Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 22 de agosto de 2007

Estío

I'm to sexy for your parti... (Iwaki and katou de HWD)



Capítulo Segundo.

A media noche.































Era el verano de mis dieciocho años, los cumplía el diez de Agosto y como siempre desde los nueve lo iba a celebrar en su compañía. Estaba nervioso por ser mayor de edad y porque era la cifra máxima para callar lo que sentía por él. Había decidido no contar nada, silenciar mi sexualidad y seguir adelante con la cabeza baja. Jairo era impresionante tanto como persona como por su aspecto físico. Conocía bien su sexualidad y que jamás se fijaría en mí, yo no era una mujer y él las amaba a ellas. Normalmente hablábamos de películas, cine, lo que había sucedido en el instituto o chicas. Él solía decir que sin mujeres no podía vivir y yo lloraba como un idiota porque instantes antes imaginaba que me podía amar. Cuando llegué al piso sin avisar, un día antes de lo previsto, no estaba su madre y acababa de salir de la ducha. El agua caía aún sobre su piel y la toalla tapaba poco sin dejar recursos a la imaginación.

-Vine un día antes, lo siento.-Mascullé dejando a relucir una sonrisa pícara y reprimiendo mis deseos.

-No importa hoy mismo se acaba de ir mi novia.-Aquello me congeló, no me había dicho nada de que tenía chica.

-¿Novia?-Balbuceé mientras me cogía las maletas y me empujaba hacia dentro.

-Sí, no te lo dije porque estábamos de tonteo extraño y hasta hace dos días no lo formalizamos. Hoy se fue al pueblo de sus padres a pasar el verano, bueno este mes de agosto.-Contuve las lágrimas y me mordí el labio antes de decir una estupidez debido a los celos.

-Me alegro por ti.-Dije apartando la mirada hacia la cocina.-¿Pedimos una pizza para cenar?-Pregunté cambiado de tema.

-Sí, mi madre no vendrá hasta las tantas porque ha conocido un hombre. Ya te contaría la tuya, porque ella no deja de decir a los cuatro vientos que se volvió a enamorar como una quinceañera.-Respondió sin notar que me ahogaba.

-Algo oí.-Titubeé y no intentando recordar si ya conocía la noticia, sino porque él seguía semidesnudo frente a mí.

-Dime ¿tienes novia?-Me tomó del mentón, normalmente lo hacía para captar mi atención, y deseé fundirme en sus labios.

-No, las chicas y yo nos repelemos mutuamente.-Sonreí irónicamente y pasé ante él.

-No seas idiota, seguro que puedes lograr algo. Hace unos días emitieron en televisión un estudio y las mujeres prefieren los ambiguos.-Comentó rodeándome con su brazo derecho por el cuello.

-¿Quieres dejar de llamarme así por tener un rostro fino y no de mala bestia?-Dije irritado y a la vez avergonzado porque había palpado con mi pierna sus partes intimas.

-Te he llamado ambiguo y no gay.-Respondió.

-Dejémoslo, ¿quieres?-Comenté alejándome de él.

-No quiero verte enfadado hermanito.-Susurró agarrándome de la cintura. En esas circunstancias notaba que podíamos tener algo, sin embargo era mi imaginación y no la realidad.

-Vístete, quiero salir por ahí.-Respondí tomando mis maletas y dirigiéndome a su habitación.

-A sus ordenes.-Hizo una burla como si fuera un general o capitán.

Se vistió ante mí y me excité más que ninguna vez. Él me miraba fundiendo su mirada en la mía, mi boca se secaba y mis manos se aferraban al colchón. Quería que me poseyera y yo poseerle a él durante toda la noche. Sin embargo no dije nada y me largué al cuarto de baño para bajar la excitación con una ducha fría. Era ya algo normal cuando pasaba el verano con él. Después de arreglarnos salimos de bares y caminamos por la ciudad. Normalmente me atendía, estaba siempre contemplándome y preguntándome si me sucedía algo. Bebimos mucho, demasiado, y danzábamos por las calles como dos vagamundos riéndonos de todo y de nada. Las carcajadas iban una tras otra sin remedio alguno; yo me agarraba a él sintiendo que mi cuerpo se sostenía gracias a su brazo en el vacío.

Al llegar a nuestra guarida como vampiros caímos rendidos en la cama. Aún solíamos dormir juntos, pues según él éramos hermanos y no le importaba. Se desnudó por completo y yo también, quería sentir su piel rozándose por cada poro de la mía. Su respiración era lenta y pausada, posé sus manos sobre mis nalgas y yo dejé caer mis labios sobre los suyos. Estaba dormido y aproveché mi única oportunidad. Le robé un beso, mi lengua se introdujo su boca acariciando la suya con suavidad. Acaricié su torso y jugueteé con sus cabellos algo largos, aunque no tanto como los míos, mientras las sábanas arropaban nuestras figuras. Después me abracé a él y comencé a llorar notando como entre mis piernas afloraba el anhelo de la lujuria sin límites.

-Quiero ser tu novio, no tu hermano, tu novio. Somos amigos desde que teníamos nueve años y casi desde el principio me atrajiste. No sabes cuanto te amo, ni lo sabrás y mucho menos comprenderás. Lo único que no quiero es pensar que tienes novia, que perteneces a alguien y que no puedo luchar si quiera por una sonrisa.-Mascullé con mi rostro lleno en lágrimas.

-Jennifer.-Susurró interrumpiendo mi monólogo.-Así mi vida.-Entonces noté que algo crecía entre sus piernas, pero no era conmigo sino con su novia.-Jennifer.-Me abrazó en el instante en que me alejaba de él lleno de dolor.-Te deseo.-Masculló.-Algo se cruzó en mi mente, y ese algo era una idea descabellada. Pensé inmediatamente sacar tajada de su sueño erótico y masturbarme junto a él. Saqué su miembro de sus calzoncillos y lo masturbé pausadamente y con la otra hacía lo propio con el mío. Sus brazos me rodearon con fuerza y firmemente.-Jennifer sigue así, vamos nena.-Corté lo que decía con un tímido tacto de mis labios con sus fauces, él lo siguió como si estuviera despierto y eso me encendió. Dejé que mi esencia se vertiera sobre el colchón, él aún no estaba dispuesto a darme aquel regalo y me aparté asustado por si en la sacudida de placer abriera los ojos. Me subí la ropa interior y también la suya; me volteé, como pude hacia la pared, notando en ese preciso instante un calor inmenso en mi espalda.-Joder tio me he corrido.-Dijo encendiendo la luz, yo cerré los ojos e hice como si siguiera en brazos del dios de los sueños.-Eros, despierta y ayúdame.-Me empujó y me volví mirándole seriamente como si fuera a estallar de rabia. Se me daba bien actuar y no mostrar lo que realmente sentía.

-Límpialo mañana y déjame dormir.-Murmuré frunciendo el ceño y cubriéndome de nuevo con las ropas de la cama.

-Idiota, tengo que limpiar las sábanas ya.-Dijo tirando de mi escondrijo. Me moría de vergüenza tras lo sucedido.

-Tio es tu…-Comenté rojo y no por la situación, sino porque tuve culpa de ella.

-Mi corrida, sí. ¿Y?-Respondió.

-Hazlo tú, a mi me da asco.-Argumenté algo coherente entre comillas.

-Claro que lo haré yo, solo quiero que te levantes.-Comentó.

-¡Que asco! Me has ensuciado.-Dije la verdad aunque no me daba asco, sino una sensación extraña entre curiosidad y deseo.

-¡Qué!-Sus ojos salieron de las orbitas y miró si había algo de su esencia vertida sobre mí.

-Tengo la espalda pringosa.-Yo era de menor tamaño y me manchó.

-¡Dios! Lo siento.-Se aproximó a mí y me dio con la ropa sucia.

-¡Qué haces! ¡Me has manchado más!-Casi lloro de la risa ante su expresión. No era demasiado cómica, pero los nervios solían hacerme reír sin parar.

-Cambiaré todo, echaré esto a lavar y nos meteremos a la ducha.-Esas palabras me hicieron imaginar algo pecaminoso y lleno de erotismo. Aunque bajé de la nube y me bajé del colchón.

-Yo hago la cama y tú quitas eso.-Comenté señalando la prueba del crimen, aunque ahí también había mío.

-Eso es mi virilidad.-Escuchar esas palabras me hicieron reír, no pude aguantar más y las carcajadas se acumularon en mi garganta.

-¿En serio? Que pringosa.-Casi no podía hablar y me apoyé en él para no caer.

-Deja a un lado el humor irónico y ayuda.-Respondió algo cabreado.

-Ya estoy de pie, ahora quítalo querido.-Parecíamos un matrimonio o una pareja normal.

-No soy tu esclavo.-Masculló.

-Es tu porquería.-Dije señalando las sábanas.

-No llames porquería a eso.-Comentó.

-Vale, le llamaré señor cosa.-Entonces le hice sonreír mientras tiraba de la tela.

Tras eso creí que se me iba a desencajar la mandíbula, me dolía el estómago y apenas podía hacer la cama. Después se quitó el boxer frente a mí y yo hice lo mismo, caminamos a la ducha, ya que desde niños lo habíamos hecho. Ducharnos y dormir era algo que hacíamos juntos. Ver su cuerpo algo fibrado comparado con el mío bastante débil me hizo estremecer. El agua bañaba nuestros torsos, nuestra piel desnuda, y mi mirada había cambiado, yo podía notarlo y él no. Quería llorar, morirme allí mismo o simplemente dejar de existir. Sabía que él amaba a una muchacha que seguramente era preciosa, detallista y que le hacía feliz. Estaba desesperado por contarle todo, por estallar de una vez, y expresarle que era realmente. Sin embargo no quería perder esos momentos íntimos que de otra forma desaparecerían por aprensión quizás. Me sonrió probablemente pensando en las bromas, entonces salí de allí y me sequé. Corrí a buscar una prenda nueva para sumergirme en la cama.

-¿Qué te ha pasado?-Interrogó preocupado por mi salida así de la ducha.

-Nada.-Respondí intentando ocultar las lágrimas.

-Algo te sucede.-Susurró sentándose a mi lado, yo yacía recostado y sentí el peso de su figura en el lecho.

-No sucede nada.-Mi voz estaba quebrada y el dolor no se podía guardar más.

-Sí.-Dijo girándome contemplando mi rostro bañado en pequeñas gotas de frustración y desesperanza.

-Me pasa que nunca te darás cuenta, eso me pasa.-Mascullé aferrándome a él. sus manos se posaron en mi espalda y la acariciaron, lo hacía cuando me sentía mal o quería tranquilizarme.

-¿De qué?-Preguntó a media voz.

-De que te amo, de que me muero si me tocas. Odio que me veas como un hermano, querría que me vieras como algo más. Sé que no te gustan los chicos, que jamás estarás conmigo, pero me das esperanza cuando eres tierno y atento.-Apenas podía hablar, se me quebraba la voz y todo mi cuerpo temblaba.

-Me he dado cuenta, no soy ciego, pero como tú has dicho yo no puedo estar contigo.-Susurró besándome en la mejilla, me secó las lágrimas y se quedó profundizando en mi mirada perdida en los suya.-Eres hermoso, conseguirás a un chico que te ame realmente. De mi olvídate, cuando antes mejor.-Dijo apagando la luz.-Ahora descansa.-Comentó tumbándose a mi lado.

-No me puedo olvidar de ti.-Respondí temblando aún. No entendía como lo sabía, seguramente lo había notado por mi comportamiento.

-Inténtalo, debes hacerlo.-Dijo rodeándome con sus brazos.-Siempre estaré a tu lado, sin embargo jamás podré estarlo como deseas. Espero que seas maduro y aprendas a dejar a un lado los sentimientos. No te quiero hacer daño Eros.-Él decía de olvidar, él que me abrazaba y consentía. Ya me había planteado dejar a un lado ese amor, sin embargo era imposible y me dañaba más que desearlo.

-¿Desde cuando lo sabes?-Pregunté.

-Desde hace unos meses. Verás enviaste un correo a una amiga, pero por error me lo mandaste a mí. Hablabas de cuanto me querías, de lo nervioso que estabas ante lo próximo que tenías el verano y que deseabas abrazarme. Eras muy distinto al chico que conozco, aquel que no diría un te amo y se mantiene al margen de todo sentimiento cercano al cariño. Solo conmigo te has mostrado atento, te has dejado comprender.-Tomó aire.-Desde entonces la leo e intento comprender como eres realmente, el lado que ocultas. Eres romántico y jamás lo supe. Decías cosas que me hicieron pensar detenidamente muchos de tus berrinches, frases en la mensajería instantánea y tus ruegos porque te mandara fotos mías.-Dijo aferrándose a mí con más fuerza.-Temo que te separes de mí después de todo esto, no quiero perderte porque eres mi mejor amigo.-Susurró.

-Odio a Jennifer.-Murmuré medio dormido. El aroma de su colonia siempre me relajaba.

-¿Cómo sabes su nombre? No te lo dije, ¿verdad?-Parecía inquieto.

-Lo murmurabas dormido.-Respondí.

-Siento que la odies, porque yo la amo.-Comentó dejando las cosas claras.

-Me siento feliz por ello, pero no dejaré que sea una zorra y te trate mal.-Susurré notando sus dedos sobre mi vientre.

-No sucederá eso, tranquilo.-Dijo.

No dije nada más y me quedé dormido sintiendo su protector abrazo. Teníamos un vinculo fuerte. Me sentía aliviado, feliz y a la vez las lágrimas no paraban de emerger. Aliviado porque ya lo sabía, feliz porque no le importaba y sollozaba porque no podía tenerlo. En numerosas ocasiones había soñado como contárselo, él se sonrojaba y me besaba como respuesta. En la realidad fue muy distinto, aunque al menos me siguió tratando igual.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt