Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 21 de agosto de 2007

Estío

Imagen loan shark by oreides de DeviantArt




Capítulo primero.

Cuando te conocí.































Tenía escasos nueve años cuando vi por primera vez a mi madre sonreír tras la muerte de mi padre, de eso hacía tres años. Estaba maravillada con un trozo de papel donde se mostraba una valiosa información. Ella había estado tras la pista de una antigua amiga tanto de colegio, instituto y facultad. Sin duda alguna la distancia, el trabajo, la familia y mil problemas las había separado. Mi madre había contratado a un investigador para dar con el paradero de su gran amiga Mónica, la cual siempre mencionaba cuando me hablaba de días felices. Durante más de una hora me comentó lo maravillada que estaba al saber que a su amiga le iban tan bien las cosas y que tenía un hijo de mi edad, además de querer volver a reencontrarse ese mismo verano. Lo único que me hizo alegrarme de todo y de no pasar el verano con mi abuela era su sonrisa, era maravillosa y hacía años que era incapaz de deslumbrar con ella.

Los preparativos para el viaje duraron aproximadamente un mes y mientras las largas charlas telefónicas me hacían verla como una quinceañera. Yo curioseaba detrás de la puerta mientras hablaban de Jairo, el hijo de Mónica, y de lo mucho que teníamos él y yo en común. No le conocía de nada y un escalofrío recorrió mi cuerpo, un presentimiento de que quizás no íbamos a llevarnos demasiado bien o que se aburriría a mi lado. Era un muchacho muy introvertido y apenas hablaba con mis compañeros de clase, me gustaba la soledad y leer mientras pasaban las horas. Era extraño todo aquello, tan repentino. Pero un buen día me despertó tras empezar las vacaciones, no hacía ni dos días que había ido a la fiesta de fin de curso, decía que teníamos que encontrarnos con ellos en la estación de autobuses de la ciudad condal. Allí vivían, tan cerca y a la vez tan lejos. Jamás había salido de la ciudad, tenía pánico a ir no sin saber regresar. Fue tan sólo dos horas encerrado en aquella lata de sardinas llamada autobús mientras leía un libro de Poe. Me preguntaba como sería el niño con el que compartiría juegos y días de estío.

Nada más llegar observé en el andén a una mujer de cabellos ondulados y tan negros como el ébano, su piel era algo tostada y sus labios algo gruesos. La figura de aquella señora no tenía nada que envidiar a la de mi madre, ambas eran esbeltas, aunque María era rubia de curvas imposible y mirada explosiva. No lo dudé ni un segundo, ambas eran mujeres fuertes con gran belleza y se sonreían emocionadas por el reencuentro. Junto a la mujer del andén había un chico de cabellos negros, ojos profundos y labios finos, que me miraba como si fuera un objeto de rara exposición. Después de unas simples palabras, un saludo cortés, metimos nuestros equipajes en el maletero del vehículo de la amiga de mi madre. Estaban emocionadas y yo más bien deseaba volver a casa.

-Pareces una chica.-Comentó Jairo mirándome casi sin expresión en sus profundos ojos.

-¿Por qué?-Pregunté molesto.

-Tienes el pelo largo.-Respondió.

-¿Y qué? Los chicos también lo llevamos así.-Dije abriendo el libro de Poe y alejándome de sus estupideces. Fue el peor inicio de una relación amistosa que jamás había tenido. Me sentí mal por sus palabras, me hizo daño y comencé a gimotear clavando mi mirada entre las líneas del libro.

-Lo dicho, una nena.-Susurró tirando de la portada de aquel escueto volumen.

-Mamá quiero irme a casa.-Dije forcejeando con él.

-Chicos comportaros, debemos de llevarnos bien durante este mes de vacaciones.-Intervino Mónica mientras conducía.

-Si os portáis bien os compraremos helado de postre a la noche.-Comentó mi madre.

Cuando llegué tuve la desagradable sorpresa de que tendría que dormir con él, en la misma habitación, mientras solo le oía decir que prefería irse con su padre antes que aguantar a un llorica. Tomé aire y saqué mis cosas de mi maleta, las puse en un pequeño cajón que había libre para mí y colgué mis camisetas. Sus ojos se clavaban en mi nuca y podía sentir todo lo que se preguntaba, porque también yo me hacía preguntas. No entendía porqué retomar la amistad de aquella forma, sobretodo el porqué tener que aguantar a un mocoso irreverente y dormir a su lado como si no pasara nada.

-¿Qué edad tienes?-Interrogó cerrando la puerta.

-Nueve.-Respondí intentando ser educado.

-Pareces más pequeño que yo.-Comentó caminando hacia donde estaba, se posó ante mí y clavó sus pupilas en las mías.

-Mentalmente seguro que te supero.-Dije herido en mi orgullo.

-¿Qué has querido decir?-Preguntó bastante ofendido ante mi afirmación de que era idiota.

-Que eres un estúpido y no te aguanto. Me haré el bueno delante de mamá porque no quiero enfadarla, pero eso no quiere decir que seamos amigos.-Comenté cerrando el armario.

-Engreído te crees muy superior por tu coeficiente intelectual, por tus libros y por ser el ojito derecho de mamá. Estúpido. Yo soy campeón de fútbol infantil, tengo excelentes notas y puedo ganarte en cualquier ámbito.-Respondió haciéndose el héroe.

-A mi no me gusta el fútbol, lo veo estúpido ir detrás de una pelota. Prefiero deportes que tenga que ver con el tiro con arco, las espadas o las artes marciales.-Dije sentándome en la cama.

-Eso es raro.-Él hizo lo mismo, sentarse a mi lado.

-No.-Susurré.

-Sí, pareces japonés.-Eso para mí no era un insulto, sino un halago.

-No me importaría. Me gusta la comida japonesa, el estilo de vida, la eficiencia de sus empleados, el arte y sus tipos de lucha.-Dije contemplando por primera vez una sonrisa en su rostro, me agradó ese gesto mientras me escuchaba.

-¿Quieres jugar?-Interrogó.

-¿A qué?-Pregunté pensando que respondería fútbol.

-A peleas.-Dijo levantándose del colchón.

-No.-Respondí.

-¿Vemos una peli?-¿Era un interrogatorio? Jamás había tenido una conversación tan extensa con otro chico.

-Si es de anime sí, porque me gusta.-Intentaba ser amable, así que yo también.

-No lo sé, son cintas de Bola de Dragón.-Comentó abriendo el cajón de la mesa próxima a la cama.

-Eso es anime, idiota.-Dije riendo.

Tras aquellas cintas de video, la merienda y varias horas hablando me di cuenta que le había juzgado mal. Aquel verano fue el mejor de mi vida, siempre lo recuerdo con mucho cariño y lleno de momentos de emoción. El parque de atracciones, el cine, la montaña, los días eternos viendo dibujos animados, escuchar como intentaba recitar y las risas de nuestras madres recordando viejos tiempos. Después del verano hablábamos por teléfono y nos escribíamos cartas esperando vernos de nuevo en Agosto. Siempre era así, no había diferencia, los buenos ratos y el mal trago de volverlo a dejar en su ciudad. También fuimos de excursión a pueblos y una navidad la pasamos juntos viendo la nieve en Grazalema. Transcurrieron los años y crecimos, nos convertimos en adolescentes y nos despegábamos más de nuestras madres para salir de noche por las calles.

Como ven esto es lo que se llama una hermosa amistad que se prolonga en el tiempo, sin embargo para mí no es simplemente un amigo. Mientras crecíamos algo en mi estalló poco a poco, como una bomba con cuenta regresiva que te va marcando el tiempo restante. Él se convirtió en un muchacho bastante atractivo, seductor y atento además de un gran competidor. Se hizo amante de las artes marciales por mi influencia y también se acopló al boxeo. Yo sigo siendo de apariencia frágil aunque domino más de cinco armas distintas, sé cuatro técnicas de ataque de artes marciales además de ser su hombro cuando esta depresivo. Con las nuevas tecnologías al alcance de nuestras manos no solo hablábamos por teléfono, había un correo electrónico diario si alguno de nosotros no se podía conectar a la mensajería instantánea. Su forma de ser me atraía y yo exploraba mi sexualidad con él. Me había enamorado de alguien que jamás me miraría con otros ojos que los de un hermano. Mi madre me notaba extraño, tenso, cuando veía que no hablaba con él y más de una vez me preguntó si estábamos peleados. Yo había intentado salir con chicas, lo juro, pero ninguna me parecía atractiva ni complementaria a mí. Jairo era el único al que podía tener como pareja y me reservaba estúpidamente por si se decidía a profundizar en nuestra relación, a ser más que un simple compañero de días de verano.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt