Capítulo tercero.
I. Primera pesadilla.
Primer día de clases y primeras horas distanciado de Saulo, pareció comprenderlo. Tuve tres clases de mañana y tras el almuerzo otras tres de ejercicios, también una hora de tutoría para aquellos que desearan un refuerzo. Mandé deberes, expliqué parte del primer tema y mantuve una charla con varios alumnos. Eran las siete de la tarde cuando acabé al fin, me puse a escribir en mi habitación y alguien picó a la puerta. No había ni comenzado el siguiente capítulo cuando me interrumpieron. Pensé que sería Saulo reclamándome atenciones como si fuéramos pareja estable, sin embargo fue Fermín. Vestía la camisa del uniforme desabrochada y su mirada era la de una fiera llena de deseo. Le invité a pasar después de ojear el pasillo, cerré con llave y le invité a sentarse en la silla que usaba para dejar la ropa.
-No he venido a preguntar dudas.-Murmuró mientras guardaba mi escrito.
-Lo sé.-Susurré.-Sólo guardo algo importante y estoy contigo.-Dije sonriéndole, entonces se levantó y se arrodilló ante mí. Pasó su mano por mi entrepierna y me miró descarado, luego mordió levemente el bulto que se formaba lentamente tras mis pantalones.-No te he dado permiso.-Comenté tomándolo del pelo, él tan sólo se relamió los labios y yo bajé la bragueta. Metí uno de mis dedos en su boca, hurgué en ella mientras los chupaba y para luego posar su rostro sobre mi miembro.-Tómalo, es todo tuyo.-Abrió bien su boca y me sumergí en la humedad de su boca. Agarré su cabeza con ambas manos y dirigí el ritmo hasta que deseé sus nalgas.-Voy a por pomada, quiero entrar en ti.-Susurré.
-No hace falta que te muevas, traje crema. La otra noche casi no la usaste, preferiste una pomada tuya, pero yo prefiero esta.-Murmuró acariciando mi miembro.
-Es cierto.-Recordé que usé crema muscular en vez de la que él trajo. Se bajó los pantalones y él mismo se preparó para mí. Movía sus dedos entre sus langas de rodillas en el suelo, con su rostro pegado a las baldosas y sus ojos henchidos de placer. No aguanté más y le penetré. Fui violento y no le importó, mis movimientos eran excesivamente crueles para su entrada y sin embargo jadeaba intentando no hacer demasiado ruido. Cuando liberé mi esencia me quedé fijo dentro de él, le di una fuerte palmada y dejé que todo le llenara. Pero no quedé saciado, quería más y él lo sabía. Salí de él y se posó ante mí, me abrazó y lo besé.-¿Quieres que te masturbe? Aún no te viniste.-Susurré y él tomó una de mis nalgas para que jugara con su entre pierna. Sin embargo me cansé deseaba entrar en él, con temor a que se manchara mi ropa me la quité y la dejé sobre la cama. Pedí que se sentara en el asiento y luego lamí su miembro, lo llevé a mi boca y lo saboreé. Devoré sus fluidos y se los regalé en un beso. Yo ya estaba a punto para continuar con el juego, tomé en mis brazos y lo apoyé en la pared. Entré de nuevo, mis movimientos fueron rápidos, dejándose caer todo el peso sobre mí. Parecía desenfrenado, deseoso de que le rompiera en dos. Levanté una de sus piernas para entrar mejor e intenté moverme lo más rápido posible. Mordí su cuello una y otra vez mientras con la mano que tenía libre acariciaba su entre pierna. Liberó su esencia segundos después de que yo lo hiciera. Me aparté y me senté en mi sillón, lo llamé para que viniera con sólo un gesto y se posó sobre mí. Los besos eran dulces, apasionados y su lengua se enredaba en la mía. Lamía sus labios, su mejilla y deseaba contaminarme de todo su sabor. Después decidí ducharme con él, enjabonarlo lentamente y vestirlo. Se marchó dos horas después de haber entrado en mi habitación con una sonrisa en su boca.
Era la hora de la comida cuando me volví a ver a solas con mi ordenador. Apagué el equipo y puse a cargar la batería, me marché al comedor y me senté junto a Saulo. Él sonrió preocupado mientras cortaba su filete. No hablamos mucho. Me marché a mi cuarto tras tomar el postre, natillas, y me tumbé en mi cama. Pronto escuché pasos por el pasillo y llamaron otra vez a mi puerta, era él.
-Saulo, entra y cierra la puerta.-Dije suavemente.
-¿Cómo sabías que era yo?-Murmuró cerrando.
-¿Quién iba a ser? Siempre eres tú.-Mentí para halagarlo, le veía deprimido y no me gustaba esa expresión en su rostro. Caminó hasta mi cama y se recostó a mi lado abrazándome sin decir nada.
-Hoy has estado raro.-Susurró.
-Tenía cosas que hacer.-Dije sonriéndole.
-Yo también, pero podrías haber venido a verme a mi cuarto a eso de las siete, acabé más o menos a esa hora y tú también.-Murmuró.
-Tomé una siesta tardía.-Mi excusa no valía, sabía que me escuchó aunque fuera levemente con Fermín, sin embargo se lo callaba.
-De acuerdo.-Musitó aferrándose más si cabía a mi cuerpo. Besé su frente y luego sus labios.-Me voy.-Dijo apartándose de mí.-Sólo venía a darte las buenas noches.-Dijo con la mente extraviada en sus pensamientos, sabía que algo le preocupaba y sé que era mi alumno. Se marchó y me desnudé, más tarde me quedé dormido.
En medio de los sueños vinieron las peores pesadillas. Fermín y Saulo se peleaban por mí en medio de uno de los pasillos, don Santos se enteraba de todo y golpeaba a mi alumno hasta dejarlo inconsciente. A mí me expulsaba del centro y a Saulo lo tomó como saco de boxeo. Desperté temblando, con la garganta seca y la mirada perdida en un dolor inmenso. Me fui a la ducha y me refresqué, al volver observé un bulto en mi cama. Me aproximé lentamente y vi que era Saulo. Estaba dormido y me aproximé a la puerta para cerrarla con llave. Me sequé y me tumbé abrazándolo. Extrañamente me dolieron más los golpes que fueron recibidos hacia él que hacia el chico. Posé suavemente mi boca sobre la suya y me hice la promesa de no lastimarlo. Era mi amigo, confiaba en mí y estaba enamorado. Cuando concilié el sueño serían las cinco de la mañana.
I. Primera pesadilla.
Primer día de clases y primeras horas distanciado de Saulo, pareció comprenderlo. Tuve tres clases de mañana y tras el almuerzo otras tres de ejercicios, también una hora de tutoría para aquellos que desearan un refuerzo. Mandé deberes, expliqué parte del primer tema y mantuve una charla con varios alumnos. Eran las siete de la tarde cuando acabé al fin, me puse a escribir en mi habitación y alguien picó a la puerta. No había ni comenzado el siguiente capítulo cuando me interrumpieron. Pensé que sería Saulo reclamándome atenciones como si fuéramos pareja estable, sin embargo fue Fermín. Vestía la camisa del uniforme desabrochada y su mirada era la de una fiera llena de deseo. Le invité a pasar después de ojear el pasillo, cerré con llave y le invité a sentarse en la silla que usaba para dejar la ropa.
-No he venido a preguntar dudas.-Murmuró mientras guardaba mi escrito.
-Lo sé.-Susurré.-Sólo guardo algo importante y estoy contigo.-Dije sonriéndole, entonces se levantó y se arrodilló ante mí. Pasó su mano por mi entrepierna y me miró descarado, luego mordió levemente el bulto que se formaba lentamente tras mis pantalones.-No te he dado permiso.-Comenté tomándolo del pelo, él tan sólo se relamió los labios y yo bajé la bragueta. Metí uno de mis dedos en su boca, hurgué en ella mientras los chupaba y para luego posar su rostro sobre mi miembro.-Tómalo, es todo tuyo.-Abrió bien su boca y me sumergí en la humedad de su boca. Agarré su cabeza con ambas manos y dirigí el ritmo hasta que deseé sus nalgas.-Voy a por pomada, quiero entrar en ti.-Susurré.
-No hace falta que te muevas, traje crema. La otra noche casi no la usaste, preferiste una pomada tuya, pero yo prefiero esta.-Murmuró acariciando mi miembro.
-Es cierto.-Recordé que usé crema muscular en vez de la que él trajo. Se bajó los pantalones y él mismo se preparó para mí. Movía sus dedos entre sus langas de rodillas en el suelo, con su rostro pegado a las baldosas y sus ojos henchidos de placer. No aguanté más y le penetré. Fui violento y no le importó, mis movimientos eran excesivamente crueles para su entrada y sin embargo jadeaba intentando no hacer demasiado ruido. Cuando liberé mi esencia me quedé fijo dentro de él, le di una fuerte palmada y dejé que todo le llenara. Pero no quedé saciado, quería más y él lo sabía. Salí de él y se posó ante mí, me abrazó y lo besé.-¿Quieres que te masturbe? Aún no te viniste.-Susurré y él tomó una de mis nalgas para que jugara con su entre pierna. Sin embargo me cansé deseaba entrar en él, con temor a que se manchara mi ropa me la quité y la dejé sobre la cama. Pedí que se sentara en el asiento y luego lamí su miembro, lo llevé a mi boca y lo saboreé. Devoré sus fluidos y se los regalé en un beso. Yo ya estaba a punto para continuar con el juego, tomé en mis brazos y lo apoyé en la pared. Entré de nuevo, mis movimientos fueron rápidos, dejándose caer todo el peso sobre mí. Parecía desenfrenado, deseoso de que le rompiera en dos. Levanté una de sus piernas para entrar mejor e intenté moverme lo más rápido posible. Mordí su cuello una y otra vez mientras con la mano que tenía libre acariciaba su entre pierna. Liberó su esencia segundos después de que yo lo hiciera. Me aparté y me senté en mi sillón, lo llamé para que viniera con sólo un gesto y se posó sobre mí. Los besos eran dulces, apasionados y su lengua se enredaba en la mía. Lamía sus labios, su mejilla y deseaba contaminarme de todo su sabor. Después decidí ducharme con él, enjabonarlo lentamente y vestirlo. Se marchó dos horas después de haber entrado en mi habitación con una sonrisa en su boca.
Era la hora de la comida cuando me volví a ver a solas con mi ordenador. Apagué el equipo y puse a cargar la batería, me marché al comedor y me senté junto a Saulo. Él sonrió preocupado mientras cortaba su filete. No hablamos mucho. Me marché a mi cuarto tras tomar el postre, natillas, y me tumbé en mi cama. Pronto escuché pasos por el pasillo y llamaron otra vez a mi puerta, era él.
-Saulo, entra y cierra la puerta.-Dije suavemente.
-¿Cómo sabías que era yo?-Murmuró cerrando.
-¿Quién iba a ser? Siempre eres tú.-Mentí para halagarlo, le veía deprimido y no me gustaba esa expresión en su rostro. Caminó hasta mi cama y se recostó a mi lado abrazándome sin decir nada.
-Hoy has estado raro.-Susurró.
-Tenía cosas que hacer.-Dije sonriéndole.
-Yo también, pero podrías haber venido a verme a mi cuarto a eso de las siete, acabé más o menos a esa hora y tú también.-Murmuró.
-Tomé una siesta tardía.-Mi excusa no valía, sabía que me escuchó aunque fuera levemente con Fermín, sin embargo se lo callaba.
-De acuerdo.-Musitó aferrándose más si cabía a mi cuerpo. Besé su frente y luego sus labios.-Me voy.-Dijo apartándose de mí.-Sólo venía a darte las buenas noches.-Dijo con la mente extraviada en sus pensamientos, sabía que algo le preocupaba y sé que era mi alumno. Se marchó y me desnudé, más tarde me quedé dormido.
En medio de los sueños vinieron las peores pesadillas. Fermín y Saulo se peleaban por mí en medio de uno de los pasillos, don Santos se enteraba de todo y golpeaba a mi alumno hasta dejarlo inconsciente. A mí me expulsaba del centro y a Saulo lo tomó como saco de boxeo. Desperté temblando, con la garganta seca y la mirada perdida en un dolor inmenso. Me fui a la ducha y me refresqué, al volver observé un bulto en mi cama. Me aproximé lentamente y vi que era Saulo. Estaba dormido y me aproximé a la puerta para cerrarla con llave. Me sequé y me tumbé abrazándolo. Extrañamente me dolieron más los golpes que fueron recibidos hacia él que hacia el chico. Posé suavemente mi boca sobre la suya y me hice la promesa de no lastimarlo. Era mi amigo, confiaba en mí y estaba enamorado. Cuando concilié el sueño serían las cinco de la mañana.
1 comentario:
"reclamándome atenciones como si fuéramos pareja estable..." como me suena eso...XD No tienes idea de lo que me gusta leerte...Un abrazo.
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