Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 1 de diciembre de 2009

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (III)


Llegué en unos veinte minutos, había demasiado tráfico porque llovía a cantaros. Me calé de la puerta del taxi a la del edificio. Empapado como estaba, agitado por todo lo que se pasaba por mi mente y frotándome las manos para entrar en calor por culpa del frío, esperé pacientemente al elevador. Cuando me monté lo hice mirándome al espejo, mis ojos lo decían todo. Hizaki era una de mis mayores preocupaciones, su felicidad y la de mis hijos era imprescindible para la mía.

No me atrevía a llamar al timbre, pero al final lo hice. Sabía que se molestaría por verme allí, intentando controlar todo lo que sucedía en su vida, pero en el fondo también sabía que me necesitaba. Tuve que llamar dos veces al timbre, dos veces más, para que me abriera al fin la puerta.

La imagen que me mostró mi hijo era la de un hombre derrotado y demacrado en exceso. Sus cabellos estaban revueltos, sus ojos prácticamente hundidos en dos enormes ojeras y sus labios parecían agrietados. Estaba algo deshidratado y famélico.

-¿Qué haces aquí?-preguntó molesto.

-Déjame pasar, tan sólo vas en boxer y no creo que quieras que todo el pasillo pueda contemplar la marca que usas en tu ropa interior.-intentó cerrar la puerta pero yo la bloqueé con uno de mis pies.

-Papá no quiero visitas.-murmuró cansado tras un bufido bajo.

-No estoy de visita convencional, sé que lo habéis dejado.-dejó de empujar para cerrar la puerta y tan sólo se giró para caminar dentro del apartamento.

-¿Cómo lo has sabido?-interrogó confuso.-No lo he comentado con muchas personas, sólo con un par de bailarines...-se quedó callado meditando un instante.

-Lo sé yo y toda la prensa amarillista. No sé como tu madre no te llamó ya, seguramente espera a que tú contactes con ella.-cerré la puerta caminando hacia él para abrazarlo.

Él se aferró a mí. Noté como sus lágrimas salían ya sin fuerza alguna, al igual que su agarre. Deseaba consolarlo, pero no encontraba las palabras apropiadas y no sabía bien qué había sucedido.

-He sido un idiota.-masculló.-Toda la culpa es mía, no he sabido controlar mi orgullo y mi impaciencia.

-Todos los Sakurai somos orgullosos, es una impronta de nacimiento.-susurré sentándolo en un sillón cercano.-Hizaki ¿qué ocurrió?

-Lo notaba extraño, como confuso, y le di el anillo sin atreverme a decirle qué era realmente.-tomó aire y lo dejó ir intentando tranquilizarse.-Era un anillo que deseaba desde hacía tiempo, me había mostrado el catálogo y era bastante caro. Pensé que era el anillo apropiado para grabarle mis sentimientos dentro de él, dentro de aquella pequeña argolla que sustentaba esa especie de rosa.-susurró echando hacia atrás la cabeza y cerró los ojos con fuerza.-Fui idiota, fui un estúpido, y no me di cuenta.

-¿Qué pasó?-interrogué de nuevo bastante intranquilo.

-Empezamos una discusión insulsa, no recuerdo ya ni cual fue el detonante, entonces él dijo que estaba harto de ciertas cosas y yo dije que se estaba comportando como un desquiciado.-todo empieza con algo pequeño y se hace enorme, Clarissa y yo habíamos tenido esos momentos de furia contenida que se calmaba con unos minutos en silencio intentando entendernos y ponernos en el lugar del otro.

-Por favor, prosigue.-me había sentado a su lado dejando su cabeza recargada en mi hombro, acariciando lentamente sus cabellos.

-Tomé a Jun, porque me habíais pedido ese día que lo cuidara, y a Takumi. Después me encerré en casa, hablé con una amiga y al día siguiente estaba dispuesto a pedir disculpas. Ya no recordaba que había dicho, simplemente necesitaba notar su cuerpo entre mis brazos y que esa calma especial me tranquilizara.-se aferró a mi brazo y mi mano de inmediato fue a su rostro. La palma de mi mano quedó en su mejilla húmeda deseando que se calmara porque yo me estaba agitando, verlo de esa forma y no poderle dar lo que quería me rompía por la mitad. No podía ir donde Olivier y obligarlo a regresar a su lado, no era un capricho sino una persona.-No estaba, ya se había ido. Su ático está vacío y no lo encuentro por la ciudad. He salido a pasear pensando que podría hallarlo en alguna cafetería, sabes que ama los té y luego recordé que odia salir solo a la calle. Le gusta vivir de huraño entre sus cuatro paredes y hacer vida tranquila.

-Pero Hizaki.-dije interrumpiéndole.-Olivier no se ha podido disipar, tiene un cuerpo físico y en algún lugar debe estar.

-Lo sé, pero no quiero mandar a Kamijo que lo busque.-dijo apartándose para encogerse en el sofá.-Tal vez ha sido lo mejor para él.-sonrió leve con amargura.-Tengo muchas cargas, no sólo mi hijo, y a parte soy un inmaduro. Él no se merece estar con un crío de diecinueve años que tan sólo piensa en su carrera. Bueno, antes pensaba sólo en eso. Cuando lo tuve frente a mí supe que era la persona que me haría feliz, que tendría el resto de mi vida y que debía cuidar más que a mi mismo.-besé su mejilla y lo abracé como cuando era niño.

Eran los alientos de un padre que no sabía como darle la felicidad, lo que él deseaba, si bien teníamos medios para encontrarlo y que se vieran... pero él los rechazaba como todo un adulto y sin un ápice de egoísmo.

-Hizaki.-mi tono sonó a resignado.-¿Qué piensas hacer? Dices que era la persona de tu vida.

-Papá te sonará extraño pero creo que tengo el don de la abuela, aunque creo que no soy el único y Miho también lo posee.-se levantó del sofá para ir a la cocina pasando por la barra americana, quedándose recargado en ella y luego se sirvió un vaso de agua de la jarra que estaba a su lado.

Me quedé callado con aquella información en mi mente, pesándola lentamente, para luego sonreír de forma ladina. Me levanté y fui a sentarme en una de las banquetas frente a él.

-Explícame eso.

-Solé muchas veces con Olivier, en un primer momento no le daba rostro pero sí nombre. Después fue su rostro y luego conocer que era el diseñador favorito de mamá, y no sólo su diseñador favorito sino que era como un hijo para ella. Lo había protegido y querido como lo había hecho con Hero, conmigo no y eso aún me escuece.

-Hizaki no conoces toda la verdad.-aquella frase en mis labios lo habían hecho despertar y apartar su mente de Olivier.

-¿Qué verdad? Mamá parecía no quererme.

-Tú eras peor que Jun, eras mucho más posesivo con ella y no permitías si quiera que la tocara. Te habías vuelto un egoísta, también peligroso.-sus ojos parecían incrédulos ante la verdad.-Dios mio Hizaki si incluso te colabas en el cuarto cuando se vestía y la obligabas a ponerse la ropa que tú decías. Tenías cuatro años, eras adorable, salvo cuando se acercaban a la que creías únicamente tuya.

-Pero yo no recuerdo haber sido cruel con Hero.-balbuceó aferrándose a la jarra y el vaso.

-No lo fuiste porque tu madre desde antes puso medidas, se volvió como el hielo ante ti y se convirtió en una extraña. Hizaki te ama, tu madre te ama más de lo que piensas. Sin embargo siempre pensé que se equivocaba con esa forma de trataros, siempre vi pegas.-dio un trago de agua para pasar aquellos datos, en esos momentos era él quien procesaba.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt