Este scan de una revista japonesa lo he conseguido gracias a mi Princesa Miho. He intentado editarlo como mejor he sabido, incluyendo un párrafo de uno de mis poemas. Está editado con los colores verde, rojo, blanco y naranja claro.
Carraspeé quedándome tras ellos y coloqué una cinta de música clásica, deseaba que el ambiente fuera agradable y sirviera para la pronunciación de cada palabra. Era una historia que había escrito sin más, creo que tal vez por eso todo el mundo decía que tenía un cierto aire de oscuridad.
Entre las brumas de una noche gélida
Mecido en los brazos desnudos viejos árboles
Los gemidos del viento eran fuertes
Ya había esparcido las últimas hojas ocres
Entre la vida, la tierra y la muerte
Los árboles del cementerio acompañan
En un silencio siempre perenne
De los cuerpos que allí eternamente descansan
La vida acaba dejando su última huella
El caparazón que acompañó hasta quedar sepultados en tierra.
Polvo somos y en polvo nos convertimos
Olvidando por momentos disfrutar lo que vivimos
Goza, vive, el sexo y no pongas vendas
Abre la puerta al placer de la carne
Olvida cualquier mandamientos y enmiendas
Da igual gime bien alto, si tu alma arde
Disfruta de la vida, de lo que tienes
Deja de llorar por lo que tuviste
Enfréntate por completo al destino
La muerte es un trance, no algo triste
Tal vez no sea viaje dulce, sino amargo
Pero también común y necesario
Por ello grita bien alto
En este mundo, nuestro pequeño escenario
Hoy he vivido cada minuto
Hoy no he escuchado rumores
Me he confundido en el tumulto
He disfrutado de cada pecado
No reces cuando muera, es ley de vida
La disfruté hasta la noche fría
En que mi pulso se apagó
Junto a tus labios cargados de dulce sabor
Recité aquel poema tan cercano a mi sueño, aunque escrito meses atrás, y él simplemente se quedó en silencio. El niño jugueteaba con su colgante y sus cabellos, era la estampa de la vida y la tranquilidad. Mi último hijo era la última semilla que yo dejaría en el mundo y que prometí que germinaría más fuerte y más libre.
-Atsushi.-logró decir tras un par de minutos en silencio.- ¿Cuándo lo escribiste?-interrogó.
-Poco después del infarto.-respondí con simpleza.
-Ven, siéntate conmigo.-dijo acariciando la cabeza del bebé mientras él nos miraba con aquellos ojos despiertos.
-Deseaba ser tu héroe y terminé siendo un cretino, pero aún así el día que muera lo haré feliz por haber poseído tu amor, tu atención y tus caricias.-susurré tras sentarme a su lado y él apoyó su cabeza sobre mi pecho, quedándose así algo inclinado.
-Papi.-balbuceó Jun y lo tomé entre mis brazos sacándolos del confortable cuerpo de Phoenix.
-Eres mi héroe.-dijo Phoenix tras unos minutos.-A veces un héroe se comporta como un villano, pero se arrepiente y ese arrepentimiento le da más valía.-besó con dulzura mi mejilla y se quedó recostado sobre mi hombro.
-Supongo.-es lo único que dije al respecto.
En la tarde, de ese mismo día, me llamaron para informarme que algunos de los hombres que habían sido acusados por corrupción pasarían la noche detenidos. Lo primero que pensé fue en sus hijos, después en sus mujeres y por último en la sociedad. Pero supongo que no me dieron lástima alguna. En la cárcel hay mucho desgraciado que por robar para comer lo han perdido todo, incluso el apoyo de sus familias, y ellos robaban para tener un Ferrari en vez de un Mercedes. Simplemente esperaba que fueran condenados como se merecían, a pesar del daño que podría ocasionar en sus familias. Todos debemos pagar las consecuencias de nuestros actos.
Tras la llamada únicamente me dediqué a comprar los regalos de Hero, regalos por su cumpleaños aunque no asistiría a la celebración. Yo quería tenerlo un día cualquiera en mi hogar y entregarle todos y cada uno de aquellos regalos. Deseaba ver su rostro iluminado por cada compra. Primero compré ropa algo grande, quería que le estuviera buena aunque creciera unos centímetros más durante el invierno, luego algunos libros sobre arte y alguna que otra figurilla de acción de sus personajes favoritos de anime. Cuando lo tuve todo comprado bajé por una taza de café, Phoenix daba el biberón de la noche al pequeño y yo simplemente me quedé mirándolo.
-¿Qué miras?-preguntó.
-Tú, Jasmine y Olivier tenéis más instinto maternal que muchas mujeres.-frunció el ceño cuando escuchó eso.
-¿Me ves mujer tú también? Un día Atsushi me pondré dos grandes implantes, así cumplo tu fantasías.-reprochó.
-Ya las cumples cuando te pones de colegial.-murmuré con media sonrisa en mis labios y él simplemente se sonrojó.
-¡Atsushi!-gritó en un agudo muy típico de él.
-¡Phoenix!-respondí con una leve carcajada.
-¡No te burles!-masculló girándose para seguir dándole la leche al pequeño.
-No me burlo.-dije tomándolo por la cintura.-Jamás me podría burlar de ti, tan sólo digo una hermosa y erótica verdad.
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