Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 6 de septiembre de 2007

Amor de Nuestro Señor

Imagen de Ville Valo del grupo H.I.M {su nuevo cd saldrá el 18 de este mes}






Capítulo primero.



III. Soledad.















La tarde del segundo día fue otra incesante reunión. Nos dieron las fichas de los que serían nuestros alumnos con amplia información. Me di cuenta que había hojas rosas entre mis alumnos, no entendía el significado y me callé esperando a que comenzara la charla. Santos parecía preocupado, pero su rostro seguía igual de severo.

-Este año hay más invertidos que de costumbre.-Masculló comenzando la charla.-Los del folio rosado son desviados, tienen cita con nuestro psicólogo y le trataremos adecuadamente. Por ello si salen del aula por mandato mío, deben comprenderlo.-Dijo caminando de un lado a otro por aquel salón de actos. En el pequeño teatro que tenían los chicos, también usado para audiovisuales, nos reuníamos y Santos estaba sobre las tablas clavando su mirada en cada uno de nosotros.

-¿Invertidos?-Dije alzando la voz.

-Sí, homosexuales.-Respondió con mirada apática.

-Lo entiendo.-Murmuré.- ¿Qué tipo de tratamiento?-Indagué algo temeroso.

-Para ayudarles a ser normales.-Sonrió como si fuera un buen padre.-¿Alguna duda respecto a este tema?-Preguntó a todos los congregados.-¿Los horarios están acordes?-Dijo bajando del estrado.-Como ya saben tenemos horarios de mañana y tarde, sí, damos clases dos veces al día y una es de explicación junto a otra de ejercicios. Me gusta que los alumnos sepan al cien por cien que aprenden, es necesario para su educación. Espero que estén dispuestos a darlo todo, porque es lo que deseo.-Tomó un algunas carpetas que tenía sobre una mesa, estaban apiladas y todas eran negras.-Les daré una de estas a cada uno, tienen su nombre y horarios junto a un seguimiento de sus alumnos. En esta institución donde vienen a parar chicos problemáticos, enfermos mentalmente y buenos niños debemos estar bien coordinados.-Comentó.-Diré sus nombres y se alzaran del asiento, tomaran la carpeta y darán por terminada la sesión.-Dijo clavando la mirada en el horizonte. En el fondo estaba Antón con su rosario enroscado en sus dedos.

Nos llamó uno por uno, como dijo, y nos dio aquellas carpetas de cuero negro. Allí guardé las fichas en su nombre correspondiente, todo parecía muy bien elaborado y planificado. Sentía repulsión con aquella división y sobretodo al oír la famosa palabra de “invertido” para definir a los homosexuales. ¿Enfermedad mental? Yo creía que esa definición había quedado desfasada y derribada, pero no. Me encontraba en un mundo donde era el antihéroe y ayudaría a los villanos a conquistar los cráneos de cientos de jóvenes. Me odié por un instante y luego me mantuve firme, supe que estando enjaulado conseguiría animar a otros como yo y mantenerlos fuertes ante la situación.

Cuando salí del gran salón decidí dar una vuelta por los alrededores, quería ver las instalaciones deportivas y los jardines. Me parecía todo tan hermoso y a la vez era una prisión, rejas por todos los lugares visibles y no había escapatoria. Jasón estaba sentado en el centro de las pistas, tenía un balón de baloncesto entre sus manos y la mirada perdida. Me aproximé para poder hablar con él unos minutos, quería saber que clase de hombre era y cómo Saulo podía tener esa atracción tan férrea en aquel hombre. Físicamente era muy parecido a mi último amor, tenía un gran cuerpo, y sin que se diera cuenta me senté a contemplarlo.

-Buenas.-Murmuré.

-Lo siento no te había visto, estaba sumergido en mi mismo.-Dijo con una sonrisa, se le marcaron en el rostro unos hoyuelos, aunque su mirada parecía perdida aún en su aforo interno.

-Suele pasar cuando tenemos problemas o algo que nos atormenta, quizás el inicio del curso y todo el estrés que acarrea nos haga estar en otros mundos.- Respondí.

-No es eso, estoy bien, lo que sucede es que me hacía algunas preguntas retrospectivas.-Murmuró botando el balón contra el suelo.

-Vaya, no lo esperaba de un chico de gimnasio.-Respondí y luego me di cuenta que podía haber sonado grosero.

-Lo mismo dijo Saulo cuando nos conocimos.-Dijo soltando una carcajada.

-Espero no haberte ofendido.-Dije preocupado por la mala imagen que se acababa de llevar de mí, aparte de ser un estúpido que se metía en la vida de otros.

-No, sé la imagen que doy, pero no es la que es.-Respondió clavando sus ojos en mí. Ahora entendía ese interés que levantaba en mi nuevo amigo, sabía que era por su personalidad además de su físico. Definitivamente era como Andrés y una congoja interna se formó en mi garganta.

-Lo sé, solemos prejuzgar a las personas y no es bueno.-Comenté apartando mis ojos de él.

-Cierto, no es bueno.-Dijo levantándose del pequeño banco que había. Era el punto de división de las pistas de fútbol con las de baloncesto, en los lados había pista de tenis y otra de voleibol.

-¿Echamos unos tiros?-Pregunté pasándome una de mis manos por la nuca.

-Sí, después de la reunión siempre quedo noqueado.-Respondió.

-¿Por qué?-Interrogué.

-Odio como tratan a los alumnos.-Parecía razonable con la situación, no era uno de esos estúpidos que pensaba que debían exterminarnos.

-Cierto.-Mascullé.

-No sé como Saulo sobrevive.-Dijo pasándome la pelota.

-¿Por qué?-Interrogué mientras lanzaba, encesté.

-Lo siento, creí que como os habíais hecho amigos te lo contó.-Respondió.

-Su homosexualidad.-Dije con tono de voz suave.

-Sí.-Susurró.

-Yo también lo soy.-Dije guiñándole un ojo.

-Sabía que había algo en ti que me recordara a él, quizás la forma de mirar este lugar o el pesimismo en vuestras palabras.-Sonrió ampliamente, como si le vinieran buenos momentos a la mente.

-Vaya, me has comparado con él.-Dije admirando su musculatura mientras tiraba a canasta. Yo vi en él a mi hermoso abogado, por unos segundos deseé que fuera él.

-¿Te molesté?-Comentó cogiendo el balón del suelo.

-No, Saulo me cae muy bien.-Respondí.

-Me alegra que tenga un apoyo, yo a veces parece que solo le hundo y no sé bien el porqué.-Comentó.

-Yo sí lo sé pero es un secreto.-Le amaba, por eso no podía animarle puesto que él amaba a su esposa.

-Vaya, si que habéis intimado.-Me tiró la pelota, me tocaba.

-Dios santo sí, porque creo que somos parecidos.-Dije.

-Es la sensación que me da, haríais buena pareja.-Éramos parecidos, sí, pero a ambos nos gustaba una persona opuesta a nosotros.

-No lo creo.-Respondí fallando esta vez mi tiro.

-A veces es tan cercano, se deja notar mucho y me encanta protegerlo. Es como si fuera mi hermano pequeño, a pesar que es un año mayor.-Entendía bien esa sensación, la conocía, y la había percibido en la habitación junto con Saulo.

Estuvimos alrededor de una hora hablando, sobre el futuro que deseaba cada uno y sobre lo importante que era apoyar a nuestros alumnos aunque fuera a espaldas de Santos. Lo único que podíamos hacer era tragar. Cuando volví a mi habitación allí estaba mi amigo, llorando, con la mirada perdida en la nada.

-Saulo.-Murmuré.

-¿Coqueteas con él?-Interrogó.

-No, sólo quería saber como era.-Dije sentándome a su lado.

-Hay una cosa que no te he dicho.-Balbuceó.

-Dime.-No entendía porqué aquella confianza, supongo que en un lugar así uno no puede hablar con nadie más y se sujeta a cualquiera.

-Nos liamos un día extraño, su mujer y él habían discutido.-Murmuró casi sin voz.

-¿Liasteis?-Interrogué sin saber a qué se refería.

-Nos besamos.-Sonrió amargamente.

-Entiendo.-Susurré pasando una de mis manos sobre su espalda.

-Eso fue antes de las vacaciones, en medio de una tormenta de verano.-Comentó.

-Sí, suele haberlas cuando hay mucho bochorno y el vapor de agua se condensa.-Parecía estúpido, pero no sabía que comentar.

-No quiero que seas científico, te digo que nos besamos y no fue un sueño. Solo quiero que me escuches.-Se aferró a mí, yo dejé que me abrazara y se desahogara en lágrimas.

-Lo siento, me sale la vena de profesor.-Dije en tono quedo.

-Ya lo veo.-Su rostro mostraba desesperación.

-¿Y ahora?-Pregunté curioso.

-Ahora no somos nada, amigos quizás, pero se comporta frío.-Dijo aferrándose a mi camisa.

-Entiendo.-Ver a alguien así me derrumbaba a mí también.

-No entiendes nada, no sabes nada. Me dijo que me quería, que le diera tiempo para dejarla y que me deseaba.-Su labio temblaba, su mirada era la de un paranoico y me recordó a mi mismo.

-Vaya.-Mascullé.

-Y cuando le vi, sonreí como un estúpido y me dijo que teníamos que hablar. Me llevó a los aseos del gimnasio y me comentó que había sido un desliz. Me reprochó que usara un momento bajo para tenerlo en mis brazos y me rechazó por ser un hombre.-

-Pero aún le quieres, ahora con más fuerza.-Susurré comprendiendo o intentando comprender.

-Sí, aunque me haga daño.-Dijo apartándose de mí, se levantó de la cama y me miró fijamente.-Al sentir sus labios sobre mí mis piernas temblabas, todo yo temblaba, y pensé que era el inicio de algo. Me ilusioné y pensé en eso todo el verano. Estuve en casa de mis padres, que no saben nada de esta situación, y le llamaba. Solíamos hablar una hora a diario. Pero cuando todo iba sobre ruedas me comentó que no podía hablar a diario conmigo, no me dio razón ninguna y estuve dos semanas sin saber nada de él.-Se apoyó sobre la puerta del armario.

-Olvídate de él, sé que es duro porque yo intento olvidarme de mi última pareja.-Dije caminando hacia él, le abracé y besé en la mejilla.-Aléjate un tiempo, no es bueno estar con alguien que no se entiende ni a si mismo.-Susurré.

Le dije que le invitaba a tomar algo, que necesitábamos alejarnos de los muros de este centro penitenciario. Al final salimos, nos tomamos unas copas en una taberna y después nos sentamos en unos bancos del jardín. Hablábamos de todo, cine o literatura, daba igual. Entonces Santos apareció diciendo que deberíamos de dar ejemplo, que olíamos a alcohol y que ya había muchachos durmiendo en el edificio. Lo miré desconcertado, tan sólo habíamos tomado una copa.

-Sólo hemos tomado un poco de ron mezclado con refresco, nada más. Es solo una copa y no creo que eso nos mate ni nos haga unos borrachos.-Mascullé levantándome del asiento de piedra.

-¿Por qué reían?-Interrogó.-Están ebrios.-Dijo.

-No, no lo estamos. Sólo nos reíamos jugando a parecidos razonables.-Realmente nos burlábamos de Patricia.

-Entren, cállense y den ejemplo.-Musitó colérico.

-Sí.-Susurré.

-Claro.-Masculló Saulo.

Tras esto caminamos hacia nuestras habitaciones y nos despedimos hasta el día siguiente. Sería una jornada dura porque conoceríamos a los pocos alumnos de cada cual, seríamos sus tutores y sus consejeros. No había más de cien alumnos en aquella escuela, era enorme y a la vez un pequeño mundo. Me perdía entre los pasillos y como contraste me sentía atrapado en una caja de zapatos. Cuando logré arrojarme a la cama ni me desnudé, permanecí con la ropa, y me quedé pensando en todo lo que había acontecido. Había sido un día duro y yo era mero espectador. No podía ayudar a Saulo de ningún modo, necesitaba estar junto a Jasón. Yo no podía olvidar o ignorar el deseo de estar en brazos de Andrés, luego recordé que seguramente le quedaban semanas para la boda. Lloré como un idiota para quedarme dormido.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt