían rasgar los versos más hermosos en pequeños trozos de papiro, eran papeles arrugados y toscos no como los de ahora. Quien lea estas líneas creerá que hablo de un vampiro o que me creo uno de ellos, tan sólo relato la historia de mi primer encuentro con su estigmatizada mirada. Frío y calculador, amante de los libros, arrogante, inaguantable, egocéntrico, hedonista, causante de todos mis males diarios.
Nos situamos en la antigua Grecia ante un joven filósofo de labios gruesos, mirada penetrante, manos grandes y firmes, cuerpo espigado y algo robusto. Sus ideas sobre el tiempo estaban adelantadas a la época, como si viniera de un futuro lejano en una nave del tiempo. Sus ropas siempre impolutas, de un blanco envidiable. Aquella época donde el amor era característico del culmen de una vida, el amor homosexual no estaba concebido como algo malo sino como algo grandioso. Yo deseaba ser su discípulo, era tan sólo un niño despreocupado de buena posición. Tartamudeaba ante él y era incapaz de mover un solo músculo. Han pasado muchos siglos, demasiadas vidas, miles de acontecimientos, millones de emociones y una eternidad en segundos. Lo conocí en Roma, en la edad media española, junto a las góndolas de Venecia, en las tierras andaluzas cuando la época de los bandoleros, bajo el reinado de Isabel segunda, en Inglaterra siendo un joven apático y egoísta, como investigador de una organización europea contra el crimen y últimamente como escritor sin remedio alguno a su soledad. Tantas vidas y todas dedicadas al mismo asunto, a demostrar que vivimos en tres espacio-tiempo distintos. A veces es imposible de tratar y otras veces es mi guardián, he deseado mil veces que note que yo le protejo en sueños pero no hay manera. Me odia, sé que en el fondo de su corazón me desprecia por llevarlo a un camino que iniciamos juntos y quiero finalizar en su compañía. Tantos proyectos inacabados, tantos sueños, tantos logros y metas alcanzadas para nada…no quiero creer en eso por mucho que me digan que va a ser así.
Lo peor de todo es que me siento enamorado de él de una forma impulsiva, sé que aunque me de un no como respuesta yo seguiré ahí con media sonrisa esperando. Puedo esperar, aunque sea una espera eterna. Le amo, me dio su cuerpo una vez más y creo que eso le descolocó de tal forma que incluso bajaron sus defensas. Quizás soy el Apocalipsis en sus pensamientos, en su eterno divagar, una piedra en el camino de la monotonía. He pensado en alejarme, en desaparecer, en hacer caso omiso a mis percepciones y visiones pero ellas me recuerdan a él. Es mi otra mitad, es irremediablemente algo mío y también algo que detesta. Me sentí amado, correspondido, más de una vez en nuestro eterno divagar. Jamás lo sentí como aquella vez, ardí como la leña en una chimenea. Le amaba, sin lugar a dudas, le amaba.
Ahora que yace febril en la cama y la muerte me lo puede arrebatar daría lo que fuera por un beso, por un último roce de sus labios. En estos momentos intento ser fuerte, mantenerme sereno. Según muchos es un hombre fuerte, lo que sé de él es que jamás se ha cuidado y nunca ha estado enfermo. He vigilado su casa, su forma de ser, sus libros, he indagado mentes de otros en conversaciones cotidianas por saber algo más de aquel que un día fue mi guardián y yo ahora su cancerbero. Me gustaría llevarlo a la casa de dios para arrebatarle las ropas que una vez usó de fraile y llevarlo al pecado. Recuerdo aquel día vivamente, pero esa es otra historia. Quizás cuando despierte le deje leer estas líneas.”
Sentí un deseo inmenso de abrazarlo, de arrullarlo sobre mi pecho y hacer que olvidara aquel mal trago, aunque a la vez deseaba alejarlo por completo para no dañar más su mente y su alma. No entendía bien todo lo que merodeaba en sus letras, había cosas que no encajaban. Estaba, sin duda, bastante perdido. En esos instantes de desasosiego, pensamientos escurridizos y sofocante sensación de encontrarme en un laberinto sin salida, entró con una pequeña bandeja metalizada y media sonrisa desdibujada en su rostro. Dejo aquel desayuno tardío en la mesa, después volvió a deambular hasta la puerta sin decir ni una sola palabra. En la bandeja había un zumo de frutas, un yogurt, un poco de pan y una tarrina de mantequilla junto con los cubiertos y una servilleta de papel. Abandoné entre las sábanas la libreta y cogí el zumo, tenía la boca reseca y los labios cortados. Después devoré el pan, el yogurt y continué con la lectura. Los párrafos parecían dispersos entre los folios como si no importara nada y a la vez como si fuera esencial. Sentí como la puerta se cerraba, la que daba al pasillo del hotel, pero cinco minutos después algo o alguien merodeaba la estancia. Podía sentir la mirada, era como un espía invisible aunque notaba su presencia. Entonces sonó el pomo como si se girara, la puerta se abrió con impetuosidad y tras el vacío la nada. No había nadie en aquel lugar, mejor dicho, no había nada que pudiera comprobarse como un alguien sino como un algo. Un aire gélido azotó mi rostro, el baso que aún estaba en la bandeja estalló haciendo que sus cristales cubrieran parte de la mesa y del suelo. La libreta pasaba las páginas sola, una tras otra a una velocidad de vértigo. El mareo apareció de nuevo, mi frente ardía pero mi cuerpo estaba helado. Mis manos se aferraron a las ropas de la cama y las cortinas junto con las persianas, que aún permanecían levantadas, se bajaron dejando todo en penumbra. En aquellos instantes pensé que todo era obra y gracia de mi imaginación perturbada, luego me percaté de que todo coincidía con un retazo de mi historia olvidada. Cuando me quise dar cuenta no me podía mover, todos mis miembros estaban paralizados y algo se había sentado sobre los pies de la cama.
-Nos volvemos a encontrar, volvemos a estar en contacto. No he conocido a alguien tan terco y tan estúpido.- Murmuró una voz de ultratumba, difuminada y algo metálica, un sonido que conocía muy bien.
-Olvídame.- Logré emitir de mi garganta, sentía la presión de unas manos heladas sobre mi cuello.
-Olvida todo y volverá el mundo a la normalidad. No moriréis, los cuerpos se devolverán y el misterio se evaporará de vuestras mentes. Déjanos en paz. En el nombre del demonio te lo ordeno.-Rugió, bramó y resonó aquellas palabras entonadas por aquella alma errante, una de tantas que deseaba alejar al hombre del hallazgo de la nada.
Dejé de sentir la presión de aquellas manos sobre mi gaznate, la presión de mis venas y músculos se evaporó y las persianas se alzaron volviendo a tener luz en aquella estancia. Poco a poco el frío se disipó y todo volvió a la calma. Aquel suceso ya había sucedido más de diez veces ante mí, en distintos lugares. Los espectros y fantasmas se regían no sólo por las cadenas que tuvieran en la vida pasada sino también por motivos ajenos. La destrucción de las casas antiguas, la construcción masiva y la destrucción de la memoria histórica hacen que todos deambulen de un lugar a otro en busca de paz. Jerez tiene parte construida sobre el viejo cementerio, no sacaron la mayoría de los cadáveres, eso da una explicación a que fuera tan geocéntrico. Pero todo aquello era algo más, algo que no se puede entender con una simple explicación sino que hay que verlo.
Las sectas existen desde épocas inmemorables dedicadas a demonios y seres oscuros. Cuando el cristianismo apareció estas crearon en Lucifer una nueva forma de ver el mundo, de entenderlo y comunicarse con este. En miles de novelas de todo tipo aparecen referencias a estas, a sus ritos y a sus creencias. Las sectas se han implantado por todo el mundo bajo miles de denominaciones distintas y bajo franquicias para que no se desvele el entramado. Claro que todo esto no tendría sentido, pero lo tiene, es decir a muchos no les encajaría con la historia y la trama de este cruel circulo vicioso. Los rituales despiertan las almas, remueven los cimientos de lo más profundo y hacen que los espectros deambulen por el mundo como si fueran su reino. Hay varios mundos, el de la realidad, el de los espectros y el de los sueños; este último es irreal por completo. Como vemos tan sólo dos son reales. El de los espectros o almas errantes esta en un segundo plano de este tangible. Las almas poseen a los cuerpos, son sus casas, y cuando este queda yerto pudriéndose esta emerge de entre la carne para deambular durante quizás décadas. Después de años de caminata hasta contemplar como todo en lo que creían no era nada vuelven en otro cuerpo, se puede decir que nuestras almas son el mejor libro de historia. Los hombres ya no creen en las almas, ni en dios, tampoco en el demonio y mucho menos en las fábulas que se pueden comentar sobre estos temas; pero realmente no es así, es todo lo contrario. Las sectas hoy en día son una gran fuente de dinero y mueven masas. La iglesia siempre lo fue para mí como una más. Dios no existe y su teoría del infierno esta muy equivocada. Existe un cielo, un infierno y el purgatorio pero en esta vida; las personas crean el cielo o infierno mientras viven en sus pensamientos y en lo que sucede a causa de ellos, el purgatorio se puede denominar como el espacio vital donde deambulan las almas como fantasmas. Es el ciclo de la vida. Sé que parece una teoría sacada de un cuento de hadas, pero yo lo creo así y podría demostrarlo en cualquier instante; estos escritos son una forma de hacerlo.
-Te mareaste, estabas febril aquella noche, has estado recostado en la cama por casi dos semanas. He pedido a uno chico del servicio que fuera por medicamentos para bajarte la fiebre, no me he movido de tu lado en días. La comida me la han traído del mismo modo, así que no te preocupes. También vino un doctor y te estuvo examinando, me dijo que tendrías las defensas bajas y aquella lluvia caló incluso tus huesos. Deberías de cuidarte, hoy en día a penas hacen efectos los medicamentos por culpa de los productos llenos de conservantes y medicamentos para que se conserven.- Dijo con la mirada iluminada, parecía que la felicidad lo embargaba.
-Gracias por cuidar de mi, pero ya me encuentro mucho mejor. Necesito algo de espacio, quiero pensar tranquilo.- Respondí y él asintió levemente la cabeza para luego dejarme tras un leve beso en la frente. Aquello me pareció demasiado intimo, algo que no comprendía del todo bien.
-Por cierto, he estado escribiendo. Me gustaría que leyeras lo que he escrito en tu leve ausencia, esta en la mesilla. Usé una de tus libretas, espero que no te importe.-Murmuró abandonando la habitación y cerrando con delicadeza la puerta, el pomo se giró y quedé a solas.
Me alcé de aquella marabunta de sábanas, abrigos y mantas; literalmente estaba atrapado aunque era una sensación agradable. Él era la primera persona que se había preocupado por mi en este nuevo intento de vivir, aquello era demasiado improvisto. Sabía que en otros momentos de la existencia de mi alma yo le había guardado ferozmente, había intentado que nada lo dañara, aunque a veces me era imposible luchar contra el destino. Tomé el cuaderno que había usado para sus escritos, era uno casi sin usar que tenía tan sólo para apuntar frases sueltas que se venían a mi mente, él le había dado una utilidad con sus parajes insólitos. Su letra era bastante legible, se podía decir que incluso podía decirse que se esmeraba en ello tanto como en la trama de sus textos. Había como unas treinta hojas llenas de atormentados párrafos aglutinados en un espacio tan finito. Sobre el entramado de cuadros de la primera página de sus escritos encontré un título bastante cercano: “La histeria de los pensamientos” – indudablemente me recordaba a mí y al caos que se vertía en mi cabeza-. Comencé a leer con avidez las primeras líneas dejadas caer con alevosía.
“La histeria de los pensamientos.
Confuso ante un papel de periódico, mirando las palabras impresas de modo rutinario, hallé la noticia de que todos estábamos muertos de algún modo. Cuando nacemos somos personas con vida, con ansias de conocer el mundo y deseos de ser uno mismo pero poco a poco nos convertimos en aquel que odiábamos. Es inútil ir en contra del paso del tiempo, al igual que ir en contra de los sentimientos pues luego nos remuerde la conciencia gritándonos que somos idiotas. Los pensamientos me abruman, me llenan de ideas y motivos para no seguir despierto. Necesito a veces soñar, ¿pero quien dijo que soñar no es pensar? Mientras dormimos pensamos, marcamos en el sueño nuestros miedos y nos llenamos de pavor; creo que es una forma de actuar en contra de los miedos, de los pensamientos.
Una vez me deje guiar por los pensamientos, por sus aleteos de pájaros cantores encerrados bajo mi masa gris. Dejé que me transportaran al pasado y al presente, a la oscuridad y la luz, a lo ambiguo y desconocido incluso a lo que podía palpar con tan sólo alzar los dedos. Sin duda fue un encuentro extraño con las palabras jamás pronunciadas, con los pensamientos olvidados en un cajón oscuro junto a los sueños de niño, con los cuentos que jamás escribí y las canciones que una vez escuché en la radio tarareada con dulzura por mi madre…me dejé llevar a un sueño profundo, a una extraña pesadilla dulce y amarga a la vez. Todo se convirtió en un caos, desde entonces vivo en él lleno de histeria deseando salir para conocer quien soy realmente”
Parecía que había encontrado la puerta a mis pensamientos, a mis sentimientos. Era un hombre increíble, me atraía su forma de escribir tan espiritualmente libre y poderosa. En su caligrafía se podía leer sus propios miedos, la abertura de la a coincidía en una persona abierta llena de ilusión pero atrapada a su vez por su temor extremo a que le hicieran daño según la forma de otros vocablos. Me sentí idiota haciendo de psicólogo. A una persona se le conocía según las huellas en el papel, o eso decía mi abuelo. Pocas personas sabían leer la forma de la escritura, la forma de dejar la tinta marcharse. Me detuve también en lo que relataba. Era una historia apasionante sin duda, era alejarse de la realidad para encerrarnos en nosotros mismos y entendernos corriendo un riesgo palpable en la cerradura de la puerta. Sonreí levemente y acaricié la pequeña arruga en el final del papel. di la vuelta a la hoja, proseguí con el siguiente sobre el amor y la locura. era irónico y bastante confuso a la vez, hablaba del amor y de sus estados de ánimos. Luego proseguía un texto erótico, otro sobre ángeles, uno que me describía y en el cual me centré durante casi una hora.
“Era un hombre apático, encerrado en si mismo, aquel que contemplé por primera vez hace ya algún tiempo. No solía sonreír, para qué sonreír quizás se preguntaba. Sus manos solían rasgar los versos más hermosos en pequeños trozos de papiro, eran papeles arrugados y toscos no como los de ahora. Quien lea estas líneas creerá que hablo de un vampiro o que me creo uno de ellos, tan sólo relato la historia de mi primer encuentro con su estigmatizada mirada. Frío y calculador, amante de los libros, arrogante, inaguantable, egocéntrico, hedonista, causante de todos mis males diarios.
Nos situamos en la antigua Grecia ante un joven filósofo de labios gruesos, mirada penetrante, manos grandes y firmes, cuerpo espigado y algo robusto. Sus ideas sobre el tiempo estaban adelantadas a la época, como si viniera de un futuro lejano en una nave del tiempo. Sus ropas siempre impolutas, de un blanco envidiable. Aquella época donde el amor era característico del culmen de una vida, el amor homosexual no estaba concebido como algo malo sino como algo grandioso. Yo deseaba ser su discípulo, era tan sólo un niño despreocupado de buena posición. Tartamudeaba ante él y era incapaz de mover un solo músculo. Han pasado muchos siglos, demasiadas vidas, miles de acontecimientos, millones de emociones y una eternidad en segundos. Lo conocí en Roma, en la edad media española, junto a las góndolas de Venecia, en las tierras andaluzas cuando la época de los bandoleros, bajo el reinado de Isabel segunda, en Inglaterra siendo un joven apático y egoísta, como investigador de una organización europea contra el crimen y últimamente como escritor sin remedio alguno a su soledad. Tantas vidas y todas dedicadas al mismo asunto, a demostrar que vivimos en tres espacio-tiempo distintos. A veces es imposible de tratar y otras veces es mi guardián, he deseado mil veces que note que yo le protejo en sueños pero no hay manera. Me odia, sé que en el fondo de su corazón me desprecia por llevarlo a un camino que iniciamos juntos y quiero finalizar en su compañía. Tantos proyectos inacabados, tantos sueños, tantos logros y metas alcanzadas para nada…no quiero creer en eso por mucho que me digan que va a ser así.
Lo peor de todo es que me siento enamorado de él de una forma impulsiva, sé que aunque me de un no como respuesta yo seguiré ahí con media sonrisa esperando. Puedo esperar, aunque sea una espera eterna. Le amo, me dio su cuerpo una vez más y creo que eso le descolocó de tal forma que incluso bajaron sus defensas. Quizás soy el Apocalipsis en sus pensamientos, en su eterno divagar, una piedra en el camino de la monotonía. He pensado en alejarme, en desaparecer, en hacer caso omiso a mis percepciones y visiones pero ellas me recuerdan a él. Es mi otra mitad, es irremediablemente algo mío y también algo que detesta. Me sentí amado, correspondido, más de una vez en nuestro eterno divagar. Jamás lo sentí como aquella vez, ardí como la leña en una chimenea. Le amaba, sin lugar a dudas, le amaba.
Ahora que yace febril en la cama y la muerte me lo puede arrebatar daría lo que fuera por un beso, por un último roce de sus labios. En estos momentos intento ser fuerte, mantenerme sereno. Según muchos es un hombre fuerte, lo que sé de él es que jamás se ha cuidado y nunca ha estado enfermo. He vigilado su casa, su forma de ser, sus libros, he indagado mentes de otros en conversaciones cotidianas por saber algo más de aquel que un día fue mi guardián y yo ahora su cancerbero. Me gustaría llevarlo a la casa de dios para arrebatarle las ropas que una vez usó de fraile y llevarlo al pecado. Recuerdo aquel día vivamente, pero esa es otra historia. Quizás cuando despierte le deje leer estas líneas.”
Sentí un deseo inmenso de abrazarlo, de arrullarlo sobre mi pecho y hacer que olvidara aquel mal trago, aunque a la vez deseaba alejarlo por completo para no dañar más su mente y su alma. No entendía bien todo lo que merodeaba en sus letras, había cosas que no encajaban. Estaba, sin duda, bastante perdido. En esos instantes de desasosiego, pensamientos escurridizos y sofocante sensación de encontrarme en un laberinto sin salida, entró con una pequeña bandeja metalizada y media sonrisa desdibujada en su rostro. Dejo aquel desayuno tardío en la mesa, después volvió a deambular hasta la puerta sin decir ni una sola palabra. En la bandeja había un zumo de frutas, un yogurt, un poco de pan y una tarrina de mantequilla junto con los cubiertos y una servilleta de papel. Abandoné entre las sábanas la libreta y cogí el zumo, tenía la boca reseca y los labios cortados. Después devoré el pan, el yogurt y continué con la lectura. Los párrafos parecían dispersos entre los folios como si no importara nada y a la vez como si fuera esencial. Sentí como la puerta se cerraba, la que daba al pasillo del hotel, pero cinco minutos después algo o alguien merodeaba la estancia. Podía sentir la mirada, era como un espía invisible aunque notaba su presencia. Entonces sonó el pomo como si se girara, la puerta se abrió con impetuosidad y tras el vacío la nada. No había nadie en aquel lugar, mejor dicho, no había nada que pudiera comprobarse como un alguien sino como un algo. Un aire gélido azotó mi rostro, el baso que aún estaba en la bandeja estalló haciendo que sus cristales cubrieran parte de la mesa y del suelo. La libreta pasaba las páginas sola, una tras otra a una velocidad de vértigo. El mareo apareció de nuevo, mi frente ardía pero mi cuerpo estaba helado. Mis manos se aferraron a las ropas de la cama y las cortinas junto con las persianas, que aún permanecían levantadas, se bajaron dejando todo en penumbra. En aquellos instantes pensé que todo era obra y gracia de mi imaginación perturbada, luego me percaté de que todo coincidía con un retazo de mi historia olvidada. Cuando me quise dar cuenta no me podía mover, todos mis miembros estaban paralizados y algo se había sentado sobre los pies de la cama.
-Nos volvemos a encontrar, volvemos a estar en contacto. No he conocido a alguien tan terco y tan estúpido.- Murmuró una voz de ultratumba, difuminada y algo metálica, un sonido que conocía muy bien.
-Olvídame.- Logré emitir de mi garganta, sentía la presión de unas manos heladas sobre mi cuello.
-Olvida todo y volverá el mundo a la normalidad. No moriréis, los cuerpos se devolverán y el misterio se evaporará de vuestras mentes. Déjanos en paz. En el nombre del demonio te lo ordeno.-Rugió, bramó y resonó aquellas palabras entonadas por aquella alma errante, una de tantas que deseaba alejar al hombre del hallazgo de la nada.
Dejé de sentir la presión de aquellas manos sobre mi gaznate, la presión de mis venas y músculos se evaporó y las persianas se alzaron volviendo a tener luz en aquella estancia. Poco a poco el frío se disipó y todo volvió a la calma. Aquel suceso ya había sucedido más de diez veces ante mí, en distintos lugares. Los espectros y fantasmas se regían no sólo por las cadenas que tuvieran en la vida pasada sino también por motivos ajenos. La destrucción de las casas antiguas, la construcción masiva y la destrucción de la memoria histórica hacen que todos deambulen de un lugar a otro en busca de paz. Jerez tiene parte construida sobre el viejo cementerio, no sacaron la mayoría de los cadáveres, eso da una explicación a que fuera tan geocéntrico. Pero todo aquello era algo más, algo que no se puede entender con una simple explicación sino que hay que verlo.
Las sectas existen desde épocas inmemorables dedicadas a demonios y seres oscuros. Cuando el cristianismo apareció estas crearon en Lucifer una nueva forma de ver el mundo, de entenderlo y comunicarse con este. En miles de novelas de todo tipo aparecen referencias a estas, a sus ritos y a sus creencias. Las sectas se han implantado por todo el mundo bajo miles de denominaciones distintas y bajo franquicias para que no se desvele el entramado. Claro que todo esto no tendría sentido, pero lo tiene, es decir a muchos no les encajaría con la historia y la trama de este cruel circulo vicioso. Los rituales despiertan las almas, remueven los cimientos de lo más profundo y hacen que los espectros deambulen por el mundo como si fueran su reino. Hay varios mundos, el de la realidad, el de los espectros y el de los sueños; este último es irreal por completo. Como vemos tan sólo dos son reales. El de los espectros o almas errantes esta en un segundo plano de este tangible. Las almas poseen a los cuerpos, son sus casas, y cuando este queda yerto pudriéndose esta emerge de entre la carne para deambular durante quizás décadas. Después de años de caminata hasta contemplar como todo en lo que creían no era nada vuelven en otro cuerpo, se puede decir que nuestras almas son el mejor libro de historia. Los hombres ya no creen en las almas, ni en dios, tampoco en el demonio y mucho menos en las fábulas que se pueden comentar sobre estos temas; pero realmente no es así, es todo lo contrario. Las sectas hoy en día son una gran fuente de dinero y mueven masas. La iglesia siempre lo fue para mí como una más. Dios no existe y su teoría del infierno esta muy equivocada. Existe un cielo, un infierno y el purgatorio pero en esta vida; las personas crean el cielo o infierno mientras viven en sus pensamientos y en lo que sucede a causa de ellos, el purgatorio se puede denominar como el espacio vital donde deambulan las almas como fantasmas. Es el ciclo de la vida. Sé que parece una teoría sacada de un cuento de hadas, pero yo lo creo así y podría demostrarlo en cualquier instante; estos escritos son una forma de hacerlo.
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