Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 20 de agosto de 2009

Dark City - Sindrome de Peter Pan - Capítulo 8 (parte XVI)



Hermosa imagen que tomé de TIGERPAL de su LJ


Tenía ante mí a un joven bastante sarcástico y que conocía esa maldita canción. Varias carcajadas bien sonoras se difuminaron en el aire. Sobre que no rendía de día me sonó muy bohemio. Recordaba el lugar donde me había citado. Era una pequeña heladería con cuadros venecianos y con unos helados magníficos, todos de receta propia. El joven que lo regentaba era un visionario, aunque también los llaman locos. Llevaba varios años abierta, tenía unos ingresos corrientes y había pedido permiso al ayuntamiento para agrandar el local con una pequeña terraza tomando parte de unos jardines cercanos. Le concedimos el permiso de que pudiera poner las mesas, mientras que no entorpeciera, siempre investigaba todos los permisos que se concedían. Hacía aquello desde que los corruptos anteriores concedieran licencias a cambio de dinero. Era informado de todo, con breves reseñas. Empecé a tener cierta idea porque todos me decían Cheshire, el gato que deseaba controlar la ciudad desde su árbol en las sombras.

Fui a la cama y abracé a Phoenix, hacía mucho tiempo que no dormíamos pegados. Me sentía extrañamente feliz. Una sonrisa se formulaba en mis labios sin importarme nada. Conocería a ese joven y él me conocería realmente. Sería un encuentro bastante extraño. Además su aspecto era similar al mío, me preguntaba si su historia también lo era. Desperté pasadas las cuatro de la tarde, conté todo a Phoenix e intenté que comprendiera porqué me sentía de esa forma.

-Phoenix es increíble.-dije sentado en el sofá con el bebé sobre mi pecho.-Es como si me mirara al espejo y viera otra realidad alternativa.

-Espero por el bien de su novia que no sea tan conquistador como tú.-eso fue una indirecta y clara referencia a Yutaka.

-Por favor, no empieces.-respondí algo molesto.

-Está bien, no importa.-sonrió besándome en los labios, para apoyar luego su cabeza sobre mi hombro izquierdo.- ¿Realmente escribe tan bien?

-No es que escriba bien o mal, simplemente ves que pone sentimiento. Puedes escribir rematadamente bien y no aportar nada, no eres un artista. Él busca el arte, la belleza, el placer, la desesperación y la ilusión. Sus mundos son extraños, sus personajes son cercanos y para nada planos. No importa si el final te gusta o no, si puede tener erratas por culpa del procesador de texto o no. Lo que te importa es únicamente ver la entrega total que deja.-le entendía tan bien, era como verme reflejado en cada letra.

-El arte es difícil de expresar.-susurró.

-No, tan sólo tienes que dejar fragmentos de tu alma y de lo que ves en el mundo.-dije con celeridad. Estaba emocionado, mucho.

-¿Cómo dijiste que se llama?-su parte periodística surgía a flote en ocasiones como aquella.

-Ángel González Gálvez, tiene veintitrés años prácticamente y lo que le hace realmente un escritor es amar la literatura. Tiene un honor y un orgullo fuera de lo establecido.-respondí dejándole el niño en brazos y me arrodillé frente a él.-Phoenix, es alguien que jamás copiaría las ideas de otro. Una persona íntegra que ama la literatura porque puede expresarse en ella y que otros puedan ser felices como él. Sí, él busca la felicidad que reporte a una persona tras finalizar la lectura de su obra.-mis manos estaban sobre sus rodillas y su sonrisa se formuló grande, muy grande, al igual que la mía.

-¿Es humilde? ¿O un egocéntrico sin remedio?-interrogó.

-No, creo que es tamaño estándar. Aunque a veces se sube la moral o se la gradúa.-reí bajo recordando sus besos lanzados al aire.

-Las personas egocéntricas suelen ser chicos o chicas adolescentes y que realmente no tienen autoestima.-respondió acariciando el rostro de nuestro bebé.

-Lo sé.-dije mirándole a los ojos.

-Dicen que los escritores todos son cínicos, arrogantes, egocéntricos y extraños. Cínicos quizás porque se burlan de la realidad mostrándola tal cual. Arrogantes porque miran por encima del hombro a los pobres mortales sin ese “don” de la escritura. Egocéntricos porque intentan subirse la autoestima mostrándose al mundo en sus obras. Extraños porque su fantasía a veces supera la ficción y cualquier límite.-matizaba todo lo que decía, hacía radiografía de él y de todos los que nos empujábamos a realizar algo parecido.

-Hay una frase que dice que todos debemos plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.-él rió al escuchar aquel dicho tan peculiar, tan conocido.

-Sí, lo sé. Pero muchos escritores piensan que ellos son los únicos que pueden escribir. Todos somos escritores.-dejó de acariciar y jugar con el rostro de Jun, para acariciar el mío.

-Él suele decir que todos podemos expresarnos, todos y cada uno de nosotros, y que deberíamos de intentarlo. Suele dar miedo ver un papel en blanco, a veces no sabes por donde empezar y otras tienes tantas cosas en la cabeza que no sabes organizarlas.-suspiré y bajé la mirada sintiendo el calor de su mano en mis mejillas, además de mi mentón y frente.-Todos deberíamos compartir nuestros escritos de forma gratuita, como hace él en su blog, sin olvidar el respeto al autor. Es decir, compartir sí pero no apropiarse de las cosas ajenas.

-Intenta ser amable con todos.-declaró.-Creo que es inocente, inocente ante el mundo.-puso al bebé más cómodo y se recostó en el sofá. Había dejado de acariciarme, cuando apartó sus manos de mi rostro cerré los ojos. Amaba esos momentos en los que no discutíamos y divagábamos sobre algo tan difíciles.

-¿Amable? ¿Inocente?-no entendía aquello.

-Sí.-dijo mirándome mientras colocaba bien un cojín tras su cabeza.

-Explícate.-susurré tomando un cojín yo también, tumbándome en el suelo sin dejar de contemplarlo.

-Piensa que nadie tomará sus obras, que respetará como él respeta. Seguramente cree que las personas deben tener una especie de código de honor, algo no escrito, como la caballerosidad o el amor por el arte. Alguien que ama realmente el arte, que respeta una obra y al autor, jamás tomaría nada de otro. Seguramente el afán de fama, aplausos y demás ciega a las personas. Hay muchos que robarían sus ideas, seguro que los hay, para usarlos para sus quince minutos de fama. Pocas personas saben que hacer las cosas por uno mismo, tener pequeños aplausos de una pequeña obra propia, es más reconfortante que tomar algo de alguien sin permiso y creyéndose dios.-cerró los ojos tras su magnífico discurso.-Hay Atsushi no sé como decirte, pero todo es una vaina bastante rara de explicar.

-Un verdadero amante de la literatura o del arte no cogería sus obras jamás, saben bien la maldición que puede caer sobre su cabeza. Tenga derechos de autor o no, en este caso si los tiene además de sus licencias en Internet, puede demostrar fácilmente que son suyas sus obras. Todos los escritores tienen unas manías o unas palabras que únicamente ellos dicen.-repliqué.-Además eso que has dicho si es de egocéntricos, querer ser el centro del mundo sin tener una sola línea escrita.

-Ahora que lo dices sí, tal vez el chico no es como describí a un escritor.-respondió con una sonrisa.-Tal vez sólo desea dejar sus obras expuestas para que otros la disfruten, que se sientan como él se siente y con ello liberar su desesperación por alguna situación complicada.

-Él no es el único que escribe.-dije recordando los blog de sus amigos, de colaboradores y de amantes de su misma pasión.

-Claro, hay muchos.-susurró.

-No, no digo eso.-me incorporé levantándome de forma rápida.-Su novia escribe, sus mejores amigos son escritores noveles de muchos países. Tiene un clan, como un clan de vampiros donde la sangre más apetitosa es la tinta de sus impresoras.-él rió ante mi símil, rió a carcajadas y Jun hizo lo mismo. Ambos rieron y yo terminé por hacerlo al igual que ellos.

-Me recordaste al Conde Patula, aquel vampiro que solo tomaba Ketchup.-reímos aún más recordando aquella vieja serie de dibujos animados. Yo solía verla con Hizaki, él siempre decía querer ser como Patula.

-Verás, el se llama Lestat y se lo impusieron al parecer. Su forma de ser es parecida a la del vampiro.-me había recostado de nuevo sobre el suelo y suspiré.-Es bonito ser joven, tener talento y no ser egoísta.

-¿Cómo sabes que no es egoísta?-interrogó confuso.-Dices que no lo conoces, que sólo sabes su nombre y su web.

-Alguien que ofrece gratuitamente su trabajo, para entretener a otros, no puede ser una persona interesada.-susurré acomodándome un poco mejor en el piso.

-¿Cuándo dijiste que tienes la cita?-preguntó por mera curiosidad.

-Diez de la noche, porque según él de día no rinde.

Las horas se hicieron eternas, puedo jurarlo. Tal vez él pasó el día recostado en su cama junto a su novia, o quizás tan sólo tomaba café frente a su computadora escribiendo algo nuevo. No sabía si eso de la noche era cierto o no, todavía era demasiado enigmático y desconocido para mí. Pero las diez de la noche llegaron y al llegar al lugar él estaba allí sentado.

Su aspecto era el del día anterior, aunque con ropa similar tan sólo. Sus cabellos estaban cortados como los míos, sus pantalones eran anchos y de tela vaquera oscura, sus lentes de sol estaban colgadas en su camiseta negra y sus deportivas negras con cordones naranjas se mostraban por el borde de sus pantalones. Sus cabellos estaban húmedos, caían sobre su frente algunos mechones, la expresión de su rostro era seria aunque con leve toques afables. Tenía las manos sobre los brazos del asiento, su cuerpo recargado hacia atrás, y su cabeza estaba girada hacia mí. Sonrió leve y recordé la sonrisa del madito gato de las caricaturas, aquel llamado Riff Raff.

-Buenas noches.-dije sentándome junto a él, ir a un lugar público era levantar pequeños murmullos a mi alrededor.

-Buenos días para mí.-declaró con una sonrisa.-Vivo en horarios distintos.-su voz era andrógina, tenía toques varoniles pero no dejaba de parecer algo caricaturesca. Tal vez eso era lo que nos diferenciaba.

-Pues Buenos días.-susurré.

-Aquí me tiene gustoso por su ofrecimiento, aunque debería de decir agradecido.-sus ojos eran rasgados, tenía una duda sobre sus orígenes y me mordía la lengua por no preguntar algo que podía ser molesto.

-¿Puedo preguntarte algo?-interrogué.

-Sí, claro. Sin embargo, lamento haber respondido algo ebrio anoche. Verá, celebraba un cumpleaños adelantado, mi novia vino al fin al país y pude estar con ella.-entonces entendí lo de su cumpleaños, lo adelantó simplemente por esa razón.

-No importa.-quité importancia a eso, realmente no importaba.- ¿Eres mestizo? ¿Asiático?-cuando dije aquello se echó a reír a carcajadas.

-No.-respondió.-Es algo extraño, pero no.-dijo tomando un vaso de refresco que estaba en la mesa, dio un trago y me miró.-Mis ojos son así, mi piel es excesivamente pálida y no es maquillaje; no me creo vampiro aunque no puedo vivir de día y no intento imitar su corte de pelo. Llevo este corte desde pequeño, aunque también he sido rapado al cero por mi madre.-lo decía todo con una sonrisa, pero al finalizar su pequeño monólogo volvió a la seriedad.

-Vaya, eso es una respuesta completa.-dije notando como venía hacia nosotros la camarera.

-¿Desea algo de tomar?-preguntó sacando una pequeña libreta de su impoluto delantal blanco.

-Un cappuccino.-ella anotó lo que deseaba.-Por favor el azúcar que sea de sacarina, pero en sobre y no en pastillas.-añadí y asintió mirando al joven.

-¿Y tú chico?-interrogó mirándolo fijamente.

-Yo aún tengo mi cola, gracias.-al sonreír se notaba su afabilidad, aunque su frialdad era más que notable.

La muchacha se metió dentro del local para servir mi café, amaba la espuma que tenía y el sabor agradable junto a su aroma.

-¿Llevabas mucho esperándome?-intentaba averiguar si él había estado tan deseoso como yo.

-Un par de minutos, vivo cerca.-señaló un bloque marrones con ladrillos vistos.-Aunque quien vive ahí es mi madre, pronto me mudaré a otro edificio más próximo al centro.

-Es mejor el centro, tienes casi de todo cerca y no tienes que desplazarte.-respondí a sus palabras y él se acomodó un poco mejor en el asiento.

-No lo hago por comodidad, sino por libertad.-no podía dejar de contemplarlo ni un segundo.-Verá, llega el momento en que todo hombre asienta la cabeza y busca tener un rincón propio lejos del nido. Amo a mi madre, es una mujer luchadora y fuerte.-me recordó a mí, me recordaba tanto a mí.

-Sí, es necesario si quieres comenzar una vida en pareja ¿es lo que deseas con tu novia no es así?-rió leve cuando dije aquello.

-Sí, hemos esperado largos años para estar juntos y creo que ha sido una gran oportunidad que ambos tengamos trabajo. Me han contratado en una editorial, publicaré mi novela y eso da un respiro para pagar el alquiler.-sus ojos habían destellos de ilusión, pasión y sobretodo juventud. Sin embargo, en esa profunda mirada color café se veía amargura y una vida plagada de inconvenientes.

-Según tú la cultura debe ser gratis.-eso lo leí en su blog.

-Sí, así es. Seguiré publicando pequeños relatos, novelas antiguas y demás en mi blog. Pero quien desee el trabajo encuadernado y bien editado siempre tendrá dinero, un pequeño hueco y yo la suerte de que lo compre.-sonaba interesante.-¿No cree? Si uno ama realmente una novela, un ensayo o una obra de teatro evidentemente comprará esa obra, aunque ya la conozca.

-Es realmente cierto.-respondí notando su madurez.

-No pido vender millones, tan sólo darle a las personas que desean soporte físico que lo obtengan. Claro que esas personas que compran mi obra tendrán un pequeño obsequio.-pensé en Wilde, el regalaba poster.-Algunos poemas inéditos y un pasapáginas con versos de esos poemas.

-Deseo ser sincero, si me lo permites.-susurré.

-Por supuesto, la sinceridad ante todo.-respondió rápidamente antes de dar un trago de su bebida.

-Cuando te conocí quedé en shock, primero por tu rapidez en escribir sin que lo notara y segundo por tu aspecto.-él bebía mientras yo me sinceraba.

-Yo me alegré de su cambio de parecer. La homosexualidad, bisexualidad y transexualidad no es una enfermedad. Nos trataba como escoria.-aquello me impactó. Por sus textos supuse su bisexualidad, pero no sabía que lo iba lanzar tan repentinamente.

-Arigato.-susurré como respuesta.

-He sufrido bastante por ser como soy, para que pongan barreras o límites a mis sentimientos.-parecía que me recriminaba.

-Lo lamento, yo también soy bisexual y todo lo hice por…-no terminé la frase cuando la chica llegó con mi pedido.-Gracias.

-Por su honor, su mujer y por todo lo demás. Pero no hablo de la bisexualidad, al menos a los homosexuales los trataba con cierto respeto. A nosotros los transexuales nos tratabas con desprecio. Es increíble que ahora su partido apoya compartir gastos médicos con nosotros.-entendí entonces sus ojos, esa mirada. Seguramente había sufrido bastante más de lo que aparentaba.

-Lamento haber contribuido al dolor que denotan tus ojos.-susurré.

-No tiene la culpa de todo el daño que me han hecho, no sólo tengo la pesada carga de mi cambio de género y más aún mi bisexualidad. Muchos no entienden que género no tiene que ver con sexualidad, que es algo distinto.-dio otro sorbo a su refresco mientras me miraba.

-Ante mí tengo a un hombre, es lo que veo.-sonrió cuando lo dije. Estaba siendo una conversación bastante amena.

-Un hombre no se mide por el físico, lo fui desde que nací. No sé si sabe el código de honor de un caballero.-asentí cuando señaló ese código, esa ley no escrita.-Yo fui un hombre cuando nací, hacía lo típico que hacía un niño y experimentaba como cualquier niño. El problema vino cuando los chicos aprendieron lo que es masculino y femenino, que es o que no es una mujer según las normas sociales. Mi mente, mi alma y ahora mi físico lo son. Pero por ese entonces era un niño, no un hombre. Mi alma no era para nada fuerte, mi mente era un caos y mi físico estaba lleno de morados por los golpes de otros.-recordaba bien los golpes de mi padre.

-A mi me golpeaba mi progenitor.-respondí intentando que no siguiera, seguramente aquello era doloroso.

-El mío me encerraba en la casa de su madre, me insultaba y gritaba a mi madre. Tuvimos que cambiarnos de hogar cuando se separaron y todo era por intentar vivir una vida normal. Pero mi madre tenía miedo, no quería que saliera a jugar con los niños del barrio. Temía que mi padre me secuestrara sólo para dañarme.-aquella situación era demasiado familiar.

-Sé lo que es amar a un padre y que este no te ame, que te trate como escoria y al final termines tan decepcionado que temes ser como él.-asintió a lo que yo decía.-Tengo miedo aún a eso.

-Pues añade mis problemas sociales con ser el hijo de un alcohólico, vividor y amante del juego como de las putas.-susurró con un nudo en su garganta, podía notarlo pues yo también lo tenía.

-Son situaciones parecidas.-dije intentando consolarlo.

-Sí, pero usted no puede entender lo que yo viví como tampoco lo que usted vivió. Son dos épocas, personas y otras variables del entorno distintas. No actuamos igual, no somos iguales y por lo tanto las situaciones no lo son.-era muy maduro, más que yo. Me sentía pequeño frente a él.

-Por supuesto, sólo diré que nos parecemos incluso en eso.-sonrió levemente, sin embargo volvió a su rostro serio.

-Lastimosamente.-susurré.-Pero bueno hablemos de algo más interesante. Quería conocerme, me tiene frente a frente, sabe un pequeño secreto que se oculta tras mi presente y seguramente quiere saber algo más que mis preferencias sexuales. ¿Arte? ¿Quiere saber mi concepto de arte? ¿Hablemos de historia? ¿Política? Haga las preguntas pertinentes, yo haré lo mismo.-reí a carcajadas cuando dijo todo aquello.

-Te toca preguntar a ti.-respondí esperando con la guardia baja, él me hacía sentir un igual y no un alto cargo o una rata.

-¿Qué se siente en lo alto de un escenario como cantante? He interpretado algunas obras cuando era adolescente, también he llegado a intentar hacer algo en la música, pero nada infinitamente comprable como lo suyo. Fui al concierto por iniciativa propia, fui con Yume e intenté capturar cada instante como si fuera el último. Notaba como la pasión de cada uno de los miembros se descargaba contra el público, era dominación absoluta y un magnetismo tan intenso como duradero. Creo que se podía comprar a un orgasmo en grupo.-ambos reímos ante esa definición. Fue curiosa y muy acertada, la verdad.

-Dios mío, es como si supieras expresar con palabras lo que yo mismo no sé decir en las entrevistas. Sólo sé que me llena, me hace sentir completo.-dio un pequeño aplauso y tomó un poco de su refresco, que ya a penas se había acabado.

-Es lo que siento frente a un paquete de folios nuevos, cuando imprimo o escribo mis ideas. Ir por la calle y anotar instantes únicos, también pensamientos para que no se marchen o secuestrar un par de segundos deteniéndolos en una fotografía. Yo hago arte que intenta expresar imágenes en palabras, quiero que mis lectores sientan la felicidad que yo siento y vosotros con vuestra música habéis logrado tanto. Juro que jamás pensé que me sentiría así con un grupo, no desde que he visto a la música caer en lo banal y absurdo.-yo tomaba mi café escuchándolo y quien aplaudió entonces fui yo.

-Tienes un don, no es el de la escritura sino el de plasmar sentimientos. Lo haces con los ojos, con tu expresión corporal, tu tono de voz y con tus palabras. Eres un libro en movimiento. Narras historias y creo que serías capaz de definir el aire, y al escucharte o leerte sentir que llena uno sus pulmones.-sentí un leve rubor en sus mejillas, demasiado leve y una sonrisa tímida.

-No diga eso por favor, aun me queda mucho para llegar a ser como Oscar Wilde o Benedetti. Siglos creo que para revolucionar la escritura como lo hizo Anne Rice. Necesito ser más humilde como Borges para no dejarme eclipsar y arrastrar.-lo detuve con un gesto de mi mano.

-Para, detente un momento.-dije antes de secar mis labios con aquellas servilletas.

-No las use, tome un clínex mejor.-me pasó uno de esos pañuelos de papel.

-Gracias nuevamente.-comenté.

-No tienes porqué dármelas, esos pañuelos parecen hechos para hacer trajes impermeables en vez de secar. Encharcan más que cuando no se usan.-reí a carcajadas ante esa afirmación, yo mismo horas antes me dije lo mismo.

-Opino lo mismo, es más ayer justamente lo medité mientras hablaba con Paulo.

-Paulo es buen escritor, pero tiene un aura perversa.-me impactó que dijera aquello.-Soy empático, no sé si sabe qué significa esa palabra.

-Sí, puedes ponerte en el lugar de otra persona y sentir lo que esa persona siente.-entrecerró sus ojos y miró hacia el fondo del local.-Por eso escribes, como desahogo.

-Todo me daña o me alegra, me aterra o fascina. Dependiendo de la persona con la cual hable o las noticias que lea.-me atraía ese chico, no físicamente debo de aclarar.-Yutaka.-murmuró el nombre de mi amante y mi rostro se desencajó un tanto por la sorpresa.-Es quien más disfruta en el escenario, es como si ese pequeño lugar fuera parte de un sueño o una meta lograda.

-Sí, así es Uta.-respondí intentando pasar por ese tema de puntillas.

-Debo irme, mi novia me espera.-dijo indicando el reloj de su cuello y comprobando que marcaba la misma hora que el achacoso que se encontraba dentro de la heladería.

-Espero volver a verte.-dije sin levantarme y dejó el dinero justo para su refresco.

-Cuando mis méritos se comparen con los suyos.-murmuró caminando hacia el paso de peatones cercano, mientras se colocaba sus auriculares. Noté una leve cojera. A penas se notaba, mis ojos fueron a sus caderas y me percaté de que sus piernas eran largas pero sus caderas no estaban niveladas.

-¡Lestat!-gritaba la chica desde la acera contigua.

Tal vez por azar del destino la vio, sonrió y miró para ambos lados en la calzada. Corrió hacia ella y la tomó entre sus brazos besándola. Él quería tener mis mismos méritos, pero no notaba que él ya había logrado uno. Tenía una chica preciosa, un futuro brillante y un pasado que no había conseguido hundirlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo se que ya es tarde, pero no tenia internet ayer...
Pero, cumpleanos feliz!
Que seas un escritor muy famoso y que publiques Dark City. Que un dia vayas al concierto de BT y encontres al grupo en personas.

Besos! Mucha suerte & amor en tu vida!

/Btw, ayer me fui al concierto de Ian Gillan. Era fantastico! Todavia no puedo creer que he visto a mi idolo (cuando tenia 13 anos). Queria llorar, Dios.../

Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt