Capítulo Noveno: Amo a Iván.
Dicen que el amor entiende de gustos, de razas, de sexo y tampoco de fronteras. Yo puedo decir que hay una barrera que me impide amar a Héctor y se llama Iván. Ya sé que es una estupidez, ambos me atraen pero de forma diferente. Necesito aclararme y lo que sucede con Héctor no ayuda. Cuando estoy con él me siento comprendido, amado, protegido y pleno aunque no siento lo que me sucede con mi verdugo. Hay algo que me obliga a no sentir más por él y anclarme a un amor imposible, eso que jamás tendré. La noche no ha sido muy propicia a pensar con claridad me excité a media noche rememorando lo que había sucedido.
Por la mañana le saludé como de costumbre sin embargo él me miró de forma especial, como mira a sus chicas, y me entregó una nota. En ese pedazo de papel expresaba sus sentimientos más profundos, su entrega a mí y todas esas palabras bonitas que suele decir a sus parejas. Me sentí uno más durante unos instantes aunque luego sonreí pensando que quizás eran especiales en esos momentos. Dudé en responderle o no mientras Iván y él se profesaban miradas de mutuo odio. Héctor no podía comprender como me podía sentar a su lado como si nada, me lo dijo girándose segundos antes de que comenzara la clase. En la hora del descanso nos quedamos en clase, él y yo a solas. Volvió a suceder lo del día anterior, sus labios devoraban mi piel y sentía como poseía mi cuerpo solamente usando sus dedos.
-Estoy confuso.-Mascullé poyándome en la pizarra.
-Mejor para mí.-Susurró con aires pícaros de don Juan descarado.
-No seas idiota.-Respondí frunciendo el ceño.
-¿Leíste la nota?-Interrogó ansioso.
-Sí, pero estoy acostumbrado a leerlas. Es lo que sueles decirles a todas esas chicas.-Comenté enrabietado y no sabía bien el porqué.
-Siempre las escribía pensando en ti.-Dijo besando dulcemente mi rostro. Con un brazo me tenía cogido del cuello mientras la mano que tenía libre jugaba con mis nalgas.
-¿Tengo que creerlo?-Respondí con una pregunta clavando mi altiva mirada en él.
-Te amo.-Dicho esto comenzamos a besarnos con mayor ímpetu.
Esa actitud chulesca jamás la había tenido conmigo, demasiado atrevido y muy directo. Cogía lo que le venía en gana sin peguntar. Me aparté de él y le pedí que me dejara tomarme el zumo tranquilo junto con mi bocadillo. Mientras comía él no paraba de besarme en la cabeza, tocar mis cabellos o simplemente quedarse mirándome fijamente. Me desconcertaba, no era el chico educado y callado que conocía sino el rufián que se llevaba a todas de calle. Era la forma de ser de Héctor en acción; el batería de los Devils que me solía invitar a ver sus peripecias, mientras sus compañeros tocaban como almas en pena desgarrando sentimientos. Jamás le pedí pertenecer al grupo aunque me gustaría. Sus amigos de la banda me miran como si fuera un chico más, hemos cruzado palabras y se puede decir que somos conocidos, pero no amigos. No sé creo que esos chicos le dan seguridad a Héctor, la suficiente para mutar hacia su lado más salvaje. Después que comiera su boca buscó la mía y aún quedaban diez minutos, los peores de toda mi vida, para que me acosara como a él le viniera en gana. Era una tortura escuchar sus susurros cargados de promesas de amor, su pulso agitado y su aliento desenfrenado me hacían sentir débil.
Cuando llegó la hora de la salida me pidió que me fuera con él, que me llevaría en su moto hasta casa. Acepté y no sé bien porqué lo hice, quizás por su insistencia. Entonces me di cuenta que no nos dirigíamos a mi casa, sino a la suya. Cambió de dirección en un semáforo y supuestamente mis padres ya sabían que iba a comer con él. Héctor les había llamado con una excusa estúpida que ambos se tragaron. Me senté en el comedor y me plantó delante de mis narices un plato de pasta.
-Mis padres no estarán hoy en todo el día.-Comentó sentándose frente a mí.
-¿Y qué?-Respondí clavando el tenedor en el plato.
-Quería hacer contigo los ejercicios después de comer y luego pasar la tarde como una pareja normal.-Dijo tomando una de mis manos entre las suyas.
-No somos pareja.-Comenté apartando mi mano de él.
-¿Amantes?-Interrogó.
-Héctor no insistas, no te amo.-Dije probando aquella pasta.
-Inténtalo.-Sonrió ampliamente y tomó un trago de refresco.-Al menos te gusto, admítelo.-Guiñó levantándose hasta donde me encontraba.
-Sí.-Susurré confirmando que eso sí era cierto.
-Eso esta mejor.-Masculló posicionándose detrás mía.
-No sé si esta bien o no.-Dije dejando a un lado la comida.
-Esta muy bien.-Susurró mordiéndome el cuello. Un escalofrío punzante recorrió todo el cuerpo y sentí sus manos desabotonar la camisa que llevaba.
Volví a caer como un idiota y durante toda la tarde estuvimos haciendo el amor, aunque yo no estoy enamorado de él y solo siento una atracción imposible. Después hicimos el único ejercicio que había pendiente para luego quedarnos dormidos. Sus padres parecían comprender su homosexualidad, eso dijo, y no verían mal que durmiéramos juntos. Según él mientras no hiciéramos sexo mientras ellos estaban en la casa no pasaría nada. Me sentí aún más idiota, más usado, e irremediablemente me puse a llorar. Quería sentirme único para él y en realidad me volvía un amasijo blando de lágrimas. Pasé allí la noche, sus padres como dijo no mencionaron el tema y hablaban conmigo como si nada. Por la mañana me prestó su ropa y me sentí extraño contemplándome al espejo con él rodeándome.
-Cuando acabemos el instituto iremos los dos a estudiar filología hispánica.-Susurró besándome en la mejilla.
-Sí.-Asentí.
-Quiero despertar todos los días como hoy.-Su sonrisa parecía sincera, pero yo no debería de estar con él.
-No sé si yo quiero o no.-Comenté subiendo la cremallera del vaquero.
-¿Si mato a Iván desaparecerá de escena?-Preguntó riendo.
-No.-Mi mirada fue una daga pues se separó de mí y quedó callado durante varios minutos.
En clase no pasó nada y en la hora del recreo le pedí que necesitaba mi espacio, pensar. Luego llegué a casa, me duché e hice los ejercicios para luego ir a darme una buena vuelta junto con el gimnasio. Mas tarde al regresar tuve una pequeña bronca con mi hermana y ahora escribo estas palabras para que las analices cuando llegue a visitarte hoy. Es un miércoles, mitad de semana, y vivo un calvario. Ayúdame.
Dicen que el amor entiende de gustos, de razas, de sexo y tampoco de fronteras. Yo puedo decir que hay una barrera que me impide amar a Héctor y se llama Iván. Ya sé que es una estupidez, ambos me atraen pero de forma diferente. Necesito aclararme y lo que sucede con Héctor no ayuda. Cuando estoy con él me siento comprendido, amado, protegido y pleno aunque no siento lo que me sucede con mi verdugo. Hay algo que me obliga a no sentir más por él y anclarme a un amor imposible, eso que jamás tendré. La noche no ha sido muy propicia a pensar con claridad me excité a media noche rememorando lo que había sucedido.
Por la mañana le saludé como de costumbre sin embargo él me miró de forma especial, como mira a sus chicas, y me entregó una nota. En ese pedazo de papel expresaba sus sentimientos más profundos, su entrega a mí y todas esas palabras bonitas que suele decir a sus parejas. Me sentí uno más durante unos instantes aunque luego sonreí pensando que quizás eran especiales en esos momentos. Dudé en responderle o no mientras Iván y él se profesaban miradas de mutuo odio. Héctor no podía comprender como me podía sentar a su lado como si nada, me lo dijo girándose segundos antes de que comenzara la clase. En la hora del descanso nos quedamos en clase, él y yo a solas. Volvió a suceder lo del día anterior, sus labios devoraban mi piel y sentía como poseía mi cuerpo solamente usando sus dedos.
-Estoy confuso.-Mascullé poyándome en la pizarra.
-Mejor para mí.-Susurró con aires pícaros de don Juan descarado.
-No seas idiota.-Respondí frunciendo el ceño.
-¿Leíste la nota?-Interrogó ansioso.
-Sí, pero estoy acostumbrado a leerlas. Es lo que sueles decirles a todas esas chicas.-Comenté enrabietado y no sabía bien el porqué.
-Siempre las escribía pensando en ti.-Dijo besando dulcemente mi rostro. Con un brazo me tenía cogido del cuello mientras la mano que tenía libre jugaba con mis nalgas.
-¿Tengo que creerlo?-Respondí con una pregunta clavando mi altiva mirada en él.
-Te amo.-Dicho esto comenzamos a besarnos con mayor ímpetu.
Esa actitud chulesca jamás la había tenido conmigo, demasiado atrevido y muy directo. Cogía lo que le venía en gana sin peguntar. Me aparté de él y le pedí que me dejara tomarme el zumo tranquilo junto con mi bocadillo. Mientras comía él no paraba de besarme en la cabeza, tocar mis cabellos o simplemente quedarse mirándome fijamente. Me desconcertaba, no era el chico educado y callado que conocía sino el rufián que se llevaba a todas de calle. Era la forma de ser de Héctor en acción; el batería de los Devils que me solía invitar a ver sus peripecias, mientras sus compañeros tocaban como almas en pena desgarrando sentimientos. Jamás le pedí pertenecer al grupo aunque me gustaría. Sus amigos de la banda me miran como si fuera un chico más, hemos cruzado palabras y se puede decir que somos conocidos, pero no amigos. No sé creo que esos chicos le dan seguridad a Héctor, la suficiente para mutar hacia su lado más salvaje. Después que comiera su boca buscó la mía y aún quedaban diez minutos, los peores de toda mi vida, para que me acosara como a él le viniera en gana. Era una tortura escuchar sus susurros cargados de promesas de amor, su pulso agitado y su aliento desenfrenado me hacían sentir débil.
Cuando llegó la hora de la salida me pidió que me fuera con él, que me llevaría en su moto hasta casa. Acepté y no sé bien porqué lo hice, quizás por su insistencia. Entonces me di cuenta que no nos dirigíamos a mi casa, sino a la suya. Cambió de dirección en un semáforo y supuestamente mis padres ya sabían que iba a comer con él. Héctor les había llamado con una excusa estúpida que ambos se tragaron. Me senté en el comedor y me plantó delante de mis narices un plato de pasta.
-Mis padres no estarán hoy en todo el día.-Comentó sentándose frente a mí.
-¿Y qué?-Respondí clavando el tenedor en el plato.
-Quería hacer contigo los ejercicios después de comer y luego pasar la tarde como una pareja normal.-Dijo tomando una de mis manos entre las suyas.
-No somos pareja.-Comenté apartando mi mano de él.
-¿Amantes?-Interrogó.
-Héctor no insistas, no te amo.-Dije probando aquella pasta.
-Inténtalo.-Sonrió ampliamente y tomó un trago de refresco.-Al menos te gusto, admítelo.-Guiñó levantándose hasta donde me encontraba.
-Sí.-Susurré confirmando que eso sí era cierto.
-Eso esta mejor.-Masculló posicionándose detrás mía.
-No sé si esta bien o no.-Dije dejando a un lado la comida.
-Esta muy bien.-Susurró mordiéndome el cuello. Un escalofrío punzante recorrió todo el cuerpo y sentí sus manos desabotonar la camisa que llevaba.
Volví a caer como un idiota y durante toda la tarde estuvimos haciendo el amor, aunque yo no estoy enamorado de él y solo siento una atracción imposible. Después hicimos el único ejercicio que había pendiente para luego quedarnos dormidos. Sus padres parecían comprender su homosexualidad, eso dijo, y no verían mal que durmiéramos juntos. Según él mientras no hiciéramos sexo mientras ellos estaban en la casa no pasaría nada. Me sentí aún más idiota, más usado, e irremediablemente me puse a llorar. Quería sentirme único para él y en realidad me volvía un amasijo blando de lágrimas. Pasé allí la noche, sus padres como dijo no mencionaron el tema y hablaban conmigo como si nada. Por la mañana me prestó su ropa y me sentí extraño contemplándome al espejo con él rodeándome.
-Cuando acabemos el instituto iremos los dos a estudiar filología hispánica.-Susurró besándome en la mejilla.
-Sí.-Asentí.
-Quiero despertar todos los días como hoy.-Su sonrisa parecía sincera, pero yo no debería de estar con él.
-No sé si yo quiero o no.-Comenté subiendo la cremallera del vaquero.
-¿Si mato a Iván desaparecerá de escena?-Preguntó riendo.
-No.-Mi mirada fue una daga pues se separó de mí y quedó callado durante varios minutos.
En clase no pasó nada y en la hora del recreo le pedí que necesitaba mi espacio, pensar. Luego llegué a casa, me duché e hice los ejercicios para luego ir a darme una buena vuelta junto con el gimnasio. Mas tarde al regresar tuve una pequeña bronca con mi hermana y ahora escribo estas palabras para que las analices cuando llegue a visitarte hoy. Es un miércoles, mitad de semana, y vivo un calvario. Ayúdame.
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