Capítulo séptimo: ¿Qué hago?
Por la tarde tuve que ir al hospital, mi padre me obligó. Pedí por el camino a mi padre que no me obligara a decir que me habían pegado, mejor era un accidente domestico y punto. Él pensaba que mi actitud era de cobarde, que debía enfrentarme a mis miedos, pero no era eso lo que me preocupaba sino que Iván fuera a dar con sus huesos a la cárcel o que le sucediera algo peor. Yo prefería seguir con mi vida, él con la suya y además si lo hacía Héctor se enteraría. Así que no sé como lo logré pero mi padre entendió mis razones. No tenía nada lesionado gravemente, tan sólo magulladuras, así que únicamente tuve algunos medicamentos para el dolor y para la cicatrización de la herida del labio inferior. El resto del día estuve tumbado sin hacer apenas nada, sólo me moví para hacer el único ejercicio que había.
Por la mañana amanecí con un terrible dolor de cabeza, todo me daba vueltas y mi cuerpo era un amasijo de insoportables punzadas. Era sábado, no había clases, me arropé bajo mi nórdico tiritando de ira y llorando. Las lágrimas no calmaban el poderoso latido de la venganza. Ellos probarían de su propia medicina, lograría que me pagaran lo que habían hecho uno a uno. Debía ponerlos en contra, hacer que pensaran que estaban siendo engañados y sembrar en su huerto la maldad más abrupta. Tomé dos cápsulas para los hematomas y un poco de pomada en la boca. Cerré los ojos haciendo que el sueño me venciera de nuevo. Lo que vi en el era tan rotundamente hermoso que me desquició. Tengo que contarlo, siento ser tan explícito y quizás daño tu sensibilidad sin embargo lo necesito.
Me encontraba en una habitación armado por mi katana y el resto atado como vulgares cerdos para ser cocinados, manos y pies anudados con cuerdas bastas mientras sus bocazas tenían puesto un trapo para no poder gritar. Fueron entonces decapitados, todos menos Iván. Lo desaté besé enloquecido aún manchado con la sangre de mis victimas, para luego desnudarlo y hacer que lamiera mis partes. Me encontraba desenfrenado y eso hizo que lo violara, mi entrada fue tremenda e hizo que temblara además de gritar clemencia. En medio de un río de sangre fue mío como si fuera en un lecho de pétalos de rosas rojas. De sus nalgas se expulsaba también ese líquido rosado por culpa del daño que le otorgaba mi miembro. Sus lágrimas me hacían sentir un héroe y al fin fue mío para luego empujarlo a un rincón, donde las cabezas, tras mi eyaculación. Le Escupí, abofeteé e hice daño a su entrepierna; para luego dejarlo encerrado en la habitación.
Tras este sueño tan extraño y excesivamente violento, también sangriento a la par que desagradable, me desperté bañado en sudor. Me levanté entonces a duras penas de la cama y busqué mi cuaderno de escrituras. Realicé un pequeño poema sobre mi estado de ánimo, bastante bajo, para volver a caer rendido en los bazos de Morfeo. Durante el resto del día no hice gran cosa, tan sólo dormí.
Ayer tampoco hice mucho, quizás algo más al estudiar un poco lo que habíamos dado en clase. No tuve ni una llamada suya, de Héctor sí y le dije que no podía quedar con él porque me encontraba con el estómago algo revuelto; durante varios mensajes al móvil insistió mucho, demasiado, en venir a verme pero no deseaba que supiera la verdad. Mi hermana vino a verme un par de veces y a contarme lo bien que se llevaba con su nuevo novio, no sé si me equivoqué o no sin embargo acabé por soltarle que le tenía envidia. Sí, me confesé con ella sobre mi homosexualidad y deseé ser ella tan llena de halagos por su pareja. Pensé inmediatamente en mi amigo y en todo lo que me brindaría si fuera su amante, las caricias prohibidas a media luz o los besos pasionales a escondidas, aunque luego pensé que sería sustituir lo que realmente sentía para no verme tan solo. Quiero demasiado a ese chico, le quiero como amigo y le adoro, así que no puedo destrozarlo con unos falsos te quiero. Respecto a Susana se lo tomó bastante bien y con un “ya lo intuía” me tranquilizó. La verdad es que cuando dices lo que padece tu pequeño corazón, esa caja bomba que tenemos colocada en el pecho aunque el órgano de los sentidos sea el cerebro, te sientes liberado y notas que pesas menos que una pluma. Es curioso, yo jamás envidié a mi hermana si bien en ese mismo instante vino el terrible sentimiento de deseos de ser ella. Conocía a su chico desde hacía unos meses, era un amigo de su instituto y pasó algunos días en casa en verano, por ello me alegré por su felicidad.
Hoy me he levantado como todas las mañanas, he desayunado poco y me he querido morir cuando vi la expresión de triunfo de Iván. Héctor estaba sentado en su asiento y me aproximé a él tan sólo para unos buenos días. Su mirada se iluminó pude notarlo, cosa que antes no, mientras su boca se desfiguraba en una magnífica mueca de felicidad. Fui a mi lugar, me senté y pasé de lo que me dijera Iván. Me daba igual sus susurros de superioridad, sus te engañé como a un idiota y su crujido de nudillos. Acabé por mirarle como si lo destruyera con mis ojos, si las miradas mataran él ya estaría en el depósito.
-Mira capullo te perdoné una vez, dos no, puedo acabar con tu vida con solo el movimiento de mis manos. Te crees superior y no vales más que una mierda pisoteada y seca. Eres tan asqueroso que ni las moscas se posarían sobre ti. Apestas. Créeme el desgraciado aquí no soy yo, sino tú y los tuyos. Sois una pandilla de perdedores, unos auténticos cabronazos sin educación ni respeto a la verdad. Dais pena.-Escupí ante la atenta mirada de mi único amigo.-Te juro que sentiría placer penetrándote una y otra vez tan sólo para verte gritar como una puta, la puta que eres y que escondes.-Concluí mirando hacia el frente y topándome con la mirada, llena de preguntas, de Héctor.
Esta semana me toca quedarme con la llave de clase, así que me quedé en el aula y Héctor conmigo. Hablamos sobre lo sucedido, puso el grito en el cielo pero luego se calmó. No sé como pero acabamos liándonos, su mirada se clavó en la mía y se produjo un silencio para más tarde sentir su lengua en mi boca. Sus manos en mis nalgas y mis brazos rodeándolo mientras me sentaba en la mesa del profesor. Sentí como tras sus pantalones anchos de vaqueros desgastados se producía una erección. No podía parar, quería más y él me producía esa exquisita droga llamada deseo. Mis piernas se enroscaron en su cintura y me frotaba contra él. Sus dedos se contraían, mientras que los míos jugaban bajo su sudadera tocando su espalda. Su boca mordiendo mi cuello me hacía temblar y cerré los ojos recostándome sobre la superficie de la mesa. Subió mi camiseta y besó mis pezones, ya erectos. Durante todo ese tiempo mi cerebro parecía no funcionar guiándome solo por el instinto más animal. Bajó lentamente mis pantalones caídos besando mi vientre cercano a mi entrepierna, bajo el ombligo, cuando entonces sonó la campana y yo volví a la normalidad.
-Sal conmigo.-Masculló en un susurro cercano a mi boca mientras me incorporaba.
-No, esto ha sido un error fruto de mis hormonas.-Respondí colocándome bien la ropa.
Abrí la puerta y me volví a mi asiento. No he vuelto a dirigir ni una sola palabra con él, aunque para que engañarnos sí más de una mirada y alguna que otra nota, de su puño y letra, llegó a mí. Lo leí y me sentí como un desgraciado, eran líneas de amor incondicional e intentando quedar para la tarde o el día siguiente; también hubo una que me preguntaba que desde cuando tenía esa figura, no quise contestar porque luego pediría que lo hiciera al resto de papelitos diminutos que colocaba en mis lápices. No quería hacerle más daño, así que recogí antes de tiempo y me largué. Corrí aún dolorido hasta llegar al parque de mi urbanización, me senté unos minutos y reflexioné. Estaba confuso, muy confuso, y aún lo estoy porque durante años ha sido Iván el chico al que he amado como un idiota. Sé que es un capullo, un troglodita, que me ha hecho daño y me humilla pero aún así siento algo que me atrae deseándolo cada vez más. Luego me arrastré hasta mi bloque, subí por el ascensor deseando morirme y me tiré en la cama más atormentado que antes. Más tarde decidí hacer la comida para mi hermana y para mí, mi madre llegó luego y mi padre llamó para decir que hasta la noche no llegaría. He hecho los deberes y he preguntado si podía acudir a una cita hoy, así que ahora termino de expresarme y voy hacia la cita. Me he dado una buena ducha para relajarme pero los ojos verdes de Héctor me han hecho sentirme aún peor.
Por la tarde tuve que ir al hospital, mi padre me obligó. Pedí por el camino a mi padre que no me obligara a decir que me habían pegado, mejor era un accidente domestico y punto. Él pensaba que mi actitud era de cobarde, que debía enfrentarme a mis miedos, pero no era eso lo que me preocupaba sino que Iván fuera a dar con sus huesos a la cárcel o que le sucediera algo peor. Yo prefería seguir con mi vida, él con la suya y además si lo hacía Héctor se enteraría. Así que no sé como lo logré pero mi padre entendió mis razones. No tenía nada lesionado gravemente, tan sólo magulladuras, así que únicamente tuve algunos medicamentos para el dolor y para la cicatrización de la herida del labio inferior. El resto del día estuve tumbado sin hacer apenas nada, sólo me moví para hacer el único ejercicio que había.
Por la mañana amanecí con un terrible dolor de cabeza, todo me daba vueltas y mi cuerpo era un amasijo de insoportables punzadas. Era sábado, no había clases, me arropé bajo mi nórdico tiritando de ira y llorando. Las lágrimas no calmaban el poderoso latido de la venganza. Ellos probarían de su propia medicina, lograría que me pagaran lo que habían hecho uno a uno. Debía ponerlos en contra, hacer que pensaran que estaban siendo engañados y sembrar en su huerto la maldad más abrupta. Tomé dos cápsulas para los hematomas y un poco de pomada en la boca. Cerré los ojos haciendo que el sueño me venciera de nuevo. Lo que vi en el era tan rotundamente hermoso que me desquició. Tengo que contarlo, siento ser tan explícito y quizás daño tu sensibilidad sin embargo lo necesito.
Me encontraba en una habitación armado por mi katana y el resto atado como vulgares cerdos para ser cocinados, manos y pies anudados con cuerdas bastas mientras sus bocazas tenían puesto un trapo para no poder gritar. Fueron entonces decapitados, todos menos Iván. Lo desaté besé enloquecido aún manchado con la sangre de mis victimas, para luego desnudarlo y hacer que lamiera mis partes. Me encontraba desenfrenado y eso hizo que lo violara, mi entrada fue tremenda e hizo que temblara además de gritar clemencia. En medio de un río de sangre fue mío como si fuera en un lecho de pétalos de rosas rojas. De sus nalgas se expulsaba también ese líquido rosado por culpa del daño que le otorgaba mi miembro. Sus lágrimas me hacían sentir un héroe y al fin fue mío para luego empujarlo a un rincón, donde las cabezas, tras mi eyaculación. Le Escupí, abofeteé e hice daño a su entrepierna; para luego dejarlo encerrado en la habitación.
Tras este sueño tan extraño y excesivamente violento, también sangriento a la par que desagradable, me desperté bañado en sudor. Me levanté entonces a duras penas de la cama y busqué mi cuaderno de escrituras. Realicé un pequeño poema sobre mi estado de ánimo, bastante bajo, para volver a caer rendido en los bazos de Morfeo. Durante el resto del día no hice gran cosa, tan sólo dormí.
Ayer tampoco hice mucho, quizás algo más al estudiar un poco lo que habíamos dado en clase. No tuve ni una llamada suya, de Héctor sí y le dije que no podía quedar con él porque me encontraba con el estómago algo revuelto; durante varios mensajes al móvil insistió mucho, demasiado, en venir a verme pero no deseaba que supiera la verdad. Mi hermana vino a verme un par de veces y a contarme lo bien que se llevaba con su nuevo novio, no sé si me equivoqué o no sin embargo acabé por soltarle que le tenía envidia. Sí, me confesé con ella sobre mi homosexualidad y deseé ser ella tan llena de halagos por su pareja. Pensé inmediatamente en mi amigo y en todo lo que me brindaría si fuera su amante, las caricias prohibidas a media luz o los besos pasionales a escondidas, aunque luego pensé que sería sustituir lo que realmente sentía para no verme tan solo. Quiero demasiado a ese chico, le quiero como amigo y le adoro, así que no puedo destrozarlo con unos falsos te quiero. Respecto a Susana se lo tomó bastante bien y con un “ya lo intuía” me tranquilizó. La verdad es que cuando dices lo que padece tu pequeño corazón, esa caja bomba que tenemos colocada en el pecho aunque el órgano de los sentidos sea el cerebro, te sientes liberado y notas que pesas menos que una pluma. Es curioso, yo jamás envidié a mi hermana si bien en ese mismo instante vino el terrible sentimiento de deseos de ser ella. Conocía a su chico desde hacía unos meses, era un amigo de su instituto y pasó algunos días en casa en verano, por ello me alegré por su felicidad.
Hoy me he levantado como todas las mañanas, he desayunado poco y me he querido morir cuando vi la expresión de triunfo de Iván. Héctor estaba sentado en su asiento y me aproximé a él tan sólo para unos buenos días. Su mirada se iluminó pude notarlo, cosa que antes no, mientras su boca se desfiguraba en una magnífica mueca de felicidad. Fui a mi lugar, me senté y pasé de lo que me dijera Iván. Me daba igual sus susurros de superioridad, sus te engañé como a un idiota y su crujido de nudillos. Acabé por mirarle como si lo destruyera con mis ojos, si las miradas mataran él ya estaría en el depósito.
-Mira capullo te perdoné una vez, dos no, puedo acabar con tu vida con solo el movimiento de mis manos. Te crees superior y no vales más que una mierda pisoteada y seca. Eres tan asqueroso que ni las moscas se posarían sobre ti. Apestas. Créeme el desgraciado aquí no soy yo, sino tú y los tuyos. Sois una pandilla de perdedores, unos auténticos cabronazos sin educación ni respeto a la verdad. Dais pena.-Escupí ante la atenta mirada de mi único amigo.-Te juro que sentiría placer penetrándote una y otra vez tan sólo para verte gritar como una puta, la puta que eres y que escondes.-Concluí mirando hacia el frente y topándome con la mirada, llena de preguntas, de Héctor.
Esta semana me toca quedarme con la llave de clase, así que me quedé en el aula y Héctor conmigo. Hablamos sobre lo sucedido, puso el grito en el cielo pero luego se calmó. No sé como pero acabamos liándonos, su mirada se clavó en la mía y se produjo un silencio para más tarde sentir su lengua en mi boca. Sus manos en mis nalgas y mis brazos rodeándolo mientras me sentaba en la mesa del profesor. Sentí como tras sus pantalones anchos de vaqueros desgastados se producía una erección. No podía parar, quería más y él me producía esa exquisita droga llamada deseo. Mis piernas se enroscaron en su cintura y me frotaba contra él. Sus dedos se contraían, mientras que los míos jugaban bajo su sudadera tocando su espalda. Su boca mordiendo mi cuello me hacía temblar y cerré los ojos recostándome sobre la superficie de la mesa. Subió mi camiseta y besó mis pezones, ya erectos. Durante todo ese tiempo mi cerebro parecía no funcionar guiándome solo por el instinto más animal. Bajó lentamente mis pantalones caídos besando mi vientre cercano a mi entrepierna, bajo el ombligo, cuando entonces sonó la campana y yo volví a la normalidad.
-Sal conmigo.-Masculló en un susurro cercano a mi boca mientras me incorporaba.
-No, esto ha sido un error fruto de mis hormonas.-Respondí colocándome bien la ropa.
Abrí la puerta y me volví a mi asiento. No he vuelto a dirigir ni una sola palabra con él, aunque para que engañarnos sí más de una mirada y alguna que otra nota, de su puño y letra, llegó a mí. Lo leí y me sentí como un desgraciado, eran líneas de amor incondicional e intentando quedar para la tarde o el día siguiente; también hubo una que me preguntaba que desde cuando tenía esa figura, no quise contestar porque luego pediría que lo hiciera al resto de papelitos diminutos que colocaba en mis lápices. No quería hacerle más daño, así que recogí antes de tiempo y me largué. Corrí aún dolorido hasta llegar al parque de mi urbanización, me senté unos minutos y reflexioné. Estaba confuso, muy confuso, y aún lo estoy porque durante años ha sido Iván el chico al que he amado como un idiota. Sé que es un capullo, un troglodita, que me ha hecho daño y me humilla pero aún así siento algo que me atrae deseándolo cada vez más. Luego me arrastré hasta mi bloque, subí por el ascensor deseando morirme y me tiré en la cama más atormentado que antes. Más tarde decidí hacer la comida para mi hermana y para mí, mi madre llegó luego y mi padre llamó para decir que hasta la noche no llegaría. He hecho los deberes y he preguntado si podía acudir a una cita hoy, así que ahora termino de expresarme y voy hacia la cita. Me he dado una buena ducha para relajarme pero los ojos verdes de Héctor me han hecho sentirme aún peor.
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