I'm vampire...
Eran alrededor de las tres de la mañana, quizás un poco más o un poco menos, no lo sé. Lo de citar el tiempo nunca se me dio bien, siempre lo pierdo en las largas noches de verano. La noche era cálida, corría una brisa caliente que te hacía perder la cabeza y desear un refresco frío, como esos que anuncian constantemente incluso en las canciones de moda. Las cortinas estaban desplegadas y podía ver la ciudad. Mil puntitos de luz en medio de la noche, imposibles de contar, era como si las estrellas hubieran bajado al alcance de la mano del hombre. Y cada una de ellas pertenecía a una habitación, a un sonámbulo como yo.
Alguno pensará que esta introducción es carente de valor, que seguramente soy uno de esos que no puede dormir por culpa de sus remordimientos o miedos. No, no se confundan. Yo no tengo nada en mi pasado que no me deje pegar ojo, no. Soy alguien que siempre va de frente, aunque moleste, y que no me callo nada. Si tengo que decir algo lo digo, no me gustan las dobles caras, aunque algunos tienen una para cada día del año. Estoy despierto porque sí, porque quiero. Me gusta la noche, si fuera algún ser sobrenatural sería un vampiro y aceptaría todas sus consecuencias. Pero no lo soy, tan sólo soy un ser siniestro para muchos, demasiado oscuro y que parece un difunto. Sin embargo, eso no lo piensan por ellos mismos, sino por mis rasgos y comportamiento.
Pero volvamos al inicio. Eran las tres de la madrugada, o eso creo, cuando sentí que el mundo se partía en dos para mí. Un estruendo me arrebató mi pequeño mundo en paz. Pensé que fue un accidente, pero en la carretera no había nadie. Era un alarido, sí, al volver a escucharlo lo pude distinguir y provenía de mi habitación. No era la voz de mi madre, tampoco la de ninguno de mis hermanos. Fue un estruendo porque el grito fue emitido cerca de mis oídos. Me giré y ahí estaba él, herido, y con la mirada oscura perdiéndose en mis rasgos. Tuve sangre fría, me giré y me pegué a la pared mirándolo con indecisión. Primero pensé que era un ladrón, pero su piel, como sangraba, sus rasgos y esos colmillos me decían que era algo totalmente distinto.
Le eché un par de huevos, los que no solía hacer con aquellos que me insultaban o me vejaban sin ningún remedio. Al ser el raro nadie me hablaba. Todos pensaban que empapelaba mi habitación con Manson y bebía sangre de animales, irónico. Pero en realidad tenía mi habitación decorada con grupos realmente góticos, con dibujos propios y con carteles de películas de vampiros. También, como no, un hueco para la animación proveniente de las lejanas tierras del Japón, como cualquier adolescente. Sin embargo, me marginaban pensando que era una bestia que hacía rituales con corazones de vaca en el cementerio. Me enfrenté a él, a uno de mis miedos y a la vez mayores deseos. Un vampiro, realmente era un Nosferatu y bastante atractivo. Porque uno de los mitos que me rodeaban, la bisexualidad, era cierto. Me aproximé a él y acaricié su rostro tragando saliva. No hizo nada, ni se movió. Observé la estaca clavada en su vientre y aparté sus manos para liberarlo de aquel trozo de madera.
-Me llamo Mario.-susurré con una sonrisa. No sabía si me mataría, si era real o únicamente un sueño. Pero él estaba ahí, si no hacía nada como si hacía algo, me atacaría o simplemente se iría.
-Alexis.-aquel brillo en sus ojos me templó los nervios.
-No grites, despertarás a mi hermano pequeño y a mi madre.-dejé aquel trozo de madera sobre la mesa de mi escritorio, manchándola de sangre como mis manos.
-Lo hice en tu mente, no han escuchado nada.-sus labios estaban pálidos, más pálidos que los míos, de un aspecto mortecino.
-¿Qué quieres?-me quedé quieto con las manos sobre su abdomen, notando como se cerraba lentamente.
-Que me ayudaras, por culpa del dolor mis músculos se tensaron y no lograba quitármela.-apoyó su frente sobre mis hombros, estuve a punto de echarlo hacia atrás, pero seguía con miedo, un miedo terrible.
-¿Y cómo has entrado? Si has podido entrar aquí significa que podías moverte.-no me creía aquello, parecía una excusa montada en el momento.
-¿No se puede mentir? Tengo mil años y me doy cuenta que ya no sirvo para elaborar buenas mentiras.-suspiró cansado, parecía agotado.
-Ciertamente, eres un poco patético.-no podía creer que dijera aquello, menos a una criatura como él, pero lo estaba haciendo…¡qué demonios!
-Te he observado, no te voy a dar mi enfermedad o don, míralo como gustes, pero sí deseo conversar contigo.-se sentó en la cama y prendió un cigarrillo.
-¿De qué?-pregunté sin más, sin rodeos.
-De tus miedos, de ti, de todo. Te encierras en ti, no te das a conocer, dejas que te devoren otros que ni siquiera te conocen y te aíslas. El día que seas un vampiro, porque lo serás y no te quepa duda, vas a sufrir mayor dolor que yo o que cualquier otro. Porque nosotros nos relacionamos en vida, tuvimos esos momentos de placer, pero tú vives cubierto con nuestro lastre y suspiras por alcanzar cosas que aún puedes tomar.-¿a qué venía todo aquello? No lo podía entender, era algo demasiado extraño.
Cuando fui a contestar desperté en la cama. Estaba tumbado sobre mis sábanas y con la ropa aún puesta. Supuse que era un sueño, pero no, allí estaba aquel palo bañado en sangre ya reseca. Él no estaba, pero en mi cuello había dos marcas. No me convertí en vampiro, aunque sí en su lacayo y ahora vivo sirviéndole, otorgándonos compañía.

No hay comentarios:
Publicar un comentario