Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 23 de agosto de 2007

Estío


Ikawi siempre será mi amor platónico del anime, esta mujer me vuelve malo cuando lo pone tan sexy en brazos de ese descarado (dicen que me parezco a katou o.o )



Capítulo Tercero.

Confidencias.































Al despertar él aún permanecía a mi lado fuertemente abrazado y su aliento se contaminaba del mío. La noche anterior había sido movida y seguramente estaba roto por el cansancio. Miré la hora en el móvil que dejé en la mesa contigua a la cama, eran las diez y media de la mañana, su madre no había venido aún y seguramente se había quedado a dormir en casa de su nuevo amante. Aparté cuidadosamente sus brazos de mí, aunque deseaba quedarme a su lado si bien tenía que hacer el desayuno. Bajé de la cama y me adentré por el cuarto, tomé una camiseta suya que me quedaba bastante amplia. Cuando terminé de hacer los dos cacaos fríos, las tostadas y ponerlo todo en una bandeja él seguía dormido. Me senté junto a él, despejé los cabellos que se arremolinaban en su frente y besé levemente su rostro. No entendía porque me trataba igual que antes, quizás con mayor delicadeza, si él no me amaba. Le llamé después de unos minutos porque no deseaba romper ese instante tan mágico.

-Jairo, el desayuno.-Susurré moviéndolo un poco.

-¿Qué hora es?-Masculló soñoliento mientras bostezaba.

-Las once casi.-Respondí con una sonrisa tomando uno de los vasos.

-¿Lo has hecho tú?-Preguntó.

-Sí.-Dije contemplando como sus labios se posaban en el vaso de cacao, deseaba ser el vidrio para notar su boca.

-Gracias.-Comentó después de un buen trago.

-No, gracias a ti por tratarme igual que siempre.-Respondí tomando mi vaso entre mis manos.

-Jamás cambiaría mi comportamiento contigo.-Dijo mordiendo su tostada.

-Eso me hace feliz.-Quería besarlo y que su aroma me inundara.

-Pero no te ilusiones, por favor.-Comentó mientras comía.

-No, no lo haré.-Mentí como un bellaco porque estaba ilusionado ya de por sí, por verlo y saber que podía abrazarme a él. Sabía que era más próximo a sus sentimientos que su propia novia.

El desayuno se hizo corto, una ducha precipitada y unos deseos impulsivos de besarlo se apoderaron de mí mientras nos preparábamos para deambular por la ciudad. Me encantaba el verano, había actos culturales de cualquier ámbito en cada esquina y aquel lugar era propicio. En más de una ocasión tuve que alejarme de él porque solo el roce de sus manos sobre mi cuerpo me excitaba. Quería que me abrazara y me arrojara al césped, que me besara mientras la orquesta tocara nuevas notas musicales sin importarme nada. Lo único que sucedió fue que un pequeño tirón del brazo para indicarme que nos íbamos.

-¿Cómo es tu novia?-Pregunté cuando paramos a tomar un helado en la sombra.

-Es muy alegre, alocada y bastante segura de si misma.-Respondió mientras mordía el cucurucho.

-Digo físicamente.-Comenté mordisqueando también mi helado.

-Rubia, como tú, con unos ojos enormes muy vivaces y una piel suave que siempre huele a canela.-En esos instantes odié ser un hombre más ante sus ojos, me hubiera gustado ser algo más especial.

-¿Es guapa?-Interrogué.

-Claro.-Sonrió relamiéndose los labios.

-Me alegro.-Susurré deseando destrozar a la barbie que tenía por pareja.

-Necesito que os llevéis bien, después de ella estas tú.-No quise llorar tras esas palabras así que dibujé una sonrisa, mordí mi helado y miré a un punto fijo.

-Antes siempre estaba yo.-Mascullé pensando que no lo había oído.

-Ya, pero las cosas cambian.-Odiaba esos cambios, deseaba que fuera todo distinto.

-Por eso a veces no estabas en el Messenger, ¿cierto?-Pregunté como un amante celoso, en realidad lo estaba aunque no fuera nada suyo. Me había dejado claro con esas palabras que yo había quedado en un tercer plano, ya no un segundo sino un tercero.

-Sí, por eso y por otros motivos.-Comentó quitándole hierro al asunto.

-Yo estudiaba sin embargo no me concentraba, porque miraba siempre había una llamada perdida.-Dije levantándome y caminando a la papelera cercana; tiré el resto del helado, pues me sabía amargo.

-Lamento haber estado tan distante, lo solucionaré ahora en vacaciones.-Respondió acabándose el suyo.

-Yo solo espero que seas feliz y que no te aparten demasiado de mí, me moría.-Mascullé apoyándome en el tronco del árbol que nos daba sombra.

-Dime, ¿qué deseas de regalo de cumpleaños?-Preguntó levantándose del césped.

-Siempre me haces esa pregunta y luego me regalas algo que no necesito, además no deseo que gastes dinero en mí.-Respondí apartando mis cabellos de la cara.

-Te volveré a hacer la pregunta y quiero otra respuesta. ¿Qué deseas de regalo?-Insistía como cuando éramos pequeños.

-Un beso de tus labios, uno largo y que me corte el aliento.-Dije entre bromas y anhelos internos. Ya había probado la miel de su boca, palpado su entrepierna y sentido sus jadeos a pocos centímetros de mi rostro; si bien todo eso fue a escondidas y él no estaba en sus plenas facultades.

-Imposible.-Rechistó.

-Es lo único que quiero, con eso me sentiría en una nube durante meses.-Musité con la mirada perdida.

-Luego querrías más.-Reprochó.

-He estado cuatro años en silencio, me conformo con que seas sincero conmigo y que de vez en cuando me des un abrazo.-Contesté a su estúpido razonamiento.

-¿Cuatro años?-Parecía perdido.

-Lo supe a los catorce cuando veía como competías en la piscina y luego me moría de vergüenza cuando nos duchábamos juntos.-Recordé su piel dorada, las gotas de cloro resbalando por su piel y me hice una imagen mental demasiado comprometedora.

-Jamás noté nada.-Comentó como ausente.

-Yo no dejaba que lo hicieras. Te amo y daría todo por ti. No sé cuando se acabará pasando el dolor de mi pecho, el romper a llorar o las ganas de abrazarte. Creo que venir no ha sido buena idea, debí de quedarme en casa este año.-Estaba seguro que me había equivocado. No iba a ganar nada, solo decepciones.

-Si no hubieras venido, yo hubiera ido a por ti.-Dijo tomándome de la cintura.

-Eso te honra como amigo.-Me aproximó aún más, podía notar su aliento sobre mi piel. Un extraño calor recorrió mi cuerpo y pude notar que se encendieron mis mejillas.

-Eres mi hermano.-Susurró.

-No te das cuenta pero estos gestos de cariño solo lo hacen los novios, yo no soy tu novio y ni quiero serlo.-Mascullé dejando que el llanto aflorara.

-Lo siento.-Comentó secándome las lágrimas.

-Aunque si no los haces yo me volvería loco.-Besó mi frente y me quedé aferrado a él como un niño a un peluche.

Volvimos al departamento y estaba su madre, comentó lo mucho que había crecido y adelgazado. Jugamos una partida de cartas y luego tomamos un almuerzo en un italiano con su nuevo novio. Regresamos como a las cinco después de ir al cine y charlar animadamente en una terraza tomándonos unos refrescos. Dormimos la siesta; más bien durmió él, porque yo me dediqué a contemplarle. En la noche nos dedicamos a recorrer la ciudad, el transito, las luces, el alcohol, las miradas cómplices, los pasos en pasillos silenciosos del extrarradio, un taxi libre y risas sin cesar. Apenas habíamos tomado dos copas, sin embargo se subió rápido a la cabeza. La casa estaba vacía a nuestra vuelta y yo encendido. Nos arrojamos a la cama y yo desabroché su camisa, mi mirada era fija en su cuello porque deseaba morderlo.

-¿Qué haces?-Murmuró entre risas.

-Ver a Adonis desnudo.-Le susurré en su oído.

-Eros, no te pases.-Su rostro se volvió serio.

-Vale.-Me recosté sobre él algo achispado. Creo que el alcohol era de alta graduación y por ello nos sentíamos así. Normalmente no bebíamos en todo el año, pero cuando quedábamos ambos sí lo hacíamos. Era como un ritual para reír y luego no recordar la noche anterior, si bien jamás pasamos de cuatro copas.

-¿Estas?-Comentó quizás notando el bulto de mi entrepierna.

-Sí, mucho. Es tu culpa.-Dije jugueteando con mis dedos sobre su rostro.

-No puedes seguir así.-Masculló apartándome de él.-Ve a darte una ducha fría.-Comentó mirándome serio.

-Me gustabas más anoche borracho y excitado, tanto o más que yo.-No tenía ni idea de porqué dije eso.

-¿Qué?-No entendió lo que le dije, me alivié por ello.

-Nada, es una broma idiota.-Sonreí como si fuera una burla a lo que sucedió entre las sábanas.

-Calla, no me lo recuerdes.-Masculló.

Nos desnudamos entonces y quedamos agotados. Yo aproveché la estrechez de la cama para pegarme a él, su mirada era desconcertante y la mía seguramente de deseo. Apagó la luz y los sueños inundaron nuestros cuerpos.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt