Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 6 de mayo de 2008

Pinceladas


Es de un videojuego japonés yaoi de nombre impronunciable e indecible!
Me la pasó una amiga, hace mucho tiempo.



Enlazados

-¡Dios mío!-era lo único que lograba decir entre gemidos, junto con mi nombre. Durante dos días no salimos de mi habitación, apenas comíamos y lo poco era de comida rápida. Llamaba a pizzerías y él mientras seguía a lo suyo entre mis piernas. A pesar de que el exceso te pasa factura, que siempre hay que descansar, en realidad no lo hacía.

-¡Vamos!-dije introduciendo dos de mis dedos en su entrada, acariciaba ese punto de placer. Su próstata era el lugar adecuado para desquiciarlo. Me hundía en sus entradas, acariciando las paredes de su esfínter, mientras mordía sus pezones.

-¡Más por Dios!-se retorcía, notaba sus piernas abrirse cada vez más y a la vez temblar sobre mis hombros.

-No seas puta.-susurré en sus oídos y besé su cuello, con un contacto leve para volverlo loco.

-¡Seré lo que quiera!-reprendió en un gemido brutal.

-Shin-sonreí diciendo su apodo, para después colocarme sobre su pecho, pegando el mío bañado en sudor.

-Házmelo, te lo ruego.-susurró sin apenas fuerzas. Era la última vez que lo haríamos, de momento.

Habíamos probado todas las partes de la casa. Desde el sofá, pasando por la cocina, la mesa de mi despacho, la mesa del comedor, las alfombras e incluso de pie en la ducha. Todo era factible, todo. Él venía desquiciado a mis brazos, debía domarlo y la única forma que sabía era a golpe de embestidas. Los vecinos no decían nada, era verano y la mayoría estaban fuera de casa. Sin embargo, los que nos escuchaban en las noches silenciaban sus ruegos. ¿Qué iban a decir? Les daba pudor parar a una pareja homosexual, a dos hombres, que gozaban sin reparos de sus cuerpos y de sus almas. Ellos quedarían como estrechos, personas que no tienen alma, a pesar de ser nosotros unos impúdicos.

-Abre bien tus piernas, sedúceme con la mirada e implóralo con tu lenta. Grita que quieres verme fundido en ti, que el calor de tu interior será únicamente para mi miembro y que jamás dejarás de adorarme.-hice un inciso mientras observaba como se retorcía. Eran tres dedos en su entrada, abriéndola bien para mostrarle mis capacidades sexuales.-Dime.-sujeté su rostro para que me mirara, introduje un dedo y él lo succionó, envolviéndolo por completo con sus labios. Le aparté mi apéndice y le miré con un brillo de malevolencia.-¡Dilo!-sonrió observando las venas de mi cuello, necesitado de que proclamara al aire quien le dominaba.

-¡Román!-espetó tocándome con las yemas de sus dedos mi pecho.-Mi bestia, mi dios.-susurró abriendo su entrada, colocando bien sus manos en su trasero para mostrarlo.

-Tú eres mi puta, mi gran amor.-dije con una sonrisa descarada y él aceptó el apodo.

Entré de una estocada, a ritmo bravo y notando que su holgura era extrema. Tantas veces había entrado en las últimas horas que él no necesitaba masajes, realmente era un colador. Gemía clavando sus ojos en mí, con total descaro, mientras que yo intentaba no desfallecer ante el calor rojizo de sus entrañas. Estaba irritado, pero aún así quería que lo hiciera una vez más. Era un caballo desbocado, un gran semental, y él un frágil muchacho con un apetito insaciable. Me quedé quieto con toda mi longitud dentro, susurré un te amo dejando que mi aliento bañara su rostro, y comencé a salir y entrar de su maltrecho agujero. Sus manos fueron a mi pecho, me arañaban, y su espalda se arqueaba hacia atrás, junto con su cabeza. Un latigazo eléctrico vino en él cuando volví a mi ritmo habitual. De nuevo me quedé quieto, sin embargo esta vez vacié el cargador de mi arma. Gota tras gota, ese líquido elemento blanquecino, mi esencia, bañó su esfínter y con ello sus entrañas.

-Te amo.-dijo agotado cayendo entre las sábanas y almohadas, todo estaba revuelto. Había varias latas de cerveza por el suelo, cajas de pizza amontonadas y las ropas que una vez poseímos. Todo apestaba a sexo y en ese ambiente me susurró nuevamente su amor, su cariño.

Cuando iba a recostarme, satisfecho por completo, junto a él no pude. El teléfono sonó y la voz que oí era de mi madre. Estaba preocupada por mí, sabía que le había pedido que no viniera a mi casa en al menos unas semanas, sin embargo aún así estaba desconcertada. Le expliqué la situación y tan sólo pidió disculpas por molestar. Después de unos instantes observando el móvil me acosté abrazándole.

Al despertarme él no estaba, canturreaba en la ducha y me di cuenta de que era totalmente de día. No sabía cuanto había dormido pero estaba seguro que más de unas diez. Me encaminé hacia donde estaba y al abrir las cortinas me colé junto a él, sonrió y parafraseé a Allen Ginsberg.

-Dulce chico, dame el culo. ¿Nunca te has acostado con un hombre?-susurré pegándolo a los azulejos.

-No más por ahora, por favor.-dijo girándose para besar tenuemente mi boca.

-Vaya, tampoco quería eso.-mascullé con una sonrisa.-Vayamos a dar una vuelta.-comenté cogiendo la esponja para deslizarla por su espalda, lentamente.

-No recuerdo quien lo dijo, pero comentan que el mejor instante de un amor es cuando tomas de la mano a la persona que amas.-su rostro era tan hermoso que no me daba cuenta de qué o quién era.

-Será un placer ir de la mano.-respondí

-Pero no te vistas con esa ropa, ponte algo más actual.-sonrió haciendo que mi apariencia fría se derritiera.-Y aféitate, pinchas.-rió un poco y me abrazó.

Me afeité como quería, me puse ropa que no fuera mi traje de chaqueta y salí de casa con él de la mano. Las miradas fueron crueles, también despiadadas y a veces incomprensibles. Me sentía mal, espiado por todos y en boca de nadie. No se atrevían a decir nada. Pero también vi algunas de envidia, sonrisas que antes no veía o simplemente la nada. Supe que era ser homosexual con ese gesto. Él simplemente se aferraba a mi brazo y sonreía.

-Quiero tomar un helado.-parecía un niño caprichoso y eso era quizás lo que más me gustaba de él.

-Vayamos a una cafetería.-pasé mi mano por la cintura.

Tomamos ese maldito helado, la camarera fue bastante amable y en realidad pasamos desapercibidos. Entonces lo supe y me sentí peor que nunca. Yo había ido al baño, al volver lo encontré con un rostro serio.

-¿Qué sucede?-pregunté.

-Me han preguntado qué edad tienes, que eres un padre muy joven.-masculló.-Yo simplemente he dicho que eres mi pareja. No me ha importado la pregunta, tampoco su cara. Pero sí que pensara que podía ligar contigo.-me besó dulcemente en los labios y miró el helado a medio comer.-Quiero irme.-susurró levantándose.

Tras eso nos marchamos a casa, descansamos un poco más y me di cuenta del día que era. Habíamos dormido dos días, eso no lo sabíamos y él se echó a reír. Sus labios se posaron en los míos y caímos en la cama, aún alborotada. Sin embargo, le aparté y le pedí que recogiéramos un poco todo aquello. Limpiamos la casa para después dormir un poco más.

Aquel día concluyó de ese modo, agridulce, si bien no importó. Estaba a mi lado, al fin. Había trascurrido cinco días en su compañía y apenas habíamos hablado de nuestras vidas lejos uno del otro. Tan sólo queríamos estar juntos, era necesario.

Dieciocho de Julio del dos mil siete.

1 comentario:

Enrika dijo...

Gran honor me haría Su majestad Vampírica al darme libre acceso a las delicias de su Jardín, espero ansiosa vuestra respuesta, ya que he recorrido un largo camino hasta vos. Dejadme ingresar y os aseguro que no os arrepentiréis.
Vuestra desde siempre,

Enrika.

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt