Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 17 de diciembre de 2009

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XX)



Princesa...
Hoy ha sido un día terrible... sin embargo he podido caminar bajo el cielo nublado notando que estabas junto a mí.

Ai shiteru Miho



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Yo siempre jugaba en la nieve con mis hijos, ya hacía dos inviernos con aquel que no era posible. Me sentía alejado de ellos, pero era cierto que cada vez volvíamos a ser los de siempre. Phoenix salió al tatami que daba al jardín y llamó a su querida niña, así es como solía tratarla.

Las horas iban pasando y la nieve seguía cayendo, dentro jugábamos con nuestro pequeño y nuestros animales de compañía. Jun reía divertido ante las bromas que hacíamos y parecía ajeno al hermoso fenómeno que cubría toda la ciudad. Amaba la nieve, amaba la lluvia y por ello amaba el invierno. La naturaleza en su estado puro creaba estampas más hermosas que cualquiera inventada por el hombre.

La noche fue increíblemente fría, la calefacción estaba moderada y Jun bien abrigado en su habitación. Cheshire dormía junto a Astaroth en una gran cama acolchada que había en nuestra habitación. Fuera todo estaba cubierto de una hermosa capa blanca, una manta natural, dentro yo intentaba cubrir su cuerpo con el mío. Mis manos acariciaban sus caderas lentamente, mis dedos querían recordar una vez más como era la suavidad poseía su piel.

-Atsushi me haces cosquillas.-murmuró girándose hacia mí, para luego quedarse pegado a mi pecho acurrucado como si fuera un niño inocente.

-Quiero hacerte algo más que cosquillas.-dije dejando que mis manos se fuera más allá de sus caderas, hacia sus nalgas, mientras mi boca mordisqueaba su cuello.

-Atsushi hace mucho frío.-susurró aferrándose con fuerza a mi camiseta. Sus pies fríos rozaban mis piernas intentando calentarlos.

-Mucho mejor así.-respondí.-Entraremos en calor al frotar nuestros cuerpos, es una simple regla de fricción.

-¿Te vas a volver científico?-interrogó sin apartarse de mí ni un milímetro.

-No, no es sólo ciencia.-repliqué intentando bajar su pijama.

-Atsushi, hace mucho frío y no me apetece.-aquello me hizo bufar mientras me giraba molesto hacia el otro lado de la cama. Quería tener algo de intimidad con él, hacía días que no conseguía más que besos y caricias, pero él parecía que no deseaba nada, salvo dormir.

-Buenas noches.-dije en un tono aparentemente de calma, porque en realidad no podía obligarlo a nada.

-¿Estás molesto?-preguntó abrazándome.-¿Atsushi?

-Duermo.-respondí mirando el reloj digital que estaba junto a la cama. Marcaba las once de la noche, era aún temprano para mis horas de sueño habituales y él no estaba por la labor.

-Está bien.-susurró besando mi mejilla y regresando sus pies fríos al hueco entre mis piernas.

Cuando creí que se había terminado durmiendo noté su mano deslizarse por mi vientre. Acarició mis cicatrices para luego ir bajando hasta mi entrepierna, cosa que hizo que sonriera de inmediato. Sus dedos entraron dentro de mis boxer palpándolo con delicadeza.

Me dejé hacer notando como su miembro iba despertando y abultándose en su ropa, ya que notaba su excitación pegada a mi espalda. Comenzó a ser notorio que me necesitaba, jadeaba y se rozaba buscando mayor placer. Sin girarme saqué su mano de mi ropa interior y comencé a lamer sus dedos, uno por uno, para después succionarlos. Como pude lo aparté y lo dejé a un lado en la cama, me saqué la ropa interior recostándome a su lado, era una clara invitación.

-Sé lo que quieres.-dije en un murmullo tras atrapar sus labios y dejarlo sin aire. Mi lengua podía ser tan posesiva con su boca como mis manos con su cuerpo, o yo mismo con todo lo que él representaba.

Coloqué bien la ropa de cama y él descendió bajo ellas, para iniciar unas leves pero constantes lamidas. El frío de nuestra piel se marchó, nuestros cuerpos comenzaron a calentarse y prácticamente ardían. Dejé una de mis manos bajo la manta y le agarré de los cabellos. Le ayudaba a que lo hiciera más candente, pues necesitaba algo más y que encontré minutos después.

En un impulso quitó las mantas y se desnudó apresurado. Yo simplemente lo observaba sonriendo de forma perversa. Ni él ni yo podíamos aguantar demasiado, se notaba en nuestra respiración y en nuestros latidos. Se encaramó bien sobre mis caderas y pronto estuve fundido en él.

Cuando uno madura el paso de los años se hace más insoportable, el sexo te evita pensar en cuanto tiempo ha pasado y en lo viejo que te vas volviendo. Es un acto liberador, como lo fue aquella noche. Sus movimientos eran perfectos, podía imaginarlos en plena oscuridad gracias al enorme placer que me regalaban. Sus piernas y brazos temblaban, mientras yo lo atrapaba con fuerza. Acabé girándolo en la cama, y sin salir de mis dominios, llevé un movimiento más rudo hundiéndolo en aque colchón. Mis brazos fueron a ambos lados de sus caderas, mis uñas se clavaron en su carne y él gimió cerrando sus piernas a mi alrededor.

-Eres mío.-dije en un jadeo.-Mío y no permitiré que nadie más pueda tenerte.-decía aquello volviendo más intenso mis movimientos. Él tan sólo gemía y se dejaba llevar.

Levantó sus brazos y comenzó a arañar mi pecho, a buscar apoyo en mi cuello y aferrarse a mí con fuerza. Creo que únicamente podía pensar en tenerlo conmigo, a mi lado, y ya ninguna imagen de Yutaka aparecía en mi mente. Estaba totalmente entregado a él y él a mí. Lo besé succionando su boca, quedándome con todo el aire de sus pulmones.

-Atsushi.-jadeó.-Piedad.-murmuró entre jadeos y gemidos.-me ahogo.

-Estoy en celo, cariño.-susurré apartándome de él para lamer sus piernas y su vientre.

-No, no hagas eso.-decía aquello con la voz temblorosa.

Buscaba iluminar la habitación y de paso contenerme, no quería acabar tan rápido. Encendí la lámpara y la dejé directa sobre él. Su figura se veía temblorosa y húmeda por una película fina de sudor, completamente perlado, y su sexo estaba a punto.

-Sé lo que quieres.-dije antes de arremeter con violencia.

No lo resistió más, sus gemidos se quebraron y explotó. Yo tan sólo le seguí para luego caer sobre él aplastándolo. Mi lengua se paseaba triunfante sobre su sudoroso cuello.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt