Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 25 de agosto de 2007

Estío



Capítulo Quinto.

Sentimientos.































Desperté por el ruido de la cafetera y el aroma a café recién hecho. Me alcé tambaleante hasta la cocina, estaba débil y agotado por las múltiples dudas que asolaban mi cabeza. Estaba de pié preparando el desayuno, me miró desconcertado porque creía que aún dormiría. Tenía ojeras y sus cabellos revueltos. Sonreí levemente y luego borré aquel gesto al recordar lo que había pasado. Me dolía la cabeza, parecía que la resaca no se quería ir.

-¿Me das un poco de café?-Intervine en el silencio de nuestras miradas.

-Sí, toma.-Dijo cogiendo una de las tazas para ofrecérmela sin tan siquiera mirarme.

-Tienes mala cara.-Comenté aproximándome hacia donde estaba.

-No he podido dormir.-Respondió preparando las tostadas.

-Yo tampoco.-Mascullé tomando la taza entre mis manos.

-Se me ha hecho raro que durmieras en el sofá y no conmigo, pero lo entiendo. La he cagado y lo siento.-Susurró dejándome un plato cerca con un par de tostadas con margarina.

-Solo estoy enfadado por no recordarlo.-Dije sonriendo levemente, mi enojo se estaba alejando por momentos.

-Yo por haberlo hecho, estoy enamorado de otra persona y no quiero que pienses nada raro.-Comentó tomando un trago largo de café.

-¿Raro? ¿Ilusiones? Tranquilo las perdí hace mucho, demasiado tiempo.-Se le habían quemado las tostadas, pero no dije nada y mordisqueé una.

-Tengo que ser sincero contigo.-Dijo levantando la vista hasta clavarla en mis ojos, parecía una fiera herida.

-Adelante.-Respondí.

-Cuando éramos niños me atraías, lo que pasa es que todo cambia.-Me sorprendió, sin embargo hubiera deseado no saberlo.

-No te molestes en decirme nada, a esas edades es normal.-Interrumpí.

-Déjame hablar.-Me recriminó.-Con catorce estaba enamorado de ti.-Dijo balbuceando y en tono quedo.-Incluso te compré una bufanda por navidad idéntica a la mía, solo para que tuvieras algo igual a mí. También te regalé aquel anillo, era mío y quise que lo tuvieras. Es el que llevas en el meñique.-Inmediatamente miré mi mano, ahí estaba. Me sentí mal porque pudo haberlo dicho, pudimos haber sido felices de alguna forma.

-Y ahora amas a una chica fabulosa.-Dije en tono sarcástico.

-Sí, creo que sí. Hoy no he dormido recordando viejos momentos y detalles.-Masculló después de casi atragantarse con el café.

-Que ricura, yo no he dormido porque he estado llorando.-Dije intentando contener las lágrimas. Aquella situación era un tanto absurda, tanto o más haber mantenido relaciones con él y no recordar nada.

-Te he escuchado, lo sé.-Me tomó de la muñeca y como acto reflejo me solté.

-Mira no quiero hablar contigo, no me apetece.-Respondí dejando mi café sobre la encimera y mis tostadas apenas sin tocar.

-Yo quiero otra cosa.-No sé como lo hizo sin embargo pudo con mis fuerzas y me ató por la cintura.-Quiero otra cosa.-Volvió a susurrar mordiéndome la oreja derecha.-Cosas que solo tú puedes dar.-Masculló introduciendo su mano entre mis pantalones de chándal.-¿Me explico bien?-Tomó mi miembro entre sus manos sintiendo sus dientes sobre mi clavícula.

-Sí, pero para.-Casi no tenía voz.

-Eres muy sensible.-Me excité con facilidad, no sé si era por la situación o porque eran sus manos.-Veamos cuanto.-Me bajó los pantalones para luego palpar mis nalgas.-Es lo que querías, ¿no?-Susurró.-O a lo mejor quieres otra cosa.-Me giró con total facilidad, sentí entonces un terrible sentimiento de culpabilidad.

-Tienes pareja.-Noté que no era el único excitado.

-Ella no me quiere dar esto, tú sí.-Me dolió, me sentí una puta barata.

-No quiero.-Dije confuso. Sí quería, aunque no así.

-Sí quieres, mírate.-Masculló para besarme y hacer que mis piernas temblaran.

-No.-Susurré.

-Vamos a la cama, yo te amo.-Dijo volviendo a poseer mi boca.

-¿Lo dices en serio?-Creo que una locura interna se desató, eran las palabras que deseaba oír de sus labios una y otra vez.

-Sí, te amo.-Me abracé a él y cerré los ojos pensando que lo tenía todo.

-Vamos a la cama.-Respondí siendo el hombre más feliz de la tierra.

Su habitación fue la elegida, mi cuerpo ardía y el suyo me enloquecía. Vi como tomaba un poco de crema corporal para deslizarse en mi interior, noté entonces sus embestidas y su mirada se clavó en la mía. Los gemidos salían sin remedio de mi garganta expandiéndose por toda la alcoba. Sus manos se aferraban a mis nalgas y las mías a su cuello. Los besos se multiplicaban, mis piernas se alzaban y mis caderas parecían romperse. Manché su torso con mis fluidos, me avergoncé sin embargo a él no le importó, siguió con aquel movimiento imposible. Se derramó dentro de mí y me sentí pletórico. Sonreía sin cesar, se dibujaban sonrisas en mi boca sin tener que forzarlas. Jamás me había sentido tan dichoso y me aferré a Jairo deseando fundirme por completo en su cuerpo.

-Te amo.-Susurré temiendo romper el encanto.-Te amo muchísimo, te voy a hacer feliz.-Se acomodó junto a mí y acarició mis cabellos.-Pareceré idiota, sin embargo al decirme que me amabas me he sentido seguro de mi mismo.-Dije abrazándome a él.

-Entiendo.-Parecía frío, pensativo quizás.

-¿Qué vas a hacer con tu novia? Debes decírselo cuanto antes, por su bien. Cuando venga a vivir contigo creo que moriré en este estado extraño que llaman felicidad.-Besé su mejilla y me abracé a él notando aún las palpitaciones de su corazón.

-Alto, no vayas tan deprisa.-Dijo apartándome.

-Lo siento, lo siento. No quiero agobiarte.-Comenté mordiéndome el labio por mi estupidez. Era la primera vez que tenía algo parecido a una pareja y aún más con quien amé siempre.

-Voy a tomar una ducha.-Se levantó enérgico del colchón, pero yo le agarré del brazo.

-Quédate a mi lado.-Susurré deseando de sentirlo de nuevo.

-Por mucho que lo pidas necesito lavarme para despejarme.-Le solté y él me sonrió dulcemente.

-Voy contigo mi amor.-Deseaba decir eso hacía mucho tiempo.

-No me llames mi amor, no va conmigo esas cursilerías.-En realidad no iban con él, sino conmigo.

-Lo siento Jairo.-Susurré arrepentido.

-Deja de decir lo siento o lo lamento.-Masculló caminando hacia la puerta.

-Voy a mirar mejor mi correo.-Necesitaba su espacio y yo contarlo, me moría por decírselo a mi amiga.

-De acuerdo.-Dije y nada más escuchar la ducha encendí el ordenador.

Comencé a teclear nervioso la carta, debía decirle todo y me sentía en una nube. Fueron veinte líneas mal escritas sin embargo me puse tan nervioso que me dio una leve taquicardia. Se lo envié a mi mejor amiga, Erica, que siempre andaba diciéndome que quizás conseguía mi meta. Cuando regresó de la ducha se tumbó sobre el somier y yo hice lo mismo. Nos quedamos dormidos y despertamos en la tarde. Su madre había decidido comenzar a hacer pequeñas escapadas para ver que tal se llevaba con su pareja, así que la casa era para nosotros. Los días siguientes fueron como este; cuando llegó la hora de ir junto a mi madre, y arreglar todo, no deseaba marcharme. Estaba enamorado y creía ser correspondido. Según él había dejado a su chica y ya era totalmente libre para amarme.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt