Capítulo primero
II. Primeras Lecciones.
Cuando camino por la ciudad no encuentro miradas que me llamen la atención, simplemente soledad y egoísmo. En siglos pasados se podía ver el honor, la humildad, el orgullo, la sabiduría, la expectación o la fascinación por las creencias aunque fuesen estúpidas. Ahora todos piensan en como acabar antes el día, en terminar los estudios y buscar un trabajo para resolver su vida con estrés. No se piensa en el de al lado, si alguien cae en la acera no se le ayuda. No se hace nada si no hay algo a cambio, es una pena. Las guerras aún afloran en el corazón de los hombres y los buenos sentimientos se compran, ya no se regalan. Veo estúpidas fiestas engalanando las calles, festejándose, y las iglesias convertidas en una feria donde se vende de todo, incluso la fe. Yo dejé de creer en el mismo momento en el cual Fiódor me mostró la verdad, la única que conozco.
“Te voy a enseñar una verdad, algo que quizás te sorprenda y que te llene de temores. Cuando era un chiquillo creía en Dios, en Lucifer, en todo lo que los curas hablaban y temía ser un blasfemo. Me concentraba fielmente en las sagradas escrituras, oraba y lloraba a cada instante. Las lágrimas venían a mí porque tenía que creer en algo que no comprendía. Las preguntas típicas que muchos nos hacemos de dónde vino dios, porqué dios permite las guerras o la destrucción eran constantes. Me hice monje, era el segundo hijo de una familia rica y era habitual aquello.
Cuando cumplí los veinticinco años enjaulado en una celda y rezando día tras día vino un hombre. Solía susurrar versos hermosos debajo de mi ventana, decía que la vida estaba hecha para tomarla con desenfreno y me hablaba de un misterio más grande que el divino. Al principio lo tomé como un demonio, pero después de ver su rostro creí que era un ángel. Me conversó de la época más antigua, de cuando los dioses de Egipto no existían y de cuando todos adoraban a piedras o árboles como a dioses. Conversó semanas, meses, incluso un año y yo me sentía atraído por su mirada. Me habló de que dios no existía, de que él era tan viejo como la Biblia y que jamás vio tales cosas en el mundo. Redujo todo lo que creía a meros cuentos de niños. Lloré amargamente porque le creía, era alguien que se preocupó por mí y me trajo exquisiteces para que me alimentara; nadie me trató de aquel modo. Así que accedí a fugarme junto a él. Me había enamorado, mi pecho palpitaba y sabía que si existía un dios yo era un demonio para él.
Nos encerrábamos de día en su mansión y de noche caminábamos por las callejuelas, me sentía extraño al desearlo. Una madrugada me confesó lo que sucedía. Los espíritus son lo único que hay. Los hay tan poderosos que existen desde que se creó la tierra, son pura energía y cuando estos se mezclan con un cuerpo humano se convierte en un monstruo. Suelen llamarlos demonios, vampiros, bebedores de sangre, poseídos e incluso hijos del mal. Temblé ante tus palabras y quedé desmoronado cuando me abrazó sintiendo sus colmillos. Me hizo su hijo, su amante y su leal sirviente. Dios no existía y si lo hacía era solo pura energía. No podía hacerme daño nada porque ahora yo era parte de los espíritus, parte de la tierra mismo. La magia es solo unión y creación de energía. Aparecen nuevos espíritus de la división o unión de otros. Es un campo de fuerza, nada más, que involucrándose con nuestras almas se convierten en un inmortal porque es energía copa todo y reproduce tejidos por siempre. El sistema es complicado, demasiado difícil de entender incluso para mí.
Tan sólo tienes que tener claro varios aspectos. El primero que no existe Dios, por lo tanto tampoco su igual. El segundo que el destino los regimos nosotros aunque estemos rodeados de energía, de magia y espectros. El tercero que se estos últimos se puede dominar con práctica. El cuarto que es que solo matamos para sobrevivir, no podemos matar más allá de una victima y siempre deben ser despreciables, si no hay de este tipo de humanos a nuestro alrededor toma animales. El quinto es que no vivimos en la noche por ser demonios sino porque nuestra piel se ha convertido en algo frágil, débil, aunque nuestra fuerza sea incalculable. Somos energía y la energía mantiene vivo todo nuestro organismo.”
Esto que narro me lo contó en mi segunda noche, ambos estábamos sentados en el tejado de pizarra de su hogar. La luna brillaba solemne y yo me sentía parte activa del mundo, más activo que un carpintero o herrero que trabajaba con los materiales para sobrevivir. Era parte de una cadena, no debía fallar. Tras esto cazamos un ciervo y bebimos ambos del animal. Me sentí vigoroso, lleno de satisfacción y deseé otra muerte; si bien recordé sus palabras y me abstuve. Caminamos por la nieve como dos titanes y rememoré frases de aquel monólogo. Él amaba a su maestro, ¿pero donde estaba este? No me atrevía a comentar, no quería parecer grosero, sin embargo el pareció notar mis dudas.
-Mi maestro me abandonó en busca de otro aprendiz. Dejé de interesarle hace muchos años. Entonces vine a vivir aquí, gracias a tus antepasados más cercanos.-Masculló aproximándose a mí.-Te he susurrado historias, cuentos y leyendas, desde que dormías en la cuna. Tu padre no me temía, sabía que no os haría daño y estaría ahí para ayudaros.-Masculló con la mirada perdida.-Quise ayudarlo en su lecho de muerte si bien me prohibió usar mi magia para sanarlo.-Suspiró abatido.-Amaba a tu padre al igual que tu madre. Ellos habían sido amables y atentos conmigo. Mi maestro dio un saco de oro a tu bisabuelo, pidió que me mantuvieran al margen de la civilización y que no me temieran si no veían que envejecía. Creo que llegaron a pensar que yo era un ángel y que debían custodiarme.-Dijo apoyándose en mis hombros.-Un ángel, que ironía.-Susurró buscando mis labios, yo aparté el rostro y él tomó mi mentón.-No soy un demonio, ni un ángel, soy un proscrito del sol.-Musitó besando mis labios, su lengua rodeó la mía y se ató a mi cuerpo.-Hacía mucho que no besaba, que no sentía el aliento de un amante.-Se apartó y acarició mi rostro.
-No me atraen los hombres, pero tengo sentimientos hacia ti.-Comenté extrañado por la reacción de mis manos, le aferraba para poseerlo un poco más.
-Es por la unión de nuestra sangre, de nuestro poder.-Susurró.
-Sea lo que sea, no hubiera besado a un semejante.-Dije aturdido aún.
-Soy tu maestro y debo enseñarte todo, también el placer.-Masculló.-Así era entre los antiguos filósofos, así será siempre.-Dijo tomándome de la mano, era tarde y debíamos regresar.
Hoy en día debería de ser todo más fácil, es decir, un beso entre hombres tendría que ser admitido. Estamos en un punto en el que vuelven las ideas de liberación que tenían los filósofos griegos, e incluso los romanos. Es algo extraño que digan que es antinatural cuando la propia naturaleza lo apoya. Yo no entendía bien aquello que nacía, que me hacía precipitarme a sus brazos y a desear que me tocara, aunque ahora lo veo claro y sé que le amaba.
Al llegar a nuestro refugio sentí el calor de la leña, el crujir de la madera bajo mis pies y el sentimiento de que todo tenía su lugar. Su amor por el arte estaba presente, él dibujaba y componía piezas para tocarla con su piano; también descubrí que sabía hacer poesía. Los jarrones estaban repletos con flores hechas con papel, odiaba ver que no podía tener su colorido en el invierno. Cuando caminamos hacia el piso subterráneo bajo la casa, una pequeña cripta, forrada con mármol y con solo dos tumbas, las nuestras. Se desnudaba siempre que iba a dormir, no dejaba que nada atara su cuerpo cuando se encajaba en aquel cajón mortuorio. Yo aún tenía el estúpido pudor mortal a mostrar lo que quedaba de mí, lo que siempre tendría transcurrieran los siglos que transcurrieran.
-Gracias por haberte perdido en la nieve, gracias por haber venido a mí.-Susurró rodeándome y besó mi espalda. Son los pequeños gestos que echo de menos, que no percibo y que cuando recuerdo muero de la impotencia.
Si supieran tantos y tantos que es más hermoso un beso que conquistar petróleo no guerrearían contra el hermano. También dicen que están las guerras de fe, las religiosas, tan de moda en estos últimos años. No sé porqué no se dan cuenta que adoran al mismo Dios con distintos nombres, que en realidad no escucha a nadie, que solo son fuerzas de la naturaleza y no actos de su justicia. No admito que el mundo se este destruyendo, llevando al caos de esta forma, y me siento impotente. Ya tengo otro motivo por el que realizar esto, desahogarme de lo que odio en el hombre y en sus actos.
II. Primeras Lecciones.
Cuando camino por la ciudad no encuentro miradas que me llamen la atención, simplemente soledad y egoísmo. En siglos pasados se podía ver el honor, la humildad, el orgullo, la sabiduría, la expectación o la fascinación por las creencias aunque fuesen estúpidas. Ahora todos piensan en como acabar antes el día, en terminar los estudios y buscar un trabajo para resolver su vida con estrés. No se piensa en el de al lado, si alguien cae en la acera no se le ayuda. No se hace nada si no hay algo a cambio, es una pena. Las guerras aún afloran en el corazón de los hombres y los buenos sentimientos se compran, ya no se regalan. Veo estúpidas fiestas engalanando las calles, festejándose, y las iglesias convertidas en una feria donde se vende de todo, incluso la fe. Yo dejé de creer en el mismo momento en el cual Fiódor me mostró la verdad, la única que conozco.
“Te voy a enseñar una verdad, algo que quizás te sorprenda y que te llene de temores. Cuando era un chiquillo creía en Dios, en Lucifer, en todo lo que los curas hablaban y temía ser un blasfemo. Me concentraba fielmente en las sagradas escrituras, oraba y lloraba a cada instante. Las lágrimas venían a mí porque tenía que creer en algo que no comprendía. Las preguntas típicas que muchos nos hacemos de dónde vino dios, porqué dios permite las guerras o la destrucción eran constantes. Me hice monje, era el segundo hijo de una familia rica y era habitual aquello.
Cuando cumplí los veinticinco años enjaulado en una celda y rezando día tras día vino un hombre. Solía susurrar versos hermosos debajo de mi ventana, decía que la vida estaba hecha para tomarla con desenfreno y me hablaba de un misterio más grande que el divino. Al principio lo tomé como un demonio, pero después de ver su rostro creí que era un ángel. Me conversó de la época más antigua, de cuando los dioses de Egipto no existían y de cuando todos adoraban a piedras o árboles como a dioses. Conversó semanas, meses, incluso un año y yo me sentía atraído por su mirada. Me habló de que dios no existía, de que él era tan viejo como la Biblia y que jamás vio tales cosas en el mundo. Redujo todo lo que creía a meros cuentos de niños. Lloré amargamente porque le creía, era alguien que se preocupó por mí y me trajo exquisiteces para que me alimentara; nadie me trató de aquel modo. Así que accedí a fugarme junto a él. Me había enamorado, mi pecho palpitaba y sabía que si existía un dios yo era un demonio para él.
Nos encerrábamos de día en su mansión y de noche caminábamos por las callejuelas, me sentía extraño al desearlo. Una madrugada me confesó lo que sucedía. Los espíritus son lo único que hay. Los hay tan poderosos que existen desde que se creó la tierra, son pura energía y cuando estos se mezclan con un cuerpo humano se convierte en un monstruo. Suelen llamarlos demonios, vampiros, bebedores de sangre, poseídos e incluso hijos del mal. Temblé ante tus palabras y quedé desmoronado cuando me abrazó sintiendo sus colmillos. Me hizo su hijo, su amante y su leal sirviente. Dios no existía y si lo hacía era solo pura energía. No podía hacerme daño nada porque ahora yo era parte de los espíritus, parte de la tierra mismo. La magia es solo unión y creación de energía. Aparecen nuevos espíritus de la división o unión de otros. Es un campo de fuerza, nada más, que involucrándose con nuestras almas se convierten en un inmortal porque es energía copa todo y reproduce tejidos por siempre. El sistema es complicado, demasiado difícil de entender incluso para mí.
Tan sólo tienes que tener claro varios aspectos. El primero que no existe Dios, por lo tanto tampoco su igual. El segundo que el destino los regimos nosotros aunque estemos rodeados de energía, de magia y espectros. El tercero que se estos últimos se puede dominar con práctica. El cuarto que es que solo matamos para sobrevivir, no podemos matar más allá de una victima y siempre deben ser despreciables, si no hay de este tipo de humanos a nuestro alrededor toma animales. El quinto es que no vivimos en la noche por ser demonios sino porque nuestra piel se ha convertido en algo frágil, débil, aunque nuestra fuerza sea incalculable. Somos energía y la energía mantiene vivo todo nuestro organismo.”
Esto que narro me lo contó en mi segunda noche, ambos estábamos sentados en el tejado de pizarra de su hogar. La luna brillaba solemne y yo me sentía parte activa del mundo, más activo que un carpintero o herrero que trabajaba con los materiales para sobrevivir. Era parte de una cadena, no debía fallar. Tras esto cazamos un ciervo y bebimos ambos del animal. Me sentí vigoroso, lleno de satisfacción y deseé otra muerte; si bien recordé sus palabras y me abstuve. Caminamos por la nieve como dos titanes y rememoré frases de aquel monólogo. Él amaba a su maestro, ¿pero donde estaba este? No me atrevía a comentar, no quería parecer grosero, sin embargo el pareció notar mis dudas.
-Mi maestro me abandonó en busca de otro aprendiz. Dejé de interesarle hace muchos años. Entonces vine a vivir aquí, gracias a tus antepasados más cercanos.-Masculló aproximándose a mí.-Te he susurrado historias, cuentos y leyendas, desde que dormías en la cuna. Tu padre no me temía, sabía que no os haría daño y estaría ahí para ayudaros.-Masculló con la mirada perdida.-Quise ayudarlo en su lecho de muerte si bien me prohibió usar mi magia para sanarlo.-Suspiró abatido.-Amaba a tu padre al igual que tu madre. Ellos habían sido amables y atentos conmigo. Mi maestro dio un saco de oro a tu bisabuelo, pidió que me mantuvieran al margen de la civilización y que no me temieran si no veían que envejecía. Creo que llegaron a pensar que yo era un ángel y que debían custodiarme.-Dijo apoyándose en mis hombros.-Un ángel, que ironía.-Susurró buscando mis labios, yo aparté el rostro y él tomó mi mentón.-No soy un demonio, ni un ángel, soy un proscrito del sol.-Musitó besando mis labios, su lengua rodeó la mía y se ató a mi cuerpo.-Hacía mucho que no besaba, que no sentía el aliento de un amante.-Se apartó y acarició mi rostro.
-No me atraen los hombres, pero tengo sentimientos hacia ti.-Comenté extrañado por la reacción de mis manos, le aferraba para poseerlo un poco más.
-Es por la unión de nuestra sangre, de nuestro poder.-Susurró.
-Sea lo que sea, no hubiera besado a un semejante.-Dije aturdido aún.
-Soy tu maestro y debo enseñarte todo, también el placer.-Masculló.-Así era entre los antiguos filósofos, así será siempre.-Dijo tomándome de la mano, era tarde y debíamos regresar.
Hoy en día debería de ser todo más fácil, es decir, un beso entre hombres tendría que ser admitido. Estamos en un punto en el que vuelven las ideas de liberación que tenían los filósofos griegos, e incluso los romanos. Es algo extraño que digan que es antinatural cuando la propia naturaleza lo apoya. Yo no entendía bien aquello que nacía, que me hacía precipitarme a sus brazos y a desear que me tocara, aunque ahora lo veo claro y sé que le amaba.
Al llegar a nuestro refugio sentí el calor de la leña, el crujir de la madera bajo mis pies y el sentimiento de que todo tenía su lugar. Su amor por el arte estaba presente, él dibujaba y componía piezas para tocarla con su piano; también descubrí que sabía hacer poesía. Los jarrones estaban repletos con flores hechas con papel, odiaba ver que no podía tener su colorido en el invierno. Cuando caminamos hacia el piso subterráneo bajo la casa, una pequeña cripta, forrada con mármol y con solo dos tumbas, las nuestras. Se desnudaba siempre que iba a dormir, no dejaba que nada atara su cuerpo cuando se encajaba en aquel cajón mortuorio. Yo aún tenía el estúpido pudor mortal a mostrar lo que quedaba de mí, lo que siempre tendría transcurrieran los siglos que transcurrieran.
-Gracias por haberte perdido en la nieve, gracias por haber venido a mí.-Susurró rodeándome y besó mi espalda. Son los pequeños gestos que echo de menos, que no percibo y que cuando recuerdo muero de la impotencia.
Si supieran tantos y tantos que es más hermoso un beso que conquistar petróleo no guerrearían contra el hermano. También dicen que están las guerras de fe, las religiosas, tan de moda en estos últimos años. No sé porqué no se dan cuenta que adoran al mismo Dios con distintos nombres, que en realidad no escucha a nadie, que solo son fuerzas de la naturaleza y no actos de su justicia. No admito que el mundo se este destruyendo, llevando al caos de esta forma, y me siento impotente. Ya tengo otro motivo por el que realizar esto, desahogarme de lo que odio en el hombre y en sus actos.
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