Capítulo Quinto.
Sentimientos.
Desperté por el ruido de la cafetera y el aroma a café recién hecho. Me alcé tambaleante hasta la cocina, estaba débil y agotado por las múltiples dudas que asolaban mi cabeza. Estaba de pié preparando el desayuno, me miró desconcertado porque creía que aún dormiría. Tenía ojeras y sus cabellos revueltos. Sonreí levemente y luego borré aquel gesto al recordar lo que había pasado. Me dolía la cabeza, parecía que la resaca no se quería ir.
-¿Me das un poco de café?-Intervine en el silencio de nuestras miradas.
-Sí, toma.-Dijo cogiendo una de las tazas para ofrecérmela sin tan siquiera mirarme.
-Tienes mala cara.-Comenté aproximándome hacia donde estaba.
-No he podido dormir.-Respondió preparando las tostadas.
-Yo tampoco.-Mascullé tomando la taza entre mis manos.
-Se me ha hecho raro que durmieras en el sofá y no conmigo, pero lo entiendo. La he cagado y lo siento.-Susurró dejándome un plato cerca con un par de tostadas con margarina.
-Solo estoy enfadado por no recordarlo.-Dije sonriendo levemente, mi enojo se estaba alejando por momentos.
-Yo por haberlo hecho, estoy enamorado de otra persona y no quiero que pienses nada raro.-Comentó tomando un trago largo de café.
-¿Raro? ¿Ilusiones? Tranquilo las perdí hace mucho, demasiado tiempo.-Se le habían quemado las tostadas, pero no dije nada y mordisqueé una.
-Tengo que ser sincero contigo.-Dijo levantando la vista hasta clavarla en mis ojos, parecía una fiera herida.
-Adelante.-Respondí.
-Cuando éramos niños me atraías, lo que pasa es que todo cambia.-Me sorprendió, sin embargo hubiera deseado no saberlo.
-No te molestes en decirme nada, a esas edades es normal.-Interrumpí.
-Déjame hablar.-Me recriminó.-Con catorce estaba enamorado de ti.-Dijo balbuceando y en tono quedo.-Incluso te compré una bufanda por navidad idéntica a la mía, solo para que tuvieras algo igual a mí. También te regalé aquel anillo, era mío y quise que lo tuvieras. Es el que llevas en el meñique.-Inmediatamente miré mi mano, ahí estaba. Me sentí mal porque pudo haberlo dicho, pudimos haber sido felices de alguna forma.
-Y ahora amas a una chica fabulosa.-Dije en tono sarcástico.
-Sí, creo que sí. Hoy no he dormido recordando viejos momentos y detalles.-Masculló después de casi atragantarse con el café.
-Que ricura, yo no he dormido porque he estado llorando.-Dije intentando contener las lágrimas. Aquella situación era un tanto absurda, tanto o más haber mantenido relaciones con él y no recordar nada.
-Te he escuchado, lo sé.-Me tomó de la muñeca y como acto reflejo me solté.
-Mira no quiero hablar contigo, no me apetece.-Respondí dejando mi café sobre la encimera y mis tostadas apenas sin tocar.
-Yo quiero otra cosa.-No sé como lo hizo sin embargo pudo con mis fuerzas y me ató por la cintura.-Quiero otra cosa.-Volvió a susurrar mordiéndome la oreja derecha.-Cosas que solo tú puedes dar.-Masculló introduciendo su mano entre mis pantalones de chándal.-¿Me explico bien?-Tomó mi miembro entre sus manos sintiendo sus dientes sobre mi clavícula.
-Sí, pero para.-Casi no tenía voz.
-Eres muy sensible.-Me excité con facilidad, no sé si era por la situación o porque eran sus manos.-Veamos cuanto.-Me bajó los pantalones para luego palpar mis nalgas.-Es lo que querías, ¿no?-Susurró.-O a lo mejor quieres otra cosa.-Me giró con total facilidad, sentí entonces un terrible sentimiento de culpabilidad.
-Tienes pareja.-Noté que no era el único excitado.
-Ella no me quiere dar esto, tú sí.-Me dolió, me sentí una puta barata.
-No quiero.-Dije confuso. Sí quería, aunque no así.
-Sí quieres, mírate.-Masculló para besarme y hacer que mis piernas temblaran.
-No.-Susurré.
-Vamos a la cama, yo te amo.-Dijo volviendo a poseer mi boca.
-¿Lo dices en serio?-Creo que una locura interna se desató, eran las palabras que deseaba oír de sus labios una y otra vez.
-Sí, te amo.-Me abracé a él y cerré los ojos pensando que lo tenía todo.
-Vamos a la cama.-Respondí siendo el hombre más feliz de la tierra.
Su habitación fue la elegida, mi cuerpo ardía y el suyo me enloquecía. Vi como tomaba un poco de crema corporal para deslizarse en mi interior, noté entonces sus embestidas y su mirada se clavó en la mía. Los gemidos salían sin remedio de mi garganta expandiéndose por toda la alcoba. Sus manos se aferraban a mis nalgas y las mías a su cuello. Los besos se multiplicaban, mis piernas se alzaban y mis caderas parecían romperse. Manché su torso con mis fluidos, me avergoncé sin embargo a él no le importó, siguió con aquel movimiento imposible. Se derramó dentro de mí y me sentí pletórico. Sonreía sin cesar, se dibujaban sonrisas en mi boca sin tener que forzarlas. Jamás me había sentido tan dichoso y me aferré a Jairo deseando fundirme por completo en su cuerpo.
-Te amo.-Susurré temiendo romper el encanto.-Te amo muchísimo, te voy a hacer feliz.-Se acomodó junto a mí y acarició mis cabellos.-Pareceré idiota, sin embargo al decirme que me amabas me he sentido seguro de mi mismo.-Dije abrazándome a él.
-Entiendo.-Parecía frío, pensativo quizás.
-¿Qué vas a hacer con tu novia? Debes decírselo cuanto antes, por su bien. Cuando venga a vivir contigo creo que moriré en este estado extraño que llaman felicidad.-Besé su mejilla y me abracé a él notando aún las palpitaciones de su corazón.
-Alto, no vayas tan deprisa.-Dijo apartándome.
-Lo siento, lo siento. No quiero agobiarte.-Comenté mordiéndome el labio por mi estupidez. Era la primera vez que tenía algo parecido a una pareja y aún más con quien amé siempre.
-Voy a tomar una ducha.-Se levantó enérgico del colchón, pero yo le agarré del brazo.
-Quédate a mi lado.-Susurré deseando de sentirlo de nuevo.
-Por mucho que lo pidas necesito lavarme para despejarme.-Le solté y él me sonrió dulcemente.
-Voy contigo mi amor.-Deseaba decir eso hacía mucho tiempo.
-No me llames mi amor, no va conmigo esas cursilerías.-En realidad no iban con él, sino conmigo.
-Lo siento Jairo.-Susurré arrepentido.
-Deja de decir lo siento o lo lamento.-Masculló caminando hacia la puerta.
-Voy a mirar mejor mi correo.-Necesitaba su espacio y yo contarlo, me moría por decírselo a mi amiga.
-De acuerdo.-Dije y nada más escuchar la ducha encendí el ordenador.
Comencé a teclear nervioso la carta, debía decirle todo y me sentía en una nube. Fueron veinte líneas mal escritas sin embargo me puse tan nervioso que me dio una leve taquicardia. Se lo envié a mi mejor amiga, Erica, que siempre andaba diciéndome que quizás conseguía mi meta. Cuando regresó de la ducha se tumbó sobre el somier y yo hice lo mismo. Nos quedamos dormidos y despertamos en la tarde. Su madre había decidido comenzar a hacer pequeñas escapadas para ver que tal se llevaba con su pareja, así que la casa era para nosotros. Los días siguientes fueron como este; cuando llegó la hora de ir junto a mi madre, y arreglar todo, no deseaba marcharme. Estaba enamorado y creía ser correspondido. Según él había dejado a su chica y ya era totalmente libre para amarme.
Sentimientos.
Desperté por el ruido de la cafetera y el aroma a café recién hecho. Me alcé tambaleante hasta la cocina, estaba débil y agotado por las múltiples dudas que asolaban mi cabeza. Estaba de pié preparando el desayuno, me miró desconcertado porque creía que aún dormiría. Tenía ojeras y sus cabellos revueltos. Sonreí levemente y luego borré aquel gesto al recordar lo que había pasado. Me dolía la cabeza, parecía que la resaca no se quería ir.
-¿Me das un poco de café?-Intervine en el silencio de nuestras miradas.
-Sí, toma.-Dijo cogiendo una de las tazas para ofrecérmela sin tan siquiera mirarme.
-Tienes mala cara.-Comenté aproximándome hacia donde estaba.
-No he podido dormir.-Respondió preparando las tostadas.
-Yo tampoco.-Mascullé tomando la taza entre mis manos.
-Se me ha hecho raro que durmieras en el sofá y no conmigo, pero lo entiendo. La he cagado y lo siento.-Susurró dejándome un plato cerca con un par de tostadas con margarina.
-Solo estoy enfadado por no recordarlo.-Dije sonriendo levemente, mi enojo se estaba alejando por momentos.
-Yo por haberlo hecho, estoy enamorado de otra persona y no quiero que pienses nada raro.-Comentó tomando un trago largo de café.
-¿Raro? ¿Ilusiones? Tranquilo las perdí hace mucho, demasiado tiempo.-Se le habían quemado las tostadas, pero no dije nada y mordisqueé una.
-Tengo que ser sincero contigo.-Dijo levantando la vista hasta clavarla en mis ojos, parecía una fiera herida.
-Adelante.-Respondí.
-Cuando éramos niños me atraías, lo que pasa es que todo cambia.-Me sorprendió, sin embargo hubiera deseado no saberlo.
-No te molestes en decirme nada, a esas edades es normal.-Interrumpí.
-Déjame hablar.-Me recriminó.-Con catorce estaba enamorado de ti.-Dijo balbuceando y en tono quedo.-Incluso te compré una bufanda por navidad idéntica a la mía, solo para que tuvieras algo igual a mí. También te regalé aquel anillo, era mío y quise que lo tuvieras. Es el que llevas en el meñique.-Inmediatamente miré mi mano, ahí estaba. Me sentí mal porque pudo haberlo dicho, pudimos haber sido felices de alguna forma.
-Y ahora amas a una chica fabulosa.-Dije en tono sarcástico.
-Sí, creo que sí. Hoy no he dormido recordando viejos momentos y detalles.-Masculló después de casi atragantarse con el café.
-Que ricura, yo no he dormido porque he estado llorando.-Dije intentando contener las lágrimas. Aquella situación era un tanto absurda, tanto o más haber mantenido relaciones con él y no recordar nada.
-Te he escuchado, lo sé.-Me tomó de la muñeca y como acto reflejo me solté.
-Mira no quiero hablar contigo, no me apetece.-Respondí dejando mi café sobre la encimera y mis tostadas apenas sin tocar.
-Yo quiero otra cosa.-No sé como lo hizo sin embargo pudo con mis fuerzas y me ató por la cintura.-Quiero otra cosa.-Volvió a susurrar mordiéndome la oreja derecha.-Cosas que solo tú puedes dar.-Masculló introduciendo su mano entre mis pantalones de chándal.-¿Me explico bien?-Tomó mi miembro entre sus manos sintiendo sus dientes sobre mi clavícula.
-Sí, pero para.-Casi no tenía voz.
-Eres muy sensible.-Me excité con facilidad, no sé si era por la situación o porque eran sus manos.-Veamos cuanto.-Me bajó los pantalones para luego palpar mis nalgas.-Es lo que querías, ¿no?-Susurró.-O a lo mejor quieres otra cosa.-Me giró con total facilidad, sentí entonces un terrible sentimiento de culpabilidad.
-Tienes pareja.-Noté que no era el único excitado.
-Ella no me quiere dar esto, tú sí.-Me dolió, me sentí una puta barata.
-No quiero.-Dije confuso. Sí quería, aunque no así.
-Sí quieres, mírate.-Masculló para besarme y hacer que mis piernas temblaran.
-No.-Susurré.
-Vamos a la cama, yo te amo.-Dijo volviendo a poseer mi boca.
-¿Lo dices en serio?-Creo que una locura interna se desató, eran las palabras que deseaba oír de sus labios una y otra vez.
-Sí, te amo.-Me abracé a él y cerré los ojos pensando que lo tenía todo.
-Vamos a la cama.-Respondí siendo el hombre más feliz de la tierra.
Su habitación fue la elegida, mi cuerpo ardía y el suyo me enloquecía. Vi como tomaba un poco de crema corporal para deslizarse en mi interior, noté entonces sus embestidas y su mirada se clavó en la mía. Los gemidos salían sin remedio de mi garganta expandiéndose por toda la alcoba. Sus manos se aferraban a mis nalgas y las mías a su cuello. Los besos se multiplicaban, mis piernas se alzaban y mis caderas parecían romperse. Manché su torso con mis fluidos, me avergoncé sin embargo a él no le importó, siguió con aquel movimiento imposible. Se derramó dentro de mí y me sentí pletórico. Sonreía sin cesar, se dibujaban sonrisas en mi boca sin tener que forzarlas. Jamás me había sentido tan dichoso y me aferré a Jairo deseando fundirme por completo en su cuerpo.
-Te amo.-Susurré temiendo romper el encanto.-Te amo muchísimo, te voy a hacer feliz.-Se acomodó junto a mí y acarició mis cabellos.-Pareceré idiota, sin embargo al decirme que me amabas me he sentido seguro de mi mismo.-Dije abrazándome a él.
-Entiendo.-Parecía frío, pensativo quizás.
-¿Qué vas a hacer con tu novia? Debes decírselo cuanto antes, por su bien. Cuando venga a vivir contigo creo que moriré en este estado extraño que llaman felicidad.-Besé su mejilla y me abracé a él notando aún las palpitaciones de su corazón.
-Alto, no vayas tan deprisa.-Dijo apartándome.
-Lo siento, lo siento. No quiero agobiarte.-Comenté mordiéndome el labio por mi estupidez. Era la primera vez que tenía algo parecido a una pareja y aún más con quien amé siempre.
-Voy a tomar una ducha.-Se levantó enérgico del colchón, pero yo le agarré del brazo.
-Quédate a mi lado.-Susurré deseando de sentirlo de nuevo.
-Por mucho que lo pidas necesito lavarme para despejarme.-Le solté y él me sonrió dulcemente.
-Voy contigo mi amor.-Deseaba decir eso hacía mucho tiempo.
-No me llames mi amor, no va conmigo esas cursilerías.-En realidad no iban con él, sino conmigo.
-Lo siento Jairo.-Susurré arrepentido.
-Deja de decir lo siento o lo lamento.-Masculló caminando hacia la puerta.
-Voy a mirar mejor mi correo.-Necesitaba su espacio y yo contarlo, me moría por decírselo a mi amiga.
-De acuerdo.-Dije y nada más escuchar la ducha encendí el ordenador.
Comencé a teclear nervioso la carta, debía decirle todo y me sentía en una nube. Fueron veinte líneas mal escritas sin embargo me puse tan nervioso que me dio una leve taquicardia. Se lo envié a mi mejor amiga, Erica, que siempre andaba diciéndome que quizás conseguía mi meta. Cuando regresó de la ducha se tumbó sobre el somier y yo hice lo mismo. Nos quedamos dormidos y despertamos en la tarde. Su madre había decidido comenzar a hacer pequeñas escapadas para ver que tal se llevaba con su pareja, así que la casa era para nosotros. Los días siguientes fueron como este; cuando llegó la hora de ir junto a mi madre, y arreglar todo, no deseaba marcharme. Estaba enamorado y creía ser correspondido. Según él había dejado a su chica y ya era totalmente libre para amarme.
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