Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 6 de agosto de 2007

Anotaciones Existenciales


Ryo Takagi
Capítulo treceavo: Lágrimas.



























Mañana será mi cumpleaños y hoy solo he tenido un día triste además de Apocalíptico. Odio los lunes y sobretodo si son como hoy. Iván no me dejó ni un segundo, mandaba pequeños papeles o anotaciones en la esquina de sus libros. Héctor no aceptaba ni una mirada mía, ni una palabra y mucho menos una cita en el parque para hablar detenidamente. Los amigos de mi supuesto novio comenzaron a darse cuenta del comportamiento de este, lo rodearon en el recreo y comenzaron la zurra al maricón. Yo logré salvarle de los puñetazos y patadas, estaba claro que Iván iba lejos y no era un juego. Lo llevé a los baños para curarle el labio como buenamente pudiera cuando me sorprendió besándome como un loco, aunque tuviera el labio mal no le importaba.

-Te amo.-Susurró cuando se despegó de mí.

-¿Estas bien?-Dije mirando si tenía algún rasguño más que el labio roto.

-Sí, estoy bien si estoy a tu lado. Gracias por salvarme de esos idiotas, no sé como han podido ser mis amigos.-Comentó sentándose en el borde de los lavabos.

-¿En serio estas bien?-Susurré mientras notaba sus manos posándose en mi cuello y las mías en el borde de mármol. Mi mirada distraída en el espejo me recordaba a mi espectro, al ser que yo no era.

-Me duele un poco el labio, pero tus besos me lo cura.-Masculló ronroneando como un felino, parecía feliz en mis brazos.

-Tengo que marcharme a clases, tú también.-Susurré besándole en la mejilla.

-Salgamos antes y vayamos al parque.-Sonrió levemente, seguramente por la herida.

-No, antes están los estudios.-Respondí firme.

-Vale, pero a la tarde quedamos para hacer la tarea e ir por ahí a pasear.-Dijo bajando sus brazos de mis hombros hasta mis caderas.

-No tengo ánimos de salir a pasear.-Comenté.

-¿Por qué?-Preguntó preocupado arqueando las cejas.

-Mañana es mi cumpleaños, no estoy de humor.-Dije desviando la mirada.

-¡Felicidades! Te compraré algo.-Me apretó contra él efusivamente.

-Es también el aniversario de la muerte de mi hermano gemelo, odio celebrar que sigo vivo y él muerto.-Comenté apartándome de él caminando hasta la puerta de salida de los aseos.

-Lo siento, nunca supe nada de eso.-Masculló bajando de los lavabos.

-Lo sé.-Susurré adentrándome en el pasillo.

Cuando acabaron las clases corrí detrás de Héctor, quería decir que su amistad era muy importante y que no podía dejarme en unos momentos tan duros. No logré que parara, ni siquiera volvió su rostro para mirarme, se montó en su moto y se alejó de mí. Caminé pensativo hasta llegar a casa, más de media hora deambulando sin sentido. Me senté en el sofá y esperé a mis padres, no quería cocinar y mucho menos moverme del asiento. A su llegada pidieron comida al restaurante más cercano y esperamos sin muchos ánimos.

No me encontraba mentalmente bien y decidí ir después de comer a consulta. Paula me esperaba sentada en su despacho con la mirada fija en la pantalla de su ordenador, quizás arreglando algunas anotaciones o mirando el historial de algún paciente. Me senté esperando que me pidiera el libro, como así hizo. Miró detenidamente mi escrito y luego a mí.

-Expresas bien tus sentimientos, cosa que no haces en la realidad. Es extraño te estas abriendo cada vez más en ambos sentidos. Creo que fue buena idea de hacer esto. Además te distrajo hasta hoy mismo de la muerte de tu hermano, aunque esta presente. Incluso creías que faltaba más para ello. Tu vida ha dado un vuelco con lo de Iván, me alegro, sin embargo te va mal en la amistad. Deberías tomarte este día como reflexión para que te dieras cuenta de que no es tu culpa de que Adán no este con nosotros, tampoco lo es que Héctor esté enamorado de ti y que no quieras estar con Iván como cree.-Dijo dejando a un lado el libro.

-Yo no sé que siento, estoy confuso y tengo un pánico terrible al verme sin él.-Respondí temblando en el asiento.

-¿Has vuelto a tener aquellos sueños?-Esas pesadillas mejor dicho eran sobre mi hermano, el día de su muerte y que sobrevolaba mi mente días antes de la conmemoración de su adiós.

-No, lo habría escrito.-Respondí.

-Si vuelves a ver a Adán en tu subconsciente dile que le quieres, que no fue su culpa y mucho menos tuya. Aunque sea en sueños te liberará.-Dijo tomando nota de lo que le decía, como siempre.

-De acuerdo.-Comenté en un suspiro.

Tuvimos una sesión ardua de hipnosis para cerciorarse de que estaba evolucionando, según sus datos mi madurez estaba apartando levemente el sentimiento de culpa. Debía aprender a ver que no tengo la culpa de no haber fallecido, sino que tendría que estar feliz porque vivo por ambos y experimento la confusión del amor. Sobre mi homosexualidad dado el hecho de que mis padres la tomaran con tanta firmeza y sabiduría no sería un problema, quizás sí para la sociedad pero que para eso cree que estoy preparado de sobra. Además de psicóloga era amiga y me dio un consejo sabio, debía retirarme a meditar y nada más salir de la consulta apagué el móvil. Al llegar a casa me encerré en mi habitación y puse música a todo volumen de los Bodom, necesitaba quitarme el estrés con el saco de boxeo.

Cuando llegó la hora de la cena tomé varias piezas de fruta y me las comí sentado en el suelo de la habitación; no había música, pero sí el sonido de mi lapicero rondando el silencio. Hice un pequeño diálogo conmigo mismo en papel, al principio fue una caricatura estúpida de mi junto a frases que venían a mi mente. Las frases son las siguientes:”Eres mi amigo, jamás te abandonaré”, “Eres mejor que una chica porque eres mi aliado”, “Ven y vamos juntos a recorrer mundo”, “Se esta bien en la azotea, pocas veces se siente uno tan bien en verano”, “Tengo que decirte algo y es que eres importante para mí”, “No llores ahogas tus ojos en un mar de amargura, sonríe y muestra lo cautivador que puedes ser”, “Si te doy un consejo es porque te quiero, eres como mi hermano”, “La verdad, es que eres insoportable pero si te alejas se te echa en falta”, “Tenemos que hacer una novela juntos”, “Quiero ir donde tu vayas, mi vida se quedaría vacía”, “¿Tengo una oportunidad?” y “Te amo”…todas son de Héctor, ninguna de Iván.

Entonces encendí el teléfono y vi varias llamadas perdidas, ninguna de mi amigo. Decidí llamar a Iván y confesarle que me había equivocado, que no le amaba a él aunque me sentía halagado de que él me amara. Sinceramente, jamás pensé que se lo tomara tan mal. Rompió en llantos cuando siempre había sido yo quien rompía en amargura tras sus golpes o insultos. En estos últimos meses había aprendido a ser más fuerte y que nada me afectara demasiado. Luego tomé una ducha y salí de casa, no dije a donde iba y nadie me preguntó. Caminé durante casi una hora deambulando y divagando sobre lo que había hecho; me sentía un ser despreciable por haberle dado esperanzas a Iván, aunque se merecía pasarlo mal, y por otro lado nefasto al perder lo que realmente amaba. Por casualidades, o porque mis pies me dirigían hacia donde inconscientemente deseaba, me encontré frente al portal del edificio donde vivía Héctor. Llamé al telefonillo, y contestó él, pedí que tenía que hablarle urgentemente y pedirle disculpas. Me abrió si bien le noté frío.

-Hola.-Dije titubeando cuando me abrió la puerta.

-¿Qué quieres?-Preguntó. Estaba en boxer como si estuviera deseando provocarme.

-Ser tu novio.-Susurré acerándome a él, quería notar un abrazó o algo parecido como una bienvenida.

-¿Ahora? ¿No tenías a Iván?-Dijo apoyándose en el marco de la puerta.

-Me he dado cuenta de a quien amo realmente.-Respondí firme de mis convicciones.

-¿A qué juegas?-Interrogó.

-Sé que no merezco una oportunidad, pero te amo.-Dije nervioso jugueteando con mis cabellos.

-Estoy con alguien, ya me entiendes, mejor hablemos de esto mañana.-Comentó cerrando la puerta.

-¿Ya has buscado sustituto?-Me enfurecí y evité que cerrara del todo.

-No es eso, simplemente invité a una chica para olvidar.-Respondió.

-Que te vaya bien el olvido, puto cerdo asqueroso. Me he preocupado por ti y tú follando.-Comenté achacándole algo que no debía, yo hice lo mismo con Iván.

-Espera.-Dijo abriendo la puerta mientras me agarraba del brazo.

-Suelta.-Comenté revolviéndome.

-La voy a echar y hablamos.-Susurró en medio del rellano, casi completamente desnudo y forcejeando conmigo.

-No tengo nada que decir.-Dije empujándolo hasta su apartamento.-Olvídame.-Escupí lleno de ira.

Después de eso me fui a llorar a un parque cercano y luego tomé un autobús hasta mi hogar. Me metí en mi llamada guarida y me acosté en mi cama sin apartar las sábanas o quitarme la ropa. Dejé el móvil apagado, no quería saber nada de nadie y tras un rato dormido desperté. Ahora me encuentro escribiendo esto, como ves he perdido algo que apreciaba por encima de mi mismo y no me había dado cuenta. Soy un desgraciado. Mañana no iré a la escuela alegando que me encuentro mal del estómago.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt