Me desperté a eso de media noche, el reloj del salón marcaba el ritmo de las doce campanadas al ser un reloj cuco. Mis ojos se perdían en el techo mientras un sudor frío recorría mi cuerpo. Había sido una pesadilla lo vivido. Una terrible pesadilla. Eso era lo que me había despertado, lo que me arrancó de un sueño lleno de fantasía. Sin embargo, el ambiente estaba enrarecido. El aire de la habitación parecía pesado y había un aroma fétido que me asfixiaba. Encendí la luz y lo vi.
Era el cadáver de un muchacho, apenas un niño, de cabellos cobrizos y cuerpo de estructura débil. Parecía como si le hubieran sacado toda la sangre, estaba descomponiéndose frente a mí. Lo conocía. La noche anterior bailé con él en una discoteca, no sabía que yo sería su asesino. Aunque, no piensen mal de mí pues yo mato únicamente a bastardos. Ese desgraciado golpeaba a su madre desde los doce años, incluso la había amenazado y echado de casa. Simplemente, se lo merecía.
Me levanté dando tumbos y lo guardé en el armario, mi hija no debía verlo. Después sonreí al recordar al chico de la noche anterior. Ese que no tenía nada de inocente y tampoco de culpable, un ser de otra raza a la humana. Yo no soy humano, lo aparento, y apenas hace unos meses que lo soy. Sin embargo, él era mayor que yo y un Lycan.
- Stand here for me angel, Oh little child so broken and wild. Bear not life on your shoulders, just kiss it one last time.-empecé a cantar
-Buenos días.-besó mi frente. Él se había quedado a dormir en casa, era eso. Esa sensación extraña era él. El chico no había sido asesinado esa noche, sino otras atrás. Ya recordé porqué lo traje, me sentía solo en las noches y lo usé durante algunas como un muñeco de peluche. Ahora, era un maniquí maloliente tirado al canal cercano. La habitación en la que estaba era la de huéspedes, y aquel lobo estaba en mi habitación. Ahora entendía lo que Lestat me había contado de Claudia, esos juegos infantiles en el hogar. Sí, esos asesinatos y guardar los cadáveres. Era para contemplarlos, para acariciarlos y luego mecerlos odiándolos con todo el corazón.
-Buenos días.-respondí colgándome de su cuello. En realidad eran buenas noches, pero yo era una criatura nocturna.
-Papá mira que dibujé.-era la voz de mi hija, corría a mí con un dibujo de Dio y mío. Sonreí agachándome mientras la tomaba en brazos.
-Lo podremos en la nevera.-comenté clavando mis ojos verdes en mi lobo. Al fin lo tenía, después de días tras él y de un intento fallido de coqueteo. Estaba en mi cama, no en la de otro, y decía que sería algo más para mí que un simple polvo de una noche.
-¿Qué cantabas?-preguntó mi compañero con una sonrisa.
-Una canción de los Deathstars.-respondí sin más tomando a Rev de la mano para bajar las escaleras.
-Tienes una voz sexy, ¿lo sabías?-me pellizcó el trasero con todo el descaro del mundo y reí bajo como un colegial.
-Papi no la tiene sexy, la tiene dulce.-refunfuñó mi pequeño y luego salió corriendo hacia la cocina.
-¿Dónde saldremos hoy?-pregunté colgándome de su cuello.
-Donde tú quieras little angel.-besó mis labios dulcemente y creo que enloquecí más de lo que ya estaba.

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