Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 25 de agosto de 2008

Sex



Cada vez más delgado...costillas a mí...costillas a mí



Hace años que no escuchaba este tema, es de los pocos Mc que aún respeto.


Sex


Recostado en la cama sin pensar en nada, con la luz del sol bañando mi piel y la brisa veraniega otorgándome más calor del que mi cuerpo podía soportar. Comenzaba a sentir que el sudor recorría mi piel, intentando refrescarme, pero ardía por la fiebre del deseo y a la vez por los más de treinta grados que rondábamos allí afuera.

Mi toso se movía agitado, me quité la camiseta y me quedé tumbado en la cama. La ventana estaba abierta, aunque las cortinas ocultaban un poco lo que sucedía en la habitación. Mis manos se pasaron suavemente por mi vientre hasta el borde de mi pantalón. Cada dedo bordeó la goma de los boxer, luego la correa que pronto desapareció y quedé a solas con un pantalón que gritaba ser arrancado. Sumergí mi mano en mi entrepierna, palpando mi erección entre mis ropas y pronto la excitación aumentar.

Y es que pensar en ti es el peor de mis pecados, haces que desee destrozarte con el movimiento de mi pelvis. Recordar tus gemidos en medio de la noche, de la mañana o a cualquier hora, es parte del encanto de amarte.

Acabé por quitarme el pantalón, quedarme desnudo y echando las cortinas. Agarré el mango de mi espada, lo apreté y jadeé por la lujuria. Deseaba aparecer como Atila sobre tu piel, devastarla y dejar que no volviera a crecer necesidades en ti, necesidades de otro hombre.

Pronto enloquecí y algunos gemidos aparecieron en mis labios, tu nombre en un murmullo, la almohada aguantando los movimientos de mi cabeza alentando a que me acomodara para el momento final. Ese instante vino, fueron segundos, mientras esparcía en el aire mi simiente, la esencia del placer y el lívido, lo que me hacía sentirme más un animal que un hombre. Entonces, sólo entonces, me quedé tranquilo con mi sexo entre mis manos manchadas de ese líquido pastoso y blanquecino.

Quiero tocarte, acariciar cada milímetro de tu piel y lamer cada rincón de tus ingles. Que resuenen tus gemidos con los míos, que el corazón estalle dentro de la cancel de nuestras costillas y abrir tus piernas para otorgarte la violencia de cada embestida. Quiero que toques las estrellas con las yemas de los dedos mientras muerdo tu cuello, tus hombros y tus senos. Te amo, eso no lo dudes, por ello deseo la complicidad de nuestros cuerpos, al igual que lo son nuestras almas.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt