Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 23 de mayo de 2008

Feline y Gabriel


Es un fanart de los caballeros del zodiaco, como bien dice en la imagen Lelia Álvarez. Desde aquí me quito el sombrero, sin embargo extrañamente se parecen a Gabriel R. y Feline, ambos personajes de mi pareja y mío (originales y de rol). Ambos personajes se aman d euna forma apasionada, sin embargo Gabriel es frío y a veces se comporta con rabia. Un vampiro y un demonio...ja... ¿amor imposible?







Por un instante tan sólo escuché silencio, silencio en nuestros labios y demasiadas palabras jamás dichas en nuestros ojos. Su mirada, esa intensa mirada de animal herido y prepotente cínico, me extasiaba. Mi cuerpo se pegó al suyo, mis manos fueron a sus brazos y sus manos a mi cintura, éramos dos mundos opuestos y a la vez completamente compenetrados.

-Ven.-murmuró tirando de mí, aferrándose a mis nalgas y después desquiciándome con un tórrido beso. Una escena peculiar, algo que pocas veces ocurría y en ese instante creí flotar. Pude notar un hormigueo extraño en mis entrañas, mi cabeza daba vueltas y parecía que me movía, sin embargo no me moví del sitio. Su lengua luchaba con la mía, un lenguaje que sólo los amantes conocen y que se reservan para cualquier instante. Mis dedos apretaron sus músculos, cada uno de los de sus brazos, y los suyos se hundían en la tela de mis vaqueros. Mis piernas temblaron y me dejé llevar por completo.-¿Es lo que querías?-preguntó como si nada, empequeñeciendo sus ojos con una chispa ambarina, mientras yo intentaba respirar de nuevo.

-Sólo quería algo de atención, desde que están los niños no me escuchas.-susurré confuso, mordiendo mis labios, para esperar su respuesta.

-Tú estás siempre con ellos, no es mi culpa.-respondió seco, demasiado tajante.

-Duermen ahora.-me aparté y le miré.-No discutamos, no quiero pelear de nuevo.-me giré dándole una visión perfecta de mis nalgas, de aquellas prietas carnes envueltas en aquella ajustada tela.-Vete, ya me diste un premio de consolación.-estaba rabioso, tanto que me odiaba por no tener más tiempo para él.

-No peleemos.-se pegó a mí y bajó la cremallera de mis pantalones, introdujo lentamente una de sus garras y hurgó un rato entre mis boxer, buscando su ansiado premio.-Está dura.-lo dijo como si no lo supiera, mis labios se desbordaron con un gemido y luego rió levemente para besar mi cuello.

-Apártate, ni siquiera me quieres.-respondí arañando uno de sus brazos, pero al final cedí. Eché hacia atrás mi cuerpo y me retorcí.

-Pides cosas que ni tú mismo deseas.-murmuró mordiendo mi cuello, bebiendo un poco de mi torrente sanguíneo. Aquel mordisco fue placentero, no puedo negarlo, y mi sexo aún se erectó más.

-Deja de ser cruel conmigo.-dije dejando que una lágrima brotara de mis ojos, estaba demasiado dañado por culpa de lo que ocurría. En meses no me había tocado, parecía que le repugnaba. Adelgacé demasiado en ese tiempo, a penas comía y parecía famélico. Él sin embargo, salía cada noche y no me decía dónde. Pero no me importaba, porque regresaba y me abrigaba con sus abrazos. Sin embargo, en ese insólito instante no sólo me tocaba, sino que me excitaba erizándome los vellos de los brazos. Las mariposas volvieron y su amor también. Sus manos se movían lentamente, de forma precisa desde la base hasta el glande. Allí lo masajeaba unos instantes con las yemas de sus dedos y luego iba hacia abajo. Después lo hizo de forma más profunda, también más brusca, la cual me aportó más placer y más necesidad. Gemí, gemí como nunca lo había hecho, manchando entonces los pantalones y la ropa interior.

-No soy cruel.-había permanecido callado, besando la zona donde había dejado la huella de sus incisivos. Luego la lamió con gotas de su sangre y los orificios se cerraron, pude notarlo. Cuando me giró con aquel perfume a sexo, a placer, y me arrodilló frente a él sabía que es lo que necesitaba.

Su pantalón también estaba abultado, pude notarlo rozando mis nalgas durante mi tortura. Lo saqué y lo contemplé un segundo, después lo miré y tras esto lo lamí. Lento, desde la punta hasta los testículos y de allí de nuevo al inicio. Besaba también aquella piel tan delicada, para luego pasar mis dientes por ella y dar pequeños mordiscos. Pegué su miembro a su vientre y comencé a lamer su escroto. Profundizaba en las miradas, susurraba que le deseaba cada vez que podía y creía necesario. Él tan sólo sonreía y acariciaba mis cabellos, hasta que al fin me hizo engullirla con fuerza. Su sexo tocó el cenit de mi garganta, hizo que aquella monstruosidad entrara como si nada. Pronto llevó con un ritmo ascendente, pero al principio lento, que me hizo disfrutar, al igual que a él.

Si bien, cuando ya no esperaba nada por su parte me bajó los pantalones mientras caía sobre mí. Noté como entraba lentamente en mis entrañas, hasta el final, y como estas se amoldaban desesperadas.

-Sigues tan estrecho, a pesar de no ser virgen.-jadeó mordiendo mi hombro. Apartó mis cabellos del cuello, se pegaban por el sudor, y tiró levemente de ellos. No estábamos de cara, sino que mi espalda rozaba su pecho. No era la postura que más me agradaba, pero no podía pedir nada, quería satisfacerlo. Pronto un rugido salió de su garganta y me atemorizó, al igual que aquel torrente cálido que eyaculó en mis entrañas. El símbolo de su deseo, de su pasión, había corrompido, otra vez más, mi cuerpo.

-Te amo.-dije dejando que mi esencia manchara el suelo de la habitación.

-Y yo a ti.-susurró acariciando mis cabellos. De fondo podía oír el llanto de los niños, quería moverme pero no podía. Él lo hizo por mí y fue a calmarlos, yo simplemente me dejé vencer por el sueño y la satisfacción.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt