Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 5 de agosto de 2007

Anotaciones Existenciales.



Mamiya Oki

Capítulo doceavo: La extraña pareja.



























Nada más llegar a su apartamento me empujó desesperado, su rostro estaba empañado en lágrimas y sus manos arrojaban mis ropas al suelo. Cerró la puerta con nerviosismo y me llevó hasta el dormitorio de sus padres, allí me arrojó al colchón subiéndose violentamente sobre mí y comenzó a rozarse usando sus nalgas contra mi entrepierna. Posé mis dedos sobre su piel deslizándolas por la totalidad de su torso. Me había esperado desnudo por completo y por lo que vi bastante ansioso. Su boca se deslizó por mi cuello hasta mi vientre. Mordisqueó la zona mientras sentía sus dedos acariciarme y su mirada cautivarme como una fiera indomable. Con su boca bajó la cremallera para luego tirar de mis pantalones con brutalidad. Descubrió su pequeño edén y lo saboreó hambriento. Parecía un perro callejero voraz y feliz de haber encontrado dueño. Rebosaba de placer mientras me observaba, luego corrió a su cuarto y tomó lubricante. Su forma de cabalgar sobre mí me desquiciaba, no tenía límites y su cara se contraía por la mezcla de emociones. Iván se había vuelto un sumiso a mis deseos, parecía conocerlos y sus instintos más primarios afloraban a cada paso. Sus gemidos me destrozaban mientras pedía que no me separara de él. Me maravillaba ver como un homófobo se volvía una criatura tan excitable en mis brazos. Terminé vertiéndome inundándolo de calor sin saciar su locura, se recostó sobre mí e hizo que mi mano le masturbara hasta dejarlo agotado.

-Soy tu mascota, no me puedes abandonar ahora.-Susurró aún con el aliento ajetreado.

-No quiero perder a Héctor.-Respondí jugando con sus cabellos alborotados.

-Haremos como siempre, miéntele dile que no sales conmigo.-Comentó tras un dulce y apasionado beso en mi cuello.

-Héctor no es solo un amigo.-Dije agarrando fuertemente su trasero con la mano que tenía libre.

-Dijiste que no era tu novio, ni tu amante, ni nada por el estilo solo un buen amigo.-Parecía una mujer celosa.

-Él me ama.-Susurré haciendo que su rostro tuviera muestra de su enfurecimiento.

-Miéntele, te quiero tener contento y satisfecho.-Dijo enérgico.

-Así no perdonaré cuantas veces me has golpeado, tú y los tuyos.-Le tomé por la mandíbula para dictar aquella verdad.

-Por eso te regalo mi cuerpo.-Susurró mientras introducía mi dedo corazón entre sus nalgas.

-¿Me venderías tu alma?-Mascullé mordiendo el lóbulo de una de sus orejas.

-Sí.-Dijo entre gemidos.

La tarde cesó y vino la noche, tras esta la mañana y no descansamos de tocarnos además de hacerle sentir lo hombre que podía llegar a ser. Tomábamos algo de alimento, pero no habíamos terminado cuando volvíamos a comenzar. Era sexo sin compromiso, no había llegado a un acuerdo de pareja con él y no pensaba hacerlo. Sin embargo tenía otros planes y otras ideas metidas en la cabeza. Era medio día cuando comenzamos a tener un diálogo que tan sólo tienen los amantes de verdad.

-¿Vamos al cine esta tarde?-Interrogó jugueteando con mi pecho.

-¿Para? Yo solo quiero sexo.-Respondí.

-Somos una pareja, las parejas no solo follan.-Susurró enfuruñado.

-¿Pareja?-Pregunté confundido.

-Sí, tú y yo somos una.-Sonrió dulcemente besando mi mejilla.

-No llegué a ese acuerdo contigo, que yo sepa.-Era la realidad, además no sé que sucedió en mi mente que tuve miedo al compromiso.

-Te amo.-Dijo subiéndose sobre mí.

-Me gustas y también te quiero, pero no estoy dispuesto a tener pareja.-Comenté mientras clavaba su mirada en la mía.

-Según lo que te leí me querías como tal.-Dijo recordando como metió sus narices en mi diario.

-Sí, pero Héctor…-Comenté aún más extraviado en mis pensamientos.

-Deja ya al puto Héctor, ¿vale?-Interrumpió mi frase intentando alejarme de la mente a mi único amigo.

-¿Tienes celos?-Comenté sonriendo.

-Eres mi novio y solo hablas de él.-Dijo abrazándome mientras dejaba a poyar su cabeza sobre mi torso.

-No soy tu novio, no hemos hablado aún de eso.-Argumenté.

-Pues yo sí quiero serlo.-Dijo enfuruñado.

-Ah claro, y en clase soy el apestado ¿no?-Le reproché.

-¿Es el precio que quieres que pague? Lo haré.-Respondió.-Pero vayamos al cine como una pareja normal.-Susurró notando como de su rostro caían lágrimas. Jamás le había visto llorar.

-De acuerdo, iremos.-Dije poco convencido.

Después de una hora remoloneando entre las sábanas nos duchamos y decidimos comer fuera, luego ir al cine y pasear como una pareja en apariencia normal. Claro que todo me parecía extraño. Iván siempre me había atraído, incluso había tomado como amor todo lo que sentía. Pero ahora que lo tenía, que podía amarlo y besarlo cuando deseara sentía rechazo. Se había vuelto un perro faldero, hacía lo que yo deseaba y me trataba como a un Dios. A todos nos gusta que nos halaguen, nos acaricien y pidan que seamos sus parejas aunque sea solo por halago. Sin embargo me sentía mal, vacío, sin Héctor no era nada y mucho menos alguien con la felicidad alcanzada. En la calle se cortó en darme abrazos, besos o simplemente gestos cómplices aunque a solas no cesaba en decir cuanto me amaba. El domingo fue prácticamente igual y ahora me encuentro en casa tumbado en mi cama, meditando en todo lo que sucede y temeroso de hablar con Héctor en clases. Necesito hablar contigo Paula, necesito saber que pasa.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt