Este es de un videojuego yaoi, sí homosexual. (el nombre es Schaos)
Capítulo Décimo: Dueño y Esclavo.
Según Paula estoy demasiado confuso pero la realidad es obvia. Quiero poseer a Iván para que sienta que yo soy quien realmente manda en la situación, pero sin embargo amo a Héctor o tengo sentimientos encontrados en él. Debería calmarme y tomarme un respiro. Aunque no sé como tomar un respiro yendo a la misma clase que ambos, teniendo las mismas asignaturas y los dos luchando por hacerme daño de una forma u otra. Sí Héctor me causa daño, inconscientemente lo hace. Me siento abocado al fracaso y debo centrarme en mis apuntes, como siempre, junto con el gimnasio. Necesito liberarme un poco y salir de donde me encuentro. La guitarra eléctrica se esta haciendo parte de mí, aunque no lo diga normalmente toco una o dos horas. Durante un buen rato estuve con mis preocupaciones hasta que conseguí liberarme. La noche fue un calvario, las palabras de Paula y sus conjeturas en mi mente una y otra vez. Aunque no era la primera vez que ella suponía que tenía esos deseos sobre Iván si no los probaba no iba a lograr nada.
Hoy en clases quedé con él con el único pretexto que por nuestro nefasto comportamiento de días pasados teníamos que hacer un ejercicio. Debíamos hacer un texto mutuo, sacar los valores de uno y de otro junto con las desavenencias. Supuestamente lo mandó el director y él no rechistó porque temía una carta a sus padres. No iba a haber nadie en mi casa hasta bien entrada la noche, así que aproveché. Cuando entró le dirigí hacia mi habitación y cerré con llave el apartamento, las escondí y luego fui en su búsqueda.
-¿Cómo empezaremos esto?-Interrogó sacando un cuaderno y un bolígrafo azul.
-No sé.-Respondí aproximándome a mis armas.
-Lo de la paliza no fue idea mía.-Comentó.
-Ya claro.-Dije sin creer ni una sola palabra.
-En serio, no fue idea mía.-Susurró algo atemorizado por mi actitud quizás.
-Poco hiciste para ayudarme.-Respondí sonriendo mientras sostenía una de mis amadas katanas.
-¿Cómo puedo solucionarlo?-Preguntó viendo como cerraba la puerta de mi habitación.
-Chúpamela.-Dije girándome hacia él bajando mi cremallera.
-No, la otra vez fue porque lo necesitaba y además yo no hago eso.-Dijo algo atemorizado, el miedo estaba presente en sus ojos.
-Ves esta katana, no me gustaría usarla.-Comenté acariciándola dulcemente.
-Lo he entendido.-Me acerqué a él como un felino hambriento y sostuvo mi miembro con sus manos. Lo introdujo en su boca y sentí un leve daño.
-Cuidado con los dientes, idiota.-Respondí a aquel agudo dolor.
El vaivén de su cabeza lo provocaba yo con la mano que tenía libre, le introducía en su totalidad mi entrepierna y gozaba de una sensación de poderío absoluto. Él me miraba con sus ojos envueltos en lágrimas, no me daba pena sino que me excitaba aún más. Después le hice bajar sus pantalones junto con su ropa interior. Se postró boca abajo en la cama, mientras yo buscaba por mis cajones aceite o algo que hiciera deslizarme dentro de sus nalgas. Cuando tuve el bote unté cantidad en mi miembro y en su orificio para luego embestirlo con total impunidad. Sus gritos de dolor no menguaron mi deseo, solté la espada lejos de él y con mis manos sostuve sus caderas. Mi ritmo aumentaba y sus gritos comenzaron a ser placenteros jadeos. Puse mi mano derecha sobre su cabeza y la otra amantando su entrepierna, alzando algo sus nalgas. Su cuerpo arqueado me enloquecía y no dudé en jadear mientras compulsivamente entraba en él. Terminé vertiéndome dentro de su trasero, salí pletórico y satisfecho, Iván lo había hecho en mi mano. Le di la vuelta y lo besé rudamente para luego tomarlo por los cabellos acercándolo a mi miembro.-Límpialo.-Le susurré con los ojos henchidos de euforia. Tras aquella vejación sonreí y me tumbé en la cama junto a él.
-Me has violado.-Recriminó
-Tú me has pegado durante años y hoy has sido mi esclavo, si comentas esto quedarás como un inútil ante tus amigos además de un maricón de mierda. No quieres eso ¿verdad?-Sabía que había hecho mal, pero él me había hecho mucho más daño durante años de silencio.
-¿Qué vas a hacer? Violarme cuando te plazca.-Dijo humillado mientras le apretaba sobre mi pecho.
-Al final te ha gustado, ¿no es cierto?-Respondí sonriendo.
-No es eso.-Su cara se desdibujó la preocupación con la ira.
-Has gemido como una puta.-Comenté arrojándome sobre él.
-Sí.-Susurró, luego volví a mi posición.
-Súbete encima y cabalga, se ha vuelto a endurecer.-Dije desabotonando su camisa, aún estaba vestido en su parte superior y yo totalmente menos por mi bragueta. Lo hizo, se subió sobre mí y se sentó sobre mi miembro.
No sé si es cierto lo que dices, Paula, pero me sentí en la cima del mundo mientras tenía a Iván en mis manos. Después limpiamos todo y nos duchamos, hicimos los ejercicios ordinarios y pedí permiso a sus padres para que durmiera en mi casa. Mi madre se sorprendió al verlo, es cierto, pero lo tomó como un nuevo amigo y no otra cosa más allá.
He dormido bien a su lado, abrazándolo y sintiendo que podía dominarlo cuando yo deseara. Su aliento es dulce, su piel suave y su mirada un huracán. Sin duda es un perfecto muñequito de placer, que ahora es mío. Me desperté a media noche y vi como unas veinte llamadas perdidas de Héctor, el móvil lo puse en modo silencio. En ese instante me sentí mal, algo extraño y sobretodo rastrero. Le mentí en un mensaje al móvil diciéndole que había estado con jaqueca toda la tarde, Iván se despertó cuando mandaba el mensaje y le hice saber que hoy no quedamos y mucho menos hicimos nada. Él por su parte también deseaba eso; era el macho del instituto y se pavoneaba ante las chicas, no querría perder su posición. Me dio su teléfono móvil como mandato de su amo y señor, ahora tiene que hacer lo que yo ordene. Ha cambiado mucho nuestra relación en pocos días, eso me gusta.
Por la mañana hubo clases solo las tres primeras horas, luego una huelga nos sorprendió y yo decidí ir al gimnasio aprovechando de que estaría desierto. Iván siguió siendo quien era y Héctor me agobiaba con mensajes en pequeñas notas. Cuando salimos de clases estuvo bastante pesado con ir al cine juntos como una pareja normal, si bien nosotros no somos pajera. No sé como hacerle entender que yo no quiero ser su novio, ni su amante, que me va bien estando como simples amigos. Decidió llevarme en la moto, le dije que ni se le ocurriera cambiar la dirección pues jamás se lo perdonaría; al bajarme de esta hizo un gesto cómplice, besando mi mejilla, a lo que le respondí con un puñetazo leve en el estómago. Un no vuelvas a hacer eso salió de mis labios ante su mirada atónita. Estuve en las máquinas más de dos horas, luego algo de sauna y una buena ducha. Quedé nuevo y volví a casa, hice yo la comida como siempre y cuando volvieron mis padres me dirigí a dar un paseo. Llamé a mi esclavo y quedé con él en el parque cercano a su casa. Después me lo llevé a un pequeño motel donde le hice saber quien mandaba. Mientras me desahogaba sentía que podía hacer cualquier cosa, sentirme aliviado y poseedor de la verdad absoluta.
-Sabes, yo era virgen.-Me confesó tras el sexo mientras nos vestíamos.
-Hombre es normal que fueras virgen en esa zona.-Dije buscando entre mis pantalones el móvil.
-No, virgen completamente porque nunca conseguía que las chicas…-Comentó aproximándose a mí, me tomó de la cintura y dejó caer su cabeza sobre mi pecho.
-Vamos que lo que cuentas a tus amigos es falso.-Respondí encontrando el móvil en el bolsillo trasero.
-Sí.-Susurró clavando su mirada en la mía. De miradas que matan a miradas que seducen, deseaba tenerlo de nuevo pero sería demasiado gasto en hotel.
-Heterosexuales- Hice un leve inciso mientras suspiraba.-¿Quién os comprende?-Interrogué besando su cuello.
-La cosa es que me gusta lo que me haces.-Respondió manteniendo su mirada con la mía, no mentía y lo noté.
-Eso es bueno en una zorra como tú.-Susurré apretando con una de mis manos sus nalgas.
-¿Podrías ser un poco más dulce?-Interrogó con un gesto triste jugueteando con mi melena.
-Contigo nunca.-Respondí.
-¿Ese tal Héctor es tu novio?-Preguntó con la mirada dispersa en mi rostro, pero no en mis ojos.
-Amigo.-Repuse.
-Bien, entonces ¿Puedo serlo yo?-Me sorprendió y no es que no le crea, es que es imposible que le pueda creer.
-¿Me tomas el pelo?-Pregunté dejando que una risotada acompañara a esa frase.
-No.-Contestó firme.
-Demuéstramelo.-Después de esto se arrodilló ante mí y bajó la bragueta.-Ahora no, hazlo poco a poco y veré si te quiero además como utensilio de placer.-Mascullé borrando los mensajes del móvil sin leerlos.
-El sábado y el domingo no estarán mis padres, ¿quieres venir?-Dijo titubearte.
-Espero no tener sorpresas pues iré armado.-Respondí.
-¿Llevarás la espada esa?-Interrogué
-No, arma de fuego, tengo un revolver.-Dije besando luego sus labios.
Tras eso lo dejé en la habitación terminándose de vestir para pagar la factura. Volví a casa y me duché, entonces sonó el timbre y mi hermana abrió la puerta. Héctor estaba frenético y quería hablar conmigo. Salí con la toalla y me metí en mi habitación junto con él.
-¿Qué pasa?-Pregunté viéndole resoplar de rabia.
-Te he mandado varias poesías, te he llamado y no lo has cogido. Pensé que estabas de nuevo enfermo y te pasaba algo malo.-Parecía un novio en un momento de celos, las escenitas no van conmigo y no me gusta que me reclamen nada.
-No pasa nada, en serio.-Dije intentando ser amable.
-¿Y ese chupetón?-Interrogó como si fuera un policía.
-Me lo harías tú.-Respondí apartando mis ojos de él.
-Ya lo tendrías borrado, es reciente y hoy por la mañana no lo tenías.-Me reprochó como si fuera de su posesión y eso no se lo permitiría.
-No eres mi novio, ni nada mío, solo un amigo.-Dije sin alzar la voz por si mi hermana nos oía.
-Te amo.-Musitó levantándose del asiento y aferrándome de la cintura.
-Yo no, y ahora largo de mi casa porque no eres quién para pedir explicaciones. No vuelvas a dirigirme la palabra en unos días, ¿te enteras?-Dije frío, muy distante, apartándolo de mí mientras le indicaba la puerta.
-Pero.-Masculló tembloroso.
-Ni una sola palabra.-Dije enfurecido a media voz.
Le he dado mil vueltas y he llorado. No sé porque me siento tan mal, él no tenía derecho a pedir nada y sin embargo me siento como una mierda. Ni siquiera la imagen de Iván entre mis brazos me hace sentir bien, es como si me torturara a mí mismo pensando en Héctor. Quizás porque somos amigos o Paula dio en lo acertado, no lo sé, sin embargo sea lo que sea me siento como un cabrón sin sentimientos. Ahora que escribo esto y me sincero tengo la sensación de no querer elegir, de querer tenerlos a los dos a mis órdenes como si eso fuera posible. Uno me da estabilidad emocional y el otro un sexo brutal que me hace sentir un frenesí único. Solo quiero expresar una última línea: Mierda de vida que nunca tengo lo que quiero, ni lo que me corresponde.
Según Paula estoy demasiado confuso pero la realidad es obvia. Quiero poseer a Iván para que sienta que yo soy quien realmente manda en la situación, pero sin embargo amo a Héctor o tengo sentimientos encontrados en él. Debería calmarme y tomarme un respiro. Aunque no sé como tomar un respiro yendo a la misma clase que ambos, teniendo las mismas asignaturas y los dos luchando por hacerme daño de una forma u otra. Sí Héctor me causa daño, inconscientemente lo hace. Me siento abocado al fracaso y debo centrarme en mis apuntes, como siempre, junto con el gimnasio. Necesito liberarme un poco y salir de donde me encuentro. La guitarra eléctrica se esta haciendo parte de mí, aunque no lo diga normalmente toco una o dos horas. Durante un buen rato estuve con mis preocupaciones hasta que conseguí liberarme. La noche fue un calvario, las palabras de Paula y sus conjeturas en mi mente una y otra vez. Aunque no era la primera vez que ella suponía que tenía esos deseos sobre Iván si no los probaba no iba a lograr nada.
Hoy en clases quedé con él con el único pretexto que por nuestro nefasto comportamiento de días pasados teníamos que hacer un ejercicio. Debíamos hacer un texto mutuo, sacar los valores de uno y de otro junto con las desavenencias. Supuestamente lo mandó el director y él no rechistó porque temía una carta a sus padres. No iba a haber nadie en mi casa hasta bien entrada la noche, así que aproveché. Cuando entró le dirigí hacia mi habitación y cerré con llave el apartamento, las escondí y luego fui en su búsqueda.
-¿Cómo empezaremos esto?-Interrogó sacando un cuaderno y un bolígrafo azul.
-No sé.-Respondí aproximándome a mis armas.
-Lo de la paliza no fue idea mía.-Comentó.
-Ya claro.-Dije sin creer ni una sola palabra.
-En serio, no fue idea mía.-Susurró algo atemorizado por mi actitud quizás.
-Poco hiciste para ayudarme.-Respondí sonriendo mientras sostenía una de mis amadas katanas.
-¿Cómo puedo solucionarlo?-Preguntó viendo como cerraba la puerta de mi habitación.
-Chúpamela.-Dije girándome hacia él bajando mi cremallera.
-No, la otra vez fue porque lo necesitaba y además yo no hago eso.-Dijo algo atemorizado, el miedo estaba presente en sus ojos.
-Ves esta katana, no me gustaría usarla.-Comenté acariciándola dulcemente.
-Lo he entendido.-Me acerqué a él como un felino hambriento y sostuvo mi miembro con sus manos. Lo introdujo en su boca y sentí un leve daño.
-Cuidado con los dientes, idiota.-Respondí a aquel agudo dolor.
El vaivén de su cabeza lo provocaba yo con la mano que tenía libre, le introducía en su totalidad mi entrepierna y gozaba de una sensación de poderío absoluto. Él me miraba con sus ojos envueltos en lágrimas, no me daba pena sino que me excitaba aún más. Después le hice bajar sus pantalones junto con su ropa interior. Se postró boca abajo en la cama, mientras yo buscaba por mis cajones aceite o algo que hiciera deslizarme dentro de sus nalgas. Cuando tuve el bote unté cantidad en mi miembro y en su orificio para luego embestirlo con total impunidad. Sus gritos de dolor no menguaron mi deseo, solté la espada lejos de él y con mis manos sostuve sus caderas. Mi ritmo aumentaba y sus gritos comenzaron a ser placenteros jadeos. Puse mi mano derecha sobre su cabeza y la otra amantando su entrepierna, alzando algo sus nalgas. Su cuerpo arqueado me enloquecía y no dudé en jadear mientras compulsivamente entraba en él. Terminé vertiéndome dentro de su trasero, salí pletórico y satisfecho, Iván lo había hecho en mi mano. Le di la vuelta y lo besé rudamente para luego tomarlo por los cabellos acercándolo a mi miembro.-Límpialo.-Le susurré con los ojos henchidos de euforia. Tras aquella vejación sonreí y me tumbé en la cama junto a él.
-Me has violado.-Recriminó
-Tú me has pegado durante años y hoy has sido mi esclavo, si comentas esto quedarás como un inútil ante tus amigos además de un maricón de mierda. No quieres eso ¿verdad?-Sabía que había hecho mal, pero él me había hecho mucho más daño durante años de silencio.
-¿Qué vas a hacer? Violarme cuando te plazca.-Dijo humillado mientras le apretaba sobre mi pecho.
-Al final te ha gustado, ¿no es cierto?-Respondí sonriendo.
-No es eso.-Su cara se desdibujó la preocupación con la ira.
-Has gemido como una puta.-Comenté arrojándome sobre él.
-Sí.-Susurró, luego volví a mi posición.
-Súbete encima y cabalga, se ha vuelto a endurecer.-Dije desabotonando su camisa, aún estaba vestido en su parte superior y yo totalmente menos por mi bragueta. Lo hizo, se subió sobre mí y se sentó sobre mi miembro.
No sé si es cierto lo que dices, Paula, pero me sentí en la cima del mundo mientras tenía a Iván en mis manos. Después limpiamos todo y nos duchamos, hicimos los ejercicios ordinarios y pedí permiso a sus padres para que durmiera en mi casa. Mi madre se sorprendió al verlo, es cierto, pero lo tomó como un nuevo amigo y no otra cosa más allá.
He dormido bien a su lado, abrazándolo y sintiendo que podía dominarlo cuando yo deseara. Su aliento es dulce, su piel suave y su mirada un huracán. Sin duda es un perfecto muñequito de placer, que ahora es mío. Me desperté a media noche y vi como unas veinte llamadas perdidas de Héctor, el móvil lo puse en modo silencio. En ese instante me sentí mal, algo extraño y sobretodo rastrero. Le mentí en un mensaje al móvil diciéndole que había estado con jaqueca toda la tarde, Iván se despertó cuando mandaba el mensaje y le hice saber que hoy no quedamos y mucho menos hicimos nada. Él por su parte también deseaba eso; era el macho del instituto y se pavoneaba ante las chicas, no querría perder su posición. Me dio su teléfono móvil como mandato de su amo y señor, ahora tiene que hacer lo que yo ordene. Ha cambiado mucho nuestra relación en pocos días, eso me gusta.
Por la mañana hubo clases solo las tres primeras horas, luego una huelga nos sorprendió y yo decidí ir al gimnasio aprovechando de que estaría desierto. Iván siguió siendo quien era y Héctor me agobiaba con mensajes en pequeñas notas. Cuando salimos de clases estuvo bastante pesado con ir al cine juntos como una pareja normal, si bien nosotros no somos pajera. No sé como hacerle entender que yo no quiero ser su novio, ni su amante, que me va bien estando como simples amigos. Decidió llevarme en la moto, le dije que ni se le ocurriera cambiar la dirección pues jamás se lo perdonaría; al bajarme de esta hizo un gesto cómplice, besando mi mejilla, a lo que le respondí con un puñetazo leve en el estómago. Un no vuelvas a hacer eso salió de mis labios ante su mirada atónita. Estuve en las máquinas más de dos horas, luego algo de sauna y una buena ducha. Quedé nuevo y volví a casa, hice yo la comida como siempre y cuando volvieron mis padres me dirigí a dar un paseo. Llamé a mi esclavo y quedé con él en el parque cercano a su casa. Después me lo llevé a un pequeño motel donde le hice saber quien mandaba. Mientras me desahogaba sentía que podía hacer cualquier cosa, sentirme aliviado y poseedor de la verdad absoluta.
-Sabes, yo era virgen.-Me confesó tras el sexo mientras nos vestíamos.
-Hombre es normal que fueras virgen en esa zona.-Dije buscando entre mis pantalones el móvil.
-No, virgen completamente porque nunca conseguía que las chicas…-Comentó aproximándose a mí, me tomó de la cintura y dejó caer su cabeza sobre mi pecho.
-Vamos que lo que cuentas a tus amigos es falso.-Respondí encontrando el móvil en el bolsillo trasero.
-Sí.-Susurró clavando su mirada en la mía. De miradas que matan a miradas que seducen, deseaba tenerlo de nuevo pero sería demasiado gasto en hotel.
-Heterosexuales- Hice un leve inciso mientras suspiraba.-¿Quién os comprende?-Interrogué besando su cuello.
-La cosa es que me gusta lo que me haces.-Respondió manteniendo su mirada con la mía, no mentía y lo noté.
-Eso es bueno en una zorra como tú.-Susurré apretando con una de mis manos sus nalgas.
-¿Podrías ser un poco más dulce?-Interrogó con un gesto triste jugueteando con mi melena.
-Contigo nunca.-Respondí.
-¿Ese tal Héctor es tu novio?-Preguntó con la mirada dispersa en mi rostro, pero no en mis ojos.
-Amigo.-Repuse.
-Bien, entonces ¿Puedo serlo yo?-Me sorprendió y no es que no le crea, es que es imposible que le pueda creer.
-¿Me tomas el pelo?-Pregunté dejando que una risotada acompañara a esa frase.
-No.-Contestó firme.
-Demuéstramelo.-Después de esto se arrodilló ante mí y bajó la bragueta.-Ahora no, hazlo poco a poco y veré si te quiero además como utensilio de placer.-Mascullé borrando los mensajes del móvil sin leerlos.
-El sábado y el domingo no estarán mis padres, ¿quieres venir?-Dijo titubearte.
-Espero no tener sorpresas pues iré armado.-Respondí.
-¿Llevarás la espada esa?-Interrogué
-No, arma de fuego, tengo un revolver.-Dije besando luego sus labios.
Tras eso lo dejé en la habitación terminándose de vestir para pagar la factura. Volví a casa y me duché, entonces sonó el timbre y mi hermana abrió la puerta. Héctor estaba frenético y quería hablar conmigo. Salí con la toalla y me metí en mi habitación junto con él.
-¿Qué pasa?-Pregunté viéndole resoplar de rabia.
-Te he mandado varias poesías, te he llamado y no lo has cogido. Pensé que estabas de nuevo enfermo y te pasaba algo malo.-Parecía un novio en un momento de celos, las escenitas no van conmigo y no me gusta que me reclamen nada.
-No pasa nada, en serio.-Dije intentando ser amable.
-¿Y ese chupetón?-Interrogó como si fuera un policía.
-Me lo harías tú.-Respondí apartando mis ojos de él.
-Ya lo tendrías borrado, es reciente y hoy por la mañana no lo tenías.-Me reprochó como si fuera de su posesión y eso no se lo permitiría.
-No eres mi novio, ni nada mío, solo un amigo.-Dije sin alzar la voz por si mi hermana nos oía.
-Te amo.-Musitó levantándose del asiento y aferrándome de la cintura.
-Yo no, y ahora largo de mi casa porque no eres quién para pedir explicaciones. No vuelvas a dirigirme la palabra en unos días, ¿te enteras?-Dije frío, muy distante, apartándolo de mí mientras le indicaba la puerta.
-Pero.-Masculló tembloroso.
-Ni una sola palabra.-Dije enfurecido a media voz.
Le he dado mil vueltas y he llorado. No sé porque me siento tan mal, él no tenía derecho a pedir nada y sin embargo me siento como una mierda. Ni siquiera la imagen de Iván entre mis brazos me hace sentir bien, es como si me torturara a mí mismo pensando en Héctor. Quizás porque somos amigos o Paula dio en lo acertado, no lo sé, sin embargo sea lo que sea me siento como un cabrón sin sentimientos. Ahora que escribo esto y me sincero tengo la sensación de no querer elegir, de querer tenerlos a los dos a mis órdenes como si eso fuera posible. Uno me da estabilidad emocional y el otro un sexo brutal que me hace sentir un frenesí único. Solo quiero expresar una última línea: Mierda de vida que nunca tengo lo que quiero, ni lo que me corresponde.
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