Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 8 de noviembre de 2009

Dark City - capitulo 11 - Nuevos Aires (XXXII)


-Arigato.-murmuré mirándole fijamente.-El sueño era mi propio entierro, donde todos me despreciabais ante mi tumba e incluso os compinchabais para ser lo más hirientes posible. Pero todo lo que decíais era cierto, os he hecho daño todos estos años y me merezco cada una de las palabras que dijisteis.

-No Atsushi.-respondió con rapidez tras engullir el trozo como pudo.-Verás, todos cometemos errores y no es justo juzgar a una persona eternamente por el pasado.-me tomó una de mas manos y sonrió.-Yo te amo, no importa nada de lo que pasó ya.

-A mí si me importa.-respondí con rapidez.-Creo que si volviera a nacer cometería los mismos errores, todos y cada uno.-agaché la cabeza.-Ellos me han hecho reflexionar y terminar siendo yo.-acaricié el rostro de Phoenix y besé sus labios con cierta dulzura.

-Atsushi en eso tienes razón, por ello los acepto y sigo amándote.-me levanté de la cama y él se quedó algo desconcertado.

-¿Cómo puedes decir eso? Me molesto por cosas estúpidas, no soporto que se acerquen a personas que amo o he amado. Mírame, sigo celando a viejos amantes. Incluso celo a Clarissa. Quiero poseer a todas las personas que forman parte de mi vida, aunque sea de mi vida pasada.-cerré los ojos y suspiré cerrando los puños con fuerza.

-Debes aprender que las personas no somos objetos.-respondió.-Y a olvidar, también debes aprender eso.

-Perdóname.-susurré.

-¿Perdonar qué? Yo siempre perdono todo lo que haces, dices o piensas.-estiró su mano con una sonrisa, para acariciar uno de mis puños.-Amar es perdonar los fallos.

-No, no es así.-dije mirándole a los ojos.-Mi madre perdonaba los golpes y gritos de mi padre, no por ello estaba bien.

-Atsushi no eres tu padre.-lo dijo con total convencimiento que no supe responder.-Atsushi tratas con amor a tus hijos, te preocupas por ellos y te sientes orgulloso. A pesar de tus desaires ocasionales, tus molestias por cosas que digo y te callas aunque se nota en la mirada o tus deslices…-se quedó en silencio contemplando mis ojos, teníamos un diálogo silencioso que terminó rompiendo.-A pesar de todo ello yo te amo, te amo tanto que no sé que sería si tú me dejaras.-me arrodillé en el suelo tomándolo del rostro.-Realmente te amo.-empezó a sollozar y yo con él.

-Por favor no llores.-susurré acariciando sus mejillas.

-Dejaré de llorar cuando tú lo hagas.-aquello hizo que lo abrazara y lo bajara de la cama, lo puse junto a mí rodeándolo y acariciándolo. Era demasiado hermoso, incluso con el rostro bañado en amargura.

-No puedo decir que intentaré ser mejor, porque con intentarlo no basta. Tampoco puedo hablar de cambios, de que lo conseguiré, pues no soy hombre de promesas que luego no se sabe si se cumplirán.-besé su frente y lo arropé con la manta.-Pero sí te digo que quiero cuidarte, quiero pasar el resto de mis días junto a ti.

-Eso lo sé, es algo que sé sin que tengas que decirlo.-era bueno que me creyera, aunque a veces temía no poder seguir con esa promesa. Terminaba dañándolo siempre, eso era inevitable.

-Comamos.-dije sentándome a su lado con él sobre mis piernas. Aquel colchón típicamente japonés había visto tanto, escuchado tantos sollozos y sobretodo dejado caer incontables sueños rotos.

-Sí, te quedó muy bien.-respondió de forma automática.

El desayuno fue en silencio, aunque algunas risas se escapaban por las muecas que hacía. Él siempre intentaba hacerme olvidar cualquier trago amargo, incluso los que yo mismo provocaba. Después dimos un paseo por el jardín, un tiempo para los dos con el pequeño, para luego dedicarnos a nuestros asuntos pendientes.

Yo escribía folios sin más, nunca supe la finalidad hasta hace unos meses. Eran escritos sobre mi infancia, mis vivencias de juventud y poco a poco se convirtió en mi vida. cada episodio tenía una fecha aproximada y una fotografía escaneada. Algunas eran tan viejas que se veían borrosas. Era tal vez mi forma de decirme en esos momentos que estaba compuesto de miles de momentos, de errores y aciertos, pero se transformó en biografía. Phoenix se dedicaba a escribir en su blog, en mantenerse informado y hacer críticas sobre la sociedad, el deporte, la sanidad o cualquier cosa que llegara a inquietarle. Tras escribir me dediqué a contemplarlo y a leer la prensa, como cualquier día desde hacía meses.

-Atsu.-murmuró cerrando el portátil.- ¿Por qué no me cantas algo?-preguntó mirándome fijamente.-Por favor, sé que amas cantar y hace meses que no te escucho.

-¿Qué canción quieres que cante?-interrogué abrazándolo por detrás del sofá.

-No sé, ¿qué tal una tuya?-dijo con una sonrisa.-Cántame lo que sientes ahora, cualquier cosa.

-Te grabaré alguna canción, alguna de las que he hecho últimamente, pero ahora deseo recitar un pequeño poema.-dije dirigiéndome hacia el mueble, tomando mi agenda y abrí una de las hojas dobladas.-La hice hace meses, pero no te la mostré.

-¡Lee!-el niño nos miró fijamente al escucharlo gritar de forma tan animada.

-¿Mami?-interrogó con aquel dado de peluche mientras se mantenía aferrado al conejo de Yutaka.

-¿Quieres que recite para papi?-pregunté a Jun y este caminó tambaleándose hacia nosotros.

-Sí, para papi.-intentaba meterle en la cabeza que era papi, no mami, pero el niño se empecinaba en hacerlo como a él le daba la real gana.

-Mami.-extendió sus pequeños y rechonchos brazos soltando el conejo para que lo abrazara.

-Vale, soy mami.-dijo resignado tomándolo entre sus brazos para dejarlo recostado sobre su pecho.

Carraspeé quedándome tras ellos y coloqué una cinta de música clásica, deseaba que el ambiente fuera agradable y sirviera para la pronunciación de cada palabra. Era una historia que había escrito sin más, creo que tal vez por eso todo el mundo decía que tenía un cierto aire de oscuridad.

Entre las brumas de una noche gélida
Mecido en los brazos desnudos viejos árboles
Los gemidos del viento eran fuertes
Ya había esparcido las últimas hojas ocres

Entre la vida, la tierra y la muerte
Los árboles del cementerio acompañan
En un silencio siempre perenne
De los cuerpos que allí eternamente descansan

La vida acaba dejando su última huella
El caparazón que acompañó hasta quedar sepultados en tierra.
Polvo somos y en polvo nos convertimos
Olvidando por momentos disfrutar lo que vivimos

Goza, vive, el sexo y no pongas vendas
Abre la puerta al placer de la carne
Olvida cualquier mandamientos y enmiendas
Da igual gime bien alto, si tu alma arde

Disfruta de la vida, de lo que tienes
Deja de llorar por lo que tuviste
Enfréntate por completo al destino
La muerte es un trance, no algo triste

Tal vez no sea viaje dulce, sino amargo
Pero también común y necesario
Por ello grita bien alto
En este mundo, nuestro pequeño escenario

Hoy he vivido cada minuto
Hoy no he escuchado rumores
Me he confundido en el tumulto
He disfrutado de cada pecado

No reces cuando muera, es ley de vida
La disfruté hasta la noche fría
En que mi pulso se apagó
Junto a tus labios cargados de dulce sabor

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt