Capítulo Sexto.
Amor de verano.
Durante el mes que estuve con preparativos, el papeleo y mil líos no dejé de pensar en él ni un segundo. Las llamadas a su móvil se hicieron constantes, los correos, las horas muertas ante la pantalla y el calor que no se aplacaba por las noches bajo mis sábanas se incrementaba. Aunque me di cuenta que no volvió a decirme te amo, era extraño porque yo solía decírselo a cada instante. Pensé que tenía miedo de su sexualidad, que aun estaba impactado por sus sentimientos hacia mí y no dudé ni un instante de que no me amase. Mi madre me veía excesivamente feliz, sus preguntas sobre si estaba enamorado eran frecuentes, aunque jamás le dije el motivo. Cuando llegué de nuevo en aquel coche familiar, con mis bártulos en pequeñas cajas en el maletero, noté que mi vida cambiaba por completo. El departamento era para nosotros y Mónica se veía bastante segura de su paso. Nuestras madres conversaron horas sobre sus planes de futuro, mi madre no había podido tomar vacaciones y en ese instante aprovechó para sacar partido. Al día siguiente por fin nos quedamos solos.
-Quería quedarme a solas contigo, lo necesitaba.-Susurré abrazándole por la espalda mientras él tecleaba impulsivamente. El ordenador le absorbía a veces.
-Ahora no Eros.-Masculló molesto.
-¿Por qué ya no me dices te amo?-Susurré apartándome.
-Porque no soy de ese tipo de chicos, es difícil que lo diga.-Dijo sin molestarme a mirarme ni un segundo.
-Dentro de poco comienzan las clases y pensé que podríamos pasar todo este tiempo juntos.-Comenté tomando la otra silla de la habitación.
-No me agobies.-Rechistó.
-Somos novios, es normal en los novios querer pasar tiempo juntos.-Dije intentando no sentirme mal.
-Nunca dije que lo fuéramos.-Aquello me destrozó.
-Hemos hecho el amor y no solo una vez, me amas y ahora vivimos juntos.-Tragué saliva.-Las dos primeras son cosas de novios, y la tercera nos debería unir más.-Susurré.
-Pero no lo planteamos.-Respondió sin mirarme a los ojos.
-Para mí desde el primer momento fuiste mi novio.-Dije tomando una de sus manos del teclado.
-Pues lo somos, pero ahora estoy ocupado.-Comentó apartándome de él.
-Te haré un cacao.-Susurré besando su mejilla, me levanté del asiento y caminé hacia la puerta.
-Gracias.-Musitó.
-De nada nene.-Me volví y sonreí dándome cuenta de su mirada de hielo clavándose en la mía.
-¿Nene?-Interrogó.
-Es algo cariñoso, solo eso.-Respondí.
-Las carantoñas conmigo no van.-Dijo volviéndose hacia la pantalla.
-Lo lamento, no lo recordaba.-Me di cuenta que debía aprender a tratarle y no a tratarle como yo deseaba.
-Ve a hacerme el cacao.-Masculló.
Nuestra convivencia fue extraña, no había sexo ni momentos dulces, todo era como si fuésemos extraños. Jairo solía salir y entrar cuando le daba la gana, sin avisar. En la facultad me evitaba y en casa apenas estaba. Sin embargo me consolaba al saber que era mi novio, él mismo lo había dicho, aunque llegó a un momento que eso no fue suficiente para dejar de llorar. Así fue durante dos meses hasta que decidió hacerme suyo de nuevo. Sus manos me acariciaron y sus labios sellaron los míos. Me hizo tocar de nuevo el cielo, creer que era especial y aullar hasta quedar ahogado en el placer. Sus movimientos eran frenéticos y yo había tomado holgura, era más satisfactorio que nuestros primeros encuentros. Sentir su miembro en mi boca, su mirada colérica por la lujuria y sus dedos agarrando mis cabellos, me hizo albergar un huracán de deseos. Tomé por primera vez la iniciativa y me arrojé a sus brazos.
-Creí que ya no me querías.-Mi aliento estaba entrecortado, mi cuerpo empapado en sudor y mi corazón bombeaba a mil por hora, volvía a estar feliz.
-Yo te amo, lo que pasa es que me viene grande todo esto.-Se disculpó y a la vez me repitió un te amo, una nueva muestra de afecto.
-Sabía que era algo externo, que no podías alejarte así.-Me recosté sobre su pecho y dejé que el cansancio viniera a mí.
-Descansa, tienes que estar agotado.-Susurró besando mi frente.
-Sí, tú también.-Cerré los ojos y quedé sumergido en los sueños.
Los días siguientes fueron más dulces, aunque igual de complicados. Él seguía evitándome en la facultad, pasaba poco tiempo en casa aunque si me besaba o acariciaba. Un día decidí saber donde iba, según me dijo al gimnasio y los celos me hicieron querer conocer el lugar donde se entrenaba. Entonces lo vi claro, una chica rubia lo esperaba para besarlo. Parecía encantada, ser su novia y por la descripción era la chica que tomó por pareja en el verano. Comencé a llorar y apreté el paso hasta donde estaban.
-Hola Jairo, ¿no me presentas a tu novia?-Mascullé secándome las lágrimas.
-Eros.-Balbuceó.
-¿Sabes Jennifer que aparte de tener un nombre vulgar y horrendo compartimos al mismo tio? Aunque quédatelo, te lo regalo, no es tan bueno en la cama y como pareja es una bazofia.-Dicho esto no le dejé decir nada, ni a ella y mucho menos a él. Volví al apartamento y me arrojé a la cama. Había quedado como un idiota creyéndome todas sus mentiras.
Me conecté a la mensajería y comencé a charlar con Erica, parecía que mi dolor se traspasaba por las palabras. Me había usado cuando su novia no le daba lo que quería, eso era todo. No me amaba, o al menos así lo sentía. Después de unas horas apareció en casa, estaba empapado por la lluvia que asolaba la ciudad.
-La iba a dejar, pero me resultó imposible.-Intentó disculparse, yo ya era su última baza.
-Mentira.-Respondí con el rostro empañado en lágrimas.
-Eros, en serio. Además lo acabamos de hacer gracias a tu aparición.-Dijo.
-Por mi como si volvéis, os casáis, tenéis hijos y todos son hermosas criaturas haladas.-La ironía y mala leche afloraban en mí a partes iguales.
-Deja de decir estupideces.-Respondió frunciendo el ceño.
-Tú y yo hemos terminado, no solo como amantes sino como amigos. Por lo que a mi respecta seremos compañeros de piso y ahí queda nuestra relación.-Dije bastante afectado por haber vivido en una mentira.
-Pero.-Tartamudeó sin saber continuar.
-Di lo que quieras, ya no me creo nada de lo que sueltes por esa boca.-Respondí sintiendo que mi alma se hacía trizas.
El día continuó en silencio, ni siquiera cruzamos miradas y durante más de tres meses así fue. Lo evitaba en todo lo posible y me apoderé del cuarto de su madre. Me sentía confuso pero el curso ya había comenzado, no podía dejarlo a medias y sabía a lo que me atenía si pasaba algo así. Pasaron meses y yo emprendí un viaje hacia nuevos amigos, gente que realmente no le importaba besarme en la calle y que aproveché cada instante. Salí con varios chicos y a Jairo no le agradaba verme de cama en cama, pero yo no estaba dispuesto a tener pareja después de lo que él me hizo. Ahora me encuentro en un punto imposible por culpa del vacío. Él parece aceptar al fin que nada será como antes, sin embargo yo desearía ser su amigo. Me ha usado y no sé donde concluirá todo esto, pero sí que este ha sido el fin de un amor de verano.
FIN
Amor de verano.
Durante el mes que estuve con preparativos, el papeleo y mil líos no dejé de pensar en él ni un segundo. Las llamadas a su móvil se hicieron constantes, los correos, las horas muertas ante la pantalla y el calor que no se aplacaba por las noches bajo mis sábanas se incrementaba. Aunque me di cuenta que no volvió a decirme te amo, era extraño porque yo solía decírselo a cada instante. Pensé que tenía miedo de su sexualidad, que aun estaba impactado por sus sentimientos hacia mí y no dudé ni un instante de que no me amase. Mi madre me veía excesivamente feliz, sus preguntas sobre si estaba enamorado eran frecuentes, aunque jamás le dije el motivo. Cuando llegué de nuevo en aquel coche familiar, con mis bártulos en pequeñas cajas en el maletero, noté que mi vida cambiaba por completo. El departamento era para nosotros y Mónica se veía bastante segura de su paso. Nuestras madres conversaron horas sobre sus planes de futuro, mi madre no había podido tomar vacaciones y en ese instante aprovechó para sacar partido. Al día siguiente por fin nos quedamos solos.
-Quería quedarme a solas contigo, lo necesitaba.-Susurré abrazándole por la espalda mientras él tecleaba impulsivamente. El ordenador le absorbía a veces.
-Ahora no Eros.-Masculló molesto.
-¿Por qué ya no me dices te amo?-Susurré apartándome.
-Porque no soy de ese tipo de chicos, es difícil que lo diga.-Dijo sin molestarme a mirarme ni un segundo.
-Dentro de poco comienzan las clases y pensé que podríamos pasar todo este tiempo juntos.-Comenté tomando la otra silla de la habitación.
-No me agobies.-Rechistó.
-Somos novios, es normal en los novios querer pasar tiempo juntos.-Dije intentando no sentirme mal.
-Nunca dije que lo fuéramos.-Aquello me destrozó.
-Hemos hecho el amor y no solo una vez, me amas y ahora vivimos juntos.-Tragué saliva.-Las dos primeras son cosas de novios, y la tercera nos debería unir más.-Susurré.
-Pero no lo planteamos.-Respondió sin mirarme a los ojos.
-Para mí desde el primer momento fuiste mi novio.-Dije tomando una de sus manos del teclado.
-Pues lo somos, pero ahora estoy ocupado.-Comentó apartándome de él.
-Te haré un cacao.-Susurré besando su mejilla, me levanté del asiento y caminé hacia la puerta.
-Gracias.-Musitó.
-De nada nene.-Me volví y sonreí dándome cuenta de su mirada de hielo clavándose en la mía.
-¿Nene?-Interrogó.
-Es algo cariñoso, solo eso.-Respondí.
-Las carantoñas conmigo no van.-Dijo volviéndose hacia la pantalla.
-Lo lamento, no lo recordaba.-Me di cuenta que debía aprender a tratarle y no a tratarle como yo deseaba.
-Ve a hacerme el cacao.-Masculló.
Nuestra convivencia fue extraña, no había sexo ni momentos dulces, todo era como si fuésemos extraños. Jairo solía salir y entrar cuando le daba la gana, sin avisar. En la facultad me evitaba y en casa apenas estaba. Sin embargo me consolaba al saber que era mi novio, él mismo lo había dicho, aunque llegó a un momento que eso no fue suficiente para dejar de llorar. Así fue durante dos meses hasta que decidió hacerme suyo de nuevo. Sus manos me acariciaron y sus labios sellaron los míos. Me hizo tocar de nuevo el cielo, creer que era especial y aullar hasta quedar ahogado en el placer. Sus movimientos eran frenéticos y yo había tomado holgura, era más satisfactorio que nuestros primeros encuentros. Sentir su miembro en mi boca, su mirada colérica por la lujuria y sus dedos agarrando mis cabellos, me hizo albergar un huracán de deseos. Tomé por primera vez la iniciativa y me arrojé a sus brazos.
-Creí que ya no me querías.-Mi aliento estaba entrecortado, mi cuerpo empapado en sudor y mi corazón bombeaba a mil por hora, volvía a estar feliz.
-Yo te amo, lo que pasa es que me viene grande todo esto.-Se disculpó y a la vez me repitió un te amo, una nueva muestra de afecto.
-Sabía que era algo externo, que no podías alejarte así.-Me recosté sobre su pecho y dejé que el cansancio viniera a mí.
-Descansa, tienes que estar agotado.-Susurró besando mi frente.
-Sí, tú también.-Cerré los ojos y quedé sumergido en los sueños.
Los días siguientes fueron más dulces, aunque igual de complicados. Él seguía evitándome en la facultad, pasaba poco tiempo en casa aunque si me besaba o acariciaba. Un día decidí saber donde iba, según me dijo al gimnasio y los celos me hicieron querer conocer el lugar donde se entrenaba. Entonces lo vi claro, una chica rubia lo esperaba para besarlo. Parecía encantada, ser su novia y por la descripción era la chica que tomó por pareja en el verano. Comencé a llorar y apreté el paso hasta donde estaban.
-Hola Jairo, ¿no me presentas a tu novia?-Mascullé secándome las lágrimas.
-Eros.-Balbuceó.
-¿Sabes Jennifer que aparte de tener un nombre vulgar y horrendo compartimos al mismo tio? Aunque quédatelo, te lo regalo, no es tan bueno en la cama y como pareja es una bazofia.-Dicho esto no le dejé decir nada, ni a ella y mucho menos a él. Volví al apartamento y me arrojé a la cama. Había quedado como un idiota creyéndome todas sus mentiras.
Me conecté a la mensajería y comencé a charlar con Erica, parecía que mi dolor se traspasaba por las palabras. Me había usado cuando su novia no le daba lo que quería, eso era todo. No me amaba, o al menos así lo sentía. Después de unas horas apareció en casa, estaba empapado por la lluvia que asolaba la ciudad.
-La iba a dejar, pero me resultó imposible.-Intentó disculparse, yo ya era su última baza.
-Mentira.-Respondí con el rostro empañado en lágrimas.
-Eros, en serio. Además lo acabamos de hacer gracias a tu aparición.-Dijo.
-Por mi como si volvéis, os casáis, tenéis hijos y todos son hermosas criaturas haladas.-La ironía y mala leche afloraban en mí a partes iguales.
-Deja de decir estupideces.-Respondió frunciendo el ceño.
-Tú y yo hemos terminado, no solo como amantes sino como amigos. Por lo que a mi respecta seremos compañeros de piso y ahí queda nuestra relación.-Dije bastante afectado por haber vivido en una mentira.
-Pero.-Tartamudeó sin saber continuar.
-Di lo que quieras, ya no me creo nada de lo que sueltes por esa boca.-Respondí sintiendo que mi alma se hacía trizas.
El día continuó en silencio, ni siquiera cruzamos miradas y durante más de tres meses así fue. Lo evitaba en todo lo posible y me apoderé del cuarto de su madre. Me sentía confuso pero el curso ya había comenzado, no podía dejarlo a medias y sabía a lo que me atenía si pasaba algo así. Pasaron meses y yo emprendí un viaje hacia nuevos amigos, gente que realmente no le importaba besarme en la calle y que aproveché cada instante. Salí con varios chicos y a Jairo no le agradaba verme de cama en cama, pero yo no estaba dispuesto a tener pareja después de lo que él me hizo. Ahora me encuentro en un punto imposible por culpa del vacío. Él parece aceptar al fin que nada será como antes, sin embargo yo desearía ser su amigo. Me ha usado y no sé donde concluirá todo esto, pero sí que este ha sido el fin de un amor de verano.
FIN
1 comentario:
me encanta el erotismo de tus historias.
Excelente escritor. excelente trabajo.
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