Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 30 de noviembre de 2009

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (II)


Tras escribirlo lo guardé en un sobre, pues lo había escrito en un folio. Hay algo que no entiendo, algo que me sorprende. Muchos escritores no pueden escribir si no tiene un ordenador, yo al contrario no puedo escribir si no tengo cerca un bloc de notas. No soy el único, sé que Paulo sigue el mismo método. Todos alguna vez hemos usado un borrador en una página sucia, emborronada tal vez, y hemos dejado constancia de un pequeño guión que hemos creído magnífico. Lo han hecho todos los escritores durante toda la vida de la escritura, de lo que conocemos como literatura.

Hace no mucho leyendo uno de mis blog favoritos, él del joven Ángel, encontré que él incluso dibuja a sus personajes tal cual se los va imaginando. Hace referencia de todo, inclusive de sus gustos más peculiares que nadie sabrá hasta que se desenvuelve la historia o llega a su conclusión final. Él lo llama “creerse Dios”. Supongo que esa denominación está en que él crea a sus personajes a imagen y semejanza del mundo, de los humanos, y los crea como crearía Dios, cualquier cultura tiene un Dios creador, a sus hijos y entre ellos a nosotros.

Yo no voy tan lejos, pero amo la tinta deslizándose lentamente por el papel y este impregnándose de ese aroma de antaño. Uso estilográfica, mis letras son algo inclinadas y aunque no son hermosas tienen un toque romanticista que me agrada.

El sobre donde lo guardé no era un sobre común, era uno de esos que se compran cuidando hasta el último detalle. Solía, y suelo, comprar en mi librería favorita unos sobres negros con unos pequeños marcos plateados que hacen pequeñas grecas en los lados. Además esos sobres vienen con un pequeño lacre, son para lacrarlos, y no para lamerlos o retirar un pequeño depósito. Tengo mi propio sello, con mis iniciales junto a un gato en posición defensiva. Sobres personalizados para ocasiones como aquella.

Después tuve que pensar detenidamente donde guardarlo, pues él siempre registraba todo cuando olía que tenía algo preparado. Tenía ese instinto y supongo que por ello era tan buen periodista. Así que me decidí por guardarlo junto a los papeles de mis acciones. Allí jamás buscaría, tampoco intentaría abrir el cajón a pesar de no tener si quiera candado.

Ese fue el último día que tuve tranquilo, a partir de entonces todo fue sobresaltos. A pesar de que todos sabían que debían de cuidarme, de intentar que no me alterara y que se debían comportar, supe que mi hijo rompió con su pareja y por la prensa. La mañana siguiente de aquella tarde lo vi en uno de los periódicos en su sección de cultura, cine y variedades.

Mi hijo se estaba labrando un gran futuro en la música, también en la cultura por su libro que estaba a punto de ser todo un éxito, y porque tenía un contrato con una productora local para un pequeño cortometraje. Eran cosas de ámbito laboral que se estaba presentado a medida que su nombre se desvinculaba del mío y del de su madre. Él brillaba con luz propia por su atractivo, ya no físico, sino porque jamás tenía malas palabras hacia la prensa.

Si bien, poco a poco descubrí que no era el único periódico que se hacía eco de la noticia, ya no en ámbito local sino internacional. Olivier era Olivier, no debía de olvidarse que era un gran diseñador y con éxitos enormes en pasarela. Por lo tanto presentí que no iban a quedar ahí los buitres, sino que intentarían picar bien la carroña.

Me preocupé por ambos. Sabía la relación que tenían y no supe porque todo se rompía de un día para otro. Hizaki inclusive compró un anillo de compromiso, estaba intentando ser romántico para la pedida y no dejar cabos sueltos. Olivier era la clase de chico que necesitaba, no era un desquiciado como Yue. Por momentos incluso pensé que él había tenido algo que ver, ya que estaba en esos momentos en libertad y acosaba a mi hijo de forma menos continuada.

Dudé en llamarlo o no, Phoenix dormía aún cuando yo leía aquellas notas de prensa tanto escrita como en radio, televisión e Internet. Era increíble la repercusión y la locura desatada por las jovencitas, y no tan jovencitas. Tanto ellas como ellos aplaudían la ruptura pensando que podían tener oportunidad con mi hijo, una locura que se denomina fenómeno fan. Incluso una decía haber hecho magia negra para que Hizaki dejara a su pareja y la buscara a ella en el próximo concierto. Finalmente llamé. Tenía que oír lo que tenía que contarme. Marqué su número y no me aceptó la llamada. Terminé aún más preocupado de lo que ya estaba.

Fui a la ducha de inmediato, me vestí con ropa cómoda y dejé una nota a mi pareja. Estaba tan preocupado que no me veía con ánimos de conducir, así que llamé a un taxi y rogué al taxista que lo hiciera la carrera de la forma más rápida que conociera para llegar.

Llegué en unos veinte minutos, había demasiado tráfico porque llovía a cantaros. Me calé de la puerta del taxi a la del edificio. Empapado como estaba, agitado por todo lo que se pasaba por mi mente y frotándome las manos para entrar en calor por culpa del frío, esperé pacientemente al elevador. Cuando me monté lo hice mirándome al espejo, mis ojos lo decían todo. Hizaki era una de mis mayores preocupaciones, su felicidad y la de mis hijos era imprescindible para la mía.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt