Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 3 de mayo de 2008

Pinceladas


Otra de Ayase de No Money, sin dinero.


Un video del personaje de mi pareja y mío.

Condenas

Me había dicho taxativamente que no, que era imposible. Sin embargo, aquella mañana me vestí como si fuera una cita con él. Aún podía respirar en mi cuerpo su aroma, sentir en mis brazos el roce de su piel y entre mis dedos palpaba aún la sedosidad de sus cabellos. Era cuatro de Julio, un día señalado en mi calendario con un círculo impecable.

Días atrás me había reunido con el abogado que contraté para la acusación de su tío. Habíamos conversado durante horas como se iba a exponer todo. Presentíamos que iba a ser un juicio rápido, que no tendría que alargarse. Teníamos acordadas las preguntas que me realizaría y cómo debía contestar, la verdad y con serenidad. Debía rememorar todo lo que había sucedido, así que opté por buscar en mi libreta de cuero, esta donde escribo, cada fragmento de la historia.

Ahora me doy cuenta de una cosa, de un pequeño detalle. Desde el primer instante me sentí atraído por Víctor, o Shin como a él le gusta que le llamen, al verlo tan frágil. No tuve deseos de golpearlo por lo que había hecho, sino más bien de estrecharlo entre mis brazos y besar sus labios. Estaba lleno de morados, uno más le hubiera matado el alma. Es un espíritu libre enjaulado en mil barrotes llamado sociedad, familia y desesperanza.

Me afeité con cuidado y perfección, me duché con un gel nuevo perfumado de forma parecida a mi colonia, y me coloqué el traje negro con la camisa gris y la corbata a juego. Aunque hacía treinta grados debía soportar aquello, ya sabía hacerlo. Me miré al espejo, había envejecido casi cuatro años en esos meses, todo era por las ojeras y la falta de sueño. Sin embargo, todo se arreglaría, eso es lo que me decía constantemente.

Sopesé mi promesa, sabía que la iba a romper, pero quería que se llevara una imagen de mí como en los viejos tiempos. No quería que recordara mi chándal manchado con su sangre, tampoco aquella ropa vieja que uso en casa y mucho menos desnudo sobre su cuerpo. Necesitaba que me observara como en la imagen que portaba en la cartera. Aquella fotografía que me sacó, aún no sé cómo.

Cuando llegué al Juzgado me senté en una de las bancas esperando a que fuera llamado, Víctor estaba sentado junto al abogado. Su tío esta también en la sala mirándolo con ansias asesinas, se podía notar. La familia de ambos estaba sentada próxima a mi asiento, podía escuchar su conversación y como despreciaban al muchacho comentando que todo eso era mentira. Desde luego se podía poner de título a sus palabras “no hay más ciego que quien no quiere ver”.

Las pruebas médicas, los comentarios de vecinos y las preguntas que me realizaron sirvieron alargaron el juicio dos horas. Fueron tres horas, con un descanso intermedio para todos los presentes y cinco minutos de deliberación para sopesar la condena. El juez lo tenía claro, no necesitaba más pruebas ni hacer que él subiera al estrado a relatar las torturas que había tenido. Al tío de Víctor le cayeron cinco años sin posibilidad de reducción de pena, treinta mil euros de multa por daños y aún así lo vi escaso.

Tras que todo sucediera, que sus familiares lo miraran como un desgraciado que había echado a perder a un hombre respetable, me aproximé y le abracé en los pasillos. En estos había periodistas, personas interesadas por el desarrollo de lo que allí sucedía.

-Aléjate de mí.-susurró apartándome como si fuera un leproso.

-¿Por qué?-pregunté intranquilo. Hasta ahora no me había rechazado, en ese instante sí quería cumplir mi promesa y me sentí dolido. Había cambiado de opinión de una forma que ni yo mismo podía creérmelo.

-¿Crees que siempre voy a ser tu perrito faldero? ¿Tu admirador? ¿Tu desconsolado amante? Estas loco si piensas eso, estoy cansado de que me lleves a la cama y luego me evites. Llamaste a la policía para que me devolvieran al centro, pero el señor quiso quedar como el príncipe azul.-hizo un inciso para respirar, estaba demasiado alterado aunque no gritaba y permanecía en una pose disimulada.-Entérate tu traje de principito destiñó y he visto que sólo eres un vagabundo.-me dolió, no puedo decir que lo pudiera digerir fácilmente.

-No creo eso, venía a cumplir lo que dije.-susurré intentando acariciar su rostro. Sin embargo, él lo aparto.

-Ya no te creo. Pensé que eras especial porque no te conocía, te amé durante tres años cuando tan sólo sabía de ti lo que otros contaban. Ahora que te conozco te detesto tanto o más que los que conversaban de ti. Creí que los chicos malos me iban, pero he me dado cuenta que como amantes dejan mucho que desear.-cada palabra era una puñalada.

-Para.-una lágrima se escapó de mis ojos, un dolor tremendo me penetró el alma y me sentí perdido.-Permíteme tomar un café contigo, hablar tranquilos de todo esto y al menos quedar como amigos.-murmuré sin saber bien qué éramos realmente.

-Eres patético.-dio un paso atrás y se giró, en ese instante lo agarré del brazo y lo pegué a mí.

-No te separes de mí.-besé su frente y lo arropé entre mis brazos. Era una fierecilla, algo que dudé que fuera y daba zarpazos certeros en el orgullo, honor y corazón.

-Es tarde, hiciste que me fuera hace tiempo.-me empujó lentamente consiguiendo zafarse de mí.

-Al menos dame tu número de teléfono, tu dirección.-susurré derrotado.-algo.-añadí agarrando una de sus muñecas, evitando así perderlo de vista.

-Sé el tuyo, también tu dirección y tu correo electrónico. Ya no uso el que creé para engatusarte, sino el corriente.-murmuró.-Si quiero te llamo, te envío un mail o voy a visitarte. Sin embargo, después del daño que me has hecho dudo que te busque.-me lo tenía merecido, me creía un ladrón de corazones y él me había robado el mío. No era así como quería que acabara el día, quería terminar como un héroe invicto y que algún día, alguno en el que tuviera el suficiente valor para admitir que lo amaba, buscarlo y que él cayera fulminado a mis pies.

-De acuerdo, llámame cuando llegues a casa.-intenté evadir la situación.

-No lo sé, no sé si lo haré. No sé si tardaré más de una semana o quizás no vuelva a buscarte nunca.-se abrazó a mí y me dio un escueto beso en la mejilla.-Gracias por lo del abogado y el hospital, pero te maldigo por haberme usado.-sonrió amargamente y me secó las lágrimas que caían sin cesar, sin poderlo evitar.-Estamos en paz.-se giró y caminó hacia donde una mujer lo esperaba.

Me quedé inmóvil observando como su cuerpo se perdía en los pasillos, evaporándose casi como un fantasma. No había ya nada entre él y yo, nada pendiente. Caí en la cuenta de que había caído en una vorágine de sentimientos, de impulsos hacia él, al ver su rechazo. Era un niño malcriado, peor que niño rico pues no eran tan caprichosos.

Regresé a casa, me había tomado el día libre y no tenía ánimos para nada. Me senté en el ordenador y dejé bien cargado el teléfono. Puse el nivel más alto te timbre, cerré las ventanas con doble cristal y puse la ventilación. No se oía ni el ruido de una mosca, quería descansar y a la vez que si alguien llamaba pudiera percibirlo en sueños. En la bandeja de entrada no había nada, pero lo dejé encendido y con la mensajería iniciada en sesión.

Me quedé dormido unas cuantas horas, al despertarme no había nada. En mis sueños él había llamado, nos habíamos reconciliado y yo había tomado valor para poder admitir mi bisexualidad. Había sido mágico, una noche de sexo perfecta y después un desayuno a su lado. Podía percibir su aroma, el roce de sus labios y el de su piel. Todo demasiado real.

Terminé por salir al gimnasio, allí estuve casi cinco horas. Me sumergí en la piscina, estuve haciendo pesas y también en la sauna. Después opté por salir a correr por la ciudad. Al regresar, no había señal alguna. Intenté mantenerme alejado de todo. Sin embargo, durante todo aquel tiempo estuve pendiente al móvil. Tan sólo lo dejé en la taquilla cuando nadé los quince minutos y los cinco de la sauna.

Me fui a la cama sin cenar, no tenía apetito a pesar de tanto desgaste. No podía pegar ojo, cada media hora me despertaba y buscaba alguna llamada. Eso era un castigo, un daño profundo y que se iba incrementado. Si bien, me lo merecía y no podía quejarme por ello. Sopesé la idea de que hubiera conocido a alguien, de que fuera de otro en ese preciso instante y los celos me carcomieron el cerebro. Me abracé a mi mismo y lloré, lo hice hasta que me quedé dormido.

Cuatro de Julio del dos mil siete.


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Lestat de Lioncourt