Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 1 de mayo de 2008

Pinceladas


Aqui tienen a Sión y Dominic
En realidad son los protagonistas de Queen de Mamiya Oki, pero es que son iguales a nuestros personajes, incluso vistiendo.
p.d Sión aunque seas SEME conmigo eres muy maricona! [Sabes que te amo]




Promesas rotas

Voy a hablar en resumidas cuentas de lo que sucedió en dos semanas. Me volqué en mis obligaciones intentando huir de todo, olvidar incluso quien era yo. Apenas me miraba al espejo cuando me levantaba de la cama y cuando salía a correr era para no pensar. La música a todo volumen, el corazón palpitando con fuerza alejado de lo que me encarcelaba. Me sentía liberado, como si tuviera alas, cuando la ciudad estaba bajo mis deportivas y mis cabellos se empapaban por el sudor. El trabajo y su estrés, las obligaciones y él. Sobretodo lo hacía por él, quería dejarlo como si fuera un bache en el camino que había superado.

Me encontraba sentado en el ordenador elaborando informes, la campaña publicitaria había sido un éxito en el país nipón y tenía que hacer un pequeño resumen del seguimiento de la campaña. Cuando creía que el arduo trabajo estaba por finalizar, el teléfono móvil sonó. Era la mujer que había contratado, aquella que pagaba mi secretaria para no afrontar la realidad.

-Buenas tardes, Román.-aquella voz tan característica, con tanto acento del sur.

-Buenas tardes.-mascullé apagando el cigarrillo que tenía prendido en mis labios.

-Debo de informarle que mañana le darán el alta, tendrá que ir a un centro de menores.-era de suponer, era menor de edad. Me sentía un poco ofuscado, quería traerlo a mi vida de nuevo pero sabía el desequilibrio que haría en ella. Me mordí el labio inferior, tomé aire y miré al techo. No sabía que responder, si bien ella continuó.-Debería venir, está como apagado y apenas habla. Se lo digo de corazón, no parece un chico de su edad sino un anciano. Se ha repuesto de todo, pero es imposible las heridas internas. Necesita un hogar, alguien que le cuide y usted parece que le hace sentir bien. Ayer le pillé mirando una fotografía de su cartera, sonreía, y me di cuenta que era usted. Realmente me parece un chico extraño y a la vez extraordinario. No sé que tienen entre ustedes dos, no soy alguien que intente meterse en las vidas ajenas, pero puedo ver que ambos se necesitan.-tenía algo de razón, sin embargo no iba a ir al hospital.

-No va a ser posible, aquí acabó mi misión de buen samaritano. Mañana le pagará mi secretaria el salario de esta semana. Estoy muy conforme cómo le ha tratado, también como ha mantenido informada a mi secretaria. La llamaré en cuanto tenga trabajo para usted.-comenté llevándome un cigarrillo a los labios, uno nuevo que iba a ser aniquilado con ansias en cuestión de segundos.

-Muchas gracias y buenas tardes, otra vez.-susurró colgando el teléfono.

Era el dieciséis de Junio, jueves, y eso significaba que su nueva vida empezaría con un fin de semana para adecuarse a su día a día. Pensé entre el humo y el sabor de la nicotina que tal vez nos volveríamos a ver, en un par de años, y que esa sensación de necesidad que sentía se habría alejado.

Me levanté del escritorio, apagué el cigarrillo a medio acabar y me fui al mueble donde tenía mis mejores whiskys y ron. Me eché un poco de ron, para luego dirigirme a la nevera y mezclarlo con refresco de cola junto a un par de hielos. Aquello me sentó de miedo. Calmó mi sed, mis pensamientos y pronto iría por la segunda hasta acabar totalmente ebrio. Dejé el ordenador encendido, el documento por rematar y me acosté en el sofá.

Allí sentí un calor intenso, me quité la camiseta y después los pantalones. Me sentía ido por completo, la cabeza me daba vueltas, mis brazos parecían los de una marioneta y caían lánguidamente a ambos lados de mi cuerpo. Él, y sólo él, llenaba todo. Pensé en su fragilidad, en su belleza felina y sobretodo en sus sentimientos. Me di cuenta en ese instante de mis deseos carnales hacia su cuerpo, hacia lo que él representaba. Entonces rompí a llorar y me sentí estúpido. No quería aproximarlo a mí por miedo, por un miedo patético que no quería afrontar.

Aquella noche fue la peor de mi vida en mucho tiempo, me ahogaba y no sabía quien era realmente. A la mañana siguiente cuando fui a trabajar apenas rendí, me era imposible concentrarme. Más de cinco cafés me tomé intentando despertar mi mente, pero los nubarrones eran mis recuerdos y emociones, no un pesado sueño.

Desde el suceso en el hospital había entablado una relación más estrecha con algunos compañeros, con otros simplemente los obviaba y olvidaba que existía. Tanto era mi nula capacidad de expresarme con ellos que no recordaba sus nombres. Era increíble, alguien que tenía que comunicar deseos y emociones no podía con las suyas, tampoco relacionarse normalmente. En medio de una conferencia me transformaba, era alguien totalmente distinto y era eso lo que quería lograr. Como no alcanzaba mis metas sociales me hacía un ovillo en medio de la cama, en medio del tumulto de la sociedad y en cualquier lugar. Lo hacía para huir, para olvidar mis responsabilidades y mis errores.

Sin embargo, pasaron así varias noches, ocho en concreto. Recuerdo el calor de una madrugada, porque ya era bastante tarde, junto con una pequeña tormenta de verano que me despertó y me mantuvo en vela viendo la teletienda. Tomaba un té frío con mucho hielo. Mi boca estaba seca, nada calmaba aquella sed tan insaciable. Cuando de repente escucho el timbre de la puerta. No sabía quien podía ser, era un viernes de noche casi el sábado ya, y allí había alguien. No eran imaginaciones mías, pues nada más levantarme escuché un segundo toque. Cuando miré por la mirilla y vi quien era me temblaron las piernas. Ni la mismísima muerte me hubiera aterrado tanto, no, era el mayor de todos mis miedos concentrado en un cuerpo minúsculo de adolescente. Abrí la puerta y sin decir nada tiré de él hacia dentro.

Estaba empapado, calado hasta los huesos, y llevaba una mochila. Sonreí puesto que no era la primera vez que hacía eso y que observaba la misma escena. Me abrazó con fuerza comenzando a llorar, supuse que se había escapado del centro y había logrado llegar hasta mí. Sin embargo, me habían dicho que estaba en málaga y que no podían darme su paradero por cuestiones de seguridad, seguramente era por el juicio que iba a iniciarse inminentemente.

Lo observé minuciosamente sin decir nada, tan sólo le rodeé con mis brazos como él hacía con los suyos. Parecía un niño perdido que acababa de encontrar el camino a casa. Seguramente se había sentido desplazado en aquel lugar, pero mi casa tampoco era propicia para él y menos yo. Le aparté lentamente y besé su frente de forma paternal. Después le llevé hasta el sofá, mientras por el camino le liberaba de la mochila y la chaquetilla de vaquera. Noté que incluso su camiseta de tirantas estaba empapada. Aunque era lluvia fina se percibía que había estado andando bajo la lluvia durante horas, todas las que esa tormenta había acaparado. Sus sandalias estaban rotas, así que al sentarse se las quité.

-Te echaba de menos.-la televisión opacó sus primeras palabras, estaba demasiado alta así que las repitió.-Te echaba de menos.-en ese instante la apagué y percibí el eco de su voz.

-Estaba preocupado, pero no quiero que te obstines en algo que no puede ser.-murmuré sentándome junto a él.

-Me ha llevado días planear mi escapada, también conseguir dinero y hacerlo sin que nadie me encontrara. No salí en las noticias como menor huido, porque temían que la poca familia que tengo que quitara la vida.-lo que decía era algo cruel, algo inhumano. Me pregunté porqué tanta saña con él, no tenía la culpa de que su tío hubiera abusado de él y mucho menos que le golpeara.

-Lo sé, no me dejaban saber dónde estabas o cómo estabas. Supongo que cuando finalice el juicio todo será más fácil.-sabía que no iba a ser así, su tío saldría condenado y la familia de este junto a sus amigos irían a por él.

-Eso espero, porque días después cumplo dieciocho años y quiero cumplirlos a tu lado.-se dejó caer sobre mi torso y besó mi cuello, como si fuera mi pareja.

-Que deseara saber cómo estabas no significa nada, tan sólo lo hacía porque me agradas.-dije apartándolo.

Se quedó callado, mirándome fijamente con melancolía. Era como un niño frente a un pastel, algo que ambicionaba y que no podía tomar. Me levanté y busqué toallas, además de ropa y mudas para que se cambiara. Mientras que hurgaba por la cómoda, armario y aseo él me esperaba en el salón. A mi vuelta estaba en ropa interior, temblaba como un pequeño flan, y me acerqué colocándole una toalla en la cabeza. Comencé a secarle los cabellos, después froté bien su cuerpo con otra seca e hice que se pusiera una de mis camisetas.

De improvisto comenzó a besarme y yo seguí el juego como un imbécil. Era demasiada la tentación de aquellos cálidos y exuberantes labios, parecían pedir a gritos que los mordiera y poseyera con los míos. Caímos al sofá y honestamente pensé en hacerlo allí mismo. Sabía que no tenía ninguna enfermedad de transmisión sexual, es lo primero que hicieron cuando se recuperó. Yo siempre he usado condones y por lo tanto no tenía absolutamente nada infeccioso. No había problema en no usar protección, lo sabía. Sin embargo, lo levanté como si fuera una pluma y lo llevé hasta mi cama. Allí abrí las ropas como pude y lo arrojé con violencia. Le quité la camiseta que le acababa de prestar y esos boxer tan apretados que contorneaban su excitación.

Yo continuaba con mi ropa puesta y él introdujo sus frías manos bajo la camiseta. Comenzó a palpar mi abdomen, cada músculo de mi torso, para quedarse agarrado a mis costados. Sin embargo, su boca rodaba por mi cuello y mis labios demasiado inquieta. Sus piernas se abrieron llenas de necesidad, mientras su miembro crecía lentamente endureciéndose. Me bajé la cremallera de la bragueta y saqué mi sexo a relucir, dejé dentro de los calzoncillos los testículos. Mis labios se alojaron bajo su mentón, lamiendo su garganta como si fuera un sabueso. Su diminuta nuez se elevaba mientras tragaba levemente saliva, gemía y sus cuerdas vocales resonaban tras la carne de su cuello.

-Déjame darte placer.-susurró bajando sus manos hasta mi entrepierna, allí alojó la suavidad de sus dedos y comenzó a moverlos suavemente por toda su extensión.

Me relamí los labios y los mordí, aquella sensación era demasiado placentera.

-Demuéstrame cuanto me amas.-mascullé.

-Túmbate en la cama y te lo demostraré.-susurró entre risas.

En ese instante no me di cuenta de mis palabras, era otro y no pensaba con la cabeza. Más bien, simplemente era la extensión de mi miembro. Me recosté entre los mullidos almohadones y esperé a que él hiciera lo que deseara.

Se subió sobre mí y me mordió la oreja izquierda, después el cuello y acarició mi torso, aún con la camiseta, con sus manos. Quitó el botón que quedaba del vaquero y lentamente lo bajó hasta las rodillas, hizo lo mismo con los boxer y después me miró con una sonrisa cargada de erotismo. Inició una masturbación increíble. Ambas manos sobre mi escroto y el inicio de mi virilidad.

-Te amo.-aquellas palabras me sacaron de mi éxtasis, me hicieron volver a la realidad pero volví a caer en la neblina.

-Yo también.-susurré y él dejó escapar una sonrisa deslumbrante. ¿Por qué era tan fácil hacerlo feliz? ¿Por qué lo era con algo falso? ¿Por qué? Yo no le quería, al menos no sentía que lo hiciera. Era deseo, un deseo imposible de ocultar.

-Te voy a hacer muy feliz.-dijo aproximando sus labios a mi hombría, para engullirla lentamente.

Húmeda, excitante, única y maestra de sensaciones. Sabía mover la lengua, apretar los labios en contorno con mi extensión y mirar eróticamente mientras lo hacía. Comencé a gemir ante lo que realizaba con su boca, lo tomé de los cabellos y lo hundí en mi entrepierna. Mis piernas se abrieron inconscientemente por culpa del placer. En ese preciso instante dejó mi miembro y se subió sobre mi vientre, se lo introdujo lentamente en sus entrañas y comenzó a moverse lentamente. Mis manos fueron a sus nalgas y las agarraron con fuerza. Su ritmo aumentó como de la nada y me volvió loco.

-Te deseo.-murmuré con los ojos inyectados en un placer inclasificable.

-Te quiero mucho, quiero que lo hagas dentro.-apretó su entrada absorbiendo hasta la base mi sexo.

Minutos más tarde, después de su galope de me provocaba oleadas de sensaciones inexploradas hasta entonces, me vine en su interior. Dejé que mi esencia se liberara en todo su esplendor. Aquel líquido caliente, espeso y abundante colmó sus entrañas. Víctor liberó la suya y cayó fulminado sobre mí, jadeando.

-Todas las noches soñaba que vendrías a por mí, que me sacarías de allí y me harías un sexo similar.-susurró cuando comenzó a tener un aliento más pausado.

-Descansa.-murmuré meditando lo que había sucedido.

Horas más tarde se personó la policía. Había avisado que se encontraba en mi casa. Le había limpiado, cambiado las sábanas y de esa forma él dijo poder descansar mejor. Con sinceridad lo hice porque tenía planeado devolverlo al lugar de donde se había escapado. En media hora estaba una pareja de policías locales para llevarse a Shin. Él dormía placidamente con un pijama que le había dejado. Serían casi las seis de la mañana, estaba por rogar que vinieran en otro momento pero no me permitiría otro error.

Cuando despertó comenzó a gritar, llorar y rogar. Yo le dije que no podía estar conmigo, que después del juicio estaríamos viviendo juntos y que todo se arreglaría. Sin embargo, la verdad distaba demasiado. No quería volver a verlo, por su culpa estaba en un entuerto que no sabía como salir de él. Y antes de que se lo llevaran por la fuerza, con aquel pijama negro y el rostro lleno de lágrimas, repitió te amo sin cesar. Me sentía culpable de demasiadas cosas, perdido por completo. No podía estar a su lado. Él estaba pagando las consecuencias de mis miedos.

Ese fin de semana no salí a correr, ni hice vida alguna. Me pasé las horas releyendo los mails que había en mi cuenta de Hotmail. Allí había como unos cien de todos aquellos días en la residencia de menores. Tenían Internet y él se pasaba las horas muertas frente a una pantalla, esperándome, para poder hablar conmigo. Sus cartas eran narraciones de profunda soledad y sentimiento de perdida.

Lo único que hice fue borrarlos, bloquear su mensajería para que no llegara ninguno más y apagué el ordenador. Tras eso, tras sentirme el ser humano más despreciable en la faz de la tierra, me tumbé en la cama y no me levanté hasta el lunes casi al filo de mi hora de entrada al trabajo.

Ese día fue terrible. Tuve reunión con varios clientes, incluso un almuerzo de negocios. Tenía que aparentar que mi vida era perfecta, pero realmente era un autentico desastre. Al llegar a casa había una carta, era del juzgado y me citaban como testigo para el lunes cuatro de Julio. Quedaba una semana de remordimientos y una promesa que no iba a cumplir.

Veintisiete de Junio del dos mil siete.

1 comentario:

Shoichi Patrix Paradas Phoenix dijo...

Ahhhhhh, me repatea, pobre Shin, ya podría aclararse con él de una vez, que lo esta pasando fata el puchito T_T.

Gracias por la felicitación ^^,s i, fue le lunes mi cumple xD.

Namarie.

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt